Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 5 No. 12
Diciembre del 2024
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LA EDUCACIÓN EMOCIONAL COMO BASE DE LOS PROCESOS EDUCATIVOS
EMOTIONAL EDUCATION AS THE BASIS OF EDUCATIONAL PROCESSES
Autor: ¹Mariuxi Alexandra Tuquinga Cercado.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-2508-4381
¹E-mail de contacto: mtuquingac@unemi.edu.ec
Afiliación:¹*Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador).
Articulo recibido: 21 de Octubre del 2024
Articulo revisado: 1 de Noviembre del 2024
Articulo aprobado: 17 de Diciembre del 2024
¹Licenciada en Ciencias de la Educación mención Educación Básica egresada de la Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador). Magister
en Gestión Educativa otorgado por la Universidad Espíritu Santo, (Ecuador).
Resumen
La educación emocional constituye un pilar
fundamental en los procesos educativos,
contribuyendo significativamente al desarrollo
integral de los estudiantes. Este artículo explora
las estrategias pedagógicas, los beneficios y las
barreras asociadas con la implementación de la
educación emocional en contextos escolares, a
partir de una revisión sistemática de literatura
reciente. Entre las estrategias más efectivas se
encuentran la enseñanza explícita de
competencias emocionales, el uso de dinámicas
grupales y la integración de herramientas
tecnológicas, las cuales han demostrado
mejorar habilidades esenciales como la
conciencia emocional, la regulación de
emociones, la empatía y las habilidades
sociales. Estas prácticas no solo fomentan un
ambiente escolar positivo, sino que también
impactan de manera significativa en el
rendimiento académico, la motivación
intrínseca y el bienestar general de los
estudiantes. Sin embargo, su implementación
enfrenta desafíos importantes, como la falta de
formación docente, la resistencia al cambio y la
percepción de que las competencias
emocionales son complementarias y no
esenciales. Estas barreras limitan la integración
efectiva de la educación emocional en los
currículos escolares y evidencian la necesidad
de políticas inclusivas que prioricen la
formación docente, la sensibilización de la
comunidad educativa y la asignación de
recursos adecuados. Los hallazgos destacan
que la educación emocional no solo beneficia a
los estudiantes durante su etapa escolar, sino
que también tiene un impacto duradero en su
vida personal y profesional, contribuyendo a
formar ciudadanos más empáticos, resilientes e
inclusivos. La educación emocional, por tanto,
debe considerarse un componente esencial en
los sistemas educativos para afrontar los
desafíos del siglo XXI.
Palabras clave: Educación emocional,
Desarrollo integral, Procesos educativos.
Abstract
Emotional education is a fundamental pillar in
educational processes, contributing
significantly to the comprehensive
development of students. This article explores
the pedagogical strategies, benefits, and
barriers associated with the implementation of
emotional education in school contexts, based
on a systematic review of recent literature.
Among the most effective strategies are the
explicit teaching of emotional competencies,
the use of group dynamics, and the integration
of technological tools, which have been shown
to improve essential skills such as emotional
awareness, emotion regulation, empathy, and
social skills. These practices not only foster a
positive school environment, but also
significantly impact academic performance,
intrinsic motivation, and the general well-being
of students. However, their implementation
faces significant challenges, such as a lack of
teacher training, resistance to change, and the
perception that emotional competencies are
complementary and not essential. These
barriers limit the effective integration of
emotional education into school curricula and
highlight the need for inclusive policies that
prioritize teacher training, raising awareness
among the educational community, and
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allocating adequate resources. The findings
highlight that emotional education not only
benefits students during their school years, but
also has a lasting impact on their personal and
professional lives, contributing to the
development of more empathetic, resilient, and
inclusive citizens. Emotional education,
therefore, must be considered an essential
component in educational systems to meet the
challenges of the 21st century.
Keywords: Emotional education,
Comprehensive development, Educational
processes.
