Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Edición Especial
2025
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LA INCLUSIÓN EDUCATIVA: UN NUEVO RETO PARA LOS DOCENTES DEL SIGLO
XXI
EDUCATIONAL INCLUSION: A NEW CHALLENGE FOR TEACHERS OF THE 21ST
CENTURY
Autores: ¹Ivón Patricia Guzmán Marimón
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0006-7560-4679
¹E-mail de contacto: ivonp27@hotmail.com
Afiliación: ¹*Universidad Pedagógica Experimental Libertador, (Venezuela).
Articulo recibido: 6 de mayo del 2025
Articulo revisado: 8 de mayo del 2025
Articulo aprobado: 2 de junio del 2025
¹Licenciada en Ciencias de la Educación con Especialidad en Ciencias Sociales graduada en la Universidad del Atlántico, (Colombia).
Especialista en Ética y Pedagogía graduada en la Fundación Universitaria Juan de Castellanos, (Colombia). Magíster en Educación
graduada en la Corporación Universitaria Iberoamericana, (Colombia). Doctorante en Educación de la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador, (Venezuela).
Resumen
En la actualidad, la educación ha
experimentado profundas transformaciones
debido a los nuevos retos sociales que enfrenta
el país. Esta situación ha generado
desmotivación en los docentes respecto a la
inclusión escolar, donde es fundamental
atender a los estudiantes de manera
responsable. Por lo tanto, es importante
analizar las dinámicas de exclusión y
discriminación presentes en el contexto
educativo actual. El objetivo principal de la
presente investigación se centró en analizar las
dinámicas de exclusión y discriminación que se
presentan en el contexto educativo actual, con
el fin de identificar las barreras que enfrentan
diversos grupos de estudiantes. Este análisis se
basa en una investigación documental, que se
centra en una revisión exhaustiva de fuentes
bibliográficas relacionadas con la temática. Los
resultados indican que los docentes del siglo
XXI deben enfrentar el desafío de combatir
estas formas de discriminación en sus aulas.
Para lograrlo, es esencial que desarrollen
habilidades que les permitan identificar y
abordar estas problemáticas de manera
efectiva. En conclusión, la formación continua
y el desarrollo de competencias son cruciales
para que los educadores puedan crear un
entorno inclusivo y equitativo para todos sus
estudiantes.
Palabras clave: Inclusión, Educación,
Docentes.
Abstract
Currently, education has undergone profound
transformations due to the new social
challenges facing the country. This situation
has generated demotivation among teachers
regarding school inclusion, where it is essential
to serve students responsibly. Therefore, it is
important to analyze the dynamics of exclusion
and discrimination present in the current
educational context. The main objective of this
research focused on analyzing the dynamics of
exclusion and discrimination present in the
current educational context, in order to identify
the barriers faced by various groups of
students. This analysis is based on
documentary research, which focuses on an
exhaustive review of bibliographic sources
related to the topic. The results indicate that
21st-century teachers must face the challenge
of combating these forms of discrimination in
their classrooms. To achieve this, it is essential
that they develop skills that allow them to
identify and address these problems
effectively. In conclusion, ongoing training and
competency development are crucial for
educators to create an inclusive and equitable
environment for all their students.
Keywords: Inclusion, Education, Teachers.
Sumário
Atualmente, a educação tem passado por
profundas transformações devido aos novos
desafios sociais que o país enfrenta. Essa
situação tem gerado desmotivação entre os
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professores em relação à inclusão escolar, onde
é essencial atender os alunos com
responsabilidade. Portanto, é importante
analisar as dinâmicas de exclusão e
discriminação presentes no contexto
educacional atual. O objetivo principal desta
pesquisa se concentrou em analisar as
dinâmicas de exclusão e discriminação
presentes no contexto educacional atual, a fim
de identificar as barreiras enfrentadas por vários
grupos de alunos. Essa análise é baseada em
pesquisa documental, que se concentra em uma
revisão exaustiva de fontes bibliográficas
relacionadas ao tema. Os resultados indicam
que os professores do século XXI devem
enfrentar o desafio de combater essas formas de
discriminação em suas salas de aula. Para isso,
é essencial que eles desenvolvam habilidades
que lhes permitam identificar e abordar esses
problemas de forma eficaz. Em conclusão, a
formação contínua e o desenvolvimento de
competências são cruciais para que os
educadores criem um ambiente inclusivo e
equitativo para todos os seus alunos.
Palavras-chave: Inclusão, Educação,
Professores.
Introducción
Las sociedades democráticas del siglo XXI que
se jactan de vivir dentro de un Estado de
Derecho, con total apego y respeto al
reconocimiento de los derechos humanos,
requieren de una educación que coadyuve en la
tarea de formar ciudadanos capaces de convivir
en un contexto social marcado por la pluralidad
de sujetos, sus características y formas de vida,
sin que la moral y la ideología individual guíen
las formas de actuar, limitando el ejercicio de
los derechos humanos de lo que se ha
denominado erróneamente minorías. Es por ello
que, la Organización de las Naciones Unidas
alza la voz para avanzar en el camino de la
inclusión dentro de las escuelas y a poder
contribuir a la radicación total de la exclusión
social. Asimismo, se busca contextualizar,
orientar y dar contenido a las funciones de la
educación en las sociedades democráticas,
dando cabida a las diferencias, recordando a
todos que las diferencias nos caracterizan como
seres humanos, el tener un defecto, un trastorno,
un déficit, una discapacidad o una preferencia
diferente no debe limitar a las personas para
poder acceder y ejercer sus derechos, porque de
ser así dejaría de ser un Estado de Derecho y
una sociedad democrática. Es importante
recordar que, las diferencias humanas
constituyen la diversidad, y esa diversidad es
justamente la esencia humana que asigna a cada
uno sus propias particularidades, este hecho no
limita ni debe limitar el acceso a los derechos
humanos, pues la misma Declaración Universal
de los Derechos Humanos (1948) en su Artículo
N° 7 señala que “Todos son iguales ante la ley.
