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“Es así la virtud que, distribuida por el
Universo equitativamente, siempre que
en un espacio o localidad determinada
falta en muchos, en uno solo se recoge,
para que no se altere el equilibrio y venga
a padecer la armonía humana en uno solo
que el honor que en los demás escasea
amontona en sí, y adquiere de ello
profética indignación y elocuencia
resplandeciente; y es todo vergüenza, por
falta en los demás; y es todo mejilla. De
aquí, que en las épocas decorosas de
libertad y paz sea menor, o menos
perceptible, el número de hombres
extraordinarios, por estar en ellas
distribuidas entre todas las condiciones
que, cuando es costoso poseerlas, se
recogen en los espíritus sublimes, como
en la tempestad una bandera en su asta”.
(T8: 189)
José Martí, en la literatura; todo lo que toca lo
convierte en poesía. Por esa razón a pesar del
tiempo su mensaje aún emociona. Es recurrente
la imagen del golpe en la mejilla que
reactualiza, elevándola a plano superior, la
lección cristiana. El Apóstol cubano no ofrece
la mejilla “El género humano no tiene más que
una mejilla: ¡dondequiera que un hombre recibe
un golpe en su mejilla, todos los demás
hombres lo reciben!”. (T10:288)
Es trascendental que la dignidad para Martí se
debía al carácter entero de cada uno de los hijos
de la república, al hábito de trabajar con las
propias manos, el ejercicio de pensar por sí
propio. Y el ejercicio íntegro de sí y respeto,
como de honor de familia, al ejercicio íntegro
de los demás.
La integridad de su carácter constituye como
medida del mérito, en su lucha por obrar
conforme a la virtud, por su desarrollo en las
contrariedades y lucha de la vida, a diferencia
del talento y la inteligencia que se despliega por
la individualidad en soledad.
Por otra parte, el carácter secundario o
resignado constituye “el vientre de la
humanidad” puesto que antepone a cualquier
virtud el apetito desmedido del bienestar
propio; estos “hombres a medias” sólo poseen
“carácter común”, son los “Hombres boca”. En
un individuo concreto se pueden dar
manifestaciones de los dos miembros de la
dicotomía, por lo que el mejoramiento humano
consistiría, entonces, en hacer prevalecer las
virtudes sobre los defectos morales.
Este rasgo de la dignidad es aplicado también a
los pueblos para tipificar sus características en
un momento determinado de su devenir
histórico transformándose como carácter
nacional, al respecto Martí postulaba:
“Y es de justicia, y de legítima ciencia
social, reconocer que (...) el carácter
norteamericano ha descendido desde la
independencia, y es hoy menos humano y
viril, mientras que el hispanoamericano, a
todas luces, es superior hoy, a pesar de
sus confusiones y fatigas, a lo que era
cuando empezó a surgir de la masa
revuelta de clérigos logreros, imperitos
ideólogos e ignorantes o silvestres indios
(...). Dos verdades útiles a Nuestra
América (son) el carácter crudo, desigual
y decadente de los Estados Unidos, y la
existencia en ellos continua, de todas las
violencias, discordias, inmoralidades y
desórdenes de que se culpa a los pueblos
hispanoamericanos”. (28:249)
Es importante destacar que para Martí, los
hombres que más se destacaban en el servicio
de sus pueblos eran hombres nacionales:
“Escasos, como los montes, son los hombres
que saben mirar desde ellos, y sienten con
entraña de nación o de humanidad. Y queda,
después de cambiar manos con uno de ellos, la
interior limpieza que debe quedar después de
ganar, en causa justa, una buena batalla”.
(T4:110). Hombres nacionales en la obra del