Ciencia y Educación (ISSN 2707-3378)
Vol. 1 No. 6
Junio del 2020
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LA ÉTICA MARTIANA EN LA FORMACIÓN PROFESIONAL PEDAGÓGICA.
MARTIAN ETHICS IN PROFESSIONAL PEDAGOGICAL TRAINING.
Autora: María del Rosario Yaques de la Rosa.
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0003-3770-3351
E-mail de contacto: myaquesr@udg.co.cu
Articulo recibido: 3 de Mayo del 2020
Articulo revisado:18 de Mayo del 2020
Articulo aprobado: 30 de Junio del 2020
Licenciada en Educación mención Marxismo - Leninismo e Historia egresada de la Universidad de Granma (Cuba). Posee
un Masterado otorgado por la Universidad de Granma (Cuba).
Resumen
La formación ética y profesional del profesor
de la carrera Licenciatura en Educación
Marxismo - Leninismo e Historia desde una
visión martiana, permite la preparación de los
egresados en el cumplimiento de la labor, con
una esencia humanista de la profesión, con los
saberes culturales sobre la base de una amplia
cultura general. El desempeño de los
estudiantes de la carrera se aprecia en aumento
de la calidad de los egresados de la especialidad
y su impacto social se alcanza al utilizar esa
estrategia pedagógica en los programas de las
disciplinas que se imparten en el proceso de
formación inicial de los estudiantes de la
Licenciatura en Educación Marxismo -
Leninismo e Historia, con el fin de lograr en
ellos un alto sentido de la ética profesional
pedagógica que les permita desempeñarse con
eficiencia en los diferentes contextos de
actuación.
Palabras claves: Ética, Ética profesional,
formación profesional pedagógica,
pensamiento martiano.
Abstract
The ethical and professional training of the
professor of the Bachelor of Education
Marxism - Leninism and History from a
Martian perspective, allows the preparation of
graduates in the fulfillment of the work, with a
humanistic essence of the profession, with
cultural knowledge about the base of a broad
general culture. The performance of the
students of the career is seen in the increase in
the quality of the graduates of the specialty and
its social impact is achieved by using this
pedagogical strategy in the programs of the
disciplines that are taught in the initial training
process of the students of the Degree in
Education Marxism - Leninism and History, in
order to achieve in them a high sense of
professional pedagogical ethics that allows
them to perform efficiently in the different
contexts of action.
Keywords: Ethics, Professional ethics,
professional pedagogical training, Marti
thought.
Sumário
A formação ética e profissional do professor do
Bacharelado em Educação Marxismo -
Leninismo e História numa perspectiva
marciana, permite a preparação de licenciados
no cumprimento do trabalho, com uma essência
humanística da profissão, com conhecimentos
culturais sobre base de uma ampla cultura
geral. O desempenho dos alunos da carreira é
percebido no aumento da qualidade dos
egressos da especialidade e seu impacto social
é alcançado pelo uso dessa estratégia
pedagógica nos programas das disciplinas que
são ministradas no processo de formação
inicial dos alunos do Curso de Licenciatura em
Educação em Marxismo - Leninismo e
História, de forma a conseguir neles um
elevado sentido de ética pedagógica
profissional que lhes permita actuar com
eficácia em diferentes contextos de actuação.
Palavras-chave: Ética, Ética profissional,
Formação pedagógica profissional,
Pensamento Marti.
Introducción
El papel social de la educación y de los
pedagogos en sentido general, tienen la misión
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de formar a las nuevas generaciones
integralmente, a partir del cumplimiento del
código de ética.
La Ética es una ciencia filosófica que estudia la
naturaleza, las leyes del desarrollo moral en la
sociedad y el mundo interno del individuo.
Constituye una herramienta para el
mejoramiento humano, siempre y cuando los
valores morales, transformados en ideales
humanos universales y convicciones
personales, marquen las cualidades personales
de los individuos, su sentido y proyecto de vida
en correlación con lo social en su sentido de
progreso y desarrollo humano.
Por su parte, la ética pedagógica estudia las
particularidades del desarrollo de las exigencias
morales que se originan por las características
del trabajo pedagógico y que se manifiestan en
las interrelaciones del maestro y los alumnos,
los maestros y los padres, los maestros y la
comunidad, así como en las que se forman en el
propio colectivo pedagógico y cuya condición
determinante está constituida por las cualidades
personales y profesionales del maestro.