Todos tienen derecho a igual protección contra
toda discriminación que infrinja esta
declaración y contra toda provocación a tal
discriminación”.
Esta declaración reitera que la igualdad de
derechos es una realidad, por eso mismo nadie
debería ser discriminado, menos aún al interior
de las aulas de clases, dado que son los
cimientos de la formación académica, humana,
cívica y ciudadana de todos los mexicanos, en
ese tenor, es que se consolida la educación
inclusiva como parte del derecho de acceso a la
educación y no es que la educación vaya a
resolver todos los problemas de exclusión y
discriminación de las sociedades del siglo XXI,
pero la práctica pedagógica inclusiva pone
énfasis en que la educación tiene una función
primordial en la reducción y a futuro la
erradicación de todas las formas de exclusión
social. En esa postura es que se ha señalado que
la exclusión social y la discriminación en las
aulas, son prácticas adheridas a la estructura de
las instituciones y en las prácticas sociales, se
caracterizan por ser transversales y múltiples.
Es en este sentido, Benito (2010) afirma que:
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El sector educativo se consolida como
uno de los principales espacios en donde,
por excelencia, se produce y reproduce la
discriminación". Sin embargo, también
en este sector es donde se puede
comenzar a trabajar para modificar o
revertir, desde el ámbito sociocultural,
las prácticas de exclusión y
discriminación, comenzando a
consolidar una inclusión educativa (p.
19).
La exclusión social y la discriminación en las
aulas se manifiestan en diversas formas, como
el acoso, la falta de recursos adaptados y el trato
diferencial por origen étnico, nivel
socioeconómico, discapacidad o idioma. Estas
prácticas afectan el bienestar y el rendimiento
de los estudiantes, evidenciando la necesidad de
implementar políticas inclusivas que
promuevan un entorno equitativo. Además, la
exclusión en las escuelas refleja las
desigualdades sociales, ya que la escuela es un
espejo de la sociedad; en muchas ocasiones, la
infraestructura, el personal y la preparación para
prácticas inclusivas son insuficientes, dejando
fuera del acceso a la educación a quienes más lo
necesitan. Esto limita sus derechos y genera
desigualdades futuras, afectando su
participación social y oportunidades. La
educación inclusiva, en consecuencia, debe ser
un derecho fundamental que garantice una vida
digna, y un Estado de Derecho y una sociedad
democrática deben priorizar su acceso
universal. El sistema educativo no solo
transmite conocimientos, sino que también
favorece la interacción social y el desarrollo
socio-cognitivo, siendo un espacio clave para
fomentar valores como la solidaridad,
tolerancia y aceptación de las diferencias. Es
esencial que las instituciones y docentes
cuenten con los recursos y capacitación
adecuados para atender las diversas
necesidades, promoviendo metodologías
inclusivas que reflejen la realidad social y
contribuyan a una formación plena y una
participación efectiva en la sociedad futura.
Por todo lo anteriormente planteado, el
propósito de esta investigación es analizar las
dinámicas de exclusión y discriminación que se
presentan en el contexto educativo actual, con
el fin de identificar las barreras que enfrentan
diversos grupos de estudiantes. A través de un
enfoque crítico y reflexivo, se busca entender
cómo estas prácticas afectan el rendimiento
académico y emocional de los estudiantes, así
como proponer estrategias inclusivas que los
docentes pueden implementar para fomentar un
ambiente más equitativo. Este trabajo no solo
pretende visibilizar la problemática, sino
también ofrecer un marco teórico y práctico que
permita a los educadores del siglo XXI afrontar
este nuevo reto en su labor diaria. Los
beneficios que se derivan de esta investigación
son significativos y variados. Al abordar la
inclusión educativa de manera integral, se
espera contribuir a la creación de un entorno
escolar donde todos los estudiantes puedan
desarrollarse plenamente, independientemente
de sus diferencias. Las estrategias propuestas no
solo ayudarán a mitigar la exclusión y la
discriminación, sino que también promoverán
el respeto, la empatía y la convivencia pacífica
entre los estudiantes. Asimismo, al formar
docentes más conscientes y capacitados en
prácticas inclusivas, se generará un impacto
positivo en la comunidad educativa en su
totalidad, potenciando un aprendizaje
colaborativo y enriquecedor que beneficiará
tanto a estudiantes como a educadores.
La inclusión educativa, según Santos (2022), es
un enfoque pedagógico que busca garantizar el
acceso, la participación y el aprendizaje de
todos los estudiantes, sin importar sus
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características individuales como discapacidad,
origen étnico, género o condición
socioeconómica. Surgió como respuesta a las
desigualdades históricas en el acceso a la
educación, fundamentándose en los principios
de equidad y justicia social, y promoviendo la
adaptación de las escuelas a la diversidad de sus
estudiantes, creando entornos donde todos
puedan aprender juntos. La finalidad es
transformar el sistema educativo para atender
de manera sensible las necesidades de cada
alumno, modificando métodos, currículos y
evaluaciones, en beneficio de todos, y
fomentando valores como la empatía y el
respeto por la diversidad. En Colombia, la Ley
1618 de 2013 ha impulsado políticas para
garantizar este derecho, aunque persisten
desafíos como la falta de formación docente,
recursos limitados y estigmas culturales. Es
importante que los educadores del siglo XXI se
capaciten para superar estos obstáculos y
promover una educación inclusiva efectiva que
contribuya a una sociedad más justa y
equitativa.
