Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 10.2
Edición Especial IV 2025
Página 258
DEL MITO A LA CLARIDAD: CÓMO ENSEÑAR Y APRENDER CANAL INGUINAL
FROM MYTH TO CLARITY: HOW TO TEACH AND LEARN ABOUT THE INGUINAL
CANAL
Autores: ¹Erika Eduvige Paladine Bravo, ²Irene Alejandra Apolo Fajardo, ³Carlos Antonio
Villacis de la Cruz,
4
Elsie Janeth Mero López y
5
Carol Nicole Serrano Villamar.
¹ORCID ID:
https://orcid.org/0009-0006-7300-8523
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0007-3000-4343
3
ORCID ID:
https://orcid.org/0009-0002-3309-2039
4
ORCID ID:
https://orcid.org/0009-0008-1022-1399
5
ORCID ID:
https://orcid.org/0009-0000-6469-5989
¹E-mail de contacto: erikapaladinebravo@gmail.com
²E-mail de contacto: ireneapolo00@gmail.com
³E-mail de contacto: cavd25x2@gmail.com
4
E-mail de contacto:
ejanethmerol29@gmail.com
5
E-mail de contacto:
acarolnicole99.cs@gmail.com
Afiliación:
1*
Investigador independiente, (Cuba).
2*3*4*5*
Investigador independiente, (Ecuador).
Artículo recibido: 27de Octubre del 2025
Artículo revisado: 29 de Octubre del 2025
Artículo aprobado: 5 de Noviembre del 2025
1
Médico Especialista en primer grado en Medicina General Integral Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba, (Cuba).
²Médico de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
³Médico de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
4
Estudiante de la carrera de Medicina de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, (Ecuador).
5
Médico de la Universidad de Guayaquil, (Ecuador).
Resumen
El canal inguinal suele verse como un territorio
oscuro, pequeño, tridimensional y cargado de
eponimias, lo que dificulta su visualización y
retención por estudiantes y residentes. El
objetivo del estudio se centró en proponer un
enfoque pedagógico claro y práctico para la
enseñanza y la comprensión del canal inguinal.
La investigación tiene su génesis a partir de una
revisión bibliográfica con mapeo
terminológico orientada a construir una
propuesta pedagógica para la enseñanza del
canal inguinal, organizada por ejes temáticos y
con énfasis en correspondencias entre
eponimias y Terminología Anatómica. El canal
inguinal deja de ser un territorio oscuro cuando
se entiende como un corredor músculo-
aponeurótico con paredes definidas (pared
anterior, pared posterior, techo y suelo),
orificios desalineados; anillo inguinal profundo
y anillo inguinal superficial, contenido
reconocible y referencias vasculares
constantes. Su claridad emerge al integrar
cuatro ejes que se potencian: la embriología
explica la variabilidad esperable de los anillos
y del trayecto; la anatomía ordena límites,
planos y relaciones; la terminología oficial
depura el lenguaje entre aula, imagen y
quirófano; la pedagogía activa y tridimensional
convierte la lista en un mapa operativo que el
estudiante puede manipular y recordar.
Palabras clave: Proceso de enseñanza
aprendizaje, Medicina, Estudiante, Docente,
Canal inguinal.
Abstract
The inguinal canal is often perceived as a small,
obscure, three-dimensional territory laden with
eponyms, making it difficult for students and
residents to visualize and retain. The aim of this
study was to propose a clear and practical
pedagogical approach for teaching and
understanding the inguinal canal. The research
originated from a literature review with
terminological mapping aimed at developing a
pedagogical proposal for teaching the inguinal
canal, organized by thematic axes and
emphasizing correspondences between
eponyms and anatomical terminology. The
inguinal canal ceases to be an obscure territory
when it is understood as a musculoaponeurotic
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corridor with defined walls (anterior wall,
posterior wall, roof, and floor), misaligned
openings, a deep inguinal ring and a superficial
inguinal ring, recognizable contents, and
consistent vascular landmarks. Its clarity
emerges from integrating four mutually
reinforcing axes: embryology explains the
expected variability of the rings and the canal's
course; anatomy defines boundaries, planes,
and relationships; Official terminology
clarifies the language used in the classroom,
imaging, and operating room; active, three-
dimensional pedagogy transforms the list into
an operational map that the student can
manipulate and remember.
