Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Edición Especial
2025
Página 897
EL DESARROLLO DE LA FUERZA EN VOLEIBOLISTAS 15-16 AÑOS
STRENGTH DEVELOPMENT IN VOLLEYBALL PLAYERS 15-16 YEARS OLD
Autores: ¹Ronald Alberto Feraud Cañizares, 2Walter Ricardo García Vélez, 3Jonathan Adrián Cruz
Barzola y 4Steven Arturo Torres Burgos.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-7894-4691
²ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-6340-8116
3ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-7155-4092
4ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-9299-3254
¹E-mail de contacto: ronald.feraudc@ug.edu.ec
²E-mail de contacto: wrgarcia@espol.edu.ec
3E-mail de contacto: jonathans36615@gmail.com
4E-mail de contacto: storresb5@unemi.edu.ec
Afiliación: ¹*Universidad de Guayaquil, (Ecuador). 2*Escuela Superior Politécnica del Litoral, (Ecuador). 3*Universidad Tecnológica
Empresarial de Guayaquil, (Ecuador). 4*Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador).
Artículo recibido: 28 de mayo del año
Artículo revisado: 29 de mayo del año
Artículo aprobado: 12 de junio del 2025
¹Licenciado en Cultura sica, docente de voleibol en la Escuela Politécnica, docente tiempo completo de la Facultad Ciencias de la Actividad
Física de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador). Magíster en Entrenamiento Deportivo graduado en la Universidad Estatal de Milagro,
(Ecuador). Doctor en Educación graduado en la Universidad César Vallejo, (Perú).
²Licenciado en Ciencias de la Educación mención Educación Deportes y Recreación graduado en la Universidad Técnica de Manabí,
(Ecuador). Magíster en Entrenamiento Deportivo graduado en la Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador) en la actualidad docente a tiempo
completo en la ESPOL.
3Licenciado en Cultura Física graduado en la Universidad de Guayaquil, (Ecuador) actualmente funge como director de deportes UTEG.
Magíster en Pedagogía de la Cultura Física mención en Educación Física Inclusiva, graduado en la Universidad Bolivariana del Ecuador,
(Ecuador).
4Licenciado en Cultura Física graduado en la Universidad de Guayaquil, (Ecuador). Magíster en Pedagogía de la Cultura Física mención en
Educación Física Inclusiva graduado en la Universidad Bolivariana del Ecuador, (Ecuador). Doctorando en Ciencias de la Educación Física
(CECEIC - México), actualmente imparte docencia universitaria en la UNEMI AITEC, (Ecuador).
Resumen
El presente estudio tuvo como objetivo analizar
el impacto de un programa de entrenamiento de
fuerza específicamente diseñado en las
capacidades físicas de voleibolistas juveniles de
15 a 16 años. Se aplicó un diseño cuasi
experimental con pre-test y post-test a un grupo
de 30 atletas, incorporando ejercicios de fuerza
máxima, explosiva y fuerza-resistencia durante
ocho semanas. Las variables evaluadas
incluyeron la fuerza máxima (mediante 1RM en
sentadilla y press de hombros), la fuerza
explosiva (a través del salto vertical) y la fuerza-
resistencia (medida con saltos y flexiones en 30
segundos). Los resultados demostraron mejoras
significativas en todas las manifestaciones de la
fuerza, con diferencias estadísticamente
significativas (p < 0.05) entre los valores pre y
post intervención. Estas mejoras se alinearon con
las evidencias científicas que destacan la alta
capacidad de adaptación de los adolescentes,
siempre que el entrenamiento respete los
principios de sobrecarga progresiva y
especificidad. La validación por expertos
contribuyó a garantizar la pertinencia y seguridad
de los ejercicios, mientras que la progresión
cuidadosa de las cargas permitió maximizar los
beneficios sin comprometer la integridad física
de los jugadores. Los hallazgos de este estudio
refuerzan la importancia de integrar programas
de fuerza planificados y supervisados en la
preparación física de los voleibolistas juveniles,
contribuyendo no solo al rendimiento inmediato,
sino también al desarrollo integral de los jóvenes
atletas. Estos resultados brindan un marco
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científico sólido para el diseño de futuros
programas en esta categoría.
Palabras clave: Fuerza muscular, Voleibol
juvenil, Entrenamiento físico.
Abstract
The present study aimed to analyze the impact of
a specifically designed strength training program
on the physical capacities of 15- to 16-year-old
youth volleyball players. A quasi-experimental
design with pre-test and post-test was applied to
a group of 30 athletes, incorporating maximum,
explosive, and strength-endurance exercises for
eight weeks. The variables assessed included
maximum strength (using 1RM in squats and
shoulder presses), explosive strength (through
the vertical jump), and strength-endurance
(measured with jumps and push-ups in 30
seconds). The results demonstrated significant
improvements in all manifestations of strength,
with statistically significant differences (p <
0.05) between the pre- and post-intervention
values. These improvements were aligned with
scientific evidence highlighting the high adaptive
capacity of adolescents, provided that training
respects the principles of progressive overload
and specificity. Expert validation helped ensure
the relevance and safety of the exercises, while
careful load progression maximized benefits
without compromising the players' physical
integrity. The findings of this study reinforce the
importance of integrating planned and
supervised strength programs into the physical
preparation of youth volleyball players,
contributing not only to immediate performance
but also to the comprehensive development of
young athletes. These results provide a sound
scientific framework for the design of future
programs in this category.
Keywords: Muscular strength, Youth
volleyball, Physical training.
Sumário
O presente estudo teve como objetivo analisar o
impacto de um programa de treinamento de força
especificamente projetado nas capacidades físicas
de jogadores de voleibol juvenil de 15 a 16 anos.
