Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 9.2
Edición Especial III 2025
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CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA DESNUTRICIÓN INFANTIL: UNA REVISIÓN
BIBLIOGRÁFICA
CAUSES AND CONSEQUENCES OF CHILD MALNUTRITION: A BIBLIOGRAPHIC
REVIEW
Autores: ¹Job Emanuel Gomezcoello Cuesta, ²Jose Ismael Diaz Cabrera, ³Shiomara Gisselle Pico
Mendoza y
4
Winston Arnold Morán Párraga.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0006-2939-6397
²ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-4749-4189
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0004-7913-4366
4
ORCID ID: https://orcid.org/0009-0008-5641-126X
¹E-mail de contacto: gomezcoelloje@fundacionwawakuna.org
²E-mail de contacto: diazji@fundacionwawakuna.org
³E-mail de contacto: picosg@fundacionwawakuna.org
4
E-mail de contacto: moranwa@fundacionwawakuna.org
Afiliación:
1*2*3*4*
Fundación Wawakuna, (Ecuador).
2*
Psychology Brain and Innovation in Neuroscience Group, Universidad Católica
de Cuenca, Cuenca 010107, (Ecuador).
Artículo recibido: 26 de Septiembre del 2025
Artículo revisado: 29 de Septiembre del 2025
Artículo aprobado: 1 de Octubre del 2025
¹Medicto graduado en la Universidad de Guayaquil, (Ecuador). Presidente de la Fundación Wawakuna, (Ecuador).
²Psicólogo Clínico graduado en la Universidad Católica de Cuenca, (Ecuador).
³Médica graduada de la Universidad de Católica Santiago de Guayaquil, (Ecuador). Vicepresidenta de la de la Fundación Wawakuna,
(Ecuador).
4
Técnico Superior en Enfermería graduado en el Instituto Superior Tecnológico Bolivariano de Tecnología, (Ecuador). Especialista en
Redacción y Composición de Artículos Científicos por el Centro de Estudios de la Didáctica y la Dirección de la Educación Superior,
(Cuba). Estudiante de la carrera de Licenciatura en Educación por la Universidad Espíritu Santo, (Ecuador).
Resumen
La desnutrición infantil representa uno de los
problemas más graves de salud pública a nivel
mundial, pues compromete el crecimiento, el
desarrollo cognitivo y la supervivencia de los
niños en sus primeros años de vida. En América
Latina, a pesar de los avances en programas
sociales, persiste una triple carga caracterizada
por la desnutrición crónica, las deficiencias de
micronutrientes y el incremento del sobrepeso
infantil. En Ecuador, la situación es
especialmente crítica, ya que dos de cada diez
niños menores de dos años padecen
desnutrición crónica, con prevalencias aún más
elevadas en comunidades rurales e indígenas,
lo que evidencia marcadas desigualdades
sociales y territoriales. El objetivo de este
estudio fue analizar las causas y consecuencias
de la desnutrición infantil mediante una
revisión bibliográfica narrativa. Para ello, se
consultaron bases de datos internacionales y
fuentes institucionales, seleccionando literatura
publicada entre 2020 y 2025 que abordara la
problemática desde distintos enfoques. Los
resultados evidencian que la desnutrición
infantil es un fenómeno multifactorial en el que
intervienen determinantes inmediatos como la
insuficiente ingesta de nutrientes, prácticas
inadecuadas de lactancia y enfermedades
infecciosas, además de determinantes
estructurales como pobreza, falta de acceso a
servicios básicos y desigualdades educativas.
Se concluye que superar esta problemática
requiere intervenciones integrales,
intersectoriales y culturalmente pertinentes que
fortalezcan la salud, la educación, la seguridad
alimentaria y la resiliencia social.
Palabras clave: Causas, Consecuencias,
Desnutrición Infantil.
Abstract
Childhood malnutrition represents one of the
most serious public health problems
worldwide, compromising the growth,
cognitive development, and survival of
children in their early years. In Latin America,
despite advances in social programs, a triple
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burden characterized by chronic malnutrition,
micronutrient deficiencies, and increasing
childhood overweight persists. In Ecuador, the
situation is especially critical, as two out of ten
children under two years of age suffer from
chronic malnutrition, with even higher
prevalence rates in rural and indigenous
communities, highlighting marked social and
territorial inequalities. The objective of this
study was to analyze the causes and
consequences of childhood malnutrition
through a narrative literature review. To this
end, international databases and institutional
sources were consulted, selecting literature
published between 2020 and 2025 that
addressed the problem from different
perspectives. The results show that childhood
malnutrition is a multifactorial phenomenon
involving immediate determinants such as
insufficient nutrient intake, inadequate
breastfeeding practices, and infectious
diseases, as well as structural determinants
such as poverty, lack of access to basic
services, and educational inequalities. The
conclusion is that overcoming this problem
requires comprehensive, intersectoral, and
culturally relevant interventions that strengthen
health, education, food security, and social
resilience.
Keywords: Causes, Consequences,
Childhood malnutrition.
