Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 5 No. 3
Marzo del 2024
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LO QUE HACEMOS, DESDE LA PSICOLOGÍA EDUCATIVA, PARA LA FORMACIÓN DE LAS
NUEVAS GENERACIONES.
WHAT DO WE DO, FROM EDUCATIONAL PSYCHOLOGY, FOR THE TRAINING OF NEW
GENERATIONS.
Autor: ¹Enrique Farfán Mejía.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-5934-2046
¹E-mail de contacto: efarme@hotmail.com
Afiliación: ¹* Universidad Nacional Autónoma de México - FES Iztacala (México)
Articulo recibido:21 de Noviembre del 2023
Articulo revisado:26 de Noviembre del 2023
Articulo aprobado:20 de Marzo del 2024
¹Licenciatura en Psicología, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (México) con 25 años de experiencia laboral.
Magister en Psicología egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (México). Phd. en Educación de la Universidad
Autónoma de Sinaloa (México). Miembro del SNI Nivel 1
Resumen
Los tiempos actuales conjugan crisis de
significados acerca de los actos de las personas
y crisis conceptuales en las ciencias del
comportamiento. La gravedad de esta crisis
plantea riesgos en la supervivencia de la
especie humana. La obra de Konrad Lorenz,
desde la etología, ha puesto especial atención a
este problema. Desde la epistemología y la
ética, se pone énfasis en el compromiso ético
que conlleva el dominio del conocimiento con
la atención a las problemáticas sociales.
Considerando lo anterior, el objetivo fue
reflexionar, desde la perspectiva etológica de
Lorenz, acerca de la aportación de la psicología
educativa a la comprensión y promoción de la
supervivencia de la especie. Esta reflexión
pone especial énfasis en las prácticas de crianza
y problemas en las relaciones
intergeneracionales que nos están poniendo en
riesgo. El trabajo termina destacando las
implicaciones de abordar la problemática
señalada en la formación profesional y la
necesidad que conlleva de replantear
éticamente el ejercicio psicológico.
Palabras clave: Crisis cultural, Crianza,
Formación profesional, Relación padres-
hijos.
Abstract
Current times combine crises of meaning about
people's actions and conceptual crises in
behavioral sciences. The severity of this crisis
poses risks to the survival of the human species.
The work of Konrad Lorenz, from the
perspective of ethology, has paid special
attention to this problem. From epistemology
and ethics, emphasis is placed on the ethical
commitment that the domain of knowledge
entails with attention to social problems.
Considering the above, the objective was to
reflect, from Lorenz's ethological perspective,
on the contribution of educational psychology
to the understanding and promotion of the
survival of the species. This reflection places
special emphasis on parenting practices and
problems in intergenerational relationships that
are putting us at risk. The work ends by
highlighting the implications of addressing the
aforementioned problem in professional
training and the need that entails to ethically
rethink psychological exercise.
Keywords: Cultural crisis, Parenting,
Vocational training, Relationship.
Sumário
Os tempos atuais combinam crises de
significado sobre as ações das pessoas e crises
conceituais nas ciências comportamentais. A
gravidade desta crise representa riscos para a
sobrevivência da espécie humana. O trabalho de
Konrad Lorenz, na perspectiva da etologia, tem
dado especial atenção a este problema. Da
epistemologia e da ética, destaca-se o
compromisso ético que o domínio do
conhecimento acarreta com a atenção aos
problemas sociais. Diante do exposto,
objetivou-se refletir, na perspectiva etológica de
Lorenz, sobre a contribuição da psicologia
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educacional para a compreensão e promoção da
sobrevivência das espécies. Esta reflexão
especial ênfase às práticas parentais e aos
problemas nas relações intergeracionais que nos
colocam em risco. O trabalho termina
destacando as implicações da abordagem do
referido problema na formação profissional e a
necessidade que isso implica repensar
eticamente o exercício psicológico.
Palavras-chave: Crise cultural,
Parentalidade, Formação profissional,
Relacionamento.