Um delineamento quase experimental com pré-
teste e pós-teste foi aplicado a um grupo de 30
atletas, incorporando exercícios máximos,
explosivos e de força-resistência por oito
semanas. As variáveis avaliadas incluíram força
máxima (usando 1RM em agachamentos e
desenvolvimento de ombros), força explosiva
(por meio do salto vertical) e força-resistência
(medida com saltos e flexões de braço em 30
segundos). Os resultados demonstraram
melhorias significativas em todas as
manifestações de força, com diferenças
estatisticamente significativas (p < 0,05) entre os
valores pré e pós-intervenção. Essas melhorias
estavam alinhadas com evidências científicas que
destacam a alta capacidade adaptativa de
adolescentes, desde que o treinamento respeite os
princípios de sobrecarga progressiva e
especificidade. A validação por especialistas
ajudou a garantir a relevância e a segurança dos
exercícios, enquanto a progressão cuidadosa da
carga maximizou os benefícios sem comprometer
a integridade física dos jogadores. Os resultados
deste estudo reforçam a importância da
integração de programas de força planejados e
supervisionados na preparação física de jovens
jogadores de voleibol, contribuindo não apenas
para o desempenho imediato, mas também para o
desenvolvimento integral dos jovens atletas.
Esses resultados fornecem uma base científica
sólida para o desenvolvimento de futuros
programas nesta categoria.
Palavras-chave: Força muscular, Voleibol
juvenil, Treinamento físico.
Introducción
El voleibol, como disciplina deportiva altamente
competitiva, demanda una combinación
excepcional de capacidades técnicas, tácticas y
físicas para lograr un desempeño sobresaliente en
la cancha (Sheppard et al., 2009). Entre estas
capacidades, la fuerza muscular representa un
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pilar esencial que sustenta la ejecución efectiva
de gestos técnicos como el remate, el saque, el
bloqueo y la defensa, los cuales son
fundamentales en las dinámicas del juego. Estos
gestos requieren no solo potencia y explosividad,
sino también la habilidad de sostener esfuerzos
repetitivos durante largos periodos, lo que
convierte al desarrollo de la fuerza en un
componente imprescindible de la preparación
física integral de los voleibolistas (Kraemer et al.,
2004). A través de una adecuada periodización y
planificación de cargas, el entrenamiento de
fuerza no solo optimiza el rendimiento técnico y
físico del deportista, sino que además actúa como
un factor protector frente a lesiones que pueden
comprometer su trayectoria competitiva y
desarrollo atlético (Bompa y Buzzichelli, 2019).
La etapa de 15 a 16 años en los atletas coincide
con un periodo crítico de crecimiento y
maduración biológica, caracterizado por
importantes transformaciones hormonales y
estructurales (Malina et al., 2004). Durante esta
fase, el incremento en la secreción de hormonas
anabólicas, como la testosterona y la hormona del
crecimiento, facilita la síntesis proteica y el
desarrollo de la hipertrofia muscular (Behm et al.,
2008). Este contexto fisiológico brinda una
oportunidad única para potenciar la fuerza
muscular, siempre que el entrenamiento sea
planificado de manera específica y adaptado a las
características individuales de cada deportista.
Sin embargo, es fundamental tener en cuenta que
la maduración biológica presenta grandes
variaciones interindividuales, lo que exige un
abordaje personalizado en la dosificación de las
cargas y en la selección de los ejercicios
(Granacher et al., 2016). De esta manera, se puede
garantizar un desarrollo físico óptimo, respetando
el equilibrio entre la estimulación del crecimiento
y la protección de la salud osteoarticular.
El entrenamiento de fuerza para voleibolistas
juveniles no debe entenderse como un proceso
lineal, sino como un sistema integral que
contempla diversas manifestaciones de la fuerza,
tales como la fuerza máxima, la fuerza-resistencia
y la potencia muscular (Markovic y Mikulic,
2010). La fuerza máxima establece la base sobre
la que se construyen gestos de alta intensidad,
mientras que la potencia permite la ejecución
explosiva de movimientos esenciales como los
saltos y remates. Por su parte, la fuerza-
resistencia asegura la estabilidad y eficiencia en
los desplazamientos y la capacidad de mantener
el rendimiento durante un set o partido completo
(Sheppard et al., 2008). Por ello, un programa
efectivo de desarrollo de la fuerza en voleibolistas
debe incluir una variedad de métodos y ejercicios
que estimulen cada una de estas manifestaciones,
favoreciendo la transferencia funcional al
contexto real del juego (Marques et al., 2008).
A pesar de la abundante evidencia científica que
respalda los beneficios del entrenamiento de
fuerza en deportistas jóvenes, persiste cierta
resistencia en algunos entornos deportivos,
motivada por preocupaciones infundadas sobre
posibles efectos adversos en el crecimiento óseo
y la integridad articular (Faigenbaum et al.,
2009). Este temor ha llevado a la subutilización
de programas de fuerza en etapas formativas,
privando a los atletas de una herramienta clave
para su desarrollo físico integral. Sin embargo,
numerosos estudios han demostrado que el
entrenamiento de fuerza, cuando es supervisado
por profesionales capacitados y se implementa
con técnica adecuada, no solo es seguro, sino que
además mejora parámetros como la densidad
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mineral ósea, la salud musculo esquelética y la
autoconfianza de los jóvenes deportistas (Behm et
al., 2008). Estos hallazgos subrayan la necesidad
de derribar mitos y establecer programas basados
en la evidencia, que prioricen la salud y el
rendimiento de los atletas.
La literatura especializada coincide en que la
clave para un entrenamiento de fuerza efectivo y
seguro en esta etapa formativa radica en la
individualización y progresión cuidadosa de las
cargas (Granacher et al., 2016). Cada atleta
presenta ritmos distintos de maduración y
adaptación al estímulo físico, lo que obliga a un
monitoreo constante y a la aplicación de ajustes
periódicos en los programas de fuerza. Además,
se debe enfatizar la importancia de la técnica
correcta en la ejecución de los ejercicios, pues una
base técnica sólida no solo favorece la
transferencia al juego, sino que también minimiza
el riesgo de lesiones derivadas de patrones de
movimiento inadecuados (Matos y Winsley,
2007). Este enfoque no solo contribuye a la
adquisición de fuerza funcional, sino también a la
construcción de hábitos de entrenamiento
conscientes y responsables, fundamentales para la
carrera deportiva a largo plazo.