Sumário
A educação emocional constitui um pilar
fundamental nos processos educativos,
contribuindo significativamente para o
desenvolvimento integral dos alunos. Este
artigo explora as estratégias pedagógicas, os
benefícios e as barreiras associadas à
implementação da educação emocional em
contextos escolares, com base numa revisão
sistemática da literatura recente. Entre as
estratégias mais eficazes estão o ensino
explícito de competências emocionais, a
utilização de dinâmicas de grupo e a integração
de ferramentas tecnológicas, que
demonstraram melhorar competências
essenciais como consciência emocional,
regulação emocional, empatia e competências
sociais. Estas práticas não promovem um
clima escolar positivo, mas também têm um
impacto significativo no desempenho
académico, na motivação intrínseca e no bem-
estar geral dos alunos. No entanto, a sua
implementação enfrenta desafios importantes,
como a falta de formação de professores, a
resistência à mudança e a percepção de que as
competências emocionais são complementares
e não essenciais. Estas barreiras limitam a
integração efetiva da educação emocional nos
currículos escolares e demonstram a
necessidade de políticas inclusivas que
priorizem a formação de professores, a
sensibilização da comunidade educativa e a
atribuição de recursos adequados. As
conclusões destacam que a educação
emocional não beneficia os alunos durante
os anos escolares, mas também tem um
impacto duradouro na sua vida pessoal e
profissional, contribuindo para a formação de
cidadãos mais empáticos, resilientes e
inclusivos. A educação emocional, portanto,
deve ser considerada um componente essencial
nos sistemas educacionais para enfrentar os
desafios do século XXI.
Palavras-chave: Educação emocional,
Desenvolvimento integral, Processos
educativos.
Introducción
La educación emocional ha emergido como un
eje central en los procesos educativos
contemporáneos, consolidándose como una
herramienta esencial para el desarrollo integral
de los estudiantes. Bisquerra (Costa, C., Palma,
X., & Salgado, C., 2021) define la educación
emocional como un proceso formativo que
busca el desarrollo de competencias
emocionales, las cuales permiten a los
individuos comprender y gestionar sus
emociones, establecer relaciones
interpersonales positivas, tomar decisiones
responsables y afrontar los desafíos cotidianos
con mayor resiliencia. Este enfoque no solo
mejora el bienestar emocional de los
estudiantes, sino que también potencia el
aprendizaje cognitivo y social, elementos
indispensables en una formación integral. En un
mundo cada vez más globalizado y competitivo,
las competencias emocionales han adquirido
una importancia creciente, siendo consideradas
fundamentales para superar los retos
académicos, sociales y profesionales que
caracterizan la vida contemporánea.
Numerosos estudios han destacado que la
educación emocional influye directamente en el
rendimiento académico y en las habilidades
sociales de los estudiantes. Goleman
(Rodríguez, 2024) subraya que la inteligencia
emocional, definida como la capacidad para
reconocer, comprender y gestionar las
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emociones propias y las de los demás, tiene un
impacto igual o incluso superior al de las
habilidades cognitivas tradicionales en el éxito
educativo y profesional. Sin embargo, a pesar
de la evidencia que respalda su relevancia, la
implementación de programas de educación
emocional en los sistemas educativos enfrenta
desafíos significativos. Entre ellos se
encuentran la falta de formación docente en
competencias socioemocionales, la resistencia
al cambio en algunas instituciones y la
percepción errónea de que estas habilidades son
complementarias y no esenciales. Esta brecha
entre la importancia teórica de la educación
emocional y su aplicación práctica evidencia la
necesidad de desarrollar políticas y programas
que faciliten su integración sistemática en los
currículos escolares.
La educación emocional no solo impacta el
desempeño académico de los estudiantes, sino
que también contribuye de manera significativa
al desarrollo de habilidades sociales
fundamentales. Según Pérez y Gómez
(Quintero, 2024), los estudiantes que
desarrollan competencias emocionales tienden
a establecer relaciones interpersonales más
positivas, resolver conflictos de manera efectiva
y manejar situaciones estresantes con mayor
resiliencia. Estas habilidades son
particularmente relevantes en el contexto
escolar, donde los niños y adolescentes
enfrentan constantes desafíos sociales y
emocionales que pueden influir en su capacidad
para aprender y relacionarse con sus pares. No
obstante, a pesar de su importancia, muchas
escuelas carecen de programas sistemáticos que
integren la educación emocional como parte del
currículo formal, limitando su alcance y
efectividad en la vida diaria de los estudiantes.
El concepto de educación emocional está
intrínsecamente relacionado con la creación de
entornos de aprendizaje seguros y positivos.
Ryan y Deci (Ureña, R., & Peralta, S., 2023)
argumentan que las emociones juegan un papel
central en la motivación intrínseca y en la
capacidad de los estudiantes para
comprometerse activamente con las actividades
educativas. Un ambiente educativo que
promueva la empatía, el respeto y la
comprensión emocional no solo mejora el clima
escolar, sino que también fortalece la confianza
de los estudiantes en sus propias capacidades.