“Yo he pensado mucho en el papel de la
ética. ¿Cuál es la ética de un
revolucionario? Todo pensamiento de un
revolucionario comienza por un poco de
ética, por un poco de valores que le
inculcaron los padres, le inculcaron los
maestros, él no nació con esas ideas; igual
que no nació hablando, alguien lo enseñó
a hablar. La influencia de la familia es
también muy grande.” “…los valores
éticos son esenciales, sin valores éticos no
hay valores revolucionarios.” (Castro,
2005)
La ética pedagógica es un medio de regulación
moral de la labor educativa, que se forma en la
sociedad, a partir de la moral pedagógica. La
moral pedagógica es el sistema de principios,
normas y juicios valorativos que regulan el
comportamiento del maestro. Es una forma de
manifestación concreta de la moral imperante
en una sociedad determinada, que se aplica a las
condiciones y características de la actividad del
maestro.
Sánchez, H. (2011), argumenta la importancia
del enfoque ético, axiológico y humanista para
el mejoramiento del desempeño profesional
pedagógico, pero limitado a los profesores.
Chacón Nancy. L. (1999), analiza la
profesionalidad pedagógica, a partir del
contenido de la ética profesional de los
profesores. El lugar y papel de la moral en la
vida de las personas y en su relación con la vida
material y de los valores de la sociedad; se
enfatiza en la moral de la profesión pedagógica
y en su contribución a la formación ideológica
del estudiante; los criterios expuestos rebasan la
concepción estrecha de que la ética profesional
pedagógica solo aporta el aspecto normativo del
comportamiento del docente.
La experiencia profesional de la autora en la
carrera Licenciatura en Educación Marxismo -
Leninismo e Historia, así como investigaciones
realizadas sobre el tema, demuestran que
existen carencias en este proceso en
correspondencia entre los valores históricos de
la sociedad cubana actual y los modos de
actuación de algunos estudiantes, el
comportamiento de los estudiantes en los
diferentes contextos de actuación (universidad,
hogar, comunidad y la sociedad en general) no
siempre se corresponde con las exigencias de la
ética de la profesión pedagógica, por otra parte,
en los documentos normativos que rigen el
proceso de formación inicial de los estudiantes
de la referida carrera, son insuficientes las
acciones dirigidas al tratamiento de la ética
profesional pedagógica.
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Todo lo anterior indica que en algunos
maestros se encuentran: la pérdida del amor por
la profesión, el abandono de las filas, la falta de
cohesión y de integración en colectivo para el
desarrollo del trabajo docente educativo en
ciertos claustros, manifestaciones de conductas
adaptativas en medios con características
adversas o negativas al trabajo pedagógico,
actuaciones no ejemplares que desvirtúan la
formación ideológica en los jóvenes y los
desorientan en la formación de la vocación
hacia las carreras pedagógicas.
Se quiere aportar la ética de José Martí para la
formación profesional pedagógica de los
estudiantes de la carrera de Licenciatura en
Educación Marxismo - Leninismo e Historia.
Desarrollo
Resultados y discusión:
Para realizar un análisis ético de la obra de José
Martí, se deben tener en cuenta los rasgos
generales que caracterizan la obra y
personalidad del Maestro como un momento de
continuidad, a la vez que de ruptura, en la
integración del proceso revolucionario. Por ser
sus postulados políticos y morales, una parte
esencial del proyecto de realizaciones sociales
de la revolución socialista cubana mantienen
una gran vigencia en las condiciones actuales
de la realidad cubana.
Es importante hacer un análisis del contenido y
significación de su ética a partir de destacar las
ideas esenciales, como principios morales,
están presentes en todo el quehacer de José
Martí asociadas al contenido ético humanista y
como fundamento de todo su proyecto y
estrategia revolucionaria. El valor
metodológico principal que aporta la
comprensión de la ética martiana para el trabajo
ideológico educativo con los jóvenes en el
presente está en su componente axiológico, que
revela como núcleo las diferentes formas de la
conciencia social y se proyecta en los niveles
ideológico, emocional y conductual, para la
acción revolucionaria. Las convicciones
morales a las que se hace referencia son el
respeto hacia las otras personas, la ayuda
desinteresada, el altruismo, entre otras.
