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la comunidad escolar. La justicia, cuando se
inculca en los futuros docentes, se convierte en
una herramienta poderosa para construir una
educación más equitativa y democrática
(Ureña, R., & Peralta, S., 2023).
La responsabilidad es otro valor ético esencial
en la formación docente, ya que refleja el
compromiso de los educadores con su rol
como agentes de cambio social y formadores
de las nuevas generaciones. Ser un docente
responsable implica no solo cumplir con las
tareas académicas asignadas, sino también
actuar con profesionalismo y cuidado en la
toma de decisiones que afectan a los
estudiantes. Este valor incluye la capacidad de
reflexionar sobre las propias prácticas,
identificar áreas de mejora y adaptarse a los
cambios del entorno educativo (Gallegos, H.,
Botello, J., & Salinas, E., 2023). La
responsabilidad también se manifiesta en la
disposición para enfrentar los dilemas éticos
con integridad y en el esfuerzo constante por
garantizar que las acciones docentes
contribuyan al desarrollo integral de los
estudiantes. En este sentido, la formación
docente debe proporcionar herramientas
prácticas que ayuden a los futuros educadores
a asumir esta responsabilidad con confianza y
compromiso (Ureña, R., & Peralta, S., 2023).
La empatía, entendida como la capacidad de
comprender y compartir las emociones y
perspectivas de los demás, es un valor clave
para crear un ambiente educativo inclusivo y
colaborativo. Este valor permite a los docentes
construir relaciones positivas con sus
estudiantes, abordando sus necesidades
individuales y promoviendo su bienestar
emocional y académico (Ureña, R., & Peralta,
S., 2023). La empatía también facilita la
resolución de conflictos en el aula, ya que
ayuda a los educadores a entender las causas
subyacentes de las tensiones y a encontrar
soluciones constructivas. Además, la empatía
es especialmente relevante en contextos de alta
diversidad cultural y social, donde los docentes
deben ser capaces de valorar y respetar las
diferencias para fomentar la cohesión y el
respeto mutuo. Este valor también contribuye
al bienestar emocional de los estudiantes, ya
que les permite sentirse comprendidos y
apoyados, lo que a su vez mejora su
motivación y rendimiento académico (Chilán,
L., Viteri, M., Encalada, S., Quintóng, M., &
Goya, B., 2024).
Otro pilar fundamental en la práctica docente
es el respeto, un valor que sustenta todas las
interacciones dentro del ámbito educativo. Este
valor implica reconocer y valorar la dignidad y
los derechos de cada individuo, promoviendo
un ambiente de confianza y colaboración en el
aula (Ureña, R., & Peralta, S., 2023). En
contextos educativos inclusivos, el respeto
adquiere una relevancia particular, ya que
garantiza que todos los estudiantes,
independientemente de sus habilidades,
antecedentes o circunstancias, sean tratados
con igualdad y consideración. Los futuros
docentes deben ser formados para demostrar
respeto en todas sus interacciones, no solo con
los estudiantes, sino también con colegas,
familias y otros miembros de la comunidad
educativa. Este enfoque no solo fortalece las
relaciones interpersonales, sino que también
crea un entorno donde los estudiantes se
sienten valorados y seguros, lo que a su vez
potencia su motivación y compromiso con el
aprendizaje (Chilán, L., Viteri, M., Encalada,
S., Quintóng, M., & Goya, B., 2024).
La honestidad, definida como la coherencia
entre las palabras y las acciones, es otro valor
esencial en la educación, ya que garantiza la
transparencia y la confianza en la práctica