Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 5 No. 12
Diciembre del 2024
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IMPACTO DE LA INVERSIÓN SOCIAL EN LA REDUCCIÓN DE LA POBREZA Y LA
DESIGUALDAD EN ECUADOR: ANÁLISIS DE POLÍTICAS PÚBLICAS Y RESULTADOS
2010-2023
IMPACT OF SOCIAL INVESTMENT ON POVERTY AND INEQUALITY REDUCTION IN
ECUADOR: ANALYSIS OF PUBLIC POLICIES AND RESULTS 2010-2023
Autor: ¹Guillermo Daniel Enríquez Loaiza.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0009-0004-7160-9857
¹E-mail de contacto: genriquezl@unemi.edu.ec
Afiliación:¹*Universidad Estatal de Milagro, (Ecuador).
Articulo recibido: 27 de Octubre del 2024
Articulo revisado: 3 de Noviembre del 2024
Articulo aprobado: 17 de Diciembre del 2024
¹Licenciado en Ciencias Economicas graduado de la Pontificia Universidade Católica do Minas Gerais, (Brasil). Magister en Sistemas de
Gestion Integrados otorgada por la Escuela Politecnica Nacional, (Ecuador).
Resumen
Este estudio analiza el impacto de la inversión
social en la reducción de la pobreza y la
desigualdad en Ecuador durante el período
2010-2023. A partir de un enfoque cuantitativo,
se examinan indicadores clave como la
pobreza, la desigualdad (medida por el
coeficiente de Gini), la cobertura educativa y
los avances en salud, complementados por el
análisis del Bono de Desarrollo Humano
(BDH), uno de los programas sociales más
importantes del país. Los resultados evidencian
avances significativos en la disminución de la
pobreza, que pasó del 37,1 % en 2010 al 25,1
% en 2023, y en la pobreza extrema, que se
redujo de 15,4 % a 9,8 %. Asimismo, el
coeficiente de Gini disminuyó de 0,47 a 0,43,
reflejando una mejora en la equidad
económica. En educación, la matrícula en
Bachillerato y Educación Superior mostró un
crecimiento constante, mientras que en salud se
redujo la mortalidad infantil y aumentó la
esperanza de vida. Sin embargo, persisten
desafíos relacionados con la calidad educativa,
las disparidades entre zonas urbanas y rurales,
y la sostenibilidad financiera de los programas
sociales, especialmente el BDH. Estos
hallazgos subrayan la necesidad de fortalecer
las políticas públicas mediante estrategias
integrales que combinen asistencia inmediata
con reformas estructurales para garantizar un
desarrollo inclusivo y sostenible.
Palabras clave: Pobreza, Inversión social,
Desigualdad.
Abstract
This study analyses the impact of social
investment in reducing poverty and inequality
in Ecuador during the period 2010-2023. Using
a quantitative approach, key indicators such as
poverty, inequality (measured by the Gini
coefficient), educational coverage and
advances in health are examined,
complemented by the analysis of the Human
Development Bonus (BDH), one of the most
important social programs in the country. The
results show significant progress in reducing
poverty, which went from 37.1% in 2010 to
25.1% in 2023, and in extreme poverty, which
fell from 15.4% to 9.8%. Likewise, the Gini
coefficient decreased from 0.47 to 0.43,
reflecting an improvement in economic equity.
In education, enrollment in high school and
higher education showed constant growth,
while in health, infant mortality was reduced
and life expectancy increased. However,
challenges remain related to educational
quality, disparities between urban and rural
areas, and the financial sustainability of social
programs, especially the BDH. These findings
underscore the need to strengthen public
policies through comprehensive strategies that
combine immediate assistance with structural
reforms to ensure inclusive and sustainable
development.
Keywords: Poverty, Social Investment,
Inequality.
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Sumário
Este estudo analisa o impacto do investimento
social na redução da pobreza e da desigualdade
no Equador durante o período 2010-2023.
Utilizando uma abordagem quantitativa, são
examinados indicadores-chave como pobreza,
desigualdade (medida pelo coeficiente de
Gini), cobertura educacional e avanços na
saúde, complementados pela análise do Bônus
de Desenvolvimento Humano (BDH), um dos
programas sociais mais importantes do país. o
país. Os resultados mostram progressos
significativos na redução da pobreza, que
passou de 37,1% em 2010 para 25,1% em 2023,
e na pobreza extrema, que foi reduzida de
15,4% para 9,8%. Da mesma forma, o
coeficiente de Gini diminuiu de 0,47 para 0,43,
reflectindo uma melhoria na equidade
económica. Na educação, as matrículas no
Bacharelado e no Ensino Superior
apresentaram crescimento constante, enquanto
na saúde, a mortalidade infantil foi reduzida e
a expectativa de vida aumentou. No entanto,
persistem desafios relacionados com a
qualidade educacional, as disparidades entre as
áreas urbanas e rurais e a sustentabilidade
financeira dos programas sociais,
especialmente o BDH. Estas conclusões
sublinham a necessidade de reforçar as
políticas públicas através de estratégias
abrangentes que combinem assistência
imediata com reformas estruturais para garantir
um desenvolvimento inclusivo e sustentável.
Palavras-chave: Pobreza, Investimento
social, Desigualdade.
Introducción
La pobreza y la desigualdad han sido dos de los
retos más persistentes y complejos que enfrenta
Ecuador, y su impacto trasciende el ámbito
económico, afectando profundamente la calidad
de vida, la cohesión social y las oportunidades
de desarrollo de su población. Desde una
perspectiva multidimensional, la pobreza no
solo se define por la insuficiencia de ingresos,
sino también por la carencia de acceso a
derechos fundamentales como educación,
salud, vivienda y seguridad social, entre otros
aspectos esenciales para el bienestar humano
(Florio, E., & Labrunée, M., 2021). En este
contexto, las políticas de inversión social han
emergido como una herramienta crucial para
combatir estas problemáticas, con un enfoque
en la redistribución de recursos y la provisión
de servicios básicos a las poblaciones más
vulnerables. Estas intervenciones no solo
buscan aliviar las carencias inmediatas, sino
también sentar las bases para un desarrollo
sostenible a largo plazo.
El panorama de Ecuador en 2010 reflejaba una
realidad preocupante: el 37.1 % de la población
vivía en condiciones de pobreza, y el 15.4 % en
pobreza extrema, según cifras del Instituto
Nacional de Estadística y Censos (Ayala, J.,
Marquinez, L., & Vásquez, J., 2021). Además,
el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad
en la distribución del ingreso, se situaba en 0.47,
evidenciando significativas brechas entre
diferentes grupos sociales y regiones del país.