Esta confianza es esencial para fomentar la
participación activa en el aprendizaje y para
promover una visión positiva de mismos
como aprendices competentes. Los docentes
desempeñan un papel crucial en este proceso, ya
que sus actitudes y prácticas tienen un impacto
directo en el desarrollo emocional de sus
estudiantes.
A nivel institucional, la implementación de
programas de educación emocional requiere
una planificación integral que abarque tanto el
desarrollo profesional de los docentes como la
incorporación de estrategias pedagógicas
innovadoras. Fernández-Berrocal y Extremera
(Berastegui, J., de la Caba, M., & Pérez, N.,
2024) destacan que las instituciones educativas
que han integrado la educación emocional en
sus programas reportan mejoras significativas
en la convivencia escolar, el rendimiento
académico y el bienestar general de sus
estudiantes. Sin embargo, estas experiencias
exitosas contrastan con la realidad de muchas
instituciones que, debido a la falta de recursos o
a la ausencia de políticas educativas claras, no
logran implementar este enfoque de manera
efectiva. Este contraste pone de manifiesto la
necesidad de un compromiso más sólido por
parte de los sistemas educativos para garantizar
que todos los estudiantes tengan acceso a una
educación emocional de calidad.
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La transformación de los sistemas educativos
para incluir la educación emocional como una
prioridad no es solo un desafío pedagógico, sino
también una oportunidad para abordar
desigualdades estructurales que limitan el
acceso a una formación integral. Según la
UNESCO (Proaño, A., Flores, V., Guerra, J., &
Núñez, A., 2024), la incorporación de la
educación emocional en los currículos escolares
tiene el potencial de reducir las brechas de
desigualdad, fomentar el respeto por la
diversidad y promover sociedades más
empáticas, inclusivas y resilientes. Este enfoque
no solo beneficia a los estudiantes, sino también
a las comunidades en general, al formar
ciudadanos capaces de contribuir de manera
constructiva a sus entornos sociales y laborales.
El propósito de este artículo es analizar la
educación emocional como base de los procesos
educativos, destacando su papel fundamental en
el desarrollo integral de los estudiantes. A
través de una revisión sistemática de literatura
científica, se pretende identificar las estrategias
más efectivas para implementar la educación
emocional en los sistemas educativos, así como
los beneficios asociados y las barreras que
limitan su aplicación. Este enfoque no solo
permite una comprensión más profunda del
tema, sino que también proporciona
herramientas prácticas para docentes,
instituciones educativas y responsables de
políticas públicas interesados en integrar este
componente esencial en los currículos
escolares.
Este estudio aborda preguntas clave, como:
¿qué estrategias son más efectivas para
implementar la educación emocional en los
procesos educativos? ¿Cómo impactan estas
estrategias en el rendimiento académico, el
bienestar emocional y las habilidades sociales
de los estudiantes? ¿Cuáles son las barreras más
comunes que dificultan su integración y cómo
pueden superarse? Estas interrogantes son
esenciales para construir un marco teórico y
práctico que guíe la implementación de
programas de educación emocional en
contextos educativos diversos, respondiendo a
las necesidades específicas de cada comunidad.
La educación emocional no debe ser vista como
un complemento opcional en los currículos
escolares, sino como un pilar fundamental que
sustenta los procesos de aprendizaje y el
desarrollo integral de los estudiantes. En un
contexto global donde las competencias
emocionales son cada vez más valoradas,
integrar este enfoque de manera sistemática es
una inversión en el futuro de los estudiantes. Al
hacerlo, no solo se prepara a las nuevas
generaciones para enfrentar los desafíos de la
vida con mayor resiliencia y empatía, sino que
también se promueve una educación más
equitativa, inclusiva y alineada con las
demandas del siglo XXI.
Desarrollo
La educación emocional se define como un
proceso educativo integral que busca el
desarrollo de competencias emocionales
necesarias para la comprensión, expresión y
regulación de las emociones. Bisquerra (Costa,
C., Palma, X., & Salgado, C., 2021) señala que
estas competencias no solo promueven el
bienestar personal, sino que también fortalecen
las relaciones interpersonales y mejoran la
capacidad de adaptación a diferentes contextos.