En la etapa pre marxista se encuentran ideas y
teorías de filósofos y pedagogos, quienes
defendían que el maestro debía tener
determinadas cualidades que no eran necesarias
en otras profesiones, como es el caso de tener
elevada educación, amplia cultura general,
sabiduría, tacto, amor a los niños, entre otras.
En la etapa marxista opinaban que estos debían
manifestarse como verdaderos comunistas para
poder emprender el trabajo educativo, a partir
que un buen revolucionario debe ser humano,
para de esa manera poder formar en las
personas que lo rodean el sentido humanista
que caracteriza la sociedad socialista. Otro
exponente de estas ideas fue A. S. Makarenko,
quien exprela importancia del colectivismo,
las relaciones entre los pedagogos, con los
alumnos y padres.
En Cuba las raíces históricas acerca de la ética
se encuentran en el pensamiento pedagógico de
avanzada del siglo XIX, generado por los
máximos exponentes de la ética: el padre Félix
Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael
María de Mendive, Enrique José Varona y José
Martí. En sus obras y accionar formularon los
conceptos esenciales que expresaban el proceso
de conformación de la nacionalidad cubana y de
formación gradual de la conciencia nacional.
Ellos daban a conocer los elementos que
tipifican los modos de actuación de los docentes
desde el punto de vista humanista, a partir que
estos son modificados, enriquecidos,
fortalecidos en la misma medida que se
transforma la sociedad. Han dejado claro que la
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sociedad impone las manifestaciones de los
hombres y dentro de ellos los pedagogos.
Guía de la nación cubana y vigía mayor de los
pueblos de Nuestra América en las postrimerías
del siglo XIX, José Martí elaboró un arsenal de
ideas que constituyen una alta cúspide del
pensamiento político y ético de su época. La
fundadora audacia de sus concepciones que en
muchos casos ameritan una singular
originalidad, refrendan la permanente vigencia
de su obra en nuestro tiempo.
La aspiración es formar la personalidad del
maestro, sobre la base de una amplia cultura
general, politécnica, laboral y de los
sentimientos, con un fundamento científico y de
las normas morales sociales con una ideología
socialista que rechace el modelo de sociedad
capitalista por ser antagónico a los intereses y
derechos auténticos de las masas humildes y
trabajadoras.
“...el educador debe ser además, un
activista de la política revolucionaria de
nuestro partido, un defensor de nuestra
ideología, de nuestra moral, de nuestra
convicciones políticas, un ejemplo de
revolucionario, comenzando por el
requisito de ser un buen profesor (…) un
luchador incansable contra todo lo mal
hecho y un abanderado de la exigencia...”
(Castro, 1981).
La formación y modos de actuación de los
estudiantes que hoy están en la universidad y
maestros graduados deben tener una base
humanista, porque es importante que el maestro
esté consciente que su labor es formar, educar y
lograr de sus estudiantes conductas que amen y
respeten a los que los rodean, los ayuden
desinteresada, que el altruismo lo caracterice, la
preocupación por el bien común, saber escuchar
a los otros, auto controlar las manifestaciones
de agresividad
Sobre este particular el Maestro proclamaba:
“Al venir a la tierra, todo hombre tiene
derecho a que se le eduque, y después, en
pago, el deber de contribuir a la
educación de los demás” (Martí,
T19:375).1
En la reflexión del héroe cubano el hombre se
constituía como objeto y sujeto de la educación,
esta última era derecho que la sociedad
otorgaba a cada ciudadano que al mismo tiempo
se traducía como obligación moral, adquiriendo
la connotación de deber para cualquier
individuo. Todo hombre de bien, que se precie
de serlo, actuará como educador.
La educación era proyectada en la labor de
Martí como una cruzada por la redención
humana. Ello entrañaba una repercusión
especial en los maestros como responsables
directos, a los que se exigía un elevado sentido
de ética profesional para lo afirmaba:
“El profesor no ha de ser un molde donde
los alumnos echan la inteligencia y el
carácter, para salir con sus lobanillos y
jorobas, sino un guía honrado, que enseña
de buena fe lo que hay que ver, y explica
su pro lo mismo que el de sus enemigos,
para que se le fortalezca el carácter de
hombre al alumno, que es la flor que no
se ha de secar en el herbario de las
universidades (...) en las que ninguna
metafísica se ha de enseñar, ni la de
ideología, ni la de la ciencia” (Martí
T12:348).2
La instrucción y la educación conducen,
complementadas, a la proyección feliz de la
existencia de los hombres y de los pueblos. Pero
la felicidad en Martí sólo cristaliza en presencia
de la libertad. La piedra angular de tal relación
es la moral. En síntesis, enunciaba:
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“Ser bueno es el único modo de ser
dichoso. Ser culto es el único modo de ser
libre. Pero, en lo común de la naturaleza
humana, se necesita ser próspero para ser
dichoso” (Martí, T8:289).