A pesar de los avances, la discriminación
continúa siendo un problema en las
democracias actuales, afectando a personas por
su origen étnico, género, religión, salud o
condición socioeconómica. Aunque estas
sociedades proclaman la protección de los
derechos fundamentales y aplican reglas
democráticas, Valcárcel (2014) indica que
prácticas discriminatorias y desigualdades
persisten, lo que demuestra una incoherencia en
los fundamentos ético-políticos del Estado
liberal. La discriminación se manifiesta de
distintas formas y en diferentes contextos según
cada país; en Europa, prevalece en torno a la
migración ilegal, mientras que, en países como
México y Colombia, afecta principalmente a
migrantes y grupos empobrecidos,
evidenciando que estas prácticas están
profundamente arraigadas en las estructuras
sociales y se dirigen mayormente a los sectores
más marginados.
A pesar de estas diferencias, en todos los casos
el tratamiento de la discriminación ha estado
orientado a través de programas y políticas de
Estado que buscan hacer efectivo el principio de
igualdad jurídica, que se traduce “como
igualdad de condiciones y derechos” (García,
2019, p. 261). La discriminación es un tema
preocupante porque ha impedido que las
personas gocen del reconocimiento efectivo de
sus derechos y libertades fundamentales, así
como del acceso igualitario a las oportunidades
sociales. La discriminación atenta de manera
directa a la idea de justicia en las sociedades
democráticas contemporáneas. Efectivamente,
la discriminación es un problema complejo y
multifactorial. Por un lado, es multifactorial
porque es un fenómeno histórico que está
atravesado por factores económicos, jurídicos,
políticos, socioculturales. Es decir, en la historia
de la humanidad lo general ha sido que el grupo
que ostenta los poderes económico y político en
una sociedad determine la normatividad jurídica
y las pautas sociales que valen para los demás
integrantes. En la mayoría de los casos, lo que
ha sucedido es que este proceso de
normalización y regulación de la vida social ha
tenido como consecuencia la segregación y
exclusión de los que aparecen como diferentes,
de lo que no se ajusta o se sale de la norma.
Por otro lado, la discriminación es un problema
complejo porque es un fenómeno de carácter
múltiple, es decir, en un caso de discriminación
pueden estar presentes dos o más formas o
variantes de estas prácticas; por ejemplo, en el
caso de la discriminación hacia las mujeres
puede estar atravesada por otras variantes como
ser mujer indígena, vivir con algún tipo de
discapacidad o ser adulta mayor. En este
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sentido, la discriminación es un fenómeno que
no puede tratarse desde una sola línea. Su
disminución depende, en primera instancia, de
que los Estados democráticos reconozcan y
garanticen jurídicamente los derechos
fundamentales de todas las personas y tomen
medidas financieras para disminuir la
desigualdad y la pobreza.
Pero, por otra parte, también es necesario
avanzar en el tratamiento de los aspectos
socioculturales que fomentan la reproducción
social y cultural de las prácticas
discriminatorias hacia los grupos mayormente
excluidos y marginados. Por ello, los procesos
educativos han jugado un papel importante en
el tratamiento de la discriminación, pues se
considera que las prácticas excluyentes y
discriminatorias en la sociedad tienden a
reducirse cuando los procesos educativos son
organizados a partir de los valores democráticos
y fomentan la inclusión. Es por ello que se hace
necesario mencionar la palabra educación,
siendo está considerada uno de los aspectos
fundamentales para revertir la discriminación y
mejorar la inclusión. En este sentido, no sólo se
trata de que los Estados democráticos
reconozcan en la normatividad los derechos
fundamentales de las personas, sino que
también hagan posible la existencia de medidas
institucionales dirigidas a garantizar el pleno
ejercicio de estos derechos y procurar las
condiciones políticas, sociales y culturales
mínimas para la coexistencia de la pluralidad de
formas y esquemas morales presentes en las
sociedades democráticas.
Como se ha visto, las sociedades democráticas
del siglo XXI presentan, entre sus principales
problemas, el de la discriminación hacia ciertas
personas o grupos de personas que, por distintas
causas como el origen étnico, el género, la
religión, las condiciones de salud, sociales o
económicas se les impide el pleno ejercicio de
sus derechos fundamentales y el acceso a las
oportunidades sociales en condiciones de
igualdad. En este sentido, enfrentan el desafío
de promover y garantizar los derechos
fundamentales de las personas de tal forma que
tengan oportunidades y logros concretos que les
permitan desarrollarse plenamente y tener una
mejor calidad de vida. No se trata sólo de
reconocer discursivamente el respeto a los
derechos fundamentales y la diversidad de
formas de vida como un dato constitutivo de las
sociedades democráticas, sino lograr la
inclusión jurídica, política y social efectiva de
quienes históricamente han sido colocados en
situación de desventaja. En el contexto de esta
problemática de corte político, social y jurídico
surge la propuesta pedagógica de la educación
inclusiva. El punto central de este artículo es
reorientar al sistema educativo, con sus
instituciones y actores, a través de los principios
democráticos de la libertad, igualdad y derechos
humanos para impulsar, desde las escuelas, una
cultura de respeto a los derechos fundamentales
de todas las personas y la pluralidad de formas
de vida. La intención de la inclusión educativa
“es contribuir, desde el contexto de una
educación inclusiva, al desarrollo una sociedad
de apertura, igualdad y respeto hacia la
diversidad humana” (Barrio, 2009, p. 3).