En el ámbito educativo, las emociones influyen
directamente en procesos clave como la
atención, la memoria y la toma de decisiones, lo
que impacta tanto en el rendimiento académico
como en el desarrollo personal de los
estudiantes. Este enfoque destaca la
importancia de integrar la educación emocional
como un eje transversal de los procesos
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educativos, dado su potencial para contribuir a
una formación integral y al bienestar general de
los estudiantes.
Las competencias emocionales, base de la
educación emocional, se agrupan en cinco
dimensiones: conciencia emocional, regulación
emocional, autonomía personal, habilidades
sociales y competencias para la vida y el
bienestar (Ureña, R., & Peralta, S., 2023). La
conciencia emocional permite a los estudiantes
identificar y comprender sus propias emociones
y las de los demás, promoviendo la empatía y la
comunicación efectiva. Por su parte, la
regulación emocional facilita el manejo del
estrés, la frustración y otros estados
emocionales negativos, fortaleciendo la
resiliencia y la capacidad para enfrentar retos.
Estas dimensiones no solo son fundamentales
para la convivencia escolar, sino también para
fomentar un ambiente de aprendizaje inclusivo
y respetuoso.
Numerosos estudios han demostrado que la
educación emocional influye positivamente en
el rendimiento académico y el desarrollo
socioemocional de los estudiantes. Según
Fernández-Berrocal y Extremera (Rodríguez,
2024), los programas de educación emocional
integrados en los currículos escolares han
mostrado mejoras significativas en la atención,
la memoria y las habilidades de resolución de
problemas. Además, las emociones positivas
generadas por un adecuado manejo emocional
favorecen la apertura cognitiva y la creatividad,
mientras que la regulación de emociones
negativas, como la ansiedad, permite a los
estudiantes enfrentar los desafíos académicos
con mayor confianza. Esto refuerza la necesidad
de incorporar la educación emocional de
manera sistemática en los procesos educativos.
Teóricamente, la educación emocional se
sustenta en modelos como la teoría de la
inteligencia emocional de Goleman (Mora, N.,
Martínez, V., Santander, S., & Gaeta, M., 2022)
y la teoría de la autodeterminación de Ryan y
Deci (Albor, L., & Rodríguez, K., 2022). La
primera identifica cinco dimensiones clave:
autoconciencia, autorregulación, motivación,
empatía y habilidades sociales, que no solo son
esenciales para el éxito académico, sino
también para la vida en sociedad. Por su parte,
la teoría de la autodeterminación destaca que
satisfacer las necesidades psicológicas de
autonomía, competencia y relación es crucial
para el bienestar emocional y la motivación
intrínseca. Ambas teorías subrayan la
interdependencia entre las emociones y los
procesos cognitivos, lo que refuerza la
importancia de integrar estrategias emocionales
en el ámbito escolar.
La implementación de la educación emocional
en el contexto escolar requiere estrategias
pedagógicas específicas que respondan a las
necesidades de los estudiantes. Entre las más
efectivas se encuentran la enseñanza explícita
de habilidades emocionales, el uso de dinámicas
grupales y la integración de actividades lúdicas
(Guevara, C., Rugerio, J., Hermosillo, Á., &
Corona, L., 2020). La enseñanza explícita
permite a los estudiantes adquirir herramientas
prácticas para manejar el estrés, mejorar la
autoestima y fomentar la empatía. Por otro lado,
las dinámicas grupales, como debates y juegos
colaborativos, fortalecen las habilidades
sociales al promover la interacción y el
aprendizaje experiencial. Estas estrategias
deben ser aplicadas de manera gradual y
adaptadas a las características individuales y
contextuales de cada grupo.
El rol de los docentes es fundamental en la
promoción de la educación emocional, ya que
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ellos actúan como modelos y facilitadores del
aprendizaje emocional en el aula. Sin embargo,
Fernández-Berrocal y Extremera (Lira, M.,
Fernández, A., & Guasch, C., 2022) advierten
que muchos docentes carecen de formación
adecuada en competencias emocionales, lo que
limita su capacidad para abordar eficazmente
las necesidades emocionales de sus estudiantes.
Por ello, es imprescindible incluir la formación
socioemocional en los programas de desarrollo
profesional docente, proporcionando a los
educadores no solo conocimientos teóricos,
sino también habilidades prácticas para regular
sus propias emociones, fomentar la empatía y
crear un entorno de aprendizaje seguro y
motivador.