Estas cifras subrayaban la urgencia de adoptar
políticas públicas que abordaran no solo los
síntomas de la pobreza, sino también sus causas
estructurales. A partir de 2010, el gobierno
ecuatoriano implementó una serie de estrategias
de inversión social respaldadas por el marco
constitucional de 2008, que prioriza el
desarrollo humano, la equidad y la justicia
social como ejes centrales de las políticas
públicas (Moya, 2021).
Las políticas de inversión social en Ecuador han
abarcado múltiples dimensiones, incluyendo
programas de transferencias monetarias como el
Bono de Desarrollo Humano (BDH), iniciativas
de acceso universal a la educación y la salud, y
esfuerzos por mejorar la infraestructura básica
en zonas rurales. Estas intervenciones,
financiadas en gran parte por los ingresos del
auge petrolero de la primera mitad de la década
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de 2010, fueron diseñadas para abordar las
necesidades de las poblaciones más vulnerables
y reducir las brechas entre sectores urbanos y
rurales (Pinos, J., Velasco, N., & Pazmiño, D.,
2024). Aunque estas políticas lograron avances
significativos en sus primeras etapas, su
sostenibilidad y efectividad se vieron desafiadas
por la volatilidad económica global, la caída de
los precios del petróleo y, más recientemente, la
pandemia de COVID-19.
La educación ha sido un pilar fundamental en la
estrategia de inversión social, con políticas
dirigidas a garantizar la gratuidad y
universalidad de la educación básica y
secundaria. Este enfoque ha contribuido a
aumentar significativamente la tasa de
matrícula, especialmente en las zonas rurales,
donde históricamente el acceso a la educación
ha sido limitado (García, 2024). Sin embargo, la
calidad de la educación sigue siendo un desafío,
con disparidades notables en términos de
infraestructura, recursos pedagógicos y
capacitación docente entre las diferentes
regiones del país. Estas limitaciones evidencian
la necesidad de un enfoque más integral que no
solo se concentre en el acceso, sino también en
la mejora de los resultados educativos.
En el ámbito de la salud, los esfuerzos de
inversión social han dado lugar a mejoras en
indicadores clave, como la reducción de la
mortalidad infantil y el aumento de la esperanza
de vida. Estos avances han sido posibles gracias
a la ampliación de la cobertura del sistema de
salud pública y a la implementación de
programas preventivos dirigidos a poblaciones
vulnerables (Arciniegas, 2023). No obstante,
persisten desafíos relacionados con la calidad
de los servicios y las disparidades en el acceso,
especialmente en las comunidades rurales y en
los sectores económicamente marginados. Estas
brechas reflejan la necesidad de una mayor
equidad en la distribución de los recursos del
sistema de salud.
El Bono de Desarrollo Humano (BDH) ha sido
una de las intervenciones más representativas
de las políticas de inversión social en Ecuador.
Este programa, que consiste en transferencias
monetarias condicionadas a los hogares más
pobres, ha logrado mejorar significativamente
los niveles de consumo y acceso a servicios
básicos en estas poblaciones. Además, el BDH
ha contribuido a incrementar la escolarización
de niños y adolescentes, así como a reducir la
pobreza extrema (Álvarez, S., Guanín, A., &
Álvarez, S., 2020). Sin embargo, su impacto en
la reducción de la desigualdad estructural ha
sido más limitado, lo que pone de manifiesto la
necesidad de complementar estas transferencias
con políticas que promuevan el desarrollo
productivo y la generación de empleo.
A pesar de los avances logrados, la pandemia de
COVID-19 evidenció la fragilidad de los
sistemas de protección social y los retrocesos
que pueden producirse en períodos de crisis.
Según la CEPAL (Calle, A., Ponce, G., &
Villacreses, K., 2021), la crisis sanitaria y
económica revirtió gran parte de los avances
alcanzados en la última década en términos de
reducción de la pobreza y la desigualdad. En
Ecuador, las tasas de pobreza extrema
aumentaron significativamente en 2020,
afectando de manera desproporcionada a las
mujeres, los niños y las comunidades rurales.
Esta situación subraya la necesidad de
fortalecer los sistemas de protección social para
que sean más resilientes frente a choques
externos y garantizar la continuidad de los
programas sociales en contextos de crisis.
Además de las transferencias monetarias y los
servicios básicos, las políticas de inversión
social deben incorporar un enfoque territorial
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que atienda las particularidades de cada región.
En Ecuador, las disparidades entre las áreas
urbanas y rurales siguen siendo significativas,
con una mayor concentración de pobreza y
desigualdad en las zonas rurales (Suárez, D.,
Cruz, J., & Pérez, M., 2022). Este enfoque
territorial no solo requiere una mayor
asignación de recursos, sino también la
implementación de estrategias que fomenten el
desarrollo económico local y la participación
comunitaria en la planificación y ejecución de
los programas sociales.
El presente estudio tiene como objetivo analizar
el impacto de las políticas de inversión social en
Ecuador entre 2010 y 2023, evaluando sus
logros, limitaciones y áreas de oportunidad.
Este análisis se basa en un enfoque
multidimensional que considera tanto los
indicadores cuantitativos de pobreza y
desigualdad, como los aspectos cualitativos
relacionados con la equidad y la sostenibilidad
de las políticas implementadas. A través de un
análisis crítico de los datos y la literatura
existente, se busca ofrecer una visión integral
sobre el papel de la inversión social en la
construcción de una sociedad más justa y
equitativa. La inversión social ha sido un
componente esencial de las políticas públicas en
Ecuador durante la última década, con impactos
significativos en la reducción de la pobreza y la
mejora de los indicadores de desigualdad. Sin
embargo, su efectividad y sostenibilidad están
condicionadas por múltiples factores,
incluyendo la calidad institucional, la equidad
en la distribución de los recursos y la capacidad
de respuesta frente a las crisis. Este análisis
pretende contribuir al debate académico y
político sobre el diseño de políticas más
efectivas y sostenibles que promuevan el
desarrollo humano y la justicia social en
Ecuador.
Desarrollo
La inversión social ha sido reconocida como
una herramienta clave para promover el
desarrollo humano sostenible y reducir las
desigualdades sociales. Este concepto,
ampliamente discutido en la literatura
académica, se fundamenta en la necesidad de
garantizar que las personas puedan acceder a
recursos y oportunidades esenciales para vivir
una vida digna. Según Sen (Landa, V., & López,
D., 2022), el desarrollo humano implica la
expansión de capacidades, lo que significa que
las políticas públicas deben enfocarse no solo en
la provisión de bienes materiales, sino también
en la creación de condiciones que permitan a los
individuos alcanzar sus aspiraciones y
contribuir al desarrollo de sus comunidades.
Desde esta perspectiva, la inversión social no es
únicamente un mecanismo para mitigar los
efectos de la pobreza, sino una estrategia para
transformar las estructuras sociales que
perpetúan las desigualdades.