Keywords: Teaching and learning process,
Medicine, Student, Teacher, Inguinal canal.
Sumário
O canal inguinal é frequentemente percebido
como um território pequeno, obscuro e
tridimensional, repleto de epônimos, o que
dificulta sua visualização e retenção por
estudantes e residentes. O objetivo deste estudo
foi propor uma abordagem pedagógica clara e
prática para o ensino e a compreensão do canal
inguinal. A pesquisa teve origem em uma
revisão da literatura com mapeamento
terminológico, visando desenvolver uma
proposta pedagógica para o ensino do canal
inguinal, organizada por eixos temáticos e
enfatizando as correspondências entre
epônimos e terminologia anatômica. O canal
inguinal deixa de ser um território obscuro
quando compreendido como um corredor
musculoaponeurótico com paredes definidas
(parede anterior, parede posterior, teto e
assoalho), aberturas desalinhadas, um anel
inguinal profundo e um anel inguinal
superficial, conteúdo reconhecível e marcos
vasculares consistentes. Sua clareza emerge da
integração de quatro eixos que se reforçam
mutuamente: a embriologia explica a
variabilidade esperada dos anéis e do trajeto do
canal; a anatomia define limites, planos e
relações; A terminologia oficial esclarece a
linguagem utilizada em sala de aula, exames de
imagem e centro cirúrgico; a pedagogia ativa e
tridimensional transforma a lista em um mapa
operacional que o aluno pode manipular e
memorizar.
Palavras-chave: Processo de ensino e
aprendizagem, Medicina, Aluno, Professor,
Canal inguinal.
Introducción
El canal inguinal se ha ganado fama de territorio
difícil: es pequeño, tridimensional y está
cubierto por un léxico que cambia de fuente en
fuente. Esa mezcla suele impedir que el
estudiante construya una imagen mental estable
y que el residente traslade lo aprendido a la
palpación, a la ecografía o a la mesa operatoria.
La dificultad no está en la estructura en sí, sino
en cómo se la cuenta. Cuando la región se
presenta como un corredor oblicuo con dos
orificios desalineados: el anillo inguinal
profundo y anillo inguinal superficial; y un
mapa claro de paredes, planos y referencias
vasculares, la retención mejora y la
transferencia a la práctica se vuelve posible
(Moore y Dalley, 2023). Comprender su
arquitectura es clave para cualquier exploración
o procedimiento seguro. La pared anterior
formada por la aponeurosis del músculo oblicuo
externo, el techo constituido por los arcos del
oblicuo interno y del transverso del abdomen, el
suelo representado por el ligamento inguinal y
tracto iliopúbico, y la pared posterior formada
por la fascia transversal y refuerzos mediales,
son una secuencia de capas que se abren y
cierran sobre el contenido. A esa organización
se suman referencias constantes que orientan la
toma de decisiones: los vasos epigástricos
inferiores como frontera entre territorios directo
e indirecto; el tracto iliopúbico dividiendo el
espacio subinguinal; el vínculo con el orificio
miopectíneo que explica la vecindad con la
región femoral (Latarjet et al. 2019).
Este manuscrito propone una vía de aprendizaje
que integra cuatro ejes en una narrativa única y
operativa. La embriología aporta el origen del
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corredor y la variabilidad esperable del proceso
vaginal y de los anillos. La anatomía organiza
límites, planos y puntos de referencia que se
pueden reconocer siempre. La terminología
oficial depura el lenguaje y reduce la
ambigüedad entre aula, imagen y quirófano. La
pedagogía activa, con maquetas, disecciones
guiadas y casos breves, transforma la lista en un
mapa manipulable, donde cada decisión se
apoya en una estructura visible. La enseñanza
tradicional suele fragmentarse: textos que
alternan eponimias, ausencia de mapas por
planos, escasos “nodos de decisión” para la
imagen y la cirugía. Aquí se ofrece una
gramática funcional del canal inguinal,
organizada por paredes, anillos, contenido y
referencias vasculares, junto con estrategias de
aula que alinean el lenguaje del anfiteatro con el
del informe ecográfico y la nota operatoria. La
ruta del artículo avanza desde la embriología
hacia la anatomía con Terminología Anatómica
Internacional, incorpora equivalencias
históricas solo cuando ayudan a comparar, y
culmina con propuestas didácticas basadas en
casos que muestran cómo ese mapa se usa en la
práctica (Moore y Dalley, 2023; Latarjet et al.,
2019).