A pesar de sus beneficios, la integración de la
educación emocional enfrenta importantes
barreras en los sistemas educativos. La falta de
tiempo y recursos, sumada a la percepción de
que las habilidades emocionales son
complementarias y no esenciales, dificulta su
incorporación en los currículos escolares
(Panchana, N., & Venet, R., 2024). Además, la
resistencia al cambio por parte de algunos
docentes e instituciones refuerza estas
limitaciones. Estas barreras subrayan la
necesidad de desarrollar políticas educativas
inclusivas que prioricen la educación emocional
como un componente fundamental del proceso
educativo, asegurando que todos los estudiantes
tengan acceso a programas de calidad.
La educación emocional también tiene un
impacto significativo en la equidad educativa.
Según la UNESCO (Yánez, R., & Arauz, S.,
2024), los estudiantes de contextos
socioeconómicos desfavorecidos enfrentan
mayores desafíos emocionales que afectan su
rendimiento académico y bienestar general.
Implementar programas de educación
emocional en estas comunidades no solo reduce
las brechas de desigualdad, sino que también
fomenta la resiliencia y la capacidad de los
estudiantes para superar adversidades. Esto
resalta la importancia de diseñar intervenciones
que consideren las particularidades culturales y
socioeconómicas de cada contexto.
Los beneficios de la educación emocional
trascienden el ámbito escolar, extendiéndose a
lo largo de la vida de los estudiantes. Según
Goleman (Rodríguez, 2024), las competencias
emocionales desarrolladas en la infancia y la
adolescencia influyen en la capacidad de las
personas para establecer relaciones saludables,
gestionar el estrés y alcanzar metas personales
y profesionales. Esto convierte a la educación
emocional en una herramienta estratégica para
formar ciudadanos empáticos, resilientes y
capaces de contribuir positivamente a sus
comunidades. Integrar este enfoque en los
sistemas educativos es, por tanto, una inversión
a largo plazo en el bienestar individual y
colectivo.
La educación emocional representa un
componente esencial en los procesos
educativos, ya que impacta directamente en el
aprendizaje, el desarrollo socioemocional y el
bienestar de los estudiantes. A pesar de los
desafíos para su implementación, las teorías y
estrategias presentadas en este marco teórico
refuerzan la necesidad de integrar este enfoque
en los currículos escolares. Superar las barreras
estructurales y culturales mediante políticas
inclusivas y programas de formación docente es
fundamental para garantizar una educación
emocional de calidad que beneficie a todos los
estudiantes, independientemente de su contexto
socioeconómico o cultural.
Marco metodológico
El presente estudio se enmarca en un diseño
cualitativo basado en una revisión sistemática
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de literatura, cuyo objetivo principal fue
analizar y sintetizar evidencias relacionadas con
la educación emocional como base de los
procesos educativos. Este enfoque permitió
identificar estrategias pedagógicas efectivas,
evaluar su impacto y detectar barreras para su
implementación en contextos escolares. Para
garantizar un proceso riguroso y reproducible,
se aplicaron las directrices de PRISMA
(Preferred Reporting Items for Systematic
Reviews and Meta-Analyses) (Lozano, G.,
Sáez, F., & López, Y., 2022). La búsqueda de
literatura se realizó en bases de datos científicas
reconocidas, como Scopus, Web of Science,
PubMed y SciELO, seleccionadas por su
relevancia en la publicación de estudios
educativos. Se utilizaron términos clave como
“educación emocional”, “inteligencia
emocional”, “competencias socioemocionales”
y “procesos educativos”, combinados con
operadores booleanos (AND, OR) para
optimizar la precisión de los resultados.
Se aplicaron criterios de inclusión y exclusión
para garantizar la relevancia y calidad de los
estudios seleccionados. Los criterios de
inclusión consideraron investigaciones
empíricas o revisiones sistemáticas realizadas
en niveles educativos inicial, básico y
secundario, publicadas entre 2018 y 2024, en
revistas indexadas con revisión por pares, y
disponibles en español o inglés. Por otro lado,
se excluyeron artículos que no estuvieran
directamente relacionados con la educación
emocional en contextos escolares, estudios con
diseños metodológicos poco claros y
publicaciones teóricas sin respaldo empírico. El
proceso de selección se llevó a cabo en tres
etapas: eliminación de duplicados, revisión de
títulos y resúmenes, y análisis detallado de los
textos completos. Finalmente, se incluyeron 40
estudios para el análisis.