La fuerza en el voleibol no puede considerarse de
manera aislada, sino como un componente que
interactúa de manera sinérgica con otras
capacidades físicas determinantes, tales como la
velocidad, la coordinación, la flexibilidad y la
resistencia (Bompa y Buzzichelli, 2019). La
integración de estas cualidades en el programa de
entrenamiento potencia la ejecución de
habilidades técnico-tácticas complejas, adaptadas
a las exigencias dinámicas del juego. Asimismo,
resulta imprescindible sincronizar las cargas de
fuerza con las demandas del calendario
competitivo y los ciclos de recuperación, de
manera que se evite la fatiga excesiva y se
reduzca el riesgo de lesiones por sobreuso
(Granacher et al., 2016). Este enfoque integral
permite no solo maximizar el rendimiento de los
jóvenes atletas en la cancha, sino también
favorecer su desarrollo físico equilibrado y
sostenible.
En este sentido, el entrenamiento de fuerza en
voleibolistas de 15 a 16 años debe contemplar la
inclusión de ejercicios funcionales que simulen
los movimientos específicos del juego, como
saltos, desplazamientos laterales y golpes de
remate (Sheppard et al., 2008). Estos ejercicios
deben involucrar tanto los miembros inferiores,
que son responsables de la generación de la fuerza
en los saltos y desplazamientos, como los
miembros superiores, que participan activamente
en los gestos técnicos como el remate y el saque
(Ziv y Lidor, 2010). El trabajo excéntrico y
pliométrico, por ejemplo, ha demostrado ser
altamente efectivo para mejorar la potencia y la
estabilidad articular, contribuyendo a la
prevención de lesiones y al desarrollo de un
rendimiento deportivo más explosivo y seguro
(Markovic y Mikulic, 2010). El objetivo principal
de este artículo es analizar y discutir el impacto
de un programa específico de entrenamiento de
fuerza en voleibolistas de 15 a 16 años,
considerando los efectos en la fuerza máxima, la
potencia y la fuerza-resistencia. Asimismo, se
pretende identificar las principales ventajas y
desafíos que pueden surgir durante la
implementación de estos programas en un
contexto real de entrenamiento deportivo. Con
ello, se busca aportar información valiosa y
recomendaciones prácticas que permitan a
entrenadores, preparadores físicos y
profesionales de la salud diseñar programas más
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efectivos, seguros y adaptados a las
características de los deportistas jóvenes. Este
enfoque, fundamentado en la evidencia científica,
contribuirá a la formación de atletas más fuertes,
seguros y con mayor potencial de rendimiento en
el voleibol.
El voleibol, como disciplina deportiva altamente
exigente, combina elementos técnicos, cticos y
físicos que demandan un óptimo rendimiento
integral de los atletas (Sheppard et al., 2009). La
fuerza muscular destaca como un componente
esencial que sustenta la ejecución de acciones
fundamentales del juego, tales como los remates
potentes, los bloqueos efectivos y los saltos
verticales que caracterizan las secuencias
ofensivas y defensivas en este deporte. Estas
acciones requieren una generación de fuerza
explosiva de corta duración, pero con una
intensidad máxima que pone a prueba la
capacidad neuromuscular y biomecánica de los
jóvenes voleibolistas. La importancia de la fuerza
en el voleibol no puede ser subestimada, pues
constituye la base para una transferencia eficiente
de energía en los gestos técnicos y para la
prevención de lesiones musculoesqueléticas
derivadas de la alta demanda física. De esta
manera, comprender los fundamentos teóricos del
desarrollo de la fuerza en esta población es clave
para la elaboración de programas de
entrenamiento que maximicen el rendimiento y
salvaguarden la salud de los atletas en formación.
La adolescencia, comprendida entre los 15 y 16
años, constituye un periodo crítico en la
maduración biológica y psicológica de los
deportistas, caracterizado por la interacción de
factores hormonales, estructurales y conductuales
(Malina et al., 2004). Durante esta etapa, se
produce un incremento en la secreción de
testosterona y hormona del crecimiento, lo que
propicia un entorno fisiológico ideal para la
hipertrofia muscular y la ganancia de fuerza
(Behm et al., 2008). Sin embargo, este proceso de
maduración varía significativamente entre
individuos, lo que obliga a los entrenadores a
diseñar programas personalizados que atiendan
las particularidades de cada atleta. Ignorar estas
diferencias puede no solo limitar las ganancias de
fuerza, sino también incrementar el riesgo de
lesiones o sobrecarga articular. Por ello, el
entrenamiento en esta franja etaria debe ser
cuidadosamente estructurado, priorizando el
equilibrio entre la estimulación fisiológica y la
protección de la integridad física.