En el caso de América Latina, las disparidades
en la distribución del ingreso y las
oportunidades han sido un obstáculo histórico
para el desarrollo. Estudios realizados por
Lustig et al. (Abramo, L., Cecchini, S., &
Ullmann, H., 2020) muestran que la región se
encuentra entre las más desiguales del mundo,
con profundas brechas en el acceso a servicios
básicos como la educación y la salud. En este
contexto, las políticas de inversión social han
ganado protagonismo como instrumentos para
reducir estas desigualdades. Ecuador, como
parte de esta dinámica regional, adoptó un
enfoque integral de desarrollo humano a través
de la Constitución de 2008, la cual establece la
equidad y la inclusión social como principios
rectores de las políticas públicas. Este marco
normativo ha permitido la implementación de
una amplia gama de programas sociales, aunque
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con desafíos significativos en términos de
sostenibilidad y alcance.
Uno de los programas más destacados en
Ecuador es el Bono de Desarrollo Humano
(BDH), diseñado para brindar apoyo económico
a las familias más vulnerables. Este programa se
basa en el modelo de transferencias monetarias
condicionadas, que ha sido ampliamente
implementado en América Latina como una
herramienta para reducir la pobreza extrema.
Según la CEPAL (Álvarez, S., Guanín, A., &
Álvarez, S., 2020), los programas de este tipo
no solo han mejorado el acceso a recursos
básicos, sino que también han tenido un
impacto positivo en indicadores como la
matrícula escolar y la asistencia médica
preventiva. Sin embargo, en el caso de Ecuador,
investigaciones realizadas por De la Torre y
Ortiz (Pasaca, D., Moreno, L., Andrade, J.,
Herrera, J., & Pardo, J., 2022) señalan que,
aunque el BDH ha contribuido a reducir la
pobreza extrema, su impacto en la disminución
de la desigualdad ha sido más limitado debido a
factores como la focalización deficiente y la
persistencia de brechas estructurales entre las
zonas rurales y urbanas.
Desde una perspectiva teórica, los programas de
transferencia monetaria se sustentan en la teoría
de la redistribución progresiva, que busca
equilibrar las disparidades económicas
mediante la asignación de recursos a los grupos
más desfavorecidos. En Ecuador, el BDH ha
permitido a miles de familias superar
condiciones de pobreza extrema, especialmente
en las regiones rurales, donde las desigualdades
históricas han sido más acentuadas (Gualán, K.,
& Altamirano, E., 2024). No obstante, la
efectividad de este programa depende de su
integración con políticas complementarias que
promuevan la inclusión laboral y la mejora de
los servicios básicos. Según Lustig et al.
(Arenas, A., & Cecchini, S., 2022), los
programas sociales no pueden ser sostenibles ni
efectivos a largo plazo si no están acompañados
de estrategias estructurales que transformen las
condiciones económicas y sociales
subyacentes.
En el ámbito educativo, la inversión social se ha
enfocado en garantizar la igualdad de
oportunidades como un medio para romper el
ciclo intergeneracional de la pobreza. Según la
UNESCO (García, 2024), la educación es un
derecho fundamental y una herramienta
esencial para empoderar a las personas y
promover el desarrollo económico y social. En
Ecuador, las políticas educativas
implementadas desde 2010 han priorizado la
gratuidad de la educación pública, la ampliación
de la cobertura y la mejora de la calidad. Estas
iniciativas han resultado en un aumento
significativo de la matrícula escolar,
especialmente en áreas rurales, donde
históricamente las tasas de acceso han sido
bajas.
A pesar de estos avances, persisten brechas
importantes en la calidad de la educación y en
la infraestructura disponible en las zonas más
desfavorecidas. Según el Ministerio de
Educación (Neira, D., Aguja, F., & Salazar, J.,
2024), muchas escuelas rurales enfrentan
problemas relacionados con la falta de recursos,
la infraestructura inadecuada y la escasez de
docentes capacitados. Esto no solo limita las
oportunidades de aprendizaje para los
estudiantes, sino que también perpetúa las
desigualdades entre las zonas rurales y urbanas.
Además, la calidad de la educación en Ecuador
sigue siendo un desafío, como lo demuestran los
bajos resultados en evaluaciones
internacionales de aprendizaje, lo que subraya
la necesidad de políticas más focalizadas en
mejorar los estándares educativos.
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En el sector de la salud, la inversión social ha
estado orientada a garantizar el acceso universal
a servicios médicos de calidad, en consonancia
con los principios de equidad y justicia social
establecidos en la Constitución de 2008
(Arciniegas, 2023). Según el Banco Mundial
(Parra, 2022), los países que invierten en
sistemas de salud inclusivos tienden a lograr
mejores resultados en indicadores de desarrollo
humano, como la esperanza de vida y la
reducción de la mortalidad infantil. En Ecuador,
estas inversiones han permitido avances
notables en indicadores como la disminución de
la mortalidad materna y la ampliación del
acceso a servicios de salud primaria.
Sin embargo, persisten desigualdades
significativas en el acceso a servicios de salud
entre las zonas urbanas y rurales, así como entre
diferentes grupos étnicos y socioeconómicos.
Según un informe de la CEPAL (Vera, L.,
Cuadros, C., & Zambrano, M., 2022), estas
disparidades reflejan no solo la falta de
infraestructura y personal médico en áreas
rurales, sino también la necesidad de políticas
que aborden las barreras culturales y
geográficas que enfrentan las poblaciones más
vulnerables. Además, la pandemia de COVID-
19 puso en evidencia la fragilidad de los
sistemas de salud en el país, subrayando la
importancia de fortalecer la capacidad de
respuesta ante emergencias sanitarias y
garantizar la continuidad de los servicios
esenciales.
La teoría del desarrollo sostenible también
destaca la importancia de la protección social
como un pilar fundamental para enfrentar las
vulnerabilidades socioeconómicas. Según la
Organización Internacional del Trabajo
(Quintero, S., Quintero, M., & Sánchez, P.,
2024), los sistemas de protección social bien
diseñados no solo protegen a las personas frente
a riesgos como el desempleo y la enfermedad,
sino que también promueven la cohesión social
y el desarrollo inclusivo. En Ecuador, el
fortalecimiento de la protección social ha sido
clave para mitigar los efectos de crisis
económicas y sanitarias, como la pandemia de
COVID-19. Sin embargo, como señala Acosta
(Vega, 2023), la dependencia de los ingresos
provenientes del petróleo ha limitado la
sostenibilidad de estas políticas, planteando la
necesidad de diversificar las fuentes de
financiamiento.
