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universalización. Si bien estos investigadores
aportan: un modelo de extensión universitaria
para la educación superior cubana. Su
aplicación y una estrategia pedagógica del
proceso de promoción sociocultural en la
formación inicial del Licenciado en Educación,
respectivamente, aún son insuficientes para la
dirección del proceso de capacitación en las
universidades. Así mismo, en la revisión del
Decreto ley 1567 de 2019, en el artículo 4º, se
define el concepto de capacitación como:
(…) el conjunto de procesos organizados,
relativos tanto a la educación no formal
como a la informal de acuerdo con lo
establecido por la ley general de
educación, dirigidos a prolongar y a
complementar la educación inicial
mediante la generación de
conocimientos, el desarrollo de
habilidades y el cambio de actitudes, con
el fin de incrementar la capacidad
individual y colectiva para contribuir al
cumplimiento de la misión institucional,
a la mejor prestación de servicios a la
comunidad, al eficaz desempeño del
cargo y al desarrollo personal integral.
Por lo que resulta necesario enfocar el problema
desde una arista más compleja: la capacitación
a un instructor educativo que se encuentra
desempeñando una labor educativa para la que
no tiene desarrollados los conocimientos,
habilidades y actitudes necesarias para mejorar
su efectividad; por tanto, se debe contribuir a su
preparación, es ponerlos en condiciones para
desarrollar la labor educativa en la residencia
estudiantil y su incidencia en el
comportamiento social de los estudiantes.
Al considerar a la extensión universitaria como
un proceso sustantivo de la formación de los
profesionales, en el cual tiene un enfoque
integrador la labor educativa, cultural y
político-ideológica de los estudiantes.
Científicamente al revelar, un programa de
capacitación de los instructores educativos, en
el que se establecen las prioridades de cada una
de las actividades propuestas para el tratamiento
a la labor educativa. Desde la práctica la
capacitación de los instructores educativos
contribuye garantizar el desarrollo de la labor
educativa y su crecimiento personal y
profesional, a través del accionar consciente y
planificado del colectivo capacitador, guiado
por las acciones del programa propuesto.
En la década de los ’90 se consolida la idea de
que la capacitación debe verse como un proceso
de educación permanente, a lo largo de toda la
vida. En este sentido se ubica la definición de
Añorga y col. (1995), cuando plantea que es:
“Proceso de actividades de estudio y
trabajo permanente, sistémico y
planificado, que se basa en necesidades
reales y prospectivas de una entidad,
grupo o individuo y orientado hacia un
cambio en los conocimientos, habilidades
y actitudes del capacitado, posibilitando
su desarrollo integral, permite elevar la
efectividad del trabajo profesional y de
dirección.”
Elementos comunes con esta definición, tiene la
que propone De Lella, C. (1999), cuando
expresa que la capacitación está dirigida a:
“... elevar los niveles de competencia de
las personas para el desempeño de las
funciones laborales relacionadas con el
proceso de producción de determinados
bienes o servicios, para la gestión de ese
mismo proceso, y para las tareas que
implican su propio bienestar y
desarrollo.”
El encargo social que tiene ante sí la
universidad cubana actual, implica formar un
profesional revolucionario, integral, el cual,
desde su profesión, y desde su campo de acción
específico, pueda articular orgánicamente no