Ciertamente, la educación ha sido un elemento
necesario para el funcionamiento y continuidad
de las sociedades, incluida la democrática. La
relación entre la educación y la democracia ha
existido desde los griegos hasta hoy en día. Si la
educación ha sido importante para la
democracia es porque a través de los procesos
educativos se forman los ciudadanos que
participan en el gobierno democrático, al
respecto Guevara (2008) señala que “la
educación en la democracia hace posible
transmitir a sus integrantes los principios y
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valores le dan forma a ésta y, al mismo tiempo,
promueve la participación de los ciudadanos en
los asuntos públicos” (p. 5). A pesar de que la
democracia de los griegos dista mucho de
parecerse a la democracia moderna, la relación
entre educación y democracia sigue siendo
imprescindible. A continuación, se exponen los
principales argumentos desarrollados por
Dewey (1970) ya que es uno de los máximos
exponentes de la relación entre la educación y
la democracia en el siglo XX. Asimismo, sus
argumentos son relevantes para reflexionar
sobre el modelo de educación que requieren las
sociedades democráticas del siglo XXI.
Dewey (1970) explica que la educación, “en su
sentido más amplio, es el medio para garantizar
la continuidad de la vida” (p. 14). Parte del
supuesto de que los seres humanos se conservan
por medio de la renovación y utilizan todos los
recursos que les ofrece el medio ambiente para
garantizar su propia existencia. En este sentido,
la vida de los seres humanos es un proceso de
autorenovación mediante sus intervenciones
sobre el medio ambiente; este proceso de
renovación supone la adquisición de ciertos
conocimientos y de su transmisión. Así, “(…) la
educación, en su sentido más amplio, es el
medio de continuidad de la vida” (Dewey, 1970,
p. 14). Sin embargo, que la vida de los seres
humanos va más allá de la mera continuidad del
proceso vital, abarca también las costumbres,
las instituciones por simples que sean, las
creencias, las ocupaciones y hasta los
momentos de ocio. Por ello, señala que la
renovación de los seres humanos reunidos en
agrupaciones depende de los medios a través de
los cuales aseguren la continuidad del grupo
social. Uno de estos medios es la educación, con
lo que se refiere a la transmisión de experiencias
y conocimientos de las generaciones mayores
hacia las generaciones más jóvenes.
Una sociedad o grupo social transforma a los
nuevos integrantes en portadores de los recursos
logrados y los instruye para el proceso de
autorenovación. En este sentido, la educación es
una necesidad para la conservación de la vida
física de los seres humanos, pero también lo es
para la renovación del medio ambiente y social.
Para Dewey (1970) toda agrupación humana
por ordinaria que sea tiene como finalidad
educar a sus nuevas generaciones para dar
continuidad a la dinámica social a pesar del
paso del tiempo y de las transformaciones del
entorno, de esta manera se puede precisar que:
Etimológicamente, la palabra educación
significa justamente un proceso de dirigir
o encauzar. Cuando tenemos en cuenta el
resultado del proceso hablamos de la
educación como una actividad
estructuradora, moldeadora, formadora,
es decir, de una estructuración según la
norma de la actividad social (p. 21).
Así, la vida de los seres humanos asociados
supone la existencia de un medio social en el
cual ocurren una serie de intercambios entre
ellos que van dando forma a la estructura social,
y su autorrenovación depende, en gran medida,
del tipo de educación aplicada para formar a los
nuevos miembros. En este sentido, los procesos
de enseñanza educativa en la sociedad están
estrechamente relacionados con el uso social de
las acciones humanas y con la asimilación de
los propósitos e ideas del grupo por parte de los
miembros que lo conforman. De acuerdo con
Dewey (1970) existen grupos sociales que,
conforme a su estructura, son ordinarios o
complejos. Señala que en un grupo ordinario la
transmisión de experiencias y conocimientos
ocurre, por lo general, en el entorno familiar,
más cerrado. Pero en las asociaciones complejas
son necesarios los centros de instrucción o las
escuelas como el medio a través del cual
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ocurren los procesos educativos que facilitan la
adherencia de los nuevos miembros al grupo.
En este sentido, “la educación es una necesidad
de la vida humana en su sentido más vital pero
también tiene una importante función social
cuando nos referimos a los seres humanos
agrupados y organizados socialmente” (Dewey,
2004, pp. 77).
Asimismo, Dewey (1970) señala que, en las
organizaciones complejas, la educación
adquiere ciertos rasgos característicos debido a
la fragmentación inevitable de su estructura. En
las organizaciones complejas se hace necesaria
la escuela, la cual funciona en primera instancia,
como un órgano social que ofrece ambientes
específicos y simplificados; por otra parte,
minimiza los rasgos perjudiciales del medio
ambiente existente para que no influya en los
hábitos mentales de los educandos; y, por
último, proporciona oportunidades para que
cada integrante de la asociación pueda liberarse
de las limitaciones propias del grupo social. En
esta misma línea de argumentación, Luzuriaga
(2012) sostiene que “(…) la educación es un
hecho real, efectivo; una realidad de la vida
individual y social humana, que adopta
múltiples formas” (p. 35). Para Luzuriaga
(2012), la educación supone, en primera
instancia, una dimensión individual que tiene
que ver con la continua modificación o
transformación de los individuos a partir del
conocimiento y experiencias que van
adquiriendo a lo largo de su vida. En este
sentido, la educación abarca tanto los aspectos
de la experiencia de vida adquirida por parte de
los individuos, así como los conocimientos y la
profesionalización adquiridos con la educación
escolarizada. Por otra parte, la educación tiene
también una dimensión social, la cual se refiere
al efecto directo que ésta tiene para los fines de
la sociedad y el Estado; pues a través del
impulso social y estatal de un determinado tipo
de educación logran cubrirse las aspiraciones y
necesidades de éstos.