Al emparentar la prosperidad con la bondad,
Martí explicaba que su camino se abría en el
conocimiento y aprovechamiento de los
elementos inagotables de la naturaleza, objeto
del trabajo humano y fuente de satisfacción de
sus necesidades. El acercamiento infinito del
hombre en su predominio ante la naturaleza
implicaba conocerla mediante la ciencia y ello
resultaría también triunfo sobre el celo, la
envidia, el odio, el miedo y otros defectos
morales.
Ante la sociedad la reflexión martiana adquiere
ecos definitivos: “El mejor modo de defender
nuestros derechos, es conocerlos bien; así se
tiene fe y fuerza; toda nación será infeliz en
tanto que no eduque a todos sus hijos. Un
pueblo de hombres educados será siempre un
pueblo de hombres libres. La educación es el
único medio de salvarse de la esclavitud. Tan
repugnante es un pueblo que es esclavo de
hombres de otro pueblo, como esclavo de
hombres de sí mismo” (Martí, T19:375-376).
El profesor debe ser ejemplo y esto significa
representar para sus alumnos un modelo de
moral; de ciudadano comprometido con la
Revolución; un modelo de profesional, para que
se produzca en los jóvenes, ante quienes puede
ser un paradigma, un desarrollo de la
personalidad que sea sinónimo de crecimiento
personal y despliegue de sus potencialidades,
de auto aceptación, de autenticidad personal,
autonomía, independencia, seguridad,
flexibilidad, de la capacidad de relacionarse con
los demás desde las posibilidad de analizar,
respetar sus opiniones, donde el desarrollo
personal debe entenderse y promoverse como
un proceso de intenso dinamismo y donde la
figura del profesor es determinante.
El nivel de formación moral del pedagógico en
la sociedad cubana garantiza el crecimiento
espiritual y humano de los individuos. Es por
ello que la formación de maestros requiere de
una rigurosa atención al componente
humanista, como esencia de la profesionalidad
pedagógica, que es de educar a las nuevas
generaciones de cubanos.
El profesional de Educación requiere de una
profunda superación, preparación del rol que
juega en ese proceso, para ello es
imprescindible incorporar los elementos
humanistas a la misma, dando lugar a una
educación desarrolladora en los individuos.
La dignidad humana es la categoría principal de
la reflexión teórica sobre la moral que realizó el
Maestro. Para Martí la moral descansaba en la
relación dialéctica hombre sociedad. La
correlación entre las proyecciones personal y
colectiva de la dignidad lo conduce a enunciarla
como categoría ética que, partiendo del
individuo, desborda sus límites para plasmarse
socialmente como ley primera de la república
de forma tal que la sociedad, en todo su
multifacético conjunto, generaría los valores
morales y derechos humanos más altos, al
mismo tiempo, se consolidaría como la mayor
salvaguarda de los mismos.
Con su concepto filosófico de equilibrio, Martí
se proyecta hacia la esencia cualitativa de las
relaciones entre los objetos de la realidad y que
el magno pensador utilizase mucho en política,
es también esgrimido en ética.
La ausencia de decoro en algunos o muchos
hombres es preciso compensarla con mayor
decoro propio en la esfera personal:
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“Es así la virtud que, distribuida por el
Universo equitativamente, siempre que
en un espacio o localidad determinada
falta en muchos, en uno solo se recoge,
para que no se altere el equilibrio y venga
a padecer la armonía humana en uno solo
que el honor que en los demás escasea
amontona en sí, y adquiere de ello
profética indignación y elocuencia
resplandeciente; y es todo vergüenza, por
falta en los demás; y es todo mejilla. De
aquí, que en las épocas decorosas de
libertad y paz sea menor, o menos
perceptible, el número de hombres
extraordinarios, por estar en ellas
distribuidas entre todas las condiciones
que, cuando es costoso poseerlas, se
recogen en los espíritus sublimes, como
en la tempestad una bandera en su asta”.