Comprender el canal inguinal desde su génesis
embrionaria permite desmontar la percepción
de que se trata de una estructura compleja o
enigmática; en realidad, es la consecuencia
predecible de la interacción entre la migración
gonadal y la reorganización progresiva de la
pared abdominal. Durante el cierre ventral
secundario, los miotomas hipaxiales se
desplazan y forman los músculos; recto y
oblicuos, todavía con diástasis media cuando el
intestino retorna a la cavidad, en un momento
en el que la pared está en plena remodelación
estructural y tensional. Este acontecimiento
prepara el lecho donde, más tarde se formarán
los anillos inguinales (Pechriggl et al., 2022).
Por los motivos anteriormente expuestos, a
través de la presente investigación se tiene
como propósito el diseñar estrategias
pedagógicas sugeridas a través de una
perspectiva pedagógica integradora.
Materiales y Métodos
Estudio cualitativo-documental con alcance
exploratoriodescriptivo y componente
aplicado (desarrollo y validación inicial de una
propuesta didáctica). El trabajo integra: (a)
análisis documental de fuentes anatómicas,
embriológicas, terminológicas y pedagógicas;
(b) síntesis temática por ejes (embriología,
anatomía funcional, terminología oficial,
pedagogía 3D/ABP); y (c) diseño de estrategias
pedagógicas integradoras.
Resultados y Discusión
Análisis documental
El canal inguinal se ha ganado fama de territorio
difícil: es pequeño, tridimensional y está
cubierto por un léxico que cambia de fuente en
fuente. Esa mezcla suele impedir que el
estudiante construya una imagen mental estable
y que el residente traslade lo aprendido a la
palpación, a la ecografía o a la mesa operatoria.
La dificultad no está en la estructura en sí, sino
en cómo se la cuenta. Cuando la región se
presenta como un corredor oblicuo con dos
orificios desalineados: el anillo inguinal
profundo y anillo inguinal superficial; y un
mapa claro de paredes, planos y referencias
vasculares, la retención mejora y la
transferencia a la práctica se vuelve posible
(Moore y Dalley, 2023). Comprender su
arquitectura es clave para cualquier exploración
o procedimiento seguro. La pared anterior
formada por la aponeurosis del músculo oblicuo
externo, el techo constituido por los arcos del
oblicuo interno y del transverso del abdomen, el
suelo representado por el ligamento inguinal y
tracto iliopúbico, y la pared posterior formada
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por la fascia transversal y refuerzos mediales,
son una secuencia de capas que se abren y
cierran sobre el contenido. A esa organización
se suman referencias constantes que orientan la
toma de decisiones: los vasos epigástricos
inferiores como frontera entre territorios directo
e indirecto; el tracto iliopúbico dividiendo el
espacio subinguinal; el vínculo con el orificio
miopectíneo que explica la vecindad con la
región femoral (Latarjet et al., 2019). Este
manuscrito propone una vía de aprendizaje que
integra cuatro ejes en una narrativa única y
operativa. La embriología aporta el origen del
corredor y la variabilidad esperable del proceso
vaginal y de los anillos. La anatomía organiza
límites, planos y puntos de referencia que se
pueden reconocer siempre. La terminología
oficial depura el lenguaje y reduce la
ambigüedad entre aula, imagen y quirófano. La
pedagogía activa, con maquetas, disecciones
guiadas y casos breves, transforma la lista en un
mapa manipulable, donde cada decisión se
apoya en una estructura visible.