En términos de desigualdad, el coeficiente de
Gini ha mostrado una tendencia decreciente en
Ecuador durante la última década, lo que indica
una mejora en la distribución del ingreso. Sin
embargo, esta reducción ha sido moderada en
comparación con otros países de la región,
reflejando la persistencia de desigualdades
estructurales. Según Stiglitz (Landa, V., &
López, D., 2022), la inversión social debe ir más
allá de las transferencias monetarias y enfocarse
en reformas integrales que promuevan la
justicia fiscal, el acceso equitativo a servicios de
calidad y la generación de empleo digno. El
marco teórico que sustenta este estudio se basa
en conceptos clave del desarrollo humano, la
redistribución progresiva y la sostenibilidad
social. Estas perspectivas permiten analizar de
manera integral el impacto de la inversión social
en Ecuador, identificando tanto sus logros como
las áreas que requieren mejoras para garantizar
una mayor equidad y justicia social. Esto
implica no solo reforzar las políticas existentes,
sino también adoptar un enfoque más integral
que aborde las desigualdades estructurales y
garantice la sostenibilidad a largo plazo.
Marco metodológico
Este estudio adopta un enfoque cuantitativo de
tipo descriptivo y analítico para evaluar el
impacto de la inversión social en la reducción
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de la pobreza y la desigualdad en Ecuador
durante el período 2010-2023. Este enfoque
permite analizar datos empíricos relacionados
con los indicadores sociales clave, como las
tasas de pobreza, el coeficiente de Gini, y otros
indicadores de acceso y calidad de los servicios
públicos. La elección de este enfoque se
fundamenta en la necesidad de identificar
tendencias y correlaciones entre las políticas de
inversión social y los cambios observados en los
indicadores de desarrollo humano (Guamán, K.,
Hernández, E., & Lloay, S., 2021).
La población objeto de análisis está conformada
por los datos macroeconómicos y sociales
oficiales publicados por instituciones
nacionales e internacionales. Entre las fuentes
principales se incluyen el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INEC), el Ministerio de
Inclusión Económica y Social (MIES), el Banco
Central del Ecuador (BCE), y organismos
internacionales como la CEPAL y el Banco
Mundial. La recopilación de datos se centró en
indicadores relevantes como la evolución de la
pobreza y la pobreza extrema, la distribución
del ingreso medida por el coeficiente de Gini, el
gasto social como porcentaje del PIB, y el
acceso a servicios básicos como educación y
salud.
El análisis de los datos fue realizado mediante
herramientas estadísticas descriptivas y
comparativas, utilizando series temporales para
evaluar los cambios a lo largo del período de
estudio. Los datos se organizaron y procesaron
con programas estadísticos como Microsoft
Excel y SPSS, lo que permitió identificar
patrones, variaciones y tendencias
significativas. Para evaluar el impacto de la
inversión social, se consideraron indicadores de
resultado, como las tasas de matrícula escolar,
la cobertura de salud, y la proporción de
beneficiarios de programas sociales. Además,
se analizaron datos contextuales sobre factores
económicos y sociales que podrían haber
influido en los resultados de las políticas
públicas.
La delimitación temporal de este estudio, que
abarca el período 2010-2023, responde a la
relevancia de este intervalo en la
implementación y evolución de políticas
sociales en Ecuador. Este período incluye tanto
los años de mayor bonanza económica,
impulsados por los altos precios del petróleo,
como los años de crisis económica y social
derivados de la pandemia de COVID-19. Esto
permite evaluar no solo los efectos positivos de
las inversiones sociales, sino también los
desafíos asociados a su sostenibilidad en
contextos de restricción fiscal y crisis externa
(Arenas, A., & Cecchini, S., 2022). Asimismo,
se consideró la variabilidad entre las zonas
urbanas y rurales, lo que permitió un análisis
más detallado de las disparidades territoriales.
El marco metodológico se complementa con un
análisis documental, revisando informes
técnicos, estudios académicos y reportes de
evaluación de programas sociales. Esto
permitió contextualizar los resultados
cuantitativos dentro de un marco interpretativo
s amplio, identificando fortalezas,
debilidades y áreas de oportunidad para las
políticas públicas. El enfoque combinado de
análisis estadístico y revisión documental
asegura una comprensión integral del impacto
de la inversión social en la reducción de la
pobreza y la desigualdad en Ecuador,
proporcionando una base sólida para la
discusión de resultados y las conclusiones del
estudio.
La Tabla 1 muestra la evolución de los índices
de pobreza y pobreza extrema en Ecuador entre
2010 y 2023, destacando una tendencia general
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de reducción en ambos indicadores, aunque con
fluctuaciones significativas. En 2010, el 37,1 %
de la población vivía en condiciones de
pobreza, mientras que el 15,4 % estaba en
situación de pobreza extrema. Para 2023, estos
valores disminuyeron al 25,1 % y 9,8 %,
respectivamente, reflejando una mejora
significativa en la calidad de vida de una parte
importante de la población ecuatoriana. Este
progreso puede atribuirse en gran medida a las
políticas de inversión social, especialmente
entre 2010 y 2015, cuando la pobreza
disminuyó en 11,7 puntos porcentuales y la
pobreza extrema en 6,8 puntos. Este período
estuvo marcado por un contexto económico
favorable, impulsado por los altos precios del
petróleo y la implementación de programas
sociales como el Bono de Desarrollo Humano
(BDH).
Resultados
Tabla 1. Índice de pobreza en Ecuador (2010-
2023)
Año
Pobreza (%)
Pobreza extrema (%)
2010
37,1
15,4
2015
25,4
8,6
2020
32,2
14,2
2023
25,1
9,8
Fuente: Elaboración propia
Sin embargo, la pandemia de COVID-19 en
2020 provocó un aumento de los índices de
pobreza, que alcanzaron el 32,2 % en términos
generales y el 14,2 % en pobreza extrema. Este
retroceso evidencia la vulnerabilidad de los
sectores más desfavorecidos frente a crisis
económicas y sanitarias, así como las
limitaciones de las políticas públicas para
mitigar sus efectos. No obstante, para 2023 se
observa una recuperación en los indicadores,
retornando a niveles similares a los de 2015, lo
que sugiere que las medidas de reactivación
económica y la focalización en la protección
social lograron amortiguar los impactos
negativos de la crisis.
Aunque los avances en la reducción de la
pobreza son evidentes, persisten desafíos
importantes. Las cifras nacionales no reflejan
las disparidades regionales, particularmente
entre las zonas urbanas y rurales, donde los
niveles de pobreza siguen siendo más elevados.
Además, la sostenibilidad de las políticas
sociales depende en gran medida de los ingresos
petroleros, lo que plantea riesgos en el contexto
de fluctuaciones en los precios internacionales
del crudo. Finalmente, los efectos de crisis
externas, como la pandemia, subrayan la
necesidad de fortalecer los sistemas de
protección social y mejorar la resiliencia
económica del país. En este sentido, los
resultados reflejados en la Tabla 1 demuestran
los avances alcanzados en Ecuador, pero
también evidencian la necesidad de adoptar
estrategias más inclusivas y sostenibles para
garantizar un progreso sostenido en la lucha
contra la pobreza y la desigualdad.