Sumário
A desnutrição infantil representa um dos mais
graves problemas de saúde pública em todo o
mundo, comprometendo o crescimento, o
desenvolvimento cognitivo e a sobrevivência
de crianças nos primeiros anos de vida. Na
América Latina, apesar dos avanços em
programas sociais, persiste uma tripla carga
caracterizada por desnutrição crônica,
deficiências de micronutrientes e aumento do
sobrepeso infantil. No Equador, a situação é
especialmente crítica, pois duas em cada dez
crianças menores de dois anos sofrem de
desnutrição crônica, com taxas de prevalência
ainda maiores em comunidades rurais e
indígenas, evidenciando acentuadas
desigualdades sociais e territoriais. O objetivo
deste estudo foi analisar as causas e
consequências da desnutrição infantil por meio
de uma revisão narrativa da literatura. Para
tanto, foram consultadas bases de dados
internacionais e fontes institucionais,
selecionando literatura publicada entre 2020 e
2025 que abordasse o problema sob diferentes
perspectivas. Os resultados mostram que a
desnutrição infantil é um fenômeno
multifatorial que envolve determinantes
imediatos, como ingestão insuficiente de
nutrientes, práticas inadequadas de
amamentação e doenças infecciosas, além de
determinantes estruturais, como pobreza, falta
de acesso a serviços sicos e desigualdades
educacionais. Conclui-se que a superação desse
problema requer intervenções abrangentes,
intersetoriais e culturalmente relevantes que
fortaleçam a saúde, a educação, a segurança
alimentar e a resiliência social.
Palavras-chave: Causas, Consequências,
Desnutrição Infantil.
Introducción
La desnutrición infantil constituye uno de los
principales retos para la salud global, dado que
afecta de manera crítica el crecimiento, la
supervivencia y el desarrollo integral de los
niños menores de cinco años. Datos recientes
estiman que, en el mundo, cerca de 149
millones de menores presentan retraso en el
crecimiento y 45 millones sufren emaciación, lo
que refleja una situación alarmante que
amenaza con perpetuarse si no se adoptan
medidas integrales (Organización Mundial de la
Salud, 2021). La desnutrición no se explica
únicamente por la escasez de alimentos, sino
por la interacción de factores biológicos,
económicos, sociales y culturales que limitan la
seguridad alimentaria, el acceso a servicios de
salud y la cobertura de necesidades básicas. En
este sentido, se reconoce que constituye una de
las principales causas evitables de mortalidad
infantil, así como un obstáculo para alcanzar los
Objetivos de Desarrollo Sostenible
relacionados con la reducción de la pobreza, el
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hambre y las desigualdades. En América Latina,
el panorama presenta características singulares
que reflejan tanto los avances en políticas
sociales como las limitaciones impuestas por la
inequidad estructural. La región enfrenta una
triple carga de malnutrición: persistencia de la
desnutrición crónica, deficiencias de
micronutrientes y aumento del sobrepeso en
edades tempranas (Rivera et al., 2021). Si bien
se han implementado programas de
alimentación escolar, transferencias
condicionadas y estrategias intersectoriales, los
resultados han sido desiguales y, en muchos
países, las cifras de retraso en el crecimiento se
mantienen por encima del promedio mundial.
Factores como la pobreza rural, la inseguridad
alimentaria, la baja escolaridad materna y las
limitaciones en acceso a servicios básicos como
agua potable y saneamiento se configuran como
los principales determinantes de la persistencia
de la desnutrición infantil en la región.
En el caso de Ecuador, los datos oficiales
muestran que aproximadamente 2 de cada 10
niños menores de dos años presentan
desnutrición crónica, lo que sitúa al país entre
los más afectados en Sudamérica (INEC, 2023).
Esta situación se intensifica en comunidades
rurales e indígenas, donde la prevalencia supera
el 30 %, evidenciando las marcadas
desigualdades territoriales y sociales. A ello se
suman determinantes estructurales como el
limitado acceso a servicios de salud, la
insuficiente cobertura de programas de
nutrición materno-infantil y las deficiencias en
educación alimentaria. El impacto de esta
problemática trasciende la esfera individual y se
proyecta a nivel social y económico, al limitar
el desarrollo cognitivo de los niños, afectar el
rendimiento escolar y reducir la productividad
futura de la población, generando un círculo
intergeneracional de pobreza y malnutrición
que resulta difícil de romper sin intervenciones
integrales y sostenibles.
En este marco, la revisión de la evidencia
científica se constituye en una herramienta
clave para comprender las dimensiones de la
problemática, sus determinantes inmediatos y
estructurales, así como sus consecuencias en la
salud, la educación y el desarrollo social.
Analizar la desnutrición infantil desde una
perspectiva académica permite identificar
convergencias y diferencias entre contextos, lo
que facilita el diseño de estrategias
culturalmente pertinentes y territorialmente
sensibles. Además, la revisión de literatura
contribuye a reunir hallazgos que explican la
interacción entre alimentación, pobreza,
educación, saneamiento, acceso a servicios de
salud y factores ambientales, proporcionando
una visión integral del fenómeno que trasciende
las explicaciones reduccionistas basadas
únicamente en la falta de alimentos. Como
Fundación Wawakuna, sentimos la necesidad
de desarrollar en primera instancia una
investigación bibliográfica que nos permita
entender de manera profunda la desnutrición
infantil, sus causas y consecuencias, así como el
modo en que afecta a la población en distintos
niveles. Consideramos que este ejercicio
académico es un paso fundamental para orientar
acciones futuras, pues solo comprendiendo la
raíz de la problemática podremos diseñar
proyectos comunitarios y estrategias de
intervención más efectivas. Esta aproximación
inicial nos otorga la base necesaria para
proponer soluciones integrales que respondan a
las realidades de nuestro país, enfocándonos en
proteger a la niñez y garantizar su derecho a un
crecimiento saludable y digno. Por ello, se
estableció como objetivo principal el analizar
las causas y consecuencias de la desnutrición
infantil a través de una revisión bibliográfica
narrativa.