(T8: 189)
José Martí, en la literatura; todo lo que toca lo
convierte en poesía. Por esa razón a pesar del
tiempo su mensaje aún emociona. Es recurrente
la imagen del golpe en la mejilla que
reactualiza, elevándola a plano superior, la
lección cristiana. El Apóstol cubano no ofrece
la mejilla “El género humano no tiene más que
una mejilla: ¡dondequiera que un hombre recibe
un golpe en su mejilla, todos los demás
hombres lo reciben!”. (T10:288)
Es trascendental que la dignidad para Martí se
debía al carácter entero de cada uno de los hijos
de la república, al hábito de trabajar con las
propias manos, el ejercicio de pensar por
propio. Y el ejercicio íntegro de y respeto,
como de honor de familia, al ejercicio íntegro
de los demás.
La integridad de su carácter constituye como
medida del mérito, en su lucha por obrar
conforme a la virtud, por su desarrollo en las
contrariedades y lucha de la vida, a diferencia
del talento y la inteligencia que se despliega por
la individualidad en soledad.
Por otra parte, el carácter secundario o
resignado constituye “el vientre de la
humanidad” puesto que antepone a cualquier
virtud el apetito desmedido del bienestar
propio; estos “hombres a medias” sólo poseen
“carácter común”, son los “Hombres boca”. En
un individuo concreto se pueden dar
manifestaciones de los dos miembros de la
dicotomía, por lo que el mejoramiento humano
consistiría, entonces, en hacer prevalecer las
virtudes sobre los defectos morales.
Este rasgo de la dignidad es aplicado también a
los pueblos para tipificar sus características en
un momento determinado de su devenir
histórico transformándose como carácter
nacional, al respecto Martí postulaba:
“Y es de justicia, y de legítima ciencia
social, reconocer que (...) el carácter
norteamericano ha descendido desde la
independencia, y es hoy menos humano y
viril, mientras que el hispanoamericano, a
todas luces, es superior hoy, a pesar de
sus confusiones y fatigas, a lo que era
cuando empezó a surgir de la masa
revuelta de clérigos logreros, imperitos
ideólogos e ignorantes o silvestres indios
(...). Dos verdades útiles a Nuestra
América (son) el carácter crudo, desigual
y decadente de los Estados Unidos, y la
existencia en ellos continua, de todas las
violencias, discordias, inmoralidades y
desórdenes de que se culpa a los pueblos
hispanoamericanos”. (28:249)
Es importante destacar que para Martí, los
hombres que más se destacaban en el servicio
de sus pueblos eran hombres nacionales:
“Escasos, como los montes, son los hombres
que saben mirar desde ellos, y sienten con
entraña de nación o de humanidad. Y queda,
después de cambiar manos con uno de ellos, la
interior limpieza que debe quedar después de
ganar, en causa justa, una buena batalla”.
(T4:110). Hombres nacionales en la obra del
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poeta cubano lo son Félix Varela y José de la
Luz y Caballero, Carlos Manuel de Céspedes e
Ignacio Agramonte, Simón Bolívar, José de San
Martín y Miguel Hidalgo, Abraham Lincoln y
Víctor Hugo.
Así en la ética martiana el contenido humanista
del quehacer laboral resulta incuestionable
puesto que ello embellece y eleva moralmente
a la personalidad. No en vano reservaba el
apóstol, de manera simbólica, a los que vivían
del trabajo ajeno, el castigo con que en la
antigüedad se sancionaba a los ladrones:
quemarte las manos. Los pueblos se
degradarían o ennoblecerían en concordancia
directa con la posición que adoptaran, como
sociedad, respecto al trabajo creador.
Auscultando la explotación despiadada de los
trabajadores en los Estados Unidos, nuestro
pensador postulaba:
“Ver trabajar a todos es más bello que ver
pensar a uno (...) Del trabajo continuo y
numeroso nace la única dicha, porque es
la sal de las demás venturas, sin la que
todas las demás cansan o no lo parecen:
ni tiene la libertad de todos más que una
raíz, y es el trabajo de todos. (T12:433).