Introducción
“Los sabios saben lo que se avecina”
K. Kavafis
Analizar y transformar son las tareas
definitorias de la ciencia (Popper, 1967).
Analizar supone la posibilidad de explicar la
realidad conforme modelos científicos.
Transformar refiere la llamada ciencia aplicada
orientada a generar condiciones deseadas. Estas
dos funciones enmarcan privilegios, pero
también responsabilidades sociales para el
científico (Estrada, 2022).
Tener clara esta responsabilidad que conlleva el
conocimiento es una tarea ya considerada desde
la Antigüedad. Kavafis (1997), se basa en unos
versos de Filostrato, para escribir acerca de la
responsabilidad de “los sabios” de advertir
sobre lo que otros no perciben. Este
compromiso es, sobre todo, responsabilidad del
que conoce y convive con otros que están lejos
de saber, pero que también importan y pueden
ser beneficiarios de ese conocimiento. En el
poema de Kavafis se hace ver esta
responsabilidad que los que saben tienen:
Su oído, en las horas de honda reflexión,
se sobresalta. El secreto rumor
les llega de hechos que se acercan.
Y a él atienden reverentes.
¿Los psicólogos estamos advirtiendo lo que se
avecina en el campo del aprendizaje? ¿Hasta
dónde nos puede ayudar la psicología para
comprender a las personas con las que
convivimos? ¿Hasta dónde nos puede ayudar a
comprender el mundo en el que estamos
viviendo? ¿Hasta dónde los psicólogos
educativos somos conscientes y responsables
del mundo que está colaborando a formar?
Consideramos que, hasta ahora, lo que ha
imperado es una psicología descriptiva. Esta
descripción la busca hacer de manera objetiva y
eso en los hechos ha significado ausentarse de
interpretar el significado de los actos que se
estudian.
Encontramos una psicología para la cual el
significado de los actos se los da el grupo social
dentro del cual sucede el comportamiento
individual. Ribes y López (1985) denomina esta
dimensión de significados como “medio de
contacto normativo”. No es que la pertenencia a
cierto grupo social define el sentido de todo el
comportamiento, sino que, el ser humano, la
acción humana tiene múltiples sentidos a lo
largo de la vida cotidiana de las personas dado
su tránsito por varios grupos y contextos (Ribes
y Almonacid, 2012).
Esta propuesta teórico-filosófica tiene sentido
en un mundo claro y definido, en un horizonte
de justicia y bienestar donde los seres humanos
establecen lo que quieren, lo que hacen y el
significado de lo que hacen. La psicología
puede operar de esa manera cuando se trata de
un mundo estable que brinda un status quo
proveedor de significados. En una situación
como esa, la psicología no se ve obligada a
intervenir guiando el comportamiento del ser
humano sino a dar cuenta de cómo el ser
humano le da sentido a sus actos (García et al.
2018). La reflexión acerca del devenir de la
humanidad nunca dejó de estar presente en la
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obra de destacados psicólogos como Kantor
(1978), Skinner (1972) y Ribes (2011).
Pero ¿qué pasa si la sociedad está sumida en una
crisis de identidad y de significados acerca de
sus actos? Es decir ¿qué significado atribuirle al
comportamiento de un grupo o práctica social
en tiempos de crisis? La crisis de un grupo o de
una práctica social, por definición, embarca a
los individuos que lo conforman a un vacío de
sentido. Lo que hasta hace poco era claro e
inobjetable se vuelve confuso. ¿La psicología
debe permanecer alejada, observando cómo el
ser humano se hunde, sin ofrecer una valoración
de la debacle que atestigua so pena de perder la
objetividad? ¿O será que la psicología es parte
de esa crisis? ¿estamos en un momento de la
psicología en la que también esta disciplina
tiene crisis de identidad y significados?