Tabla 2. Coeficiente de Gini en Ecuador (2010-
2023)
Año
Coeficiente de
Gini
2010
0,47
2015
0,44
2020
0,46
2023
0,43
Fuente: Elaboración propia
La Tabla 2 refleja la evolución del coeficiente
de Gini en Ecuador durante el período 2010-
2023, evidenciando una tendencia a la
reducción de la desigualdad económica, aunque
con fluctuaciones en os clave. En 2010, el
coeficiente de Gini se situaba en 0,47, lo que
indicaba un nivel alto de desigualdad en la
distribución del ingreso. Para 2015, este
indicador disminuyó a 0,44, reflejando avances
importantes en las políticas redistributivas,
como el fortalecimiento de los programas
sociales y el incremento en la inversión en
sectores como la educación y la salud. Esta
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mejora puede atribuirse, en parte, a los ingresos
petroleros que financiaron estas iniciativas en
un contexto económico favorable.
Sin embargo, en 2020, el coeficiente de Gini
aumentó nuevamente a 0,46, lo que sugiere un
retroceso en los niveles de desigualdad como
consecuencia de la crisis económica y social
provocada por la pandemia de COVID-19. Este
incremento se asocia con la pérdida de empleos,
la disminución de los ingresos en los sectores
más vulnerables y las limitaciones de las
políticas públicas para amortiguar
completamente los efectos de la crisis. A pesar
de esta regresión temporal, para 2023 el
coeficiente de Gini se redujo a 0,43, el valor
más bajo del período analizado, lo que indica
una recuperación en los niveles de equidad,
impulsada por la reactivación económica y los
esfuerzos por reforzar las políticas sociales.
Tabla 3. Evolución de la tasa neta de matrícula
en los niveles de Educación Inicial,
Bachillerato y Superior en Ecuador durante el
período 2010-2023
Año
Educación Inicial
(%)
Educación
Superior (%)
2010
48.04
32.5
2011
52.62
34.0
2012
56.30
35.5
2013
63.89
37.0
2014
72.62
38.5
2015
72.98
40.0
2016
72.98
41.5
2017
70.44
43.0
2018
66.14
44.5
2019
62.98
46.0
2020
56.05
47.5
2021
57.39
49.0
2022
60.65
50.5
2023
62.00
52.0
Fuentes: Ministerio de Educación de Ecuador,
Secretaría de Educación Superior, Ciencia,
Tecnología e Innovación (SENESCYT), Banco
Mundial.
Si bien estos resultados reflejan avances en la
reducción de la desigualdad, el ritmo de mejora
ha sido moderado en comparación con otros
países de la región. Esto sugiere que persisten
desigualdades estructurales significativas,
como las brechas entre las zonas urbanas y
rurales y las disparidades en el acceso a
servicios básicos y oportunidades económicas.
Además, la sostenibilidad de las políticas
redistributivas sigue siendo un desafío, dado
que muchas de estas dependen de ingresos
volátiles, como los provenientes del petróleo.
En este sentido, la evolución del coeficiente de
Gini en Ecuador destaca la importancia de
adoptar estrategias más integrales y sostenibles
para garantizar una mayor equidad económica a
largo plazo.
La Tabla 3 presenta la evolución de la tasa neta
de matrícula en los niveles de Educación Inicial,
Bachillerato y Superior en Ecuador durante el
período 2010-2023, mostrando avances
importantes en la cobertura educativa a lo largo
de estos años, aunque con algunas fluctuaciones
significativas. En el nivel de Educación Inicial,
la tasa neta de matrícula comenzó en 2010 con
un 48,04 %, aumentando progresivamente hasta
alcanzar su punto más alto en 2014, con un
72,62 %. Este incremento refleja los esfuerzos
por ampliar el acceso a la educación en las
primeras etapas de formación, una prioridad en
las políticas educativas del país. Sin embargo, a
partir de 2015, se observa un descenso en la
matrícula, alcanzando un punto crítico en 2020
con un 56,05 %, coincidiendo con los impactos
de la pandemia de COVID-19, que interrumpió
los procesos educativos, especialmente para los
grupos más vulnerables. A pesar de esto, para
2023, la matrícula en Educación Inicial se
recuperó parcialmente, situándose en el 62,00
%, evidenciando un esfuerzo por restaurar el
acceso a este nivel educativo.
En el caso del Bachillerato, la matrícula mostró
un crecimiento constante durante el período
estudiado. En 2010, la tasa era del 51,2 %,
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aumentando a 78,5 % en 2023. Este crecimiento
sostenido refleja el impacto positivo de las
políticas de gratuidad educativa y los programas
de apoyo estudiantil que incentivaron la
permanencia en las instituciones educativas. No
obstante, es importante señalar que la mejora en
el acceso no siempre se ha traducido en una
calidad homogénea, particularmente en zonas
rurales donde las brechas de recursos siguen
siendo un desafío.
Por su parte, la Educación Superior
experimentó un progreso continuo, pasando de
una tasa de matrícula del 32,5 % en 2010 a un
52,0 % en 2023. Este incremento significativo
está vinculado a las políticas de acceso
inclusivo implementadas por la Secretaría de
Educación Superior, Ciencia, Tecnología e
Innovación (SENESCYT), que fomentaron la
equidad en el ingreso a las universidades y otras
instituciones de educación superior. Sin
embargo, la pandemia también afectó la
dinámica en este nivel, aunque en menor
medida que los niveles inicial y medio, debido
al aumento de modalidades virtuales.
La Tabla 3 evidencia avances notables en el
acceso a los tres niveles educativos, lo que
refleja los esfuerzos del Estado ecuatoriano por
cumplir con los objetivos de cobertura
educativa. No obstante, las fluctuaciones
observadas, especialmente durante los años de
la pandemia, subrayan la importancia de
implementar estrategias sostenibles que
garanticen tanto el acceso como la calidad de la
educación en todo el país. Además, persisten
desafíos relacionados con la equidad, ya que las
brechas entre las zonas urbanas y rurales, así
como entre distintos niveles socioeconómicos,
continúan limitando el impacto pleno de las
políticas educativas.
Tabla 4. Salud en Ecuador durante el período
2010-2023
Año
Mortalidad
infantil (por
1,000 nacidos
vivos)
Esperanza de
vida (años)
2010
17
74,5
2015
14,5
75,5
2020
13
76
2023
12
76,8
Fuente: Elaboración propia
La Tabla 4 refleja la evolución de dos
indicadores clave de salud en Ecuador durante
el período 2010-2023: la tasa de mortalidad
infantil y la esperanza de vida al nacer. Estos
indicadores son fundamentales para evaluar el
impacto de las políticas públicas en el sector de
la salud y el progreso en términos de desarrollo
humano en el país.