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Materiales y Métodos
Este estudio se desarrolló bajo la modalidad de
revisión narrativa de la literatura, lo que
permitió integrar y analizar de manera crítica
los hallazgos publicados en fuentes científicas
relacionadas con las causas y consecuencias de
la desnutrición infantil. La revisión narrativa se
consideró pertinente dado que el fenómeno
estudiado es multidimensional y requiere una
comprensión amplia, donde intervienen
factores biológicos, sociales, económicos,
culturales y ambientales. A diferencia de una
revisión sistemática, esta metodología busca
interpretar los hallazgos de distintas disciplinas
y contextos, generando un marco conceptual
que explique tanto la persistencia como el
impacto de la desnutrición infantil en diferentes
escenarios. La estrategia de búsqueda se efectuó
en bases de datos académicas internacionales de
alto reconocimiento, tales como PubMed,
Scopus, Web of Science, Scielo y Redalyc,
complementadas con fuentes institucionales de
organismos como la Organización Mundial de
la Salud (OMS), UNICEF, Ministerio de Salud
Pública del Ecuador y el Instituto Nacional de
Estadística y Censos. Para asegurar
exhaustividad, se emplearon palabras clave en
español e inglés, entre las que destacan:
desnutrición infantil, malnutrición, stunting,
wasting, child undernutrition, food insecurity,
infant feeding practices y nutritional
determinants. Estas se combinaron mediante
operadores booleanos (AND, OR, NOT) con el
fin de obtener artículos pertinentes al enfoque
propuesto.
Se definieron criterios de inclusión que
contemplaron artículos originales, revisiones,
metaanálisis y documentos institucionales
publicados entre los años 2020 y 2025 en inglés,
español o portugués, que abordaran de manera
directa las causas o consecuencias de la
desnutrición infantil. Se excluyeron tesis de
grado, repositorios institucionales, literatura
gris y documentos sin arbitraje académico, con
el propósito de garantizar la validez científica
de la evidencia recopilada. Además, se priorizó
literatura que analizara tanto determinantes
inmediatos (alimentación, lactancia,
enfermedades) como estructurales (educación,
pobreza, conflictos y cambio climático), así
como estudios que aportaran datos específicos
en contextos latinoamericanos y, en particular,
del Ecuador. El proceso de análisis consistió en
la lectura crítica de cada artículo seleccionado,
seguida de una síntesis narrativa organizada por
categorías temáticas: determinantes inmediatos,
determinantes estructurales, factores culturales
y geopolíticos, y consecuencias en la salud,
educación y desarrollo social. Posteriormente,
se realizó una clasificación de hallazgos que
permitió identificar convergencias y
divergencias entre los distintos estudios. Esta
integración de resultados facilitó la
construcción de una visión holística sobre la
desnutrición infantil y la formulación de
conclusiones orientadas a la acción,
considerando tanto el contexto global como la
realidad ecuatoriana y latinoamericana.
Resultados y Discusión
Causas de la desnutrición infantil
A continuación, se realiza un análisis de las
consecuencias de la desnutrición infantil, en
base a los parámetros establecidos por la
UNICEF:
Insuficiente ingesta de nutrientes
La ingesta insuficiente de alimentos, tanto en
cantidad como en calidad, constituye un
determinante inmediato de la desnutrición
crónica infantil (DCI). En Ecuador, el
Ministerio de Salud Pública (2018) a través de
la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
(ENSANUT) reportó deficiencias en la
alimentación complementaria: menos de la
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mitad de los niños de 6 a 23 meses alcanzaron
la diversidad mínima de dieta (Ministerio de
Salud Pública del Ecuador, 2019). La ENDI
20222023 confirmó que 2 de cada 10 niños
menores de 2 años sufren DCI, lo que refleja
persistencia del problema. Las principales
deficiencias están en proteínas de origen
animal, frutas, verduras y alimentos ricos en
hierro. Esto se traduce en anemia ferropénica,
retrasos en el neurodesarrollo y mayor riesgo de
infecciones (Instituto Nacional de Estadística y
Censos, 2023). UNICEF señala que la baja
calidad de la dieta, sumada a prácticas
inadecuadas de lactancia y alimentación
complementaria, limita el crecimiento y afecta
el desarrollo cognitivo (Ministerio de Salud
Pública del Ecuador, 2016). Lo anterior descrito
permite evidenciar que, la dieta monótona, baja
en micronutrientes y poco diversa es un factor
decisivo que compromete la salud y el potencial
de desarrollo de los niños ecuatorianos.
Enfermedades relacionadas con la
desnutrición infantil
Las enfermedades infecciosas agravan la
desnutrición al aumentar los requerimientos
metabólicos y reducir la absorción de
nutrientes. En Ecuador, los estudios muestran
una relación bidireccional entre infecciones
respiratorias agudas (IRA) y diarreas (EDA)
con la DCI, niños desnutridos son más
susceptibles a enfermar, y al mismo tiempo,
cada episodio de infección profundiza el déficit
nutricional. También destacan las parasitosis
intestinales en áreas rurales e indígenas, que
interfieren con la absorción de nutrientes
esenciales, Según el Ministerio de Salud
Pública a través de la Guía de manejo de
desnutrición aguda (Ministerio de Salud Pública
del Ecuador, 2017), estas condiciones
representan un riesgo crítico de mortalidad,
especialmente cuando coexisten con
deficiencias vitamínicas. Por consiguiente, la
desnutrición infantil en Ecuador no puede
analizarse sin considerar la carga de
enfermedades infecciosas y parasitarias, que
son tanto causa como consecuencia del estado
nutricional deficiente.
Problemas socioeconómicos
Los determinantes socioeconómicos son
factores estructurales que explican por qué la
DCI persiste en Ecuador. La ENSANUT (2018)
y múltiples estudios académicos resaltan tres
ejes principales:
Pobreza y ruralidad: la DCI afecta con
mayor intensidad a comunidades rurales e
indígenas, donde el acceso a alimentos
variados es limitado.
