Página 73
documentos de acceso abierto o disponibles
mediante suscripciones institucionales, lo cual
podría haber influido en la amplitud de los
estudios analizados. Además, aunque la
diversidad metodológica en los estudios
seleccionados enriquece el análisis, también
dificulta la comparación directa entre resultados
debido a las diferencias en contextos, muestras
y enfoques.
Resultados y Discusión
Cuando se crea un perfil de egreso la atención
se centra en el proceso formativo que debe surtir
la universidad para el tiempo determinado, pero
relativo, en función de la rapidez para transitar
la malla curricular. Menos atención se presta al
perfil de ingreso en cuanto a competencias, que,
como la lectoescritura, debe tener el estudiante
para que el proceso formativo cumpla la función
de alcanzar el perfil de egreso deseado en lapso
de tiempo razonable (Navarro et al, 2020).
Desde esta perspectiva, y dado que la mayoría
de las universidades utilizan los resultados de
las pruebas Saber 11 como requisito de ingreso,
y que es obligatorio presentar los exámenes
Saber Pro al final de los programas académicos
de pregrado, se ha acuñado el concepto de valor
agregado para significar el aporte a la formación
del estudiante. El valor agregado se entiende
como la información estadística obtenida de
pruebas estandarizadas comparables entre sí
que reflejan el aporte real de la institución
educativa al aprendizaje de los estudiantes, en
comparación con los resultados "brutos" que se
deben a muchos factores generalmente externos
a las universidades (ICFES, 2022).
En Colombia, el ICFES evalúa la lectura crítica
y comunicación escrita de los egresados, tanto
de las instituciones de formación básica, como
de las universidades, lo que permite medir el
impacto del proceso formativo al comparar el
desempeño de ingreso y egreso en determinada
universidad, pero también dimensiona el costo
del esfuerzo para suplir, las brechas de lectura y
escritura de quienes ingresan a los programas de
formación profesional (Bustamante, 20l9).
Puede inferirse entonces que un alto nivel en
lectoescritura al ingreso se traduce en el alcance
del perfil de egreso y en la optimización de
recursos. Sin embargo, como anota Marín
(2014):
Hoy, con asombro podemos percatarnos
que, en el nivel de educación superior, los
jóvenes tienen problemas para la escritura
básica, la expresión oral en clase, la
exposición temática y la comprensión de lo
que leen o de lo que escuchan; y estas son
habilidades comunicativas básicas que no
solo contribuyen a lograr un buen
desempeño escolar, sino que también son
habilidades para la vida (p. 52).
El asunto es que las universidades tienen escasa
injerencia en el perfil de ingreso, los estudiantes
llegan con unos procesos formativos previos
producto de una formación delineada en gran
medida por las políticas públicas educativas que
deberán acoger las instituciones de educación
básica (Namorado, 1995; MEN, 2013; Young y
Zagata, 2024). Por su parte, en la Universidad
la lectura y escritura son consideradas como
habilidades transversales implícitas en el
currículo oculto, en la medida que no está
explícita en los planes de estudio (García,
2020). Al respecto, Olave y Cisneros (2013) y
García (2020), hacen notar que en las
instituciones de educación básica se tiende a
endilgar a la asignatura de Castellano, la
responsabilidad de desarrollar competencias
lectoescritoras, mientras que en la universidad
no tiene adjudicatario disciplinar específico,
pese a que ninguna de las áreas prescinde de las
competencias comunicativas del lenguaje para
poder realizar sus procesos de formación.