Los datos extraídos de los estudios
seleccionados se organizaron en una matriz
estructurada, que incluyó información sobre los
autores, el año de publicación, los objetivos, la
metodología y los principales hallazgos de cada
investigación. Posteriormente, se realizó un
análisis temático que permitió identificar
patrones recurrentes y sintetizar los resultados
en torno a las estrategias más efectivas, los
beneficios asociados a la educación emocional
y las barreras para su integración en los sistemas
educativos. Este enfoque permitió una
comparación detallada de los estudios,
integrando las evidencias disponibles en un
marco conceptual coherente y relevante para la
práctica pedagógica y la formulación de
políticas educativas.
Aunque el diseño del estudio aseguró un
análisis riguroso, se identificaron ciertas
limitaciones. En primer lugar, la selección se
restringió a artículos publicados en español e
inglés, lo que pudo excluir investigaciones
relevantes en otros idiomas. En segundo lugar,
la heterogeneidad en los contextos y diseños
metodológicos de los estudios incluidos puede
limitar la generalización de los hallazgos.
Finalmente, la dependencia de fuentes
indexadas pudo dejar fuera literatura gris, como
informes técnicos o estudios no publicados. A
pesar de estas limitaciones, este trabajo ofrece
un panorama integral y actualizado sobre la
relevancia de la educación emocional en los
procesos educativos, proporcionando una base
sólida para investigaciones futuras y para la
implementación de estrategias efectivas en
contextos escolares diversos.
Resultados y Discusiones
La revisión sistemática realizada permitió
identificar patrones clave y tendencias
significativas relacionadas con la
implementación de la educación emocional en
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contextos educativos, destacándose tres áreas
principales de análisis: estrategias pedagógicas
efectivas, impacto en los estudiantes y barreras
para su implementación. Estos hallazgos no
solo refuerzan la importancia de integrar la
educación emocional como un eje central en los
procesos educativos, sino que también
evidencian la necesidad de superar diversos
desafíos estructurales y culturales para
garantizar su implementación efectiva. Este
enfoque busca trascender la visión tradicional
del aprendizaje, centrándose en el desarrollo
integral de los estudiantes como individuos
capaces de gestionar sus emociones, interactuar
positivamente y contribuir de manera
constructiva a sus comunidades.
En relación con las estrategias pedagógicas, los
estudios revisados subrayan la relevancia de la
enseñanza explícita de habilidades emocionales
como un pilar fundamental. Esta metodología
incluye actividades diseñadas para fomentar
competencias como la conciencia emocional, la
regulación de emociones, la empatía y las
habilidades sociales (Costa, C., Palma, X., &
Salgado, C., 2021). Al enseñar estas habilidades
de manera sistemática, los estudiantes no solo
aprenden a comprender y gestionar sus
emociones, sino que también desarrollan
herramientas prácticas para enfrentar los
desafíos académicos y personales. Además, se
destacó el uso de dinámicas grupales, tales
como juegos colaborativos y actividades de
resolución de problemas, que fomentan la
interacción social y el aprendizaje experiencial.
Estas estrategias, al centrarse en el trabajo
colectivo, promueven un ambiente de confianza
y cooperación que resulta esencial para el
bienestar socioemocional de los estudiantes.
El impacto positivo de estas estrategias en el
bienestar y el rendimiento académico de los
estudiantes fue ampliamente documentado.
Según Fernández-Berrocal y Extremera
(Rodríguez, 2024), los programas de educación
emocional integrados en los currículos
escolares mejoran significativamente la
capacidad de los estudiantes para manejar el
estrés, resolver conflictos y establecer
relaciones interpersonales saludables. Estas
habilidades no solo fortalecen el clima escolar,
sino que también potencian el rendimiento
académico, especialmente en asignaturas que
requieren habilidades de resolución de
problemas, trabajo en equipo y pensamiento
crítico. Los estudiantes que participaron en
estos programas también mostraron una mayor
motivación intrínseca hacia el aprendizaje y una
actitud más positiva hacia sus experiencias
educativas, aspectos que son fundamentales
para garantizar un aprendizaje sostenido a largo
plazo.
Otro hallazgo destacado fue el uso de
herramientas tecnológicas como complemento
en la enseñanza de la educación emocional.
