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Todos nosotros tenemos, no un cuerpo,
sino un crecimiento, y éste nos conduce a
través de todos los dolores, sea en esta
forma o en esta otra. Lo mismo que el niño
que se va desarrollando a través de todos
los estadios de la vida hasta la vejez y la
muerte (y, en el fondo, cada estadio le
parece al anterior, en el deseo o en el temor,
inalcanzable), así también evolucionamos
nosotros (vinculados a la Humanidad no
menos profundamente que a nosotros
mismos) a través de todos los sufrimientos
de este mundo (Kafka, 1990, 80).
Por otra parte, están también las declaraciones
religiosas, las cuales influyen decisivamente en
la definición que tiene el hombre acerca del
dolor. Para el apóstol Pablo llevar las marcas de
Cristo no era motivo de tristeza ni dolor, sino
una forma de identificarse como mensajero de
Jesús “(…) porque yo traigo en mi cuerpo las
marcas del Señor Jesús” (Gálatas 6.16 RVR
1960). ¿Se debe calificar como positiva la
actitud de Pablo? Partiendo de las definiciones
anteriormente estudiadas, es difícil ver lo
positivo en el dolor, sin embargo los personajes
Bíblicos en contadas ocasiones se encargan de
demostrar lo contrario.
El libro de Job presenta una de las historias más
conocidas de la Biblia. Job, podría dar cátedras
sobre el dolor ya que fue un hombre que lo
sufrió todo, perdió su familia, sus propiedades,
sus amigos, incluso su salud se vio
resquebrajada, fue alguien que experimentó las
situaciones más calamitosas inimaginables, sin
embargo, su libro cita: “… y saltaría de gozo en
medio de mi dolor sin tregua (…)” (Job 6:10
RVR2015). Gozo y dolor son dos términos
humanamente irreconciliables ¿Quién salta de
gozo en medio de su dolor? Job lo hizo, se
regocijó en Dios en medio de un dolor
inquebrantable, esto es algo que sólo puede
darse cuando se es consciente de una realidad y
propósito más grande que el mismo dolor.
Job experimenta una alegría que no niega la
realidad, sino una alegría que es intencional en
buscar el propósito detrás de ese dolor. El
apóstol Pablo lo llamaría “contentamiento” (1
Timoteo 6: 7-8) una actitud del alma de
aprender a vivir con gozo en medio de las
carencias de la vida. Ciertamente los días son
peligrosos, abrumadores e inciertos, pero por
medio de la Biblia ya la humanidad estaba
advertida y, esa advertencia venia acompañada
de la promesa de que Dios todo lo ha vencido y
otorga la confianza de que todo pasará. “Estas
cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo
he vencido al mundo.” (Juan 16:33 RVR1960).
Dios no promete que dará fin a todos los
sufrimientos aquí en la tierra, Él promete estar
junto a sus hijos cuando atraviesen por el
sufrimiento. Timothy Keller (2018) describe:
Es posible que la imagen bíblica más
vívida del sufrimiento sea la que
encontramos en el tercer capítulo del libro
de Daniel, donde tres hombres fieles fueron
lanzados en un horno que se suponía los
mataría. Pero una figura misteriosa
apareció entre ellos. Los que estaban fuera
quedaron atónitos al ver no a tres, sino a
cuatro personas en el horno, uno de los
cuales tenía la apariencia de “un dios” (p.
16)
La presencia de un cuarto personaje da luz de la
presencia del mismo Dios en medio de la
aflicción; el sufrimiento es inevitable, y no
siempre se podrá salir librado de él, pero la
esperanza recibida por Dios y registrada en las
escrituras, es Su Presencia mientras se atraviesa
el “(…) valle de sombra y de muerte…”
(Salmos 23:4 RVR 1960).
La Iglesia primitiva da testimonio palpable de
lo que es el sufrimiento, ellos no solo sufrían el
exilio, la persecución, el miedo, sino que habían