Kuhn (2006), se refiere a la crisis paradigmática
como un periodo donde las respuestas que
funcionaban dejan de ser efectivas y la manera
de comprender el objeto de estudio cambia, aún
el mismo objeto de estudio puede cambiar. Las
crisis, sigue Kuhn (2006), pueden resolverse
muchas veces acudiendo a otras disciplinas
desde las cuales se construyen alternativas
paradigmáticas para encontrar las respuestas
que hacen falta.
Sin embargo, consideramos que podemos
encontrar un caso en el que se hace ciencia
explicativa, comprometida con la búsqueda de
sentido a lo que hacemos, se trata del trabajo de
Konrad Lorenz. Desde la etología, Lorenz
(2011), realiza una reflexión interdisciplinaria
para hacerse cuestionamientos psicológicos
acerca del sentido de los actos humanos a partir
de la teoría de la evolución de las especies. Para
este autor los actos humanos adquieren
plenamente sentido en la medida que aseguran
la supervivencia de la especie. Su visión de la
historia, al tratarse de una mirada desde la
etología, centrada en la especie y no en el
individuo, le permite apreciar las crisis y
cambios sociales en las que la especie humana
se ve envuelta, así como el impacto de estas
crisis en el comportamiento individual
(Montoya, 2021). Considerando lo anterior, en
esta comunicación el objetivo es reflexionar,
desde la perspectiva etológica de Lorenz, acerca
de la aportación de la psicología a la
comprensión y promoción de la supervivencia
de la especie, poniendo especial énfasis en la
importancia de valorar las prácticas de crianza
y las relaciones intergeneracionales que se
practican.
Materiales y Métodos
Este trabajo transdisciplinario consistió en una
revisión conceptual crítica, a partir de una
estructura analítica desde la teoría
argumentativa clásica de Aristóteles. Además
de la transdisciplina el trabajo discurre
considerando estudios empíricos psicológicos
elaborados desde distintos paradigmas. Se
presentaron las afirmaciones de Lorenz y cada
una de ellas se argumentó para sostenerla. Se
hizo una revisión de la literatura buscando
documentar empíricamente lo propuesto
reflexivamente por Lorenz, con lo que se
propició un diálogo entre etología, pedagogía y
las diversas psicologías. Los resultados de este
análisis se presentan conforme los rasgos
señalados por Lorenz para caracterizar la
relación entre generaciones.
Resultados y Discusión
Lorenz (2011) evalúa la pertinencia de la
actividad humana desde la mirada que le provee
la etología, específicamente las teorías de la
selección natural y la adaptación. Lo anterior
quiere decir que Lorenz le otorga un significado
a los acontecimientos que vivimos como
humanidad, los interpreta desde ese marco que
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trasciende la mera teoría e instala su sentido en
la valoración de la supervivencia del ser
humano (Ardila, 2021).
A la luz de esa mirada comprometida con el
bienestar de nuestra especie, Lorenz (2011), ve
el comportamiento del ser humano
contemporáneo como peligrosamente
inadaptado para la supervivencia. Más allá de
que en el medio o grupo social se considere un
comportamiento adecuado o inadecuado, este
autor nos pide elevar el alcance de la mirada
para valorar qué tanto aporta ese
comportamiento a la conservación de la
humanidad. Esta preocupación pareciera ser
ociosa en tanto la especie humana está
abundantemente presente en toda la Tierra, sin
embargo, esto no es garantía de que las
generaciones siguientes encontrarán las mejores
condiciones para vivir. Lorenz señala que es
necesario ver los actos que tenemos como
especie no simplemente como un asunto
individual sino como un comportamiento
valorado en el colectivo humano.
Siguiendo estos principios, Lorenz aplica los
métodos etológicos a la valoración de la
actividad de la especie humana encontrando
que, a partir de los últimos años, se dieron
varios cambios en nuestra forma de vida que
repercutieron negativamente en la manera en la
que criamos a las nuevas generaciones. Se
perfila un nuevo “estilo de vida” distante de los
patrones de comportamiento que nos
caracterizaban y a través de los cuales
aseguramos nuestra supervivencia a lo largo de
miles de años como especie.