Y esta realidad de la educación no es sólo de
ahora, sino que ha existido en todos los tiempos.
La historia enseña, que, en efecto, que desde las
épocas más remotas todos los pueblos
conocidos (China, Egipto, India, Grecia, Roma,
etc.) han tenido una u otra forma de educación
con instituciones y maestros adecuados. Pero no
sólo estos pueblos históricos, sino también los
primitivos, han practicado la educación de un
modo menos formal por la participación de los
jóvenes en las tareas familiares y por la acción
de los sacerdotes, magos y adivinos. “La
historia de la humanidad es, en cierto modo, la
historia de los esfuerzos educativos para crear
ciertos tipos de hombres y de vida adecuados las
necesidades y aspiraciones de cada pueblo”
(Luzuriaga, 2012, p. 36).
En este sentido, Dewey (1970) considera que
existe un tipo específico de educación para la
organización social democrática debido a que
este tipo de sociedad presenta una estructura
política y social compleja basada en la libertad,
la pluralidad de intereses y formas de
asociación. La sociedad democrática se
caracteriza por el continuo movimiento y
cambio social. Asimismo, registran una
pluralidad y asociaciones con intereses, lo cual
contrasta con las sociedades despóticas en
donde no hay intereses comunes y compartidos
ni movilidad entre los miembros que la
componen. Para Dewey (1970), “la sociedad
democrática se caracteriza, por un lado, por
registrar numerosos y variados intereses
compartidos, así como por el reconocimiento de
los intereses mutuos como un medio de control
social” (p. 81). Por otro lado, presenta una
interacción más libre y abierta entre los grupos
sociales que la componen y la aceptación de un
continuo cambio de los hábitos sociales. Por lo
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tanto, estas sociedades requieren un tipo
específico de educación, la cual haga posible la
realización de la vida social conforme sus
intereses y tomando en cuenta el progreso y los
reajustes continuos. Es por ello que, este mismo
autor considera que, tanto la democracia antigua
como la moderna han mantenido una relación
muy estrecha con la educación bajo el
argumento de que un gobierno basado en el
sufragio tiene que educar e instruir a sus
ciudadanos para que elijan y obedezcan a sus
gobernantes. No obstante, sostiene que este
argumento es superficial porque la democracia
es más que una forma de gobierno es:
(…) un modo de vivir asociado, de
experiencia comunicada juntamente. La
extensión en el espacio del número de
individuos que participan en un interés,
de modo que cada uno ha de referir su
propia acción a la de los demás y
considerar la acción de los demás para
dar pauta y dirección a la propia,
equivale a la supresión de aquellas
barreras de clase, raza y territorio
nacional que impiden que el hombre
perciba la plena significación de su
actividad (p. 82).
Una sociedad es democrática en la medida que
hace posible la participación de todos sus
miembros y asegura la flexibilidad de sus
instituciones en un contexto de pluralidad de
intereses. La sociedad democrática debe contar
con un tipo de educación que proporcione a los
individuos un interés personal en las relaciones
y controles sociales, y en los hábitos que
favorezcan los cambios sociales sin introducir
desorden; tiene que procurar una educación que
sea accesible para todos de forma equitativa.
Una sociedad democrática, señala Dewey
(1970), debe procurar que sus integrantes sean
educados para la iniciativa y la adaptabilidad.
Ciertamente, la sociedad democrática de Dewey
(1970) no es la misma que la sociedad
democrática del siglo XXI. No obstante, el
modelo de la educación inclusiva está basado en
los mismos principios que bien señaló Dewey
(1970), a saber, la libertad, la igualdad y la
pluralidad. Las condiciones políticas, sociales,
económicas y culturales de las sociedades
democráticas contemporáneas son aún más
complejas de lo que Dewey (1970) observaba
en su momento, pero el interés por la educación
como un medio de reproducción social y
adaptabilidad de los individuos siempre ha
estado presente.
Las sociedades democráticas del siglo XXI
requieren un tipo de educación que forme
ciudadanos capaces de convivir en un entorno
de pluralidad y rápidos cambios globales. Esta
educación debe contribuir a reducir la violencia,
la exclusión y la desigualdad, fomentando
prácticas de inclusión social que transformen
las pautas culturales y sociales que refuerzan la
discriminación, evitando que la escuela sea un
espacio que la perpetúe (Tedesco, 2010).
Aunque implementar estos cambios es difícil,
porque la estructura educativa muchas veces
reproduce la exclusión, es crucial revisar y
modificar las condiciones institucionales y
pedagógicas para facilitar su logro. La
educación inclusiva propone reorientar la
enseñanza basada en valores democráticos
como libertad, igualdad, derechos y respeto a la
diversidad, con el fin de promover una
verdadera inclusión social. La UNESCO ha
fortalecido este enfoque, inicialmente centrado
en estudiantes con necesidades especiales, y
ahora reconoce que todos los niños y jóvenes
deben tener acceso a una educación de calidad,
sin distinción de antecedentes sociales,
culturales o capacidades. La meta es crear
ambientes que respeten y protejan la diversidad,
garantizando igualdad de acceso y un currículo
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unitario que responda a las expectativas y
necesidades de todos. En definitiva, la inclusión
educativa es una estrategia fundamental para
reducir la exclusión y promover ambientes de
aprendizaje democratizadores que aseguren
oportunidades equitativas para todos (Opertti,
2008).