Investigaciones han evidenciado la estrecha
relación entre la fuerza muscular y el rendimiento
en acciones técnicas como el salto vertical,
parámetro clave en la efectividad de los bloqueos
y remates (Ziv y Lidor, 2010). Markovic y
Mikulic (2010) destacan la importancia de los
músculos extensores de la cadera, la rodilla y el
tobillo en la generación de potencia durante los
saltos, señalando que el fortalecimiento
específico de estos grupos musculares puede
traducirse en mejoras directas en el rendimiento
en cancha. Esta relación biomecánica pone de
manifiesto la necesidad de incluir ejercicios de
fuerza que no solo busquen el aumento de la masa
muscular, sino que también consideren la
transferencia funcional a los movimientos
específicos del juego. Así, se logra una sinergia
entre el desarrollo de la fuerza y la ejecución
técnica, maximizando la eficiencia de cada
movimiento durante los partidos. La fuerza no
debe concebirse como un atributo aislado de las
extremidades inferiores, sino como parte de un
sistema integral que incluye la musculatura
estabilizadora del CORE y los miembros
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superiores (Marques et al., 2008). Durante el
remate y el saque, por ejemplo, la fuerza generada
en el núcleo corporal se transmite a través de la
cadena cinética hacia los brazos y las manos,
potenciando la velocidad y precisión del golpeo
(Sheppard et al., 2009). Esta interacción
funcional demanda un enfoque global en el
entrenamiento de fuerza, donde se trabaje la
estabilidad y el control postural como requisitos
para el rendimiento óptimo y la prevención de
desequilibrios musculares que podrían derivar en
lesiones crónicas o en la disminución de la
eficiencia técnica. Así, la planificación de la
fuerza en voleibolistas juveniles debe contemplar
la integración de todos los segmentos corporales
implicados en el rendimiento técnico-táctico.
El principio de sobrecarga progresiva es una
piedra angular en el entrenamiento de fuerza,
estableciendo que las adaptaciones fisiológicas
solo se producen cuando el estímulo aplicado
supera las demandas habituales a las que está
sometido el organismo (Bompa y Buzzichelli,
2019). No obstante, en jóvenes voleibolistas, la
aplicación de este principio debe ser
especialmente cuidadosa, pues incrementos
bruscos en las cargas o volúmenes de trabajo
pueden comprometer la salud osteoarticular y
alterar procesos fisiológicos propios de la
adolescencia (Faigenbaum et al., 2009). Por ello,
se recomienda una progresión gradual y
monitorizada de las cargas, ajustando
permanentemente la intensidad y la recuperación
para optimizar la respuesta adaptativa sin exponer
al atleta a riesgos innecesarios. Este equilibrio
garantiza que el desarrollo de la fuerza ocurra de
manera segura y eficaz, contribuyendo a la
construcción de una base física sólida para las
exigencias del juego. El principio de
especificidad también desempeña un papel
central en el desarrollo de la fuerza en
voleibolistas juveniles, al establecer que las
adaptaciones se producen en función del tipo de
estímulo aplicado (Behm et al., 2008). En este
sentido, los programas de fuerza deben diseñarse
con un enfoque funcional, utilizando ejercicios
que repliquen los patrones de movimiento y las
demandas mecánicas del voleibol (Sheppard et
al., 2008). Así, el entrenamiento no solo se centra
en el aumento de la masa muscular o la fuerza
máxima, sino que busca la transferencia efectiva
de estas capacidades a las situaciones reales del
juego. Ejercicios como las sentadillas con salto,
los lanzamientos con balón medicinal y los saltos
laterales con carga representan ejemplos
concretos de cómo la especificidad puede
integrarse en la rutina de entrenamiento para
potenciar la eficiencia técnica y la prevención de
lesiones.
El entrenamiento pliométrico se ha consolidado
como una herramienta de gran valor para mejorar
la potencia y la fuerza explosiva en deportistas
juveniles, al aprovechar el ciclo de estiramiento-
acortamiento para optimizar la eficiencia del
movimiento (Markovic y Mikulic, 2010).
Durante la pliometría, la musculatura
experimenta una fase excéntrica rápida seguida
de una contracción concéntrica explosiva,
estimulando la respuesta neuromuscular y la
reutilización de la energía elástica almacenada en
tendones y músculos (Ziv y Lidor, 2010). Estas
adaptaciones son particularmente relevantes en el
voleibol, donde la capacidad de realizar saltos y
desplazamientos explosivos es determinante para
el éxito en acciones como el bloqueo y el remate.
La inclusión de la pliometría en los programas de
fuerza permite, por tanto, una mejora significativa
de la economía del movimiento y una reducción
de la fatiga acumulada durante los encuentros. El
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trabajo excéntrico, por otro lado, ha sido
ampliamente reconocido por su efectividad en el
fortalecimiento de la musculatura responsable de
frenar los movimientos durante la fase de
aterrizaje o cambios de dirección, aspectos
críticos en el voleibol (Marques et al., 2008).
Estos ejercicios excéntricos no solo mejoran la
estabilidad articular y la absorción de impactos,
sino que también contribuyen a la prevención de
lesiones en estructuras articulares vulnerables,
como la rodilla y el tobillo (Sheppard et al.,
2009).
Al combinar el trabajo excéntrico con el
pliométrico, se logran adaptaciones más
completas y funcionales que fortalecen la
capacidad de respuesta muscular ante las
exigencias dinámicas y repetitivas del juego. La
técnica de ejecución de los ejercicios constituye
un elemento crítico para garantizar la efectividad
del entrenamiento de fuerza y la seguridad del
atleta (Behm et al., 2008). Una técnica correcta
permite la transferencia eficiente de la fuerza a los
gestos técnicos específicos del voleibol, al tiempo
que reduce el riesgo de lesiones por sobrecarga
mecánica o patrones de movimiento inadecuados
(Matos y Winsley, 2007). Por ello, la supervisión
de profesionales calificados es indispensable, ya
que asegura la enseñanza de patrones de
movimiento seguros, corrige errores técnicos y
ajusta las cargas de trabajo de acuerdo con las
capacidades individuales de cada atleta,
fomentando hábitos de entrenamiento
responsables y sostenibles.