El resultado de este análisis etológico es el
señalamiento de que estamos en un grave
conflicto. Fundamentalmente, el problema
advertido por Lorenz radica en las relaciones
intergeneracionales inoperantes que estamos
propiciando. En pocas palabras, señala Lorenz,
los jóvenes humanos no tienen buen vínculo con
los humanos veteranos. No hay buena relación
entre padres e hijos, entre educadores y
aprendices. Lamentablemente estas malas
relaciones no derivan de la causalidad o de un
accidente, sino que obedecen a un cambio brutal
en la forma de vida occidental. Este “nuevo
estilo de vida” tendría, de acuerdo con Lorenz
(1972), los rasgos siguientes:
Los padres no construyen un vínculo con
sus hijos
Los hijos no admiran ni respetan a sus
padres
Los jóvenes no valoran el esfuerzo
necesario para obtener un satisfactor
Hay un enfrentamiento generacional
A continuación, revisaremos cada uno de estos
rasgos que ahora caracterizan a las relaciones
intergeneracionales de la humanidad.
Los padres no construyen un vínculo con sus
hijos
El estudio del desarrollo y del aprendizaje
ayudó a precisar la existencia de “calendarios”
del comportamiento, es decir, fechas específicas
que marcan el alcance esperado de logros que el
individuo debe alcanzar, los cuales, si no se
cumplen en su momento, más tarde puede ser
que ya no se alcancen o sufran alguna merma.
Estos calendarios son más apreciables en los
primeros años de la vida infantil (Palacios, Coll
y Marchesi, 1990). Uno de los primeros
deberes de ese calendario es el de lograr
establecer un vínculo o apego de los hijos con
los padres (Cerezo, Pons y Trenado, 2011). A
temprana edad el niño debe apegarse
afectivamente a su cuidador, primordialmente a
sus padres. Este vínculo requiere que se cumpla
una condición muy precisa: el contacto directo
entre padres e hijos o entre el cuidador y el
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infante. Este vínculo y apego afectivo tiene una
ventaja evolutiva para la especie, pues asegura
la supervivencia de las nuevas generaciones al
propiciar mayores cuidados de los adultos hacia
las crías (Milozi y Marmo, 2022).
La vida actual, señala Lorenz, no asegura que
esta condición tan importante se logre, el factor
económico sería el mayor responsable de este
descuido. Los niños de padres que trabajan no
pasan el tiempo necesario con sus progenitores,
pues estos tienen que dedicar casi todo el día a
laborar. La carencia de recursos económicos no
explica esta desatención: los hijos de padres de
clase media o de familias ricas están muchas
veces en la misma situación.
En los diferentes estratos sociales de la
población, la falta de atención de los padres con
los hijos busca ser suplida por criadores
contratados particularmente o en instituciones
públicas. El mismo Lorenz se basa en René
Spitz para señalar que la rotación de personal
impide muchas veces que esa suplencia
funcione, y, por lo tanto, se da el fenómeno que
Spitz denomina como “desamparo aprendido”
al referir el abandono funcional que
experimentan los hijos.
El resultado son niños que ante la falta de
contacto reaccionan de varias maneras, pero
todas en reciprocidad de esa carencia: se aíslan,
se encierran en mismos, se hacen autistas
sociales. Son niños que crecerán sin motivarse
por los estímulos. Su actitud ante el mundo será
de indiferencia y aún de odio. Una de las bases
fundamental del trato social que es la
compasión no se construye, por lo tanto, serán
niños que no verán como suyos los problemas
ajenos. No se inmutarán si a un compañero lo
agreden o si una persona en la calle está en
problemas. Así que el descuido hacia los
jóvenes se revierte en un descuido de los
jóvenes por los demás (Sastré y Moreno, 2020).