Pérez y Gómez (Proaño, A., Flores, V., Guerra,
J., & Núñez, A., 2024) señalan que aplicaciones
y recursos digitales diseñados para fortalecer las
competencias emocionales permiten
personalizar el aprendizaje, adaptándolo a las
necesidades individuales de cada estudiante.
Estas herramientas, que incluyen aplicaciones
interactivas y plataformas de simulación, han
demostrado ser particularmente efectivas
cuando se combinan con estrategias grupales y
actividades prácticas. Sin embargo, su
efectividad depende en gran medida de la
formación docente en el uso de estas
tecnologías y de la disponibilidad de recursos en
las instituciones educativas, elementos que,
como veremos, constituyen barreras recurrentes
en muchos contextos.
A pesar de los beneficios observados, los
estudios revisados también identificaron
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barreras significativas para la implementación
de programas de educación emocional. Una de
las más críticas es la falta de formación docente
adecuada. Fernández-Berrocal y Extremera
(Lira, M., Fernández, A., & Guasch, C., 2022)
destacan que muchos educadores carecen de las
competencias necesarias para abordar de
manera efectiva las necesidades emocionales de
sus estudiantes. Esto no solo limita la calidad de
la enseñanza emocional, sino que también
dificulta la creación de entornos escolares que
sean emocionalmente seguros y
enriquecedores. Para superar este desafío, es
fundamental que los sistemas educativos
prioricen la capacitación docente en
competencias socioemocionales, asegurando
que los educadores puedan desempeñar su rol
como guías y modelos en el desarrollo
emocional de los estudiantes.
Otra barrera importante identificada es la
percepción de que las competencias
emocionales son complementarias y no
esenciales para el aprendizaje. Esta visión, aún
presente en muchos sistemas educativos,
prioriza las habilidades cognitivas tradicionales
sobre las emocionales, subestimando el impacto
que estas últimas tienen en el aprendizaje y el
desarrollo integral de los estudiantes
(Rodriguez, 2024). Este enfoque reduccionista
no considera la interrelación entre emociones y
cognición, como lo demuestran múltiples
estudios que evidencian que las emociones
positivas mejoran la atención, la memoria y la
resolución de problemas, mientras que las
emociones negativas no gestionadas pueden
interferir gravemente en el aprendizaje (Albor,
L., & Rodríguez, K., 2022).
La resistencia al cambio por parte de algunos
docentes y administradores escolares también
fue señalada como un obstáculo relevante.
Según la UNESCO (Panchana, N., & Venet, R.,
2024), esta resistencia se debe, en parte, a la
falta de sensibilización sobre la importancia de
la educación emocional y a la percepción de que
su implementación implica una carga adicional
en términos de tiempo y esfuerzo. Este desafío
resalta la necesidad de un enfoque institucional
que promueva la integración de la educación
emocional como una prioridad estratégica,
sensibilizando a toda la comunidad educativa
sobre sus beneficios y asegurando que las
demandas laborales de los docentes no sean una
barrera para su aplicación efectiva.
El impacto positivo de la educación emocional
en la equidad educativa también fue
ampliamente documentado en los estudios
revisados. Según Bisquerra (Yánez, R., &
Arauz, S., 2024), los estudiantes de contextos
socioeconómicos desfavorecidos enfrentan
desafíos emocionales más acentuados que
afectan tanto su rendimiento académico como
su bienestar general. La implementación de
programas de educación emocional en estas
comunidades no solo reduce las brechas de
desigualdad, sino que también fomenta la
resiliencia y la capacidad de los estudiantes para
superar adversidades. Esto refuerza la
importancia de diseñar programas adaptados a
las características culturales y socioeconómicas
de cada contexto, asegurando que todos los
estudiantes tengan acceso equitativo a
oportunidades educativas de calidad.
Además, los beneficios de la educación
emocional trascienden el ámbito escolar y
tienen un impacto duradero en la vida de los
estudiantes. Goleman (Ureña, R., & Peralta, S.,
2023) argumenta que las competencias
emocionales adquiridas durante la infancia y la
adolescencia son esenciales para el éxito
personal y profesional en la vida adulta. Estas
habilidades, que incluyen la autorregulación
emocional, la empatía y la capacidad para
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establecer relaciones saludables, no solo
mejoran la calidad de vida individual, sino que
también contribuyen al desarrollo de sociedades
más inclusivas y resilientes.