Nivel educativo materno: madres con
menor escolaridad presentan mayores tasas
de hijos con retraso en el crecimiento, pues
influyen en prácticas de alimentación,
higiene y acceso a servicios.
Acceso a servicios básicos y salud: la falta
de agua potable, saneamiento y atención
primaria oportuna agravan el riesgo de
infecciones y, por ende, la DCI.
La Estrategia Nacional Ecuador Crece sin DCI
(2023) y los reportes de la OPS/OMS enfatizan
que la reducción de la desnutrición requiere un
enfoque intersectorial: políticas de salud,
educación, economía y protección social deben
actuar en conjunto.
Problemas de educación y conocimiento
Los determinantes académicos de la
desnutrición infantil constituyen un eje crítico
en la comprensión de esta problemática de salud
pública a nivel global. La evidencia científica
ha demostrado que la baja escolaridad materna
es uno de los predictores más sólidos del estado
nutricional infantil, asociándose con mayores
tasas de retraso del crecimiento, emaciación y
diversidad alimentaria inadecuada (Wand et al.,
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2025). Estos escenarios se ven agravados por el
conocimiento nutricional insuficiente, el acceso
limitado a información sobre salud, la falta de
asesoría prenatal y posnatal, y las barreras
estructurales que restringen el acceso a la
educación formal y a oportunidades de
aprendizaje informal (Katoch, 2022; Sandler y
Sun, 2014; Hailu et al., 2025; Teshale et al.,
2025). En América Latina, estos desafíos se
manifiestan de manera compleja y
multifactorial, especialmente en comunidades
rurales y étnicas de países como Colombia,
donde la baja alfabetización en salud, las
creencias culturales arraigadas y la inseguridad
alimentaria contribuyen a prácticas alimentarias
inadecuadas (Valencia et al., 2025). La falta de
protocolos educativos estandarizados y
culturalmente sensibles, junto con la escasa
disponibilidad de datos actualizados sobre
deficiencias de micronutrientes, limita la
efectividad de las intervenciones educativas
(Tapia et al., 2022; Fernández et al., 2024).
Además, la formación inconsistente de los
profesionales de salud en el manejo basado en
evidencia de la malnutrición aguda compromete
la identificación temprana y el tratamiento
oportuno (Weisstaub y Araya, 2008).
En Ecuador, los problemas educativos y de
conocimiento relacionados con la desnutrición
infantil reflejan patrones similares, con
particular énfasis en las poblaciones indígenas y
de bajos recursos. La baja educación materna y
el analfabetismo entre los cuidadores primarios
están fuertemente asociados con mayores tasas
de retraso del crecimiento y anemia, debido a la
limitada capacidad para implementar prácticas
óptimas de alimentación infantil y reconocer las
necesidades nutricionales (Chinnakotla et al.,
2022; Ramírez et al., 2020; Walrod et al., 2018).
La educación nutricional inadecuada en el
sistema escolar y en la comunidad, junto con la
pérdida de prácticas alimentarias tradicionales,
ha contribuido a una disminución en la calidad
de la dieta y al aumento de la inseguridad
alimentaria (Walrod et al., 2018; Tapia et al.,
2022). Complementariamente, las brechas de
conocimiento se extienden al entorno escolar,
donde la falta de personal capacitado en
comedores escolares y el escaso control sobre
los alimentos disponibles limitan la
implementación de políticas de alimentación
saludable (Cabrera et al., 2023).
Imposibilidad de acceso a atención médica
La falta de acceso a servicios de salud
adecuados agrava la desnutrición infantil, al
impedir la detección precoz y el tratamiento de
enfermedades que incrementan las pérdidas
nutricionales. Por ejemplo, los autores de un
estudio en África destacaron que, aun cuando el
tratamiento para la desnutrición aguda está
disponible, históricamente menos de 1 de cada
5 niños lo recibió, debido a barreras
relacionadas con financiamiento, logística y
falta de instalaciones sanitarias cercanas (IRC,
2024). En entornos de bajos recursos, los
cuidadores enfrentan múltiples obstáculos:
bajos ingresos, costos de transporte, lejanía de
centros médicos y desconocimiento sobre
protocolos, lo que reduce la efectividad de las
intervenciones nutricionales (Elhady et al.,
2023) Además, las desigualdades territoriales y
de infraestructura en los sistemas de salud
generan que poblaciones rurales o marginadas
queden excluidas de la atención esencial. En
América Latina, se ha observado que la
cobertura de servicios de salud de calidad y la
distancia a los centros médicos son
determinantes para el acceso a intervenciones
nutricionales y seguimiento infantil (Gassmann
et al., 2022). Los autores subrayan que las
“desigualdades en el acceso a servicios de
salud” configuran brechas persistentes que
afectan negativamente la nutrición infantil.
Finalmente, la imposibilidad de acceso a
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atención médica conlleva efectos acumulativos:
enfermedades no atendidas, complicaciones
crónicas y mortalidad prematura. La
interrelación entre pobreza, malnutrición y falta
de atención médica crea un ciclo vicioso donde
la desnutrición incrementa la demanda de salud
y los costos, desplazando recursos aún más de
las poblaciones vulnerables (Siddiqui et al.,
2020). Por consiguiente, romper ese ciclo exige
ampliar la cobertura sanitaria, fortalecer la red
de atención primaria y eliminar barreras
económicas y geográficas.
Deficiencias en la lactancia materna
La lactancia materna exclusiva durante los
primeros seis meses de vida es esencial para
proporcionar al be nutrientes, defensas
inmunitarias y líquidos adecuados. Sin
embargo, en muchos contextos la práctica es
deficiente por múltiples razones. En un estudio
sobre mujeres hispanas y afrodescendientes,
Buxbaum et al. (2023) reportan que existe una
falta de intención o conocimiento adecuado
acerca de la lactancia, incluso entre
profesionales de la salud, lo cual influye
negativamente en la tasa de lactancia materna
efectiva. La insuficiente capacitación del
personal sanitario y la falta de apoyo
comunitario agravan estas deficiencias.