Los niños no admiran ni respetan a sus padres
La forma de vida actual no favorece que los
hijos admiren y respeten a sus padres, sobre
todo en la esfera laboral. Autores como
Alvarado (2015) incluso señalan el “declive” de
la paternidad. En el pasado, era frecuente que
los padres iniciaran a sus hijos en las
actividades productivas a las que ellos se
dedicaban.
Cuando el hijo se iniciaba en las mismas
actividades laborales que el padre, sabía de lo
que se requería para cumplir a diario en el
trabajo, de esa forma reconocía el esfuerzo y la
maestría del padre en la tarea a la que se
dedicaba. La economía gremial bajo el régimen
artesanal se sostenía de padres a hijos en el
antiguo taller. Es decir, además de un modo de
organización económica, el taller y el modo
artesanal también repercutían en propiciar una
vida familiar de relaciones cercanas y
continuas: “La familia es importante porque ahí
es donde nace el taller y es la que mantiene la
tradición artesanal… En la familia artesanal se
da el respeto por la madre y el padre…”
(Caballero, 2007, p. 36)
Con el paso del tiempo y la prevalencia de
modos de producción industriales, el taller y la
forma artesanal de producción se ha vuelto poco
frecuente. En la actualidad hay tal
distanciamiento entre la vida laboral del padre y
la vida familiar, que el hijo no pocas veces
ignora a lo que se dedica el padre, ignora su
esfuerzo y desconoce su sapiencia porque no
experimenta trabajar en el mismo campo laboral
junto con su progenitor. Ahora, dice Lorenz, el
hijo sólo sabe de un padre que llega a casa
cansado.
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El hijo difícilmente le admira pues no sabe lo
que el padre se esforzó por él ni sabe de su
dedicación y destrezas. El poco tiempo que
queda para la familia se va como agua,
transcurre en actividades de la vida cotidiana
ajenas al diálogo y la comunicación.
Los jóvenes no valoran el esfuerzo necesario
para obtener un satisfactor
Lorenz advierte acerca de una de las
repercusiones morales más notables de las
debilidades en el vínculo entre padres e hijos.
Los padres tienden a obsequiar en demasía
regalos, objetos, presentes, comida o ropa a sus
hijos. Por lo tanto, el joven actual no valora el
esfuerzo necesario para obtener un satisfactor.
Su vida está cimentada sobre un continuo
consumo que busca extender sin límite ni
terminación. El joven de la actualidad está
hecho para recibir, para el deleite, para el
reforzamiento de sus acciones.
Lamentablemente, se perdió la consideración de
que la satisfacción se valora más cuando se
logra después de esforzarse y no como un
regalo. El esfuerzo no sólo es un fin a lograr
sino un medio para lograr nuestro pleno
desarrollo: “el deber ser hay que conquistarlo
por la formación, nacemos humanos, pero no
humanizados y ello no siempre es posible sin el
esfuerzo (Gervilla, 2003, p. 104). Esta falta de
valoración del esfuerzo acentúa el problema
valoral de la falta de compasión por una parte
en la relación con los otros y en la falta de
aprecio por los esfuerzos que ponen los
cuidadores para llevarle satisfactores a los
jóvenes (Salazar, 2023).
Los jóvenes que no se acostumbran a esforzarse
languidecen y se apartan del esfuerzo necesario
para considerar a los demás, sobre todo a los
más necesitados o débiles.
La bondad es el resultado de un esfuerzo. Sin
embargo, es mucho más cómodo y fácil la
maldad del egoísmo o del pasar por alto al otro
que está en convivencia. Por lo tanto, cuando el
esfuerzo entra en descrédito, la compasión y
otros importantes valores simplemente no se
dan.
Enfrentamiento generacional
El culmen de estos acontecimientos es el
enfrentamiento generacional. Por la falta de
apego del hijo al padre, por la ausencia de
admiración y respeto de los retoños a sus
antecesores, por la poca valoración al esfuerzo
necesario para alcanzar un satisfactor, el punto
más alto del conflicto entre padres e hijos es el
enfrentamiento generacional entre los jóvenes y
los viejos.