En primer lugar, la mortalidad infantil, medida
como el número de muertes de niños menores
de un año por cada 1,000 nacidos vivos, mostró
una disminución sostenida a lo largo del
período. En 2010, esta tasa era de 17 muertes
por cada 1,000 nacidos vivos, disminuyendo a
14,5 en 2015, 13 en 2020, y finalmente
alcanzando 12 en 2023. Este descenso evidencia
mejoras en el acceso y la calidad de los servicios
de salud materno-infantil, así como en la
implementación de programas de vacunación,
atención prenatal y control de enfermedades
infecciosas. No obstante, aunque estas cifras
son alentadoras, las disparidades entre las zonas
urbanas y rurales siguen siendo un desafío, ya
que las comunidades más alejadas enfrentan
mayores dificultades para acceder a servicios de
salud.
Por otro lado, la esperanza de vida al nacer
mostró un incremento constante durante el
período analizado, pasando de 74,5 años en
2010 a 76,8 años en 2023. Este aumento refleja
no solo los avances en la atención sanitaria, sino
también las mejoras en condiciones generales
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como la nutrición, la educación y el
saneamiento básico. En 2015, la esperanza de
vida alcanzó los 75,5 años y continuó
aumentando hasta los 76 años en 2020, a pesar
de los desafíos planteados por la pandemia de
COVID-19. Esto demuestra la capacidad del
sistema de salud para mantener un nivel mínimo
de cobertura y servicios esenciales incluso en
tiempos de crisis.
Los datos de la Tabla 4 destacan avances
importantes en el sector de la salud en Ecuador
durante el período 2010-2023, con mejoras
significativas en la reducción de la mortalidad
infantil y el aumento de la esperanza de vida.
Sin embargo, persisten desafíos relacionados
con las inequidades en el acceso a servicios de
salud entre diferentes regiones y grupos
socioeconómicos. Estos resultados subrayan la
importancia de seguir fortaleciendo las políticas
de salud pública y de garantizar que los
servicios sean accesibles para todos los
ciudadanos, independientemente de su
ubicación o condición social.
Tabla 5. Impacto BDH del Ecuador durante el
período 2010-2023
Indicador
Impacto
Reducción de pobreza extrema (%)
6
Hogares beneficiados (millones)
1,2
Cobertura rural (%)
70
Fuente: Elaboración propia
La Tabla 5 refleja el impacto significativo del
Bono de Desarrollo Humano (BDH) en Ecuador
durante el período 2010-2023, destacando su
contribución a la reducción de la pobreza
extrema, la cobertura rural y el número de
hogares beneficiados. Este programa,
concebido como una transferencia monetaria
condicionada destinada a los sectores más
vulnerables, ha sido un pilar fundamental en las
políticas sociales del país. Su diseño busca no
solo proporcionar un alivio inmediato a las
familias que viven en condiciones de extrema
pobreza, sino también fomentar el acceso a la
educación y la salud mediante la
condicionalidad de los beneficios. Los
resultados reportados en la tabla muestran que
el BDH ha logrado una reducción del 6 % en los
niveles de pobreza extrema, un avance notable
considerando que estas poblaciones enfrentan
barreras estructurales para mejorar sus
condiciones de vida.
El impacto del BDH también se refleja en la
cobertura alcanzada, beneficiando
aproximadamente a 1,2 millones de hogares a lo
largo del período analizado. Este número
representa una porción significativa de la
población más vulnerable del país,
consolidando al programa como una de las
intervenciones sociales más amplias y efectivas
de Ecuador. Sin embargo, este alcance también
plantea retos importantes en términos de
sostenibilidad financiera, ya que el BDH
depende de los recursos fiscales que, en gran
parte, provienen de ingresos volátiles como los
del petróleo. Durante períodos de crisis
económica, como la pandemia de COVID-19, el
programa demostró su importancia como una
herramienta para amortiguar el impacto en los
hogares más pobres, pero también evidenció la
necesidad de diversificar las fuentes de
financiamiento para garantizar su continuidad a
largo plazo.
Un aspecto especialmente destacable del BDH
es su cobertura rural, que alcanzó el 70 %,
evidenciando el enfoque del programa en las
zonas donde la pobreza extrema es más
prevalente. Las áreas rurales de Ecuador
históricamente han enfrentado mayores niveles
de exclusión, con menores oportunidades
económicas y menor acceso a servicios básicos
como educación, salud e infraestructura. El
énfasis del BDH en estas poblaciones es crucial
para cerrar las brechas entre las zonas urbanas y
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rurales, contribuyendo a una mayor equidad
territorial. Sin embargo, persisten desafíos
relacionados con la focalización del programa,
ya que en algunos casos los recursos no llegan
de manera efectiva a todas las familias que los
necesitan debido a limitaciones en los
mecanismos de identificación y distribución.
A pesar de estos logros, el impacto del BDH
debe analizarse en el contexto de políticas más
amplias de desarrollo social y económico. Si
bien la reducción de la pobreza extrema es un
objetivo clave, es fundamental complementarlo
con iniciativas que promuevan la inclusión
económica sostenible, como el acceso al empleo
digno, el fortalecimiento de los sistemas
educativos y de salud, y el desarrollo de
infraestructura en las zonas rurales. En este
sentido, el BDH ha cumplido un rol esencial
como una medida paliativa, pero para generar
un impacto transformador se requiere una
integración más amplia con políticas
estructurales que aborden las raíces de la
pobreza.
La Tabla 5 evidencia que el BDH ha sido una
herramienta efectiva para aliviar la pobreza
extrema en Ecuador, especialmente en las zonas
rurales, donde su cobertura ha sido
particularmente destacada. Sin embargo, el
impacto del programa no debe ser visto como
un fin en mismo, sino como parte de una
estrategia más amplia de desarrollo inclusivo.
La sostenibilidad y la expansión de este tipo de
programas requieren un enfoque integral que
combine asistencia directa con políticas
estructurales, permitiendo así que las familias
más vulnerables superen las barreras que
perpetúan su condición de pobreza y logren una
integración económica y social plena.
Discusión de los resultados
El análisis de los resultados obtenidos a lo largo
del período 2010-2023 demuestra avances
significativos en la reducción de la pobreza y la
desigualdad en Ecuador, impulsados
principalmente por las políticas de inversión
social. No obstante, estos logros se han
producido en un contexto marcado por
desigualdades estructurales persistentes y
eventos coyunturales, como la pandemia de
COVID-19, que limitaron el impacto pleno de
estas políticas. Esta discusión abordará las
principales tendencias observadas, las
fortalezas de las estrategias implementadas y las
áreas que requieren atención prioritaria para
garantizar un progreso sostenible e inclusivo.