Además de los beneficios físicos, el
entrenamiento de fuerza ejerce un impacto
positivo en el desarrollo psicológico de los
voleibolistas de 15 a 16 años, mejorando su
autoestima, su percepción de competencia y su
compromiso con la práctica deportiva
(Faigenbaum et al., 2009). Durante esta etapa de
transición hacia la adultez, estas mejoras en la
esfera emocional y motivacional son
fundamentales para consolidar una identidad
deportiva positiva y establecer bases sólidas para
la disciplina y el compromiso a largo plazo. Así,
el entrenamiento de fuerza se convierte no solo en
un medio para potenciar la fuerza muscular, sino
también en un vehículo para fortalecer la
confianza y la resiliencia del atleta. La
maduración biológica, que varía
considerablemente entre los individuos,
constituye un aspecto clave para personalizar los
programas de fuerza y garantizar que las
adaptaciones ocurran de manera segura y eficaz
(Malina et al., 2004). Herramientas como la
evaluación de la edad biológica y el análisis del
crecimiento permiten a los entrenadores y
preparadores físicos ajustar las cargas y
contenidos de entrenamiento a las necesidades
reales de cada voleibolista (Granacher et al.,
2016). Esta perspectiva individualizada no solo
optimiza la respuesta adaptativa, sino que
también contribuye a reducir el riesgo de lesiones
derivadas de la aplicación de cargas no ajustadas
a las características del deportista en formación.
Por último, la periodización y la evaluación
continua son elementos esenciales para garantizar
la efectividad y sostenibilidad del desarrollo de la
fuerza en jóvenes voleibolistas (Bompa y
Buzzichelli, 2019). La periodización permite
organizar estratégicamente las cargas de trabajo
en fases de acumulación, transformación y
recuperación, evitando el sobre entrenamiento y
asegurando un progreso sostenido. De manera
complementaria, la aplicación de pruebas
objetivas para evaluar la fuerza máxima, la
potencia y la fuerza-resistencia brinda datos
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concretos para ajustar permanentemente los
programas de entrenamiento. Esta
retroalimentación constante asegura no solo la
seguridad y el bienestar físico del deportista, sino
también su progreso continuo en el desarrollo
integral de la fuerza y la preparación específica
para el alto rendimiento en el voleibol.
Materiales y Métodos
El presente estudio se estructuró bajo un diseño
cuasi experimental de tipo pre-test y post-test con
un solo grupo, con el propósito de evaluar el
impacto de un programa de entrenamiento de
fuerza en voleibolistas de 15 a 16 años. La
población de estudio estuvo conformada por 30
jóvenes atletas pertenecientes a un club deportivo
local, seleccionados de manera intencional para
garantizar la homogeneidad en cuanto a edad,
nivel competitivo y experiencia previa en el
voleibol, con un mínimo de dos años de práctica
sistemática. La intervención tuvo una duración
total de ocho semanas, desarrollándose a razón de
tres sesiones semanales, cada una con una
duración aproximada de 75 minutos. Los
contenidos del programa se basaron en ejercicios
específicos para desarrollar la fuerza máxima, la
fuerza explosiva y la fuerza-resistencia, con un
enfoque funcional y adaptado a las demandas
propias del voleibol, buscando siempre la
transferencia efectiva de las ganancias físicas al
contexto real del juego. La estructura de las
sesiones contempló un calentamiento general,
una fase principal con ejercicios de fuerza
específicos y una vuelta a la calma, con el
propósito de optimizar la adaptación fisiológica y
minimizar el riesgo de lesiones en los
participantes.
La fase de pre-test consistió en la evaluación
inicial de diversas manifestaciones de la fuerza a
través de pruebas específicas que brindaron un
perfil físico detallado de cada deportista antes del
inicio del programa de entrenamiento. Se incluyó
la medición de la fuerza máxima mediante el test
de una repetición máxima (1RM) en sentadilla y
press de hombros, ejercicios representativos de la
fuerza de los principales grupos musculares
involucrados en el voleibol. Además, se utilizó la
plataforma de contacto para medir la altura del
salto vertical, parámetro clave para el
rendimiento técnico en el juego, así como una
prueba de fuerza-resistencia en la que se registró
el número máximo de repeticiones realizadas en
30 segundos en saltos con carga moderada y
flexiones de brazos. Estas evaluaciones
permitieron obtener datos objetivos y confiables
sobre el estado inicial de los participantes,
sirviendo como referencia para comparar los
resultados obtenidos al finalizar la intervención.
Para garantizar la validez de los instrumentos de
evaluación y la pertinencia de los ejercicios
incluidos en el programa, se realizó una
validación por juicio de expertos que contó con la
participación de cinco especialistas en ciencias
del deporte y entrenamiento en voleibol juvenil.
Estos expertos analizaron minuciosamente los
protocolos de evaluación y las sesiones de
entrenamiento, considerando aspectos como la
adecuación a la edad biológica de los
participantes, la seguridad en la ejecución de los
ejercicios y la relevancia para el desarrollo de las
habilidades físicas específicas del voleibol. Sus
observaciones y recomendaciones fueron
integradas en el diseño final del programa, lo que
permitió fortalecer la coherencia metodológica y
asegurar que las cargas aplicadas respondieran a
los principios científicos del entrenamiento
deportivo. La validación por expertos, por tanto,
constituyó un elemento esencial para garantizar la
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calidad y el rigor metodológico del presente
estudio, contribuyendo a la construcción de
resultados confiables y extrapolables a contextos
similares.
El análisis de los datos obtenidos durante el pre-
test y el post-test se realizó utilizando estadística
descriptiva e inferencial, con el objetivo de
cuantificar las diferencias entre ambos momentos
y determinar su significancia estadística. Se
aplicó la prueba t de Student para muestras
relacionadas, considerando un nivel de confianza
del 95 %, para identificar las mejoras
significativas en las variables estudiadas: fuerza
máxima, fuerza explosiva y fuerza-resistencia.
Asimismo, se calcularon los tamaños del efecto
para valorar la magnitud de los cambios
obtenidos y su relevancia práctica en el contexto
deportivo. Este análisis detallado no solo permitió
cuantificar las adaptaciones logradas, sino
también fundamentar las conclusiones sobre la
efectividad del programa de entrenamiento de
fuerza propuesto, aportando evidencia científica
que pueda ser de utilidad para entrenadores,
preparadores físicos y profesionales vinculados a
la formación de voleibolistas juveniles en el
ámbito competitivo.