La supervivencia de una cultura requiere la
conservación de conocimiento, valores y
habilidades de una generación a otra. Eso
implica la admiración y el reconocimiento de
las nuevas a las viejas generaciones de manera
que los novatos asumen su papel de receptores
y los veteranos reconocen su tarea como
proveedores de cultura.
En una sociedad donde las generaciones se ven
como compañeros, los jóvenes ven a los viejos
con respeto, los juzgan útiles pues son
portadores de profundos conocimientos
importantes para la supervivencia. Sin embargo,
en sociedades con enfrentamiento
intergeneracional en lugar de la admiración y el
respeto de jóvenes a viejos lo que hay es encono
y descalificación que termina en violencia.
Cuando las claves del mantenimiento cultural se
pierden, es decir, cuando se volatiliza la
compasión, el respeto intergeneracional, la
admiración de los hijos a los padres y la
valoración del esfuerzo necesario para obtener
un satisfactor, los grupos sociales de humanos
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entran a una situación de riesgo de
supervivencia.
Lorenz enjuicia la conducta de la especie
humana construyendo una teoría biológica del
comportamiento comprometida en explicar y no
sólo en describir lo que acontece. El balance que
resulta no es cómodo. Nuestro comportamiento
actual resulta muy mal valorado. En el ejercicio
analítico que propone Lorenz la ética acompaña
a la ciencia. No son dos momentos distintos.
El mismo análisis científico es ético puesto que
juzga y reflexiona las acciones humanas desde
el bien y el mal. Desde la teoría de Lorenz los
modelos de familia, trabajo y escuela actuales
quedan en entredicho. Lorenz podría ser
juzgado erróneamente de conservador por decir
que los padres deberían estar ahí cuando tienen
un hijo. Habría que cuestionar la participación
casi obligada de ambos padres en el trabajo
remunerado fuera de la casa y estaría a favor de
destinar mayor tiempo de dedicación parental a
la crianza del hijo.
La posición de Lorenz también cuestionaría
cambios en los modelos económicos de
producción por medio de los cuales las familias
dejan de laborar de forma gremial puesto que
generalmente los talleres artesanales se radican
en los propios domicilios particulares y cuentan
con la participación de la mayoría de los
miembros de la familia. La convivencia de los
padres e hijos en las mismas actividades
laborales sería algo que tendría que rescatarse.
Esto mismo podría llevar a cuestionar a Lorenz
desde posiciones conservadoras por favorecer
modelos económicos, dirían, atrasados.
Sin embargo, pareciera que detrás del juicio
político queda intocado el afectamiento en la
crianza. Lamentablemente no hemos podido
conciliar el derecho al trabajo que todas las
personas tienen con la atención debida a los
infantes. Henao y Salazar, (2022, p. 34),
recuperan este testimonio de una funcionaria
que atiende en primera nea los problemas de la
infancia: Las madres que laboran y viven solas
con sus hijos, deben acudir a un cuidador
externo, se enfrentan a situaciones muy
complejas, ya que constantemente están
cambiando de cuidadores, afectando a los niños
en su estabilidad emocional”. Por lo que
consideramos que habrá que pensar en un nuevo
discurso que rebase el enfrentamiento entre el
pensamiento hegemónico y contrahegemónico
para plantear una alternativa que plantee la
corresponsabilidad de todos los involucrados,
como proponen Sánchez-Vinasco y Palacio-
Valencia (2013).
La posición de Lorenz frente a la reconstitución
de las prácticas de crianza desafía la forma de
vida tecnologizada en la que vivimos. En
conclusión, es una postura en la que se entraría
en conflicto con el modelo de vida dominante
en estos tiempos posmodernos en el cual se dice
que las personas deben buscar su vida
privilegiando la decisión personal, el trabajo, el
uso de nuevas tecnologías, la inclusión y el
alejamiento de las familias.