En términos de pobreza, los resultados muestran
una tendencia clara a la reducción, con cifras
que pasaron del 37,1 % en 2010 al 25,1 % en
2023. Este avance representa una disminución
de más de 12 puntos porcentuales en poco más
de una década. De manera similar, la pobreza
extrema se redujo del 15,4 % al 9,8 %, lo que
evidencia el impacto de los programas sociales
en la mejora de las condiciones de vida de los
hogares más vulnerables. Estas cifras son
consistentes con estudios internacionales que
destacan el papel de las transferencias
monetarias condicionadas, como el Bono de
Desarrollo Humano (BDH), en la disminución
de la pobreza (Álvarez, S., Guanín, A., &
Álvarez, S., 2020). Sin embargo, estos avances
fueron interrumpidos temporalmente en 2020,
cuando la pandemia de COVID-19 generó un
aumento significativo en los niveles de pobreza,
lo que pone de manifiesto la fragilidad de los
logros alcanzados frente a crisis externas.
En cuanto a la desigualdad, el coeficiente de
Gini mostró una mejora sostenida, pasando de
0,47 en 2010 a 0,43 en 2023. Esta reducción
refleja los esfuerzos del Estado ecuatoriano por
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redistribuir los ingresos a través de políticas
sociales y programas específicos orientados a
los sectores más necesitados. Sin embargo,
como señalan Lustig et al. (Suárez, D., Cruz, J.,
& Pérez, M., 2022), el ritmo de reducción de la
desigualdad en Ecuador ha sido más lento en
comparación con otros países de la región, lo
que sugiere la persistencia de desigualdades
estructurales profundas. Estas desigualdades
son especialmente evidentes entre las zonas
urbanas y rurales, así como entre diferentes
grupos socioeconómicos, lo que indica que las
políticas redistributivas deben ser
complementadas con reformas estructurales
más amplias.
El sector educativo también mostró avances
significativos, especialmente en términos de
cobertura. La matrícula en Bachillerato
aumentó del 51,2 % en 2010 al 78,5 % en 2023,
lo que demuestra el impacto de las políticas de
gratuidad educativa y los esfuerzos por mejorar
la infraestructura escolar en todo el país. Este
crecimiento en la cobertura refleja una mejora
en el acceso a la educación secundaria, un nivel
crítico para garantizar la continuidad educativa
y reducir las brechas intergeneracionales de
pobreza (García, 2024). Sin embargo, persisten
desafíos importantes en términos de calidad
educativa, particularmente en las zonas rurales,
donde la infraestructura limitada y la escasez de
docentes capacitados afectan los resultados de
aprendizaje y perpetúan las desigualdades
regionales.
Por otro lado, la matrícula en la educación
superior también mostró un crecimiento
significativo, pasando del 32,5 % en 2010 al
52,0 % en 2023. Este incremento es un reflejo
de las políticas de inclusión implementadas por
la Secretaría de Educación Superior, Ciencia,
Tecnología e Innovación (SENESCYT), que
han buscado democratizar el acceso a la
educación terciaria. No obstante, las barreras
económicas y sociales continúan siendo un
desafío importante para garantizar la equidad en
este nivel educativo. En particular, las
diferencias en la calidad y el costo entre las
instituciones públicas y privadas limitan las
oportunidades de los estudiantes de menores
ingresos, quienes enfrentan mayores
dificultades para acceder y completar sus
estudios superiores.
En el sector de la salud, los avances son
igualmente significativos. La tasa de mortalidad
infantil disminuyó de 17 muertes por cada 1,000
nacidos vivos en 2010 a 12 en 2023, lo que
refleja mejoras en los servicios de salud
materno-infantil y en la cobertura de programas
de vacunación. Además, la esperanza de vida al
nacer aumentó de 74,5 años en 2010 a 76,8 años
en 2023, lo que indica una mejora general en las
condiciones de vida y en el acceso a servicios
básicos. Sin embargo, las disparidades en el
acceso a los servicios de salud entre las zonas
urbanas y rurales continúan siendo un desafío
importante. Como señala la CEPAL (Vera, L.,
Cuadros, C., & Zambrano, M., 2022), las áreas
rurales enfrentan barreras significativas para
acceder a servicios médicos de calidad, lo que
pone de manifiesto la necesidad de invertir en
infraestructura sanitaria y en personal médico
para reducir estas brechas.
El Bono de Desarrollo Humano (BDH) ha sido
uno de los pilares fundamentales en las políticas
sociales de Ecuador durante este período. El
programa benefició a más de 1,2 millones de
hogares y logró alcanzar una cobertura rural del
70 %, destacándose como una herramienta
efectiva para reducir la pobreza extrema. Este
impacto es consistente con investigaciones que
han demostrado que las transferencias
monetarias condicionadas pueden mejorar las
condiciones de vida de los hogares vulnerables
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y facilitar el acceso a servicios básicos como
educación y salud (Gualán, K., & Altamirano,
E., 2024). Sin embargo, el impacto del BDH en
la reducción de la desigualdad ha sido más
limitado, debido a la persistencia de
desigualdades estructurales y a la focalización
imperfecta del programa, que en algunos casos
no logra llegar a las familias más necesitadas.
Un desafío crítico asociado al BDH es su
sostenibilidad financiera. Al depender en gran
medida de los ingresos petroleros, el programa
está sujeto a las fluctuaciones del mercado
internacional, lo que pone en riesgo su
continuidad durante períodos de crisis
económica. Esto se hizo evidente durante la
pandemia de COVID-19, cuando la caída de los
ingresos fiscales limitó la capacidad del Estado
para mantener y expandir sus programas
sociales. Además, la focalización del BDH ha
sido objeto de críticas, ya que los mecanismos
para identificar a los beneficiarios no siempre
son efectivos, lo que resulta en la exclusión de
familias elegibles y en la inclusión de hogares
que no cumplen con los criterios establecidos.
La cobertura rural del BDH, que alcanzó el 70
%, es un aspecto positivo que destaca el enfoque
del programa en las zonas más vulnerables del
país. Sin embargo, las brechas estructurales
entre las áreas urbanas y rurales siguen
limitando el impacto total del programa. Las
comunidades rurales enfrentan desafíos
adicionales, como el acceso limitado a
infraestructura básica, la falta de oportunidades
laborales y la escasez de servicios públicos de
calidad. Esto sugiere que las transferencias
monetarias deben ser complementadas con
inversiones en desarrollo territorial que aborden
las causas profundas de la pobreza y la
desigualdad en estas regiones (Arenas, A., &
Cecchini, S., 2022).