Resultados y Discusión
Los resultados obtenidos en la tabla 1 evidencian
de manera contundente mejoras significativas en
todas las variables físicas evaluadas, reflejando la
efectividad del programa de entrenamiento de
fuerza aplicado durante las ocho semanas de
intervención en los voleibolistas juveniles de 15 a
16 años. Estas mejoras se alinean con la literatura
científica que destaca la notable capacidad de
adaptación fisiológica de los adolescentes cuando
se implementan programas de fuerza bien
estructurados y con un enfoque pedagógico y
técnico sólido (Behm et al., 2008; Malina et al.,
2004). Cada una de las variables estudiadas
constituye un componente esencial en el
rendimiento técnico-táctico en voleibol, y las
adaptaciones observadas refuerzan la premisa de
que el entrenamiento de fuerza en edades
tempranas es seguro y altamente beneficioso,
siempre que se diseñe respetando los principios
de la carga y la maduración biológica de los
atletas. Así, los datos obtenidos en este estudio
ofrecen no solo una evidencia cuantitativa de las
ganancias alcanzadas, sino también una base
conceptual sólida para la planificación futura de
programas de entrenamiento en poblaciones
similares.
Tabla 1. Resultados del pre test y post test
Prueba
Pre-test Media (±DE)
Post-test Media (±DE)
Diferencia
t de Student
p valor
Fuerza Máxima (1RM Sentadilla)
50 ± 5 kg
60 ± 6 kg
+10 kg
4.5
< 0.05
Fuerza Máxima (1RM Press Hombros)
35 ± 4 kg
42 ± 5 kg
+7 kg
3.8
< 0.05
Salto Vertical (cm)
40 ± 3 cm
45 ± 4 cm
+5 cm
4.2
< 0.05
Fuerza-Resistencia (saltos en 30 seg)
20 ± 2
26 ± 3
+6 repeticiones
4.1
< 0.05
Fuerza-Resistencia (flexiones en 30 seg)
15 ± 2
19 ± 3
+4 repeticiones
3.9
< 0.05
Fuente: elaboración propia
En lo que respecta a la fuerza máxima, los
resultados muestran incrementos particularmente
relevantes, tanto en el ejercicio de 1RM en
sentadilla como en el 1RM en press de hombros.
En el caso de la sentadilla, la media pasó de 50 ±
5 kg en el pre-test a 60 ± 6 kg en el post-test, con
una diferencia positiva de 10 kg, lo cual
representa un incremento aproximado del 20 %
en la capacidad de producción de fuerza de los
miembros inferiores. Esta mejora no solo tiene
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repercusiones directas en la capacidad de salto y
de desplazamiento de los voleibolistas, sino que
también refuerza la estabilidad y el control
postural en gestos dinámicos del juego,
fundamentales para la eficiencia táctica en el
voleibol competitivo. De manera similar, el
aumento de la fuerza máxima en press de
hombros, que pasó de 35 ± 4 kg a 42 ± 5 kg (una
mejora de 7 kg), evidencia un fortalecimiento
significativo de los miembros superiores, aspecto
clave para la ejecución de remates y saques con
potencia y precisión. Estos incrementos reflejan
adaptaciones neuromusculares que permiten a los
jugadores afrontar las demandas físicas del juego
con un mayor margen de seguridad y eficacia.
En relación con la fuerza explosiva, evaluada
mediante la medición de la altura del salto
vertical, se observa una mejora de 5 cm, pasando
de 40 ± 3 cm en el pre-test a 45 ± 4 cm en el post-
test. Este incremento es de gran relevancia para el
rendimiento en voleibol, ya que la capacidad de
salto vertical determina en gran medida la
efectividad de acciones como el bloqueo, el
remate y el saque en suspensión, gestos que
requieren no solo fuerza máxima, sino también la
habilidad para generar un impulso rápido y
coordinado en muy corto tiempo (Ziv y Lidor,
2010). La mejora de la fuerza explosiva obtenida
por los jugadores en este estudio es coherente con
los principios biomecánicos que rigen la acción
de salto, donde la sinergia entre los músculos
extensores y la activación del core juega un papel
determinante en la transferencia de fuerzas. Estos
resultados demuestran que un programa bien
diseñado y adaptado a la edad de los participantes
puede generar mejoras funcionales significativas,
que se traducen en un desempeño más eficiente
en el juego real.
Por otro lado, los resultados relacionados con la
fuerza-resistencia confirman la efectividad del
programa para mejorar la capacidad de los
jugadores de sostener esfuerzos repetidos de alta
intensidad, una cualidad fundamental en el
voleibol por la naturaleza intermitente y
explosiva del juego. En el test de saltos en 30
segundos, los atletas pasaron de realizar una
media de 20 ± 2 repeticiones a 26 ± 3, lo cual
implica un incremento de 6 repeticiones y refleja
una mejora importante en la capacidad de
mantener la calidad de las acciones técnicas
durante secuencias prolongadas de juego.
Asimismo, en el test de flexiones de brazos en 30
segundos, se pasó de 15 ± 2 repeticiones a 19 ± 3,
con una ganancia de 4 repeticiones. Estas mejoras
no solo son relevantes desde el punto de vista
fisiológico, sino que también impactan
directamente en la confianza y en la percepción
de autoeficacia de los atletas, factores
psicológicos clave en el rendimiento global
durante la competencia (Faigenbaum et al.,
2009). La mejora de la fuerza-resistencia, por
tanto, se convierte en un componente esencial
para afrontar las exigencias tácticas del juego,
reduciendo la fatiga y favoreciendo la
consistencia técnica a lo largo del partido.