Pensar por propio tiene como base la
independencia del pensamiento: “la primera
libertad, base de todas, es la de la mente”. (T12:
348).
Tal independencia se hace decorosa cuando se
ajusta al bienestar de la colectividad. La obra
magna de la redención humana no puede ser
guiada por el pensamiento si de lo pasado y de
lo presente, sólo se tiene un legado de dogmas;
en verdad, la cultura como herencia tiene que
ser asumida como un semillero de orientaciones
cuya preocupación fundamental fuese, en lo
individual, el respeto de la capacidad libre de
cada hombre, y en lo social, el ajuste del
pensamiento a las demandas reales de cada
pueblo y cada época. Por eso aconsejaba Martí
el injerto de lo más progresista de la cultura
universal, en nuestras repúblicas
latinoamericanas, preservando el tronco que
tenía que seguir siendo nuestro. La asimilación
de lo universal, en un pensamiento autóctono,
para que fuese digno, tenía que realizarse no
con calco sino con creación.
La correspondencia entre ambas dimensiones la
ofrece el sentimiento patrio: “El patriotismo es,
de cuantas se conocen hasta hoy, la levadura
mejor de todas las virtudes humanas”.
(T21:377) Cuatro meses antes de su caída en
combate, Martí expresaba:
“Cada cual ha de poner, en la obra del
mundo, a lo que tiene más cerca, no
porque lo suyo sea, por ser suyo, superior
a lo ajeno, y más fino y virtuoso, sino
porque el influjo del hombre se ejerce
mejor y más naturalmente, en aquello que
conoce y donde le viene inmediata pena o
gusto; y ese repartimiento de la labor
humana, y no más, es el verdadero e
inexpugnable concepto de patria.
Levantando a la vez las partes todas,
mejor, y al fin quedará en alto todo; y no
es manera de alzar el conjunto el negarse
a ir alzando una de las partes. Patria es
humanidad, es aquella porción de la
humanidad que vemos más cerca, y en
que nos tocó nacer; y ni se ha de permitir
que con el engaño del santo nombre se
defienda a monarquías inútiles, religiones
ventrudas y políticas descaradas y
hambronas, ni porque a esos pecados se
a menudo el nombre de patria, ha de
negarse el hombre a cumplir su deber de
humanidad, que tiene más cerca. Esto es
luz y del sol no se sale. Patria es eso.
Quien lo olvida, vive flojo y muere mal,
sin apoyo y estima de sí, y sin que los
demás lo estimen; quien cumple, goza y
en sus años viejos sienten y trasmite la
fuerza de la juventud; no hay más viejos
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que los egoístas; el egoísmo es dañino,
enfermizo, envidioso, desdichado y
cobarde”. (T5:468- 469)
El concepto de patria, el más completo y
maduro que Martí reflejó en su obra, puede ser
analizado en los planos teórico, político y ético.
. La humanidad como patria, existe en aquel
pueblo en que nace el hombre o en aquel otro
que tiene más cerca, que son las porciones
humanas sobre las que puede ejercer mayor
influjo.
En sentido ético se describe al humanismo
actuante. El hombre tiene la obligación moral
de dar garantías en la porción humana en que
vive al principio universalmente válido de la
plena dignidad. Por tales razonamientos el
sentir patrio se expresa en la ética martiana
como deber de humanidad categoría
fundamental de su deontología, que enlaza el
apretado haz al patriotismo con lo que, en la
contemporaneidad, llamamos
internacionalismo.
“Tengo fe en el mejoramiento humano, en la
vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti”.
(T16:17). Con esa confesión a su hijo, que
encabeza uno de los poemarios más bellos en
habla hispana, José Martí cifraba en palabras
íntimos sentimientos que le animaban desde el
instante aquel que encontró el mejor sinónimo
de magisterio, el de creación. Símbolo
generacional de lo nuevo Ismaelillo- era la
encarnación del objeto de su noble tarea de
educador.
En esa cuerda vale señalar que las ideas de
mayor madurez sobre educación son generadas
por el Maestro a lo largo de los años 80,
fundamentalmente, cuando se encontraba
responsabilizado con la dirección de la revista
La América, en Nueva York, donde estrena
como forma de expresión, un diálogo con los
lectores, que él llamó con el nombre de
didactismo. Este reflexionar de varios años es
antesala de su más acabado proyecto
pedagógico: La Edad de Oro.