La propuesta de la inclusión educativa
impulsada por la UNESCO está dirigida a
apoyarse en la educación para restablecer los
vínculos de cohesión social en las sociedades
democráticas del siglo XXI. Se trata de un
concepto universal que, recuperando el enfoque
de la educación como un derecho,
contextualiza, orienta y da contenido a las
discusiones sobre el desempeño de la
educación. En este orden de ideas, no es de
extrañar que la educación sea considerada como
un elemento prioritario para transitar hacia una
sociedad más democrática y justa. Desde los
orígenes de la democracia se ha considerado
que su fuerza y efectividad dependen de las
virtudes que posean los ciudadanos, las cuales
se adquieren por medio de la educación. El
estudio de la relación entre la educación y la
democracia es necesario porque la democracia
como forma de gobierno tiene también una
dimensión ética, la cual supone la existencia de
un conjunto de valores que deben penetrar en
las instituciones que conforman la sociedad y, a
su vez, orientan las conductas de los miembros
que la integran. En este sentido, la educación
tiene que estar orientada también por los valores
democráticos para formar ciudadanos que sean
capaces, entre otras cosas, de interactuar con y
en la diversidad respetando los derechos
fundamentales de todas las personas. Los
valores para la democracia moderna son la
dignidad humana, la libertad, la igualdad de
derechos, la justicia, el respeto a la ley, la
tolerancia y la solidaridad; estos valores pueden
existir en la sociedad en la medida en que son
enseñados, aprendidos y practicados.
En conclusión, la inclusiva educación es una
propuesta pedagógica que tiene como eje rector
el derecho universal a la educación y propone la
modificación de los sistemas educativos y de los
métodos de enseñanza aprendizaje tomando en
cuenta que todos los niños, niñas y jóvenes
tienen derecho a una educación de calidad sin
importan las condiciones económicas, sociales,
culturales y de salud que presenten. Es una
propuesta que, en rminos teóricos, recupera
los postulados de la educación basada en los
principios y valores democráticos y, en la
práctica, promueve la inclusión. En la
perspectiva de la educación inclusiva, la escuela
y el aula son una comunidad donde se garantiza
el derecho de aprender desde el enfoque de un
currículo común. Cuando se desarrollan
procesos de mejora o prácticas de inclusión que
atienden a la diversidad, en los centros
educativos se distinguen condiciones externas a
la escuela, organizativas de cada centro y
condiciones de las aulas (Parrilla, 2008).
Jiménez y González (2011) consideran que en
las aulas inclusivas cada alumno debe tener
avances de manera continua en sus
aprendizajes, las experiencias han de
diferenciarse y no debe haber un límite para
aprender, sino al contrario aprender de acuerdo
a las posibilidades de cada uno. Para construir y
promover la equidad e igualdad en el contexto
de la inclusión, se tiene que descentralizar la
enseñanza, esto se refiere a organizar el grupo
de estudiantes de acuerdo a objetivos, tareas y
actividades, y a la diferenciación del
currículum, es decir, hacerlo individual,
ajustarlo a las necesidades del alumno, lo cual
consiste en: evaluar las habilidades previas de
los estudiantes; adaptar la enseñanza y el
currículum a las necesidades y estilos de
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aprender, manejar objetivos y tareas de distinto
nivel de dominio. Dar opción de elegir modos
de aprender y de demostrar lo que los
estudiantes han aprendido. Crear ambientes en
los que todos pueden aprender y se sientan
aceptados. Evaluar de acuerdo a estándares
individuales basados en la capacidad y el
esfuerzo.
El aula se concibe como un espacio social y
didáctico inclusivo que refleja la cultura,
valores y metas de la escuela. El aula es además
una comunidad de aprendizaje autónoma que
requiere una nueva organización para llegar a
ser inclusiva. Hay elementos de un aula que
podrían ser considerados como inclusivos, pero
que difícilmente se podrán encontrar todos ellos
en una sola aula. Para esto, se requiere de
profesores que quieren buscar aquellas
estrategias que mejor pueden fomentar la
participación de todos los miembros de la clase
(Moriña, 2014). Con el propósito de cambiar las
prácticas del aula, Moriña (2014) presenta los
siguientes once rasgos; para promover la
inclusión en el aula, es fundamental partir del
conocimiento y la experiencia previa que cada
centro educativo y docente tienen,
reflexionando sobre las condiciones
particulares de cada contexto. Es importante
entender la diversidad como una oportunidad de
enriquecimiento, fomentando la aceptación de
las diferencias y el reconocimiento de la
inclusión como valor. Además, se debe analizar
y revisar continuamente los procesos que
puedan conducir a la exclusión, considerando el
impacto de las prácticas en la participación de
todos los alumnos.
Otro rasgo corresponde a confiar en las
capacidades de cada estudiante, sin prejuicios y
con altas expectativas, es esencial para
potenciar su aprendizaje y autoestima.
Asimismo, fortalecer la confianza entre
alumnos favorece un ambiente de respeto y
valoración mutua, donde no se etiquete ni
considere a nadie como incapaz o diferente,
promoviendo la igualdad. Además de, crear un
ambiente de cooperación en el aula posibilita
valorar las diferencias y fomenta el respeto
mutuo, ayudando a cada alumno a alcanzar sus
objetivos según sus capacidades, mientras que
el trabajo en equipo propicia la ayuda mutua y
la adquisición de conductas prosociales. Para
responder a la diversidad, es necesario diseñar
procesos de enseñanza que detecten las
necesidades de los estudiantes, considerando su
desarrollo cognitivo, personal y social,
partiendo de sus experiencias previas y
motivándolos para favorecer un aprendizaje
significativo y colaborativo. Es clave utilizar
recursos diversos, como métodos variados,
evaluación formativa, actividades conectadas,
aprendizaje cooperativo, autoaprendizaje y
metodologías de investigación, que respalden y
potencien su proceso de aprendizaje.