Asimismo, las normas sociales y las
expectativas comunitarias pueden condicionar
la práctica de lactancia: un análisis en Mali
encontró que la percepción de que la “mayoría
de madres no amamanta exclusivamente”
reduce la probabilidad de que una madre siga la
práctica ideal; las creencias sociales y las
expectativas percibidas tienen un efecto directo
en el comportamiento individual de lactancia
(Bicchieri et al., 2021). En entornos donde
predomina la desnutrición, esas influencias
pueden ser aún más determinantes. Por otro
lado, cuando la madre está desnutrida o su dieta
es pobre, la calidad de la leche puede estar
comprometida: niveles más bajos de
micronutrientes clave y calorías pueden
disminuir la capacidad de la lactancia para
cubrir las necesidades del lactante. Aunque no
siempre hay estudios específicos que midan
esto en todos los contextos, la interrelación
entre estado nutricional materno y efectividad
de la lactancia es bien reconocida (por ejemplo,
como parte de las barreras de cuidado
nutricional) (Elhady et al., 2023)
Problemas de saneamiento e higiene
La falta de saneamiento adecuado y condiciones
higiénicas deficientes fomentan las infecciones
repetidas (diarrea, parasitosis, enfermedades
gastrointestinales), que reducen la absorción de
nutrientes y aumentan las pérdidas digestivas.
En el estudio más amplio sobre los
determinantes de la dieta infantil en América
Latina, Gassmann et al. (2022) señalan que el
acceso desigual a servicios básicos (agua
potable, saneamiento) es un factor de riesgo
importante de la desnutrición y las deficiencias
dietéticas. Las condiciones sanitarias
deficientes actúan como determinante del
estado nutricional infantil. Además, los riesgos
de contaminación ambiental y exposición a
patógenos en entornos con higiene pobre
incrementan la incidencia de enfermedades
infantiles que socavan el estado nutricional. La
Organización Mundial de la Salud describe que
la desnutrición debilita el sistema inmune y los
niños en ambientes con deficiencias de
saneamiento tienen un mayor riesgo de
morbilidad (OMS, 2024). Esa interacción entre
infección y nutrición constituye un rculo
pernicioso. Finalmente, la mejora del
saneamiento y la higiene tiene un efecto
protector y preventivo frente a la desnutrición.
Programas integrados de agua, saneamiento e
higiene (WASH) han mostrado beneficios en la
reducción de diarrea y pérdidas nutricionales
asociadas. Para que los esfuerzos nutricionales
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sean efectivos, no basta con intervenir en la
alimentación: también se requiere asegurar
condiciones de higiene, dado que sin ellas
muchas intervenciones alimentarias pierden
eficacia (Siddiqui et al., 2020).
Eventos catastróficos y geopolíticos
Los eventos catastróficos y geopolíticos
(incluidos los conflictos armados, las crisis
económicas, los desastres climáticos y las
pandemias) representan determinantes
estructurales de la desnutrición infantil, con
impactos proyectados a intensificarse en 2025.
La literatura médica ha documentado
consistentemente que estos eventos
interrumpen los sistemas alimentarios, reducen
los ingresos familiares y elevan los precios de
los alimentos, comprometiendo tanto la calidad
como la cantidad de la dieta infantil,
especialmente en países de ingresos bajos y
medios (Ahdoot et al., 2024; Headey y Ruel,
2022). La pandemia de COVID-19, por
ejemplo, exacerbó la inseguridad alimentaria
global, con efectos persistentes más allá de
2022. De igual forma, los choques económicos,
como una caída del 10 % en el ingreso nacional,
se asocian con un aumento del 14,417,8 % en
la prevalencia de la pérdida de peso moderada a
severa en niños (Headey y Ruel, 2022). El
cambio climático, a través de fenómenos
extremos como sequías e inundaciones, ha
provocado pérdidas significativas en cultivos y
ganado, afectando el acceso a alimentos y
exacerbando la inseguridad alimentaria. Estos
efectos se ven agravados por la inestabilidad
geopolítica, que desplaza poblaciones y
desarticula las cadenas de suministro (Darnton
y Cogill, 2010). Además, la creciente carga
doble de malnutrición (desnutrición y
sobrepeso/obesidad) se ve impulsada por dietas
deficientes, vulnerabilidad económica y
amenazas ambientales (Saavedra, 2022). En
América Latina, y particularmente en Ecuador,
estos factores han revertido décadas de avances
en la reducción del hambre desde 2015. La
región enfrenta una “triple carga” de
malnutrición: desnutrición, sobrepeso y
deficiencias de micronutrientes, con impactos
desproporcionados en poblaciones vulnerables
y marginadas. La pandemia de COVID-19
intensificó estas tendencias al elevar los precios
de los alimentos y reducir el acceso a una
nutrición adecuada, mientras que el cambio
climático continúa alterando los patrones de
precipitación y reduciendo la productividad
agrícola (Ahdoot et al., 2024).