Podría parecer una utopía la propuesta que hace
Lorenz, pero hay quienes no sólo apoyan estas
ideas, sino que, incluso las viven. No son pocas
las personas que inculcan a sus hijos seguir en
la actividad laboral que ellos han desarrollado.
Padres comerciantes que inician a sus hijos en
esa actividad. Abogados que incluyen en sus
despachos a sus hijos. Evidentemente el capital
cultural aumenta en la convivencia familiar y
laboral conjunta pues se transmiten “viejos
saberes”, “secretos”, entre generaciones.
Desde la academia se han podido documentar
las ventajas de la vida laboral gremial en la
cotidianidad familiar, incluso hay quienes han
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hecho propuestas para retomar esa forma de
organización laboral, como lo hace Del Carpio
(2012). Lamentablemente, en estos tiempos
crece la idea de que eso debe destruirse y que es
impropio que los padres recomienden a sus
hijos para que ocupen sus plazas de trabajo
cuando ellos se jubilan. El resultado ya lo
dijimos: generaciones de hijos que no valoran a
sus padres pues desconocen el esfuerzo laboral
que despliegan.
En la misma dirección apoyada por Lorenz
(2011), se sabe de políticas laborales a favor de
proporcionar más oportunidades y tiempo a los
padres para la crianza. En varios países se
incrementaron los días de la licencia de
maternidad y, además, se extendió ese permiso
al padre. Otras compañías privadas dan
facilidades a las madres de criar a sus hijos en
la sede laboral. Aún más, existen empresas
privadas e instituciones públicas en las cuales se
favorecen prácticas precisas como el que la
madre amamante a su hijo destinando un
horario y lugar para esa tarea de crianza tan
importante. Crecen de manera exponencial las
llamadas salas de alimentación materna.
Desde el punto de vista de la formación en
valores para la vida en sociedad, la compasión
es estimulada por organizaciones religiosas y
laicas. La política de “compromiso social”
inmiscuye a numerosas compañías en la
atención desinteresada por los demás. Incluso al
nivel de certificaciones como “empresa
comprometida socialmente”.
¿Qué posición asume la ciencia psicológica?
Esta vida alternativa se enfrenta a numerosos
obstáculos para seguir adelante, ¿qué posición
asume la ciencia psicológica? ¿es una
alternativa a lo que se hace frecuentemente en
la actualidad, o sigue la corriente de mantener
las cosas como están?
Tomemos el caso de la psicología del
aprendizaje escolar, dedicada intensamente,
entre otras múltiples actividades, a la medición
del rendimiento escolar y a la clasificación
consiguiente de los alumnos conforme a los
resultados que obtienen. Ahora contamos con
estudios minuciosos que evalúan el aprendizaje
de millones de niños, pero el conocimiento que
de ahí se deriva no nos ayuda a poner en
perspectiva la supervivencia
Conclusiones
La reflexión que implicó este trabajo nos
plantea reorientar la investigación psicológica
para alinearla con la ética, todo esto nos lleva a
una nueva manera de ver la ciencia del
comportamiento. Asumir ese compromiso
llevaría a privilegiar los estudios psicológicos
comprometidos con asegurar nuestra
supervivencia como especie. Esa preocupación
estaba clara en los textos de los años cincuenta
y sesenta del siglo pasado, cuando fenómenos
sociales como la “guerra fría” llevaron a autores
como Skinner (1972) y Piaget (1973) a buscar
en sus teorías el anclaje social que asegurara
nuestra supervivencia y nos permitiera sortear
las amenazas de una conflagración mundial. No
han faltado las voces dentro de la disciplina que,
coincidiendo con la mirada de Lorenz, advierten
que la formación debe ir más allá de incluir una
ética formal y avanzar al compromiso de la
acción (Díaz, Pérez y Lara, 2016).