Al analizar a nuestros pueblos Martí adelantó el
concepto de hombre nuevo y la necesidad de la
nueva escuela que concebía como un sistema de
educación continuo y ascendente, basado en la
ciencia y útil, es decir, respondiendo de forma
directa a la realidad concreta de cada país y cada
época; móvil y flexible como la propia ciencia
sería garantía del desarrollo, donde la utilidad
de la educación descansaría en su
universalización. En estos años en que en la
pedagogía latinoamericana se abría paso en
concepto elitista de progreso, enarbolado por el
positivismo, Martí define que el progreso
verdadero es aquel que penetra en las masas
populares, máxime cuando la humanidad era
testigo del advenimiento del capitalismo de los
monopolios como amenaza cierta.
Sin raíces no hay frutos. En tal coyuntura la
nueva generación latinoamericana tenía que ser
flor y no producto estéril. Martí supo discernir
la dialéctica entre educación y revolución
populares. La educación del hombre nuevo
constituiría, junto a la práctica revolucionaria,
vehículo seguro mediante el cual las grandes
masas se apoderarían del progreso,
convirtiéndose en sus protagonistas efectivos.
El proyecto educacional martiano tiene una raíz
ética que lo fija al objeto que acabamos de
señalar. Al definir que “Las cualidades morales
suben de precio cuando están realzadas por las
cualidades inteligentes” (T19:375). El magno
pensador distinguía las esferas
complementarias de la instrucción como
ilustración del pensamiento y de la educación
como guía de los sentimientos.
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La felicidad mayor de un pueblo estribaría pues,
en el fomento de ambas para todos sus
hijos.“Un pueblo virtuoso vivirá más feliz y
más rico que otro lleno de vicios, y se defenderá
mejor de todo ataque” (T19:375).
La inclusión del concepto de la dicha en la
argumentación martiana conlleva al análisis de
su correlación en los planos individual y social.
Para Martí un hombre logra la felicidad en el
terreno personal cuando piensa lo bello, siente
lo grande, ama a la mujer, sirve a la patria, habla
su lengua o escribe un libro. Pero todo ello es
legítimo moralmente si “con presentes dichas
enamora y canta agradecido la buena forma y el
buen empleo de la existencia”. En la arena
social “la felicidad general de un pueblo
descansa en la independencia individual de sus
habitantes, Una nación libre es el resultado de
sus pobladores libres” (T8:284).
En el confluir de instrucción y educación, el
hombre alcanza la independencia personal que
le fortalece la bondad y le fomenta el decoro y
al mismo tiempo conforma la dicha
aprendiendo “A hacer algo de lo que necesiten
los demás” (T8:285). Tal independencia,
adquirida con el cultivo de la mente con nuevas
virtudes es fomento para la dignidad.
Junto con el patriotismo como valor moral, la
educación como función de los individuos y de
la sociedad, hace corresponder a las dos
dimensiones (interna y externa) de la dignidad
en una identidad armónica. Sobre este
particular el Maestro proclamaba:
“Al venir a la tierra, todo hombre tiene
derecho a que se le eduque, y después, en
pago, el deber de contribuir a la
educación de los demás” (19:375).
En la reflexión del héroe cubano el hombre se
constituía como objeto y sujeto de la educación,
esta última era derecho que la sociedad
otorgaba a cada ciudadano que al mismo tiempo
se traducía como obligación moral, adquiriendo
la connotación de deber para cualquier
individuo. Todo hombre de bien, que se precie
de serlo, actuará como educador.
La educación era proyectada en la labor de
Martí como una cruzada por la redención
humana. Ello entrañaba una repercusión
especial en los maestros como responsables
directos, a los que se exigía un elevado canon
de ética profesional. Afirmaba el autor de
Versos sencillos:
“El profesor no ha de ser un molde donde
los alumnos echan la inteligencia y el
carácter, para salir con sus lobanillos y
jorobas, sino un guía honrado, que enseña
de buena fe lo que hay que ver, y explica
su pro lo mismo que el de sus enemigos,
para que se le fortalezca el carácter de
hombre al alumno, que es la flor que no
se ha de secar en el herbario de las
universidades (...) en las que ninguna
metafísica se ha de enseñar, ni la de
ideología, ni la de la ciencia” (T12:348).