La enseñanza tradicional suele fragmentarse:
textos que alternan eponimias, ausencia de
mapas por planos, escasos “nodos de decisión”
para la imagen y la cirugía. Aquí se ofrece una
gramática funcional del canal inguinal,
organizada por paredes, anillos, contenido y
referencias vasculares, junto con estrategias de
aula que alinean el lenguaje del anfiteatro con el
del informe ecográfico y la nota operatoria. La
ruta del artículo avanza desde la embriología
hacia la anatomía con Terminología Anatómica
Internacional, incorpora equivalencias
históricas solo cuando ayudan a comparar, y
culmina con propuestas didácticas basadas en
casos que muestran cómo ese mapa se usa en la
práctica (Moore y Dalley, 2023; Latarjet et al.,
2019). Comprender el canal inguinal desde su
génesis embrionaria permite desmontar la
percepción de que se trata de una estructura
compleja o enigmática; en realidad, es la
consecuencia predecible de la interacción entre
la migración gonadal y la reorganización
progresiva de la pared abdominal. Durante el
cierre ventral secundario, los miotomas
hipaxiales se desplazan y forman los músculos
recto y oblicuos, todavía con diástasis media
cuando el intestino retorna a la cavidad, en un
momento en el que la pared está en plena
remodelación estructural y tensional. Este
acontecimiento prepara el lecho donde, más
tarde se formarán los anillos inguinales.
(Pechriggl et al., 2022).
El canal inguinal no “aparece” por un defecto
súbito. En fetos de 810 semanas ya se
identifican sus paredes; la fascia transversal es
continua salvo por la interrupción del anillo
profundo, y el trayecto es muy corto y poco
oblicuo, alargándose y haciéndose más oblicuo
conforme avanza la edad gestacional. (Biasutto
et al., 2009; Taghavi et al., 2016). La clave
morfogenética es el gubernáculo. La primera
fase del descenso testicular es transabdominal,
y ocurre entre la 1015 semana; esta depende de
INSL3 y del efecto androgénico sobre la
regresión del ligamento suspensorio craneal,
luego el gubernáculo se hipertrofia y ancla la
gónada cerca de la futura región inguinal. La
segunda fase es inguinoescrotal, y transcurre
entre la 2535 semanas; esta fase exige la
migración activa del gubernáculo hacia el
escroto, con andrógenos actuando en gran
medida de forma indirecta a través del nervio
genitofemoral y su neuropéptido CGRP, que
orienta el crecimiento del extremo distal.
(Hutson et al., 2015). En paralelo, la serosa
peritoneal emite una evaginación caudal: el
proceso vaginal. Se forma hacia la semana 8, se
adosa a la cara ventral del gubernáculo y hernia
a través de la pared arrastrando las capas de ésta.
(Brainwood et al., 2020; Revzin et al., 2016).
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El resultado de ambos procesos es un canal
oblicuo cuyos límites se consolidan al crecer los
músculos abdominales. En varón, el testículo
progresa dentro o por detrás del proceso
vaginal, y la transmisión de presión
intraabdominal por este tubo contribuye de
modo hidráulico al avance final en el tercer
trimestre. (Taghavi et al., 2016; Brainwood et
al., 2020). Tras el nacimiento, el sistema se
cierra fisiológicamente: el proceso vaginal se
oblitera desde el anillo profundo y, en el varón,
dejará como remanente distal la túnica vaginal;
cuando esa obliteración se retrasa o es
incompleta, persisten comunicaciones
responsables del espectro congénito de
hidroceles y hernias indirectas. (Brainwood et
al., 2020). En la mujer, gubernáculo y el
proceso vaginal existen también; el primero se
segmenta como ligamento propio del ovario y
ligamento redondo, y el segundo constituye el
canal de Nuck, que normalmente involuciona.
La persistencia de este conducto explica la
patología inguinolabial de la infancia femenina
y refuerza la lectura unificada del canal como
producto de un programa compartido por ambos
sexos. (Saguintaah et al., 2022; Brainwood et
al., 2020).