Influencia cultural
Las influencias culturales continúan siendo
determinantes significativos de la desnutrición
infantil en 2025, especialmente en países de
ingresos bajos y medios. La literatura médica
reciente, tanto cualitativa como cuantitativa, ha
documentado cómo las creencias y prácticas
culturales afectan directamente los
comportamientos de alimentación infantil, la
diversidad dietética y el momento de la
introducción de alimentos complementarios
(Valencia et al., 2025; Ali, 2021). En contextos
del sur de Asia, como Pakistán, prácticas
culturales profundamente arraigadas
incluyendo el matrimonio precoz, la
desnutrición materna y la lactancia subóptima
han sido identificadas como factores clave en la
persistencia del retraso del crecimiento infantil
(Ali, 2021). En regiones multiculturales como
Sri Lanka, se ha enfatizado la necesidad de
intervenciones culturalmente adaptadas y de
una participación comunitaria activa para lograr
mejoras sostenibles en la nutrición infantil,
especialmente considerando la interacción entre
factores ambientales y prácticas tradicionales
(Nandajeewa et al., 2025).
En América Latina, las influencias culturales
desempeñan un papel central en la
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configuración de los patrones de desnutrición
infantil. En Colombia, las creencias culturales
sobre la lactancia materna exclusiva prolongada
y la alimentación complementaria, combinadas
con la inseguridad alimentaria y la pobreza,
contribuyen a una ingesta inadecuada de
nutrientes durante períodos críticos del
desarrollo (Valencia et al., 2025). A nivel
regional, los niños indígenas presentan tasas
consistentemente más altas de retraso del
crecimiento, atribuibles en parte a prácticas
alimentarias tradicionales que priorizan la
lactancia, pero descuidan la diversidad dietética
(Gatica et al., 2020). En México, factores
socioculturales como las estructuras familiares
patriarcales, las creencias tradicionales sobre la
alimentación infantil y las barreras de
comunicación con el sistema de salud limitan la
efectividad de los programas nutricionales
(Théodore et al., 2019).
Consecuencias de la desnutrición infantil
A continuación, se realiza un análisis de las
consecuencias de la desnutrición infantil, en
base a los parámetros establecidos por la
UNICEF:
Supervivencia infantil
La desnutrición infantil compromete la función
del sistema inmunológico, lo que incrementa la
vulnerabilidad frente a infecciones como
neumonía, diarrea o sarampión. Según
Madewell et al. (2024), la malnutrición
contribuye de forma directa a una proporción
significativa de muertes en lactantes y niños
pequeños en el contexto del proyecto
CHAMPS, al debilitar las defensas del
organismo. Asimismo, Weisstaub y Araya
(2008) señalan que en Latinoamérica la
combinación de malnutrición aguda y
enfermedades infecciosas representa una
fracción importante de la mortalidad infantil,
destacando que un niño con desnutrición severa
puede ser hasta 11 veces más susceptible a
morir por enfermedades comunes como la
diarrea o neumonía.
Además, estudios sobre déficits
antropométricos múltiples han demostrado que
los niños con malnutrición crónica y aguda
combinadas tienen un riesgo de mortalidad
mucho más elevado respecto a aquellos con un
solo déficit. McDonald et al. (2013) establecen
que la coexistencia de stunting, wasting y bajo
peso multiplica el riesgo de muerte y subrayan
la necesidad de intervenciones integrales. De
modo similar, Montenegro et al. (2022)
advierten que los niños que están
simultáneamente “wasted” y “stunted”
presentan una mortalidad comparable a la
manifestación más severa de malnutrición
crónica, lo que evidencia la gravedad de las
formas combinadas de desnutrición. Por tanto,
la desnutrición no solamente contribuye a un
mayor riesgo de muerte individual, sino que
tiene efectos acumulativos que pueden tener un
impacto considerable en las tasas de mortalidad
infantil a nivel poblacional. En contextos de
vulnerabilidad social o crisis alimentaria, estos
efectos se intensifican, imposibilitando el logro
de mejoras sustanciales en la supervivencia
infantil sin intervenciones nutricionales
efectivas.
Educación
La desnutrición durante los primeros años de
vida afecta el desarrollo cognitivo y el
funcionamiento cerebral a largo plazo. Galler et
al. (2021) revisan cómo la malnutrición infantil
puede causar déficits neurológicos persistentes,
reducción del coeficiente intelectual,
dificultades en atención y problemas de
conducta durante toda la vida. En el estudio
MAL-ED, Alam et al. (2020) mostraron que el
inicio temprano y la persistencia del retraso del
crecimiento (stunting) se asocian con un peor
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desempeño cognitivo al alcanzar los 5 años de
edad, lo que compromete el aprendizaje futuro.
Estos impactos cognitivos repercuten
directamente en el rendimiento escolar y la
continuidad educativa. Ekholuenetale et al.
(2020) identificaron que los niños con stunting
tienen una probabilidad significativamente
menor de alcanzar un “desarrollo cognitivo
óptimo” comparado con niños bien nutridos, lo
cual puede traducirse en más repetición de
grados y abandono escolar. Por otro lado,
estudios longitudinales han observado que los
hijos de padres que padecieron desnutrición en
su infancia presentan menores niveles
educativos y rendimiento académico en
comparación con controles (Waber et al., 2016).
La combinación de ausentismo por enfermedad,
fatiga crónica y menores capacidades cognitivas
crea una barrera acumulativa para el éxito
escolar. Con ello, la malnutrición no solo limita
el potencial individual del niño, sino que reduce
la calidad de los recursos humanos de una
sociedad, al debilitar el capital educativo a
mediano y largo plazo.