La colaboración entre docentes también es
imprescindible, al trabajar de manera conjunta
y compartir prácticas que favorezcan la
inclusión. La planificación debe ser interactiva,
ajustándose a las necesidades de todos los
alumnos y adaptándose a nuevos desafíos en el
transcurso de la clase. Además, la participación
de las familias y la comunidad en las
actividades escolares enriquece el proceso y
aporta un respaldo esencial para la integración
del alumnado, fortaleciendo una educación
inclusiva y participativa en todos los niveles. En
caso de llegar a ser una escuela que desarrolla
prácticas inclusivas tiene que tener lugar una
revisión interna de lo que es y de lo que hace esa
escuela, que aspectos socioculturales la rodean,
para detectar cuáles son sus necesidades y en
qué retos y acciones se debe involucrar para
construir una comunidad inclusiva.
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Materiales y Métodos
El presente trabajo se fundamentó en una
investigación cualitativa de carácter
documental, la cual se centra en la revisión
exhaustiva de fuentes bibliográficas
relacionadas con la temática. Para desarrollar
esta investigación, se seleccionaron diversos
tipos de documentos, incluyendo libros
académicos, artículos de revistas especializadas
y estudios de caso que abordan la inclusión
educativa desde diferentes perspectivas. Los
criterios utilizados para la selección de estos
documentos fueron la relevancia y actualidad de
los contenidos, la credibilidad de los autores y
las editoriales, así como la diversidad de
enfoques que ofrecen sobre el tema. De esta
manera, se busca asegurar que la información
recopilada no solo sea pertinente, sino también
enriquecedora para una comprensión integral
del reto que representa la inclusión educativa en
el contexto actual.
Para llevar a cabo el análisis, se ha realizado una
confrontación rigurosa de las posturas y
argumentos presentados por los autores. Este
proceso ha permitido identificar la congruencia
y la recurrencia de ideas, lo que ha facilitado la
categorización de los planteamientos en torno a
la inclusión educativa. A partir de estas
revisiones, se han formulado un conjunto de
conclusiones que están orientadas a enriquecer
el contexto de la gestión de la inclusión
educativa. Estas conclusiones no solo reflejan
un entendimiento profundo de los desafíos
actuales, sino que también proponen caminos
hacia prácticas educativas más inclusivas y
efectivas para todos los docentes del siglo
veinte y uno.
Resultados y Discusión
Aunque hoy en día se considera que vivimos en
una era más evolucionada, la discriminación
sigue siendo un problema persistente que
arrastramos desde épocas pasadas. A pesar de
que muchas sociedades democráticas se
autodenominan inclusivas, la realidad es que la
discriminación hacia ciertos grupos de
personas, ya sea por su origen étnico, género,
religión o condiciones socioeconómicas,
continúa siendo una verdad innegable que
necesita ser abordada con urgencia. Este
contexto tiene implicaciones significativas en el
ámbito educativo, donde la inclusión va más
allá de simplemente permitir que todos los
estudiantes asistan a la escuela. Se trata de crear
un entorno donde cada individuo sea valorado y
respetado por lo que es. Por ejemplo, los
estudiantes de comunidades indígenas pueden
enfrentar barreras culturales y lingüísticas que
dificultan su integración, mientras que las
expectativas sociales basadas en el género
pueden limitar las oportunidades educativas
para niños y niñas. Estas situaciones no solo
afectan el rendimiento académico, sino también
la autoestima y el sentido de pertenencia de los
estudiantes.
Los docentes del siglo XXI enfrentan el reto de
combatir estas formas de discriminación en sus
aulas. Para ello, necesitan desarrollar
habilidades que les permitan identificar y
abordar estas problemáticas. Esto implica
capacitarse en metodologías inclusivas que
reconozcan y valoren la diversidad. Los
educadores deben estar preparados para adaptar
sus enfoques pedagógicos a las necesidades
específicas de sus estudiantes, promoviendo un
ambiente donde todos se sientan seguros y
valorados. Además, la inclusión educativa
requiere un cambio cultural dentro de las
instituciones educativas. Promover valores
como el respeto y la empatía desde una edad
temprana es esencial. Los docentes pueden
implementar actividades que celebren la
diversidad y fomenten el diálogo entre
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estudiantes de diferentes orígenes, ayudando a
derribar estereotipos y prejuicios.
La educación inclusiva no solo beneficia a los
individuos directamente involucrados; también
tiene un impacto positivo en toda la sociedad.
Al formar ciudadanos más conscientes y
empáticos, contribuimos a una cultura más
tolerante y equitativa. La educación puede ser
una herramienta poderosa para desmantelar
estructuras discriminatorias arraigadas en
nuestra sociedad. Para lograr una inclusión real
en el ámbito educativo, es fundamental contar
con políticas claras que promuevan la no
discriminación. Esto incluye garantizar
recursos adecuados para escuelas con
poblaciones diversas y establecer mecanismos
para monitorear y evaluar el progreso hacia una
educación inclusiva. En conclusión, la relación
entre derechos humanos y educación es crucial
en nuestra búsqueda por sociedades más justas
e igualitarias. La no discriminación debe ser un
principio rector en todas las prácticas
educativas, transformando las aulas en espacios
donde todos los estudiantes puedan prosperar
sin temor al juicio o al rechazo. Los docentes
del siglo XXI tienen un papel vital en este
proceso, actuando como agentes de cambio que
no solo enseñan contenidos académicos, sino
que también forman ciudadanos responsables
comprometidos con la inclusión y el respeto
mutuo.