Los resultados de esta revisión también
refuerzan las teorías de Goleman (Mora, N.,
Martínez, V., Santander, S., & Gaeta, M., 2022)
y Ryan y Deci (Albor, L., & Rodríguez, K.,
2022), que destacan la interrelación entre las
competencias emocionales, la motivación
intrínseca y el aprendizaje. La inteligencia
emocional, con dimensiones como la
autoconciencia, la autorregulación y las
habilidades sociales, está directamente
vinculada al éxito académico y social. Por su
parte, la teoría de la autodeterminación subraya
que satisfacer las necesidades de autonomía,
competencia y relación es crucial para
promover un aprendizaje significativo y
sostenible.
Los hallazgos de esta revisión sistemática
confirman que la educación emocional es un
componente esencial para el aprendizaje y el
desarrollo integral de los estudiantes. Sin
embargo, su implementación efectiva requiere
superar barreras estructurales, culturales y de
recursos mediante políticas educativas
inclusivas, formación docente continua y un
compromiso institucional claro. Estas acciones
no solo garantizarán que todos los estudiantes
tengan acceso a programas de educación
emocional de calidad, sino que también
contribuirán a formar ciudadanos empáticos,
resilientes y capaces de enfrentar los desafíos
del siglo XXI.
Conclusiones
La educación emocional se posiciona como un
elemento clave en los procesos educativos,
debido a su capacidad para impactar
positivamente tanto en el aprendizaje
académico como en el desarrollo integral de los
estudiantes. Estrategias como la enseñanza
explícita de competencias emocionales, el uso
de dinámicas grupales y la integración de
herramientas tecnológicas han demostrado ser
efectivas para fomentar habilidades esenciales,
como la conciencia emocional, la regulación de
emociones, la empatía y las habilidades
sociales. Estas competencias no solo fortalecen
el bienestar de los estudiantes, sino que también
mejoran la motivación intrínseca y su capacidad
para enfrentar desafíos académicos y personales
con mayor resiliencia.
Los beneficios de la educación emocional
trascienden el entorno escolar, extendiéndose a
lo largo de la vida de los estudiantes. Las
competencias emocionales desarrolladas en la
infancia y adolescencia contribuyen
significativamente a la construcción de
relaciones saludables, la gestión del estrés y la
toma de decisiones responsables, aspectos
fundamentales para el éxito personal y
profesional. Además, la integración de
programas de educación emocional en los
sistemas escolares fomenta la formación de
ciudadanos más empáticos, responsables y
comprometidos socialmente, contribuyendo al
desarrollo de comunidades inclusivas y
resilientes.
Sin embargo, a pesar de sus beneficios, la
educación emocional enfrenta barreras
importantes para su implementación. Entre
estas se encuentran la falta de formación
docente adecuada, la percepción de que las
competencias emocionales son
complementarias y no esenciales, y la
resistencia al cambio en algunos contextos
escolares. Estos obstáculos evidencian la
necesidad de desarrollar políticas inclusivas que
prioricen la formación docente continua, la
sensibilización de la comunidad educativa y la
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asignación de recursos suficientes para
garantizar la sostenibilidad y equidad en la
implementación de programas de educación
emocional.
La educación emocional también desempeña un
papel crucial en la equidad educativa. Los
estudiantes de contextos desfavorecidos suelen
enfrentar mayores desafíos emocionales que
limitan su rendimiento académico y su bienestar
general. Implementar programas de educación
emocional en estas comunidades no solo nivela
las oportunidades educativas, sino que también
fomenta la resiliencia y la capacidad de superar
adversidades. Diseñar intervenciones adaptadas
a las características de cada población garantiza
que todos los estudiantes puedan beneficiarse
de este enfoque, promoviendo un acceso
inclusivo y equitativo.
La educación emocional debe ser considerada
un pilar esencial en los sistemas educativos,
equiparable a las competencias cognitivas
tradicionales. Su implementación efectiva
requiere un enfoque integral que supere las
barreras existentes mediante políticas
inclusivas, el fortalecimiento de la formación
docente y la inversión en recursos e
infraestructura. Este compromiso no solo
asegura el desarrollo integral de los estudiantes,
sino que también contribuye a la construcción
de una sociedad más empática, resiliente e
inclusiva, capaz de enfrentar los desafíos del
siglo XXI con mayor preparación y
sensibilidad.
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