Herencia cultural intergeneracional
El desconocimiento sobre prácticas
nutricionales saludables tiende a transmitirse de
generación en generación, perpetuando un ciclo
de desnutrición. Chakravarty (2019) analiza
cómo el stunting en niños no solo afecta su
propio desarrollo, sino que influye en su capital
humano y en las decisiones nutricionales que
tomarán como adultos, reforzando un patrón
intergeneracional de desventaja. En ese sentido,
investigaciones sobre el legado
intergeneracional muestran que la exposición
temprana de los padres a condiciones de
privación nutricional puede influir en los
resultados socioeconómicos de sus hijos (Zhang
et al., 2025). Adicionalmente, estudios sobre
hambrunas históricas han evidenciado que la
malnutrición prenatal tiene efectos
multigeneracionales en la cognición y
habilidades de los descendientes. Por ejemplo,
Li et al. (2015) reportaron que la exposición
prenatal a la hambruna china se asoció con
peores funciones cognitivas en los padres, lo
que indirectamente puede afectar el entorno
educativo familiar. Tan et al. (2023)
profundizan en este efecto, mostrando que
aquellos que vivieron desnutrición en su
infancia temprana presentan deficiencias
cognitivas que pueden transmitirse
culturalmente a las siguientes generaciones. Por
ende, la dimensión cultural e intergeneracional
de la desnutrición es doble: no solo existe un
componente biológico, sino que las prácticas
dietarías, los conocimientos y creencias
nutricionales se transmiten, reforzando patrones
de desnutrición persistente en poblaciones
vulnerables.
Pobreza e impacto en el embarazo y la
lactancia
La desnutrición materna incide directamente en
el crecimiento intrauterino y en la propensión a
partos con bajo peso al nacer. Un metaanálisis
sugiere que las mujeres con deficiencias
nutricionales durante el embarazo presentan un
mayor riesgo de restricción del crecimiento
fetal e hijos con peso al nacer inferior a los
2,500 g (Lechtig, 1975). Además, la literatura
más reciente sostiene que la subnutrición
materna puede inducir modificaciones
epigenéticas que predisponen al niño a una
programación metabólica desfavorable (López
et al., 2015). En América Latina, el fenómeno
del bajo peso al nacer aún representa un desafío,
siendo una señal de desigualdad
socioeconómica y de persistencia de
condiciones de pobreza estructural. Otra
dimensión crítica es la calidad y diversidad de
la nutrición durante la gestación: la falta de
variedad dietética y la inseguridad alimentaria
materna se han asociado con mayor riesgo de
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bajo peso y retraso en el crecimiento del bebé
(Seid et al., 2023). Asimismo, estudios de
América Latina durante la pandemia muestran
que cerca del 40 % de los hogares reportaron
inseguridad alimentaria en el embarazo, lo que
sugiere una vulnerabilidad exacerbada en
contextos de crisis (Basurko et al., 2025). De
esta manera, la alimentación limitada o
monótona durante el embarazo representa un
factor de riesgo alto para la salud fetal y el
crecimiento postnatal.
Tras el parto, la lactancia materna es una
ventana crítica para el crecimiento infantil; sin
embargo, si la madre está desnutrida, su
producción de micro y macronutrientes puede
no ser suficiente para cubrir las necesidades del
bebé. En contextos de bajos recursos, se ha
observado que la desnutrición materna se
relaciona con una producción láctea de menor
calidad nutricional, con menores
concentraciones de hierro, zinc y ácido
docosahexaenoico (DHA) (relaciones
metabólicas derivadas del estado materno)
(Lopez et al., 2015). Además, una revisión
reciente en entornos de bajos ingresos evidenció
que la alteración del crecimiento infantil en
etapas tempranas (durante la lactancia) está
íntimamente vinculada al estado nutricional
materno prenatal y postnatal (Public Health
JHU, 2023). Por ende, la vulnerabilidad
nutricional de la madre no solo compromete la
gestación, sino también el sustento esencial en
los primeros meses de vida del bebé. El ciclo
intergeneracional de pobreza y desnutrición se
perpetúa cuando los recién nacidos con bajo
peso, alimentados bajo condiciones
nutricionales precarias, presentan un mayor
riesgo de morbilidad y retraso en el crecimiento.
Esta combinación de factores lleva a una menor
capacidad física y cognitiva, reduciendo las
oportunidades educativas y laborales futuras, lo
que retroalimenta la pobreza. Además, ese
efecto acumulativo puede manifestarse como
mayor susceptibilidad en etapas adultas a
enfermedades metabólicas, mostrando que la
desnutrición temprana tiene consecuencias que
trascienden generaciones (López et al., 2015).
En países con altas tasas de pobreza, estas
dinámicas constituyen un obstáculo para el
desarrollo sostenible, puesto que imposibilitan
la ruptura del círculo vicioso entre desventaja
socioeconómica y malnutrición.
Conflictos armados y cambio climático:
Los conflictos armados deterioran los sistemas
alimentarios, destruyen infraestructuras
agrícolas y obligan al desplazamiento
poblacional, lo que impacta directamente en la
seguridad alimentaria infantil. Estudios en
África han documentado que las zonas de
conflicto presentan tasas más elevadas de
malnutrición crónica y aguda en niños, dado el
colapso de mercados locales, la interrupción de
redes de producción y el acceso limitado a
servicios de salud (Grace et al., 2022). En un
análisis más amplio, Brown et al. (2021)
plantean que los conflictos, combinados con
amenazas climáticas, configuran escenarios de
fallas en el sistema alimentario y crisis
nutricionales persistentes. En regiones
afectadas por violencia prolongada, los niños
enfrentan no solo desnutrición sino también
enfermedades por falta de saneamiento y acceso
a atención médica básica. El cambio climático
magnifica los riesgos nutricionales al alterar los
patrones de precipitación, aumentar la
frecuencia de sequías o inundaciones y
comprometer la producción de cultivos
alimentarios. Klapka et al. (2024) describen
cómo eventos climáticos extremos están ya
asociados con incrementos en la desnutrición
infantil, debido a pérdidas de rendimientos
agrícolas y reducción en la disponibilidad de
alimentos nutritivos. Mirzabaev et al. (2023)
estiman que los efectos del cambio climático
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podrían causar aumentos sustanciales en la
prevalencia de desnutrición infantil a mediados
de siglo si no se aplican políticas de adaptación.