La guerra fría entre dos modelos económicos
representados por la URSS y Estados Unidos
terminó con la caída del socialismo real en
1992, pero se reactivó de un modo peculiar con
la guerra de Rusia contra Ucrania en donde el
conflicto de repercusiones mundiales ahora gira
alrededor del enfrentamiento entre Estados
Unidos contra Rusia, aunque ahora los dos
como países capitalistas; continuamos sumidos
en una lenta y paulatina extinción como especie
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pero poco hacemos para involucrar nuestras
investigaciones en ese horizonte social.
La amenaza de una tierra devastada en su
ecología y de una violencia cotidiana en las
urbes alcanza niveles nunca antes vistos. Pero
en nuestra tarea como investigadores poco
hacemos más allá de describir lo que sucede.
Pensamos que podríamos renovar nuestra tarea
y no seguir cerrando los ojos a lo que pasa a
nuestro alrededor. Lamentablemente quizás
somos parte de esa generación de seres
humanos sin compasión, autistas sociales,
cómodos y saturados de debilidad por nuestra
saciedad en el placer, que señala Lorenz y esos
rasgos personales los traducimos a nuestra tarea
profesional como psicólogos del aprendizaje.
Quizás por eso no nos inmiscuimos en llevar
nuestra ciencia a la comprensión de lo que
sucede y nos limitamos a describir lo que
sucede. Aunque lo que describamos sea un
barco que se hunde y nosotros estemos en ese
barco. Y nosotros también nos hundimos.
Quizás no hacemos mucho porque hemos
logrado una posición de privilegio y nos
acomodamos en una sociedad que cínicamente
ve su autodestrucción. No lo permitamos más.
Habrá que señalar los comportamientos que nos
convienen como especie y cuáles no. Tengamos
ese compromiso. Habrá que tener presente la
responsabilidad que conlleva ejercer una
profesión, como la es la de ser investigador
(Hortal, 2002), y tener presente el cumplimiento
de un principio ético-profesional de
beneficencia de nuestra tarea. Ribes (2018),
criticó a la disciplina psicología que se reduce a
legitimar el estado de cosas. ¿Acaso es lo que
hacemos? ¿simplemente legitimamos una
situación que no nos lleva a mejor forma de
vida?
Ojalá que la psicología del aprendizaje nos lleve
a comprender mejor lo que vivimos como
especie. Ojalá que podamos advertir a la
sociedad sobre las consecuencias de sus actos.
El conocimiento y perspectiva de esas
consecuencias no convierte la tarea del
investigador en mera ideología pues está
sustentada en datos.
La investigación psicológica tiene décadas de
conocimiento acumulado y un gran saber sobre
la consecuencia de los métodos y las
condiciones de enseñanza (Hattie, 2009).
También es amplio el conocimiento que
tenemos acerca del vínculo entre la escuela y la
vida privada (Herrera y Espinoza, 2020). En la
teoría del aprendizaje escolar hace falta que
digamos a donde nos va a llevar el estado de
cosas actual. ¿A dónde nos llevará una teoría
psicológica que deja en las jóvenes mentes la
decisión de vidas que ellos mismos difícilmente
han construido ante las carencias sociales en las
que han vivido? ¿Son tiempos para teorías
sustentadas tan firmemente en la decisión
personal de individuos criados en la falta de
consideración a los demás y que han labrado su
existencia a base de la violencia y el abuso?
Estas preguntas y otras más deben de surgir en
nuestras investigaciones, pero también en los
espacios formativos de nuevos investigadores.
No podemos permitir traducir nuestra profesión
en una labor técnica sin compromiso ético. La
supervivencia de la especie es el precio que
podemos pagar por seguir ese camino
individualista y de mirada a corto plazo.
Sabemos que no estamos solos en este intento y
que la etología de Konrad Lorenz sigue siendo
una opción válida para repensar la explicación
del comportamiento humano (Peláez Fidalgo,
Sánchez y Caperos, 2014), pero hay que tenerlo
presente y, sobre todo, estar dispuesto a no dejar
atrás esos sólidos saberes.
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(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
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