Es importante destacar que todos los parámetros
evaluados presentaron valores de t de Student
superiores al umbral crítico, con p < 0.05, lo que
confirma la significancia estadística de las
diferencias observadas entre el pre-test y el post-
test. Estos resultados refuerzan la validez interna
del estudio, evidenciando que las mejoras
obtenidas no se deben al azar o a la variabilidad
interindividual, sino que son consecuencia directa
de la aplicación del programa de entrenamiento
de fuerza diseñado específicamente para los
voleibolistas juveniles. Además, la consistencia
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de las mejoras en las distintas variables evaluadas
subraya la coherencia del programa, que integró
el fortalecimiento de los principales grupos
musculares involucrados en la práctica del
voleibol, así como la transferencia funcional de
las adaptaciones obtenidas a los gestos técnicos
propios del juego.
Estos hallazgos no solo reafirman la efectividad
del entrenamiento de fuerza en la mejora de las
capacidades físicas en voleibolistas juveniles,
sino que también constituyen una guía para
entrenadores y preparadores físicos sobre la
importancia de diseñar programas basados en la
evidencia científica y adaptados a las
características individuales de los deportistas. La
mejora observada en la fuerza máxima, la fuerza
explosiva y la fuerza-resistencia confirma la
necesidad de integrar estos componentes en la
planificación del entrenamiento, no solo para
potenciar el rendimiento físico, sino también para
favorecer la salud musculoesquelética y la
longevidad deportiva de los atletas. En este
sentido, los resultados obtenidos aportan un
valioso respaldo empírico para la justificación de
programas de fuerza en la etapa formativa,
contribuyendo al desarrollo integral de los
jóvenes voleibolistas.
Los resultados obtenidos en esta investigación
confirman de manera inequívoca la efectividad de
un programa de entrenamiento de fuerza
cuidadosamente planificado, supervisado y
validado por expertos para generar mejoras
sustanciales en las capacidades físicas de los
voleibolistas juveniles de 15 a 16 años. Estas
mejoras se evidencian en todas las variables
estudiadas: fuerza máxima, fuerza explosiva y
fuerza-resistencia, y constituyen un reflejo de la
alta plasticidad adaptativa de los adolescentes
cuando son expuestos a estímulos físicos
correctamente estructurados y ajustados a su
madurez biológica (Behm et al., 2008; Malina et
al., 2004). La adolescencia es un periodo crítico
donde el incremento en las hormonas anabólicas
crea un entorno fisiológico óptimo para la
ganancia de fuerza y masa muscular, y los
resultados de este estudio confirman que cuando
estas condiciones biológicas se combinan con una
metodología científica rigurosa, las adaptaciones
obtenidas son cuantificables, sostenibles y
relevantes para el rendimiento competitivo.
Además, este proceso de adaptación no solo
implica cambios en la hipertrofia muscular, sino
también en la eficiencia de los patrones
neuromusculares, lo cual explica las mejoras
observadas en el rendimiento funcional de los
atletas.
La mejora de la fuerza máxima observada en los
ejercicios de 1RM en sentadilla y press de
hombros es particularmente relevante, ya que
estos parámetros son indicadores clave de la
capacidad de producción de fuerza en
movimientos que demandan estabilidad, control
postural y sinergia intermuscular, componentes
críticos en el contexto dinámico del voleibol. El
incremento de 10 kg en la sentadilla y de 7 kg en
el press de hombros revela que los jugadores no
solo lograron fortalecer los músculos específicos
de las extremidades inferiores y superiores, sino
que también consolidaron la capacidad de
coordinar estos músculos en gestos complejos y
repetitivos. Esto concuerda con las
investigaciones de Sheppard et al. (2008), quienes
afirman que la fuerza máxima de las
extremidades inferiores está directamente
relacionada con la potencia de los saltos y los
desplazamientos laterales, elementos esenciales
en el rendimiento del voleibol. A nivel práctico,
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estos incrementos brindan a los jugadores una
mayor seguridad durante las acciones técnicas y
la posibilidad de adaptarse mejor a las demandas
de los partidos, contribuyendo a un rendimiento
más consistente y eficiente.
Por su parte, el incremento registrado en la fuerza
explosiva, medida a través de la altura del salto
vertical, pone de manifiesto la transferencia
funcional de los ejercicios realizados durante el
programa de entrenamiento hacia los gestos
técnicos específicos del voleibol. El salto vertical
es una habilidad esencial para el bloqueo y el
remate, y la mejora de 5 cm en este parámetro es
una manifestación directa de la efectividad del
trabajo orientado a potenciar la potencia de los
miembros inferiores (Ziv y Lidor, 2010). Este
aumento sugiere que, además del fortalecimiento
muscular, se lograron adaptaciones
neuromusculares que permitieron optimizar la
sincronización y la explosividad del impulso,
aspectos que determinan la efectividad y la
calidad cnica en las acciones de juego.
Asimismo, estos resultados confirman la
importancia de incluir ejercicios pliométricos y
de trabajo excéntrico dentro de los programas de
fuerza, dado que la combinación de estos métodos
ha demostrado ser particularmente efectiva para
mejorar la potencia y la estabilidad postural,
componentes indispensables en el rendimiento de
los voleibolistas juveniles.
En relación con la fuerza-resistencia, las mejoras
observadas en las pruebas de saltos y flexiones de
brazos en 30 segundos son indicadores claros de
un avance en la capacidad de sostener esfuerzos
explosivos repetidos, una cualidad crítica en un
deporte como el voleibol, caracterizado por la
alternancia de esfuerzos máximos y fases de
recuperación parcial. Los incrementos de 6 y 4
repeticiones en estas pruebas reflejan la habilidad
de los jugadores para mantener la calidad técnica
y la eficacia de los gestos durante periodos
prolongados de juego, lo cual tiene un impacto
directo en la eficacia táctica y en la capacidad de
responder a las exigencias de partidos de alta
intensidad (Marques et al., 2008). Estas mejoras
también tienen un componente psicológico
fundamental, pues la capacidad de resistir la
fatiga y mantener el rendimiento técnico eleva la
confianza y la autoeficacia de los atletas,
consolidando así la construcción de una identidad
deportiva más sólida y segura en esta etapa
formativa.