En consecuencia, los hogares pobres, que
dependen de sistemas agrícolas vulnerables,
quedan más expuestos a esas oscilaciones
climáticas. La intersección entre cambio
climático y conflicto agrava aún más la
inseguridad alimentaria: cuando zonas ya
degradadas por sequías o inundaciones también
enfrentan conflictos, la entrega de ayuda
humanitaria se vuelve extremadamente
compleja. Otorkpa et al. (2024) argumentan que
en regiones de África subsahariana la
conjunción de cambio climático y violencia ha
provocado crisis nutricionales profundas,
desplazamientos y destrucción de cultivos.
Asimismo, Njatang et al. (2023) identificaron,
en un estudio espacial, que las variaciones
climáticas (temperatura, precipitación) y los
conflictos armados tienen un efecto sinérgico en
aumentar la prevalencia de desnutrición infantil
en varias zonas del mundo. En contextos de
guerra y crisis climática simultáneas, los niños
son los más afectados, pues la capacidad
comunitaria y estatal para responder se ve
severamente limitada.
Conclusiones
La revisión bibliográfica permitió identificar
que la desnutrición infantil es un fenómeno
multifactorial en el que interactúan
determinantes inmediatos (ingesta insuficiente
y prácticas de lactancia/alimentación
complementaria subóptimas), intermedios
(enfermedades infecciosas, parasitosis,
saneamiento deficiente) y estructurales
(pobreza, desigualdad territorial, baja
escolaridad materna y acceso limitado a
servicios básicos y de salud). En conjunto, estos
factores configuran un “círculo de
retroalimentación negativa” donde la mala
calidad y diversidad de la dieta deteriora el
estado inmunológico y el desarrollo, incrementa
la susceptibilidad a infecciones y, a su vez, estas
enfermedades profundizan el déficit
nutricional. A nivel regional y nacional, la
persistencia de brechas socioeconómicas,
culturales y geográficas explica la mayor carga
de desnutrición en poblaciones rurales,
indígenas y hogares con menor nivel educativo,
lo que evidencia la necesidad de políticas que
aborden simultáneamente disponibilidad,
acceso, estabilidad y utilización de alimentos,
así como condiciones de agua, saneamiento e
higiene en el entorno familiar y comunitario.
Los hallazgos muestran que la desnutrición
infantil tiene consecuencias que trascienden la
salud física inmediata y afectan dimensiones
cognitivas, conductuales y educativas a lo largo
del curso de vida. El retraso del crecimiento y la
emaciación tempranas se asocian con menor
rendimiento escolar, dificultades atencionales y
de aprendizaje, y mayor ausentismo por
morbilidad recurrente, lo que limita el
desarrollo de capital humano y reduce la
productividad futura. Además, la coexistencia
de múltiples déficits antropométricos potencia
el riesgo de mortalidad, y la exposición
temprana a la desnutrición puede dejar huellas
persistentes en la capacidad funcional y en las
oportunidades de inserción social y laboral.
Estas trayectorias individuales, cuando se
agregan a nivel poblacional, disminuyen el
potencial de desarrollo económico y social de
los países, perpetuando un ciclo
intergeneracional en el que la desventaja
nutricional de la infancia se convierte en menor
acumulación de habilidades y menor movilidad
social en la adultez.
La evidencia integrada en esta revisión subraya
que la desnutrición infantil no puede abordarse
exclusivamente desde intervenciones clínicas o
de transferencia alimentaria, sino mediante
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estrategias intersectoriales, territoriales y
culturalmente pertinentes. Son prioritarias las
acciones coordinadas que articulen salud,
educación, protección social, agricultura y
desarrollo económico: promoción de lactancia
materna exclusiva y alimentación
complementaria adecuada; fortalecimiento de la
atención primaria con detección y manejo
oportuno de la desnutrición y comorbilidades;
ampliación del acceso a agua segura,
saneamiento e higiene; y programas de
educación nutricional dirigidos a madres,
cuidadores y personal de comedores escolares.
Igualmente, se requieren medidas que mitiguen
los determinantes estructurales: reducción de la
pobreza e inseguridad alimentaria, protección
de ingresos en contextos de crisis, y mejoras en
la infraestructura y conectividad de áreas
rurales para acercar servicios y mercados. La
incorporación de enfoques comunitarios y de
pertinencia cultural es clave para modificar
normas sociales y prácticas alimentarias,
mejorando la adherencia y sostenibilidad de las
intervenciones.
Finalmente, la revisión destaca la urgencia de
robustecer los sistemas de información y la
gobernanza para una respuesta sostenible. Es
indispensable contar con monitoreo continuo de
crecimiento y desarrollo infantil, vigilancia
dietaria y de micronutrientes, y evaluación
rigurosa de programas para reasignar recursos
hacia las intervenciones de mayor impacto. Los
planes nacionales deben integrar componentes
de resiliencia frente a choques climáticos,
sanitarios y económicos, con mecanismos de
protección social adaptativa que prioricen a los
hogares con niños pequeños y mujeres
gestantes. La inversión en la ventana de los mil
días, el fortalecimiento de capacidades del
personal de salud y educación, y la
coordinación con gobiernos locales y
organizaciones comunitarias constituyen
pilares para romper el ciclo de la desnutrición.
En síntesis, las causas y consecuencias
identificadas demandan una respuesta integral,
basada en evidencia, sensible al territorio y a la
cultura, con metas medibles y responsabilidad
compartida entre Estado, sociedad civil,
academia y cooperación, para asegurar que cada
niña y niño alcance su máximo potencial de
salud y desarrollo.
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Arnold Morán Párraga.