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En esa misma línea, Montalvo (2011) sostiene
que el desempeño del educador, no sólo debe
referirse a cuánto será su salario mensual, o al
tipo de servicio o actividad que prestará por el
sueldo que perciba, sino que la función del
educador está basado en la forma como
instruye, en las fortalezas que ha adquirido
producto de la experiencia y la formación inicial
a la que fue sometido en su carrera, con el único
propósito de desarrollar competencias y
potenciar las habilidades de los estudiantes, que
cree oportunidades, que les permitan aprender a
resolver problemas y afrontar los retos de la
vida.
De la Cruz 2010, (citado en Muñoz, 2010 p.23),
sustenta que el desempeño docente tiene que ver
con la calidad de la persona que es, con sus
valores, principios, conductas dentro y fuera de
una escuela, con su honestidad, sus habilidades
sociales, con la disciplina, la responsabilidad, la
honestidad, el compromiso, la predisposición
para el trabajo y la puntualidad. Al respecto,
concuerdo con el autor, sin embargo, a estas
condiciones que se señalan, también son
importantes las habilidades cognitivas que debe
poseer el docente, su preparación y
planificación para enseñar.
Hesse (2010) menciona que el escenario
perfecto para que el docente demuestre su
desempeño, profesionalismo, vocación de
servicio, idoneidad profesional y formación
académica es precisamente el aula. Al respecto,
Hunt (2009) consideró que hablar de
desempeño docente requiere de tener claro
quiénes somos y como nos hemos formado, es
contar con un conjunto de características,
cualidades, comportamientos y habilidades
positivas. A este planteamiento de Hunt,
podemos afirmar que el docente debe ser una
persona dotada de muchas cualidades, con un
perfil idóneo para la instrucción de individuos.
Montenegro (2007) reafirma que el deber del
docente está ligado directamente con los
resultados, es la forma como una persona
desarrolla su trabajo con eficiencia y
responsabilidad. Dice también que la escuela es
como una empresa en donde los logros que se
obtienen y los dividendos que se ganan, deben
lograrse en el menor tiempo y con eficacia, y
que las mediciones sobre su desempeño deben
ser determinados por el mismo sector. En ese
sentido, coincidimos con el autor, pues sólo los
docentes en una visión madura de la real
potencialidad de su profesión pueden plantear
diseños e instrumentos de evaluación.
Ponce (2005) considera que el rol del docente es
una mezcla de la relación que debe existir entre
la forma como actúa, su preparación académica,
la axiología como concibe la educación y las
competencias profesionales pedagógicas que
posee y que a la larga le sirven para poder
orientar, conducir los procesos pedagógicos y,
evaluar su labor en un espacio y tiempo
determinado. La preparación del docente no
sólo es pedagógica sino también intelectual,
investigativa y teórica, que le permita tener los
conocimientos adecuados para un mejor
desempeño profesional.
Capote 2004, (citado en Inojosa, 2004)
determinó que forma como vemos el
desempeño docente debe definirse en un
sistema de formación integral, que por un lado,
facilite desarrollarse en lo personal con
habilidades sociales y éticas, pero también en lo
profesional basado en competencias
profesionales acordes a la profesión, con el
propósito de enfrentar los diversos espacios de
acción y; por otro, relacionar su labor con la
teoría, con el objetivo de asegurar la eficacia y
eficiencia en su trabajo como docente.
Montenegro (2003), señala que el desempeño
docente son las actuaciones que expresa el