Por su parte, la inclusión educativa, en el
contexto del pensamiento de John Dewey, se
convierte en un principio fundamental para la
construcción de una sociedad más justa y
equitativa. Dewey, un filósofo y educador
estadounidense del siglo XX, creía firmemente
en la educación como un medio para promover
la democracia y la participación activa de los
individuos en la sociedad. Para Dewey, la
educación no era solo un proceso de transmisión
de conocimientos, sino una experiencia social
que debía reflejar y responder a las necesidades
de la comunidad. En este sentido, la inclusión
educativa se alinea perfectamente con su visión,
ya que implica reconocer y valorar la diversidad
presente en el aula y en la sociedad. Dewey
sostenía que cada estudiante trae consigo un
conjunto único de experiencias y perspectivas
que enriquecen el proceso educativo. Por lo
tanto, es esencial que las escuelas creen
entornos donde todos los estudiantes se sientan
valorados y puedan contribuir con sus voces. La
inclusión educativa, desde esta perspectiva, no
se limita a permitir que todos los estudiantes
accedan a la educación; implica adaptar las
prácticas pedagógicas para atender las
necesidades específicas de cada individuo.
Dewey enfatizaba la importancia de aprender
haciendo y fomentaba un currículo que
conectara el aprendizaje con la vida real. Esto
significa que los docentes deben ser flexibles y
creativos en sus enfoques, utilizando métodos
que reconozcan las diferencias culturales,
lingüísticas y sociales entre sus estudiantes. Al
hacerlo, no solo promueven el aprendizaje
académico, sino que también ayudan a construir
una comunidad escolar inclusiva donde todos se
sientan parte del proceso.
Además, Dewey creía en el poder del diálogo y
la colaboración en el aula. La inclusión
educativa se beneficia enormemente de esta
idea al fomentar un ambiente donde los
estudiantes puedan interactuar entre y
aprender unos de otros. Al trabajar en grupos
diversos, los estudiantes tienen la oportunidad
de desarrollar habilidades sociales esenciales
como la empatía y el respeto por las diferencias.
Esto no solo mejora su experiencia educativa
individual, sino que también contribuye a
formar una cultura escolar más inclusiva.
Finalmente, el aula inclusiva se define como un
espacio educativo que acoge y valora la
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diversidad de todos los estudiantes,
garantizando que cada uno de ellos tenga acceso
a una educación de calidad. Este enfoque
implica reconocer las diferencias en
habilidades, culturas, y estilos de aprendizaje, y
adaptar las metodologías y recursos para
atender estas variaciones. En un aula inclusiva,
se fomenta un ambiente en el que todos los
estudiantes se sienten seguros y motivados a
participar activamente en su proceso de
aprendizaje. Esto no solo beneficia a aquellos
con necesidades educativas especiales, sino que
también enriquece la experiencia de aprendizaje
para todos los estudiantes, promoviendo una
cultura de respeto y colaboración.
La inclusión educativa está íntimamente
relacionada con la idea de construir
comunidades más equitativas. En un aula
inclusiva, los docentes juegan un papel crucial
al diseñar actividades que estimulen la
interacción entre estudiantes con diferentes
habilidades y orígenes. Al trabajar juntos en
proyectos, discutir ideas y resolver problemas
en grupo, los estudiantes desarrollan
habilidades sociales y emocionales esenciales,
como la empatía, la comunicación efectiva y el
trabajo en equipo. Este enfoque no solo prepara
a los estudiantes para el mundo real, donde la
diversidad es la norma, sino que también les
enseña a valorar y celebrar las diferencias. Así,
el aula inclusiva se convierte en un
microcosmos de una sociedad más justa, donde
cada individuo tiene la oportunidad de brillar y
contribuir al bien común.
Conclusiones
La inclusión educativa es un desafío
fundamental para los docentes del siglo XXI,
que implica transformar las prácticas
pedagógicas para garantizar el derecho
universal a una educación de calidad. Este
enfoque promueve la igualdad de oportunidades
y busca fortalecer la cohesión social en
sociedades cada vez más diversas. La educación
inclusiva requiere adaptar metodologías,
currículos y dinámicas del aula, además de un
compromiso continuo de formación y
actualización docente. Es esencial contar con el
apoyo de familias, comunidades y políticas
públicas, que deben proporcionar recursos y
promover redes de colaboración para crear
entornos más inclusivos. Este modelo también
fomenta el desarrollo de competencias sociales
y emocionales, contribuyendo a formar
ciudadanos empáticos y responsables,
enriqueciendo el aprendizaje de todos los
estudiantes y promoviendo una cultura de
respeto y aceptación. Sin embargo, enfrenta
obstáculos como resistencias institucionales,
limitaciones en recursos y formación docente.
Para superarlos, es crucial un enfoque proactivo
que impulse el diálogo y fomente una cultura
organizacional abierta al cambio, destacando
que la inclusión es un proceso continuo que
requiere reflexión y adaptación constantes. Al
avanzar hacia una educación inclusiva,
contribuimos no solo al desarrollo individual,
sino también a la construcción de sociedades
más justas y democráticas. Aunque persisten la
discriminación y desigualdades, la educación
inclusiva emerge como una herramienta vital
para promover el respeto a la diversidad y
garantizar derechos fundamentales,
favoreciendo un entorno social más equitativo y
democrático.
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Guzmán Marimón.