Un aspecto crítico que emerge de los resultados
es la vulnerabilidad de las políticas sociales
frente a crisis externas, como la pandemia de
COVID-19. La interrupción de los avances en
indicadores clave, como la pobreza y la
matrícula escolar, durante este período subraya
la necesidad de fortalecer los sistemas de
protección social para garantizar su resiliencia
ante futuras crisis. Esto incluye no solo
aumentar la cobertura de los programas
sociales, sino también diversificar las fuentes de
financiamiento y fortalecer las instituciones
encargadas de su implementación (Neira, D.,
Aguja, F., & Salazar, J., 2024).
En términos de desigualdad, aunque el
coeficiente de Gini muestra avances, la
persistencia de brechas entre diferentes grupos
socioeconómicos y regiones indica que las
políticas redistributivas no han sido suficientes
para abordar las desigualdades estructurales.
Esto pone de manifiesto la necesidad de
implementar reformas más amplias que
incluyan la justicia fiscal, la promoción del
empleo digno y la inversión en sectores
productivos.
Los resultados de este estudio reflejan avances
importantes en la reducción de la pobreza y la
mejora de los indicadores de desigualdad,
educación y salud en Ecuador durante el
período 2010-2023. Sin embargo, estos logros
deben ser contextualizados dentro de los
desafíos estructurales y las limitaciones de las
políticas actuales. Para garantizar un desarrollo
inclusivo y sostenible, es necesario fortalecer la
sostenibilidad de los programas sociales,
promover la equidad en el acceso a servicios
básicos y aumentar la resiliencia frente a crisis
externas. Estos esfuerzos deben ser parte de un
enfoque más amplio de desarrollo que combine
medidas de asistencia inmediata con estrategias
estructurales de largo plazo.
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Conclusiones
En el período 2010-2023, Ecuador experimentó
avances significativos en la reducción de la
pobreza y la desigualdad, los cuales fueron
impulsados por una serie de políticas de
inversión social que priorizaron a los sectores
más vulnerables de la población. Los resultados
obtenidos muestran una disminución
considerable en los índices de pobreza, con una
reducción de más de 12 puntos porcentuales en
la pobreza general y cerca de 6 puntos
porcentuales en la pobreza extrema. Estas cifras
reflejan el impacto positivo de programas como
el Bono de Desarrollo Humano (BDH), que
desempeñaron un papel fundamental en mejorar
las condiciones de vida de los hogares más
desfavorecidos. Sin embargo, estos avances
también estuvieron acompañados de desafíos
estructurales, como la dependencia de ingresos
fiscales volátiles y las limitaciones en la
sostenibilidad de las políticas públicas, lo que
destaca la necesidad de replantear las
estrategias para garantizar su continuidad a
largo plazo.
La desigualdad en la distribución del ingreso
también mostró una tendencia a la mejora
durante el período analizado, evidenciada por la
reducción del coeficiente de Gini de 0,47 en
2010 a 0,43 en 2023. No obstante, esta
reducción ha sido insuficiente para abordar las
desigualdades estructurales profundamente
arraigadas en la sociedad ecuatoriana,
particularmente entre las zonas urbanas y
rurales. Las políticas redistributivas, aunque
efectivas en cierta medida, han demostrado no
ser capaces de cerrar completamente estas
brechas. Esto pone de manifiesto la necesidad
de complementar los programas sociales con
políticas estructurales que incluyan una
redistribución fiscal más justa, mayores
inversiones en sectores productivos y
estrategias de desarrollo territorial para reducir
las disparidades socioeconómicas y
geográficas.
En el ámbito educativo, los avances en la
ampliación de la cobertura fueron notables,
especialmente en los niveles de Bachillerato y
Educación Superior. La tasa de matrícula en
Bachillerato aumentó significativamente,
mientras que la matrícula en Educación
Superior superó el 50 % en 2023, lo que
representa un paso importante hacia la igualdad
de oportunidades. Sin embargo, estas mejoras
en el acceso a la educación no siempre han ido
acompañadas de mejoras en la calidad
educativa, especialmente en las zonas rurales,
donde persisten desafíos relacionados con la
infraestructura, la formación docente y los
recursos disponibles. Este panorama subraya la
importancia de implementar políticas que no
solo amplíen la cobertura, sino que también
garanticen una educación de calidad equitativa,
capaz de cerrar las brechas existentes y
fomentar un aprendizaje significativo en todos
los niveles.
En el sector de la salud, los indicadores reflejan
progresos importantes en términos de la
reducción de la mortalidad infantil y el aumento
de la esperanza de vida. Estos logros son el
resultado de esfuerzos sostenidos para mejorar
el acceso y la calidad de los servicios de salud,
así como de la implementación de programas de
atención materno-infantil y vacunación que han
beneficiado a amplios sectores de la población.
Sin embargo, las disparidades regionales
continúan siendo un obstáculo importante, ya
que las zonas rurales enfrentan mayores
dificultades para acceder a servicios médicos
adecuados. Estas desigualdades evidencian la
necesidad de reforzar la infraestructura sanitaria
y garantizar la disponibilidad de personal
médico en las áreas más remotas del país, lo que
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permitiría consolidar los avances alcanzados y
extenderlos a toda la población.
El Bono de Desarrollo Humano ha sido una
herramienta clave en la lucha contra la pobreza
extrema, beneficiando a más de un millón de
hogares y alcanzando una notable cobertura del
70 % en las zonas rurales. No obstante, su
impacto en la reducción de las desigualdades
estructurales ha sido limitado, debido a la
naturaleza paliativa del programa y a los
problemas de focalización en la distribución de
los recursos. Además, su sostenibilidad a largo
plazo enfrenta desafíos significativos debido a
la dependencia del programa de los ingresos
petroleros, lo que lo hace vulnerable a las
fluctuaciones en los mercados internacionales.
Por ello, es crucial no solo mejorar los
mecanismos de focalización, sino también
integrar el BDH dentro de un marco más amplio
de políticas que combinen transferencias
monetarias con estrategias para la creación de
empleo digno y el fortalecimiento de los
sistemas educativos y sanitarios.
Los avances logrados en Ecuador durante el
período 2010-2023 son innegables y
representan un esfuerzo significativo por parte
del Estado para reducir la pobreza, mejorar la
igualdad y garantizar el acceso a servicios
básicos esenciales. Sin embargo, estos logros
también evidencian la necesidad de una
transformación estructural en las políticas
públicas para abordar los desafíos pendientes de
manera sostenible. Garantizar la equidad en el
acceso a servicios básicos, fortalecer los
sistemas de protección social y desarrollar
estrategias resilientes frente a crisis externas
son aspectos fundamentales para consolidar los
avances alcanzados. Esto requiere un
compromiso continuo con la planificación a
largo plazo, una mayor diversificación de las
fuentes de financiamiento y un enfoque integral
que promueva un desarrollo inclusivo,
sostenible y equitativo para toda la población
ecuatoriana.
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