La instrucción y la educación conducen,
complementadas, a la proyección feliz de la
existencia de los hombres y de los pueblos. Pero
la felicidad en Martí sólo cristaliza en presencia
de la libertad. La piedra angular de tal relación
es la moral. En síntesis, enunciaba:
“Ser bueno es el único modo de ser
dichoso. Ser culto es el único modo de ser
libre. Pero, en lo común de la naturaleza
humana, se necesita ser austero para ser
bueno” (8:289).
Al emparentar la prosperidad con la bondad,
Martí explicaba que su camino se abría en el
conocimiento y aprovechamiento de los
elementos inagotables de la naturaleza, objeto
del trabajo humano y fuente sus necesidades. El
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acercamiento infinito del hombre en su
predominio ante la naturaleza implicaba
conocerla mediante la ciencia y ello resultaría
también triunfo sobre el celo, la envidia, el
odio, el miedo y otros defectos morales.
Ante la sociedad la reflexión martiana adquiere
ecos definitivos: “El mejor modo de defender
nuestros derechos, es conocerlos bien; así se
tiene fe y fuerza; toda nación será infeliz en
tanto que no eduque a todos sus hijos. Un
pueblo de hombres educados será siempre un
pueblo de hombres libres. La educación es el
único medio de salvarse de la esclavitud. Tan
repugnante es un pueblo que es esclavo de
hombres de otro pueblo, como esclavo de
hombres de sí mismo” (T19:375-376).
En la reflexión martiana de libertad es el
conocimiento fecundo de la naturaleza y de la
sociedad que permite el hombre romper con la
esclavitud en una y otra esfera de la realidad
mediante un accionar transformador. La
educación conduce a la libertad por ser la forma
más universal de aprehensión del acervo
cultural legado por la humanidad a todo lo largo
de la historia. De ahí que se persigue con ello
un fin moral: hacer de cada hombre una
antorcha. Su legado se expresa en la relación
entre pensar y hacer, el ideario moral de José
Martí sigue siendo el primero entre los cubanos.
Conclusiones
La formación ética y profesional del maestro
desde una visión martiana, permite preparar a
los egresados para el cumplimiento de la labor,
con una esencia humanista de la profesión,
La reflexión martiana adquiere singular
trascendencia axiológica, lo que evidencia en
sendos idearios educativos, al margen de
disímiles coyunturas históricas y dispares
contextos, afines esencialidades de sus
proyectos ético-pedagógicos.
La arista fundamental de la visión martiana lo
constituye su concepción integradora de la ética
en la educación de las nuevas generaciones y
por ende en el profesional de la educación,
donde ambos, se complementan, asumiendo
como única condición, su compromiso político
con el educando para lograr sus derechos
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Obras Completas, 28 tomos, Editorial Nacional
de Cuba e Instituto Cubano del Libro, La
Habana, l963-l973.
Citas
Las citas de José Martí están referidas a Obras
Completas, 28 tomos, Editorial Nacional de
Cuba e Instituto Cubano del Libro, La
Habana, l963-l973. El primer número del
paréntesis se refiere al tomo y el segundo
número a la paginación.
(1) T.19, p.375 Educación popular.
(2) Universidad sin metafísica. Esc. norteam.
1889 p.348
T.9, p.16 Carta a Bartolomé Miltre y Vedia.
T.1, p.320 Nuevas ideas. Patria.
T.4, p.270 Discurso Liceo Cubano. Tampa 1891
Carta a Federico Enríquez y Carvajal.
1895.p.110
p.93 Manifiesto de Montecristi
T.8, p.189 Juan Carlos Gómez. La América,
1884, N. York.
T.10, p.288 Los indios, los soldados. Crónicas
norteamericanas. 1885.
T.28, p.249
T.12, p.433 La universidad de los pobres. Esc.
norteam. 1890
p. 348 Universidad sin metafísica. Esc.
norteam. 1889
T.21, p.377 Cuadernos de apuntes. # 18
T.5, p.468 Enero 26. Patria.
T.16, p.17 Ismaelillo.
T.8, p.284 Escuela de artes y oficios. La
América. 1883 p.289 Maestros ambulantes.
1884
2. Véase Informe sobre el Censo de Cuba 1899.
Imprenta del Gobierno, Washington,
EE.UU, 1900; páginas 44, 45 y 481 a 484.
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