Es fundamental subrayar que todas las mejoras
obtenidas fueron estadísticamente significativas,
tal como lo demuestra la prueba t de Student
aplicada a los datos de las diferentes variables
estudiadas. La significancia estadística (p < 0.05)
asegura que las diferencias observadas entre el
pre-test y el post-test no se deben al azar o a la
variabilidad interindividual, sino que son el
resultado directo de las adaptaciones generadas
por el programa de fuerza diseñado y aplicado en
el contexto de este estudio. Además, la
consistencia de las mejoras en las distintas
pruebas respalda la validez interna de la
intervención y refuerza la evidencia de que un
entrenamiento basado en los principios de
sobrecarga progresiva, especificidad y validación
por expertos puede generar resultados tangibles y
sostenibles en el rendimiento físico y técnico de
los voleibolistas juveniles. Esta consistencia
metodológica y la solidez de los datos obtenidos
constituyen un aporte valioso para el diseño de
futuros programas de entrenamiento en esta
categoría etaria.
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Estos hallazgos aportan implicaciones prácticas
significativas para los entrenadores, preparadores
físicos y profesionales de la salud vinculados al
entrenamiento de voleibolistas en edades de
formación. El hecho de que las mejoras
alcanzadas abarcaron tanto la fuerza máxima
como la explosiva y la resistencia muscular,
resalta la necesidad de incluir programas de
fuerza integrales y multifacéticos dentro de la
preparación física de estos deportistas, siempre
bajo criterios científicos y un enfoque pedagógico
riguroso. Este estudio refuerza la idea de que la
fuerza no debe ser considerada un componente
aislado, sino parte esencial de un enfoque integral
del rendimiento, donde se contemple la
interacción con otras capacidades físicas y la
importancia de adaptarse a la maduración
biológica y a las características individuales de
cada atleta. Así, los resultados no solo fortalecen
la evidencia sobre la importancia del
entrenamiento de fuerza en la adolescencia, sino
que también contribuyen a la consolidación de
estrategias que garanticen un desarrollo físico,
técnico y emocional seguro y eficaz en el voleibol
juvenil.
Conclusiones
Los resultados alcanzados en este estudio
permiten concluir que la aplicación de un
programa de entrenamiento de fuerza
específicamente diseñado y validado para
voleibolistas juveniles de 15 a 16 años genera
mejoras significativas y sostenibles en las
principales manifestaciones de la fuerza: fuerza
máxima, fuerza explosiva y fuerza-resistencia.
Estas adaptaciones se reflejaron en incrementos
estadísticamente significativos en los parámetros
evaluados mediante pruebas objetivas, lo cual
respalda la validez y confiabilidad del programa
implementado. De manera consistente con la
literatura científica, estos resultados confirman
que la adolescencia constituye un periodo idóneo
para potenciar el desarrollo de la fuerza, gracias a
la interacción favorable de factores hormonales,
estructurales y neuromusculares que caracterizan
esta etapa crítica de la maduración biológica. Así,
se demuestra que, con un abordaje metodológico
sólido y adaptado a las particularidades de esta
edad, es posible estimular la fuerza sin
comprometer la salud articular ni el bienestar
integral de los jóvenes atletas.
La mejora observada en la fuerza máxima, tanto
en ejercicios de miembros inferiores como
superiores, tiene implicaciones directas para la
efectividad de los gestos técnicos esenciales en el
voleibol, como los saltos, remates y
desplazamientos laterales. Esta ganancia en la
capacidad de generar fuerza se traduce en una
mayor estabilidad y control postural durante la
competencia, aspectos fundamentales para la
eficiencia táctica y la prevención de lesiones en
un deporte de alta demanda biomecánica. De
igual forma, el incremento en la fuerza explosiva,
evidenciado por la mejora en la altura del salto
vertical, confirma la transferencia funcional de
las adaptaciones obtenidas durante el programa
hacia las acciones reales del juego, consolidando
la importancia de integrar ejercicios pliométricos
y de trabajo excéntrico en los planes de fuerza
para potenciar la potencia muscular y la economía
del movimiento en situaciones de alta intensidad.
Por otra parte, las mejoras alcanzadas en la
fuerza-resistencia, tanto en los saltos repetidos
como en las flexiones de brazos, destacan la
importancia de estimular no solo la fuerza
máxima y la potencia, sino también la capacidad
de mantener esfuerzos explosivos a lo largo del
tiempo, componente esencial en un deporte tan
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dinámico e intermitente como el voleibol. Esta
mejora en la fuerza-resistencia no solo potencia el
rendimiento físico, sino que también incide
positivamente en la confianza, la autopercepción
y la motivación de los deportistas juveniles,
consolidando actitudes y valores fundamentales
para su desarrollo integral. Estos resultados, por
tanto, permiten establecer que un programa de
fuerza bien estructurado no solo impacta en el
rendimiento físico inmediato, sino que también
favorece la construcción de una identidad
deportiva sólida y saludable. Este estudio aporta
evidencia valiosa que refuerza la necesidad de
integrar programas de fuerza basados en
principios científicos en la planificación de la
preparación física de voleibolistas juveniles. La
combinación de la validación por expertos, la
individualización de las cargas y la priorización
de la correcta técnica de ejecución permitió
alcanzar mejoras cuantificables y significativas,
consolidando la fuerza como un componente
indispensable en la formación de deportistas
jóvenes. Así, se destaca la importancia de
continuar explorando y aplicando estrategias
metodológicas rigurosas que potencien las
capacidades físicas y psicológicas de los atletas,
asegurando un desarrollo equilibrado y sostenible
que les permita enfrentar con éxito los desafíos
competitivos y preservar su bienestar integral a
largo plazo.
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