Así, el canal inguinal se entiende mejor como
una huella morfogenética: la pared abdominal
ofrece el marco, el gubernáculo señala la
dirección y el proceso vaginal abre el paso; su
coordinación temporal produce la anatomía
definitiva que, cuando falla, se manifiesta
clínicamente como persistencia del proceso
vaginal o hernia congénita. (Hutson et al., 2015;
Taghavi et al., 2016). El canal inguinal es un
corredor músculo-aponeurótico de orientación
oblicua que atraviesa la pared anteroinferior del
abdomen. Asienta por encima de la mitad
medial del ligamento inguinal y conecta la
cavidad abdominal con los planos subcutáneos
de la región púbica. Su eje superficial puede
imaginarse como una línea que une la espina
ilíaca anterosuperior con la espina del pubis. El
orificio lateral es profundo y el medial es
subcutáneo; el trayecto progresa de lateral a
medial, de superior a inferior y de profundo a
superficial. En el adulto, el anillo lateral se sitúa
unos 1820 mm por encima del punto medio del
ligamento inguinal, dato útil para la proyección
clínica (Latarjet y Ruiz, 2019). Su función es
permitir el paso controlado de estructuras sin
comprometer la resistencia de la pared: el
cordón espermático en el varón y el ligamento
redondo del útero en la mujer, además del
tránsito de ramos nerviosos somáticos. La
disposición tridimensional del conducto
responde a un principio de “puerta oblicua”: dos
aberturas no alineadas y un techo fibromuscular
que se arquea sobre el contenido para protegerlo
durante los cambios de presión (Moore, 2023).
La arquitectura del canal surge de la
continuidad ordenada de las capas de la pared
anterolateral:
Fascia tranversal: (Fascia Transversalis):
Lámina fibrocelular que tapiza la superficie
profunda del músculo transverso del
abdomen y constituye el telón profundo del
canal. Se continúa cranealmente con la
fascia del diafragma y caudalmente con la
fascia ilíaca. En su espesor, por debajo del
ligamento inguinal, presenta un
engrosamiento longitudinal paralelo a este:
tracto iliopúbico (cintilla iliopubiana de
Thompson).
Ligamento inguinal (ligamento de Poupart;
arco/arcada crural, femoral, inguinal; de
Falopio; de Vesalio): Banda fibrosa de 10
12 cm originada por el engrosamiento del
borde inferior de la aponeurosis del
músculo oblicuo externo. Se extiende
desde la espina ilíaca anterosuperior hasta
el tubérculo del pubis.
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Arco iliopectíneo Lámina fibrosa nacida de
la coalición del ligamento inguinal con la
fascia ilíaca en su tercio lateral. Divide el
espacio subinguinal en dos compartimentos
(Laguna músculo-nerviosa: aloja al
músculo iliopsoas, el nervio
femorocutáneo lateral y el nervio femoral.
Laguna vasculonerviosa o anillo femoral:
contiene a los vasos femorales, el ramo
femoral del nervio genitofemoral y el
linfonodo de Cloquet).
Ligamento lacunar (de Gimbernat):
Reflexión en abanico de la aponeurosis del
oblicuo externo que, en el tercio medial del
ligamento inguinal, se inserta en el pecten
del pubis. Forma el borde medial del anillo
femoral y contribuye al piso medial del
canal.
Ligamento pectíneo (de Cooper): Cordón
resistente que se extiende desde la espina
del pubis a lo largo de la cresta pectínea, sin
alcanzar la eminencia iliopubiana,. Resulta
de la confluencia de fibras del ligamento
lacunar, fascia del músculo pectíneo,
ligamento reflejo de la aponeurosis del
oblicuo externo, fascia transversalis y
refuerzos de la línea alba.
Ligamento interfoveolar (de Hesselbach):
Fascículos provenientes de la aponeurosis
del músculo transverso del abdomen, que
desde la línea arqueada (arco de Douglas)
se curvan hacia el tracto iliopúbico y
forman un hemianillo fibroso alrededor del
anillo inguinal profundo. Su trayecto
descendente acompaña a los vasos
epigástricos inferiores y refuerza la pared
posterior en su sector lateral.
Ligamento de Henle: Expansión
aponeurótica del pilar externo de la vaina
del músculo recto del abdomen. Engrosa el
borde inferolateral del recto y colabora en
el refuerzo medial de la pared posterior del
canal, en continuidad con la hoz inguinal
(tendón conjunto cuando está presente).
Estas dependencias, articuladas en serie,
conforman un corredor oblicuo con techo
fibromuscular, piso ligