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Los profesionales de enfermería, en su
formación académica de pregrado, adquieren
competencias fundamentales para el ámbito
laboral. Sin embargo, en un mundo globalizado
y altamente competitivo, es esencial que
adquieran competencias más especializadas.
Los estudios de posgrado en diversas áreas de la
enfermería les permiten mejorar su
posicionamiento en el mercado laboral. Según
Castillo y Álvarez (2018), la competencia es "el
fruto de la aplicación de conocimientos,
habilidades y actitudes adquiridos durante la
formación en una temática concreta y específica
surgida en el ámbito de la disciplina" (p. 69).
Además, los programas de posgrado que
capturan la esencia de la profesión de
enfermería son de gran valor, pues no solo
contribuyen al desarrollo disciplinario, sino que
también permiten abordar diversas necesidades
de salud en diferentes etapas de la vida. Estos
programas optimizan los recursos del estado y
garantizan la satisfacción general de la
población (Cedeño, 2020).
En el ámbito de la educación superior, es crucial
que la planificación de programas académicos
considere su vinculación con la sociedad y la
relevancia de la investigación que se desarrolla.
Según el Consejo Nacional de Educación
Superior, es esencial que las universidades
establezcan la pertinencia de sus ejes operativos
en cuanto a la producción y transferencia del
conocimiento (Rivas et al., 2017). Los
programas de posgrado en enfermería, en
particular, deben ser diseñados para responder a
las necesidades y demandas actuales de la
población y de aquellos que buscan avanzar en
su formación académica. Esto implica adaptar
las modalidades educativas para facilitar el
proceso de aprendizaje.
En este contexto, Rincón (2003) señala que los
programas de posgrado deben estar
estrechamente articulados con el contexto social
y económico, respondiendo a necesidades
diagnosticadas específicamente en un área o
región, basados en un análisis de tendencias y
una articulación multifactorial de fenómenos
sociales (Arévalo et al., 2019, p. 32).
Es importante destacar que las universidades
ecuatorianas, históricamente, han enfrentado
limitaciones en el alcance social y colectivo
debido a la insuficiencia de programas públicos
de cuarto nivel que respondan adecuadamente a
las necesidades sociales y tecnológicas del siglo
XXI. Esto subraya la urgencia de adoptar un
nuevo enfoque en los programas de posgrado,
que enfatice la excelencia, pertinencia, calidad
universitaria, y las competencias generales y
específicas requeridas para atender los desafíos
sociales, económicos, locales, nacionales e
internacionales, fortaleciendo así la conexión
entre la universidad y la sociedad (Gonzalez,
Herrera, & Salazar, 2017).
Además, la pandemia de Covid-19 ha resaltado
globalmente, y en particular en Ecuador, la
necesidad crítica de contar con personal
especializado en todas las áreas de atención
médica, especialmente en enfermería familiar y
comunitaria. La especialización en estos
campos permitiría ofrecer un apoyo de mayor
calidad a los pacientes y sus familiares,
especialmente en situaciones críticas como la
admisión a emergencias o el cuidado en
Unidades de Cuidados Intensivos.
Particularmente en el primer nivel de atención
de salud, se ha evidenciado la falta de
profesionales de enfermería especializados y
con títulos de maestría en diversas áreas de
salud, quienes son esenciales por ser el primer
contacto del personal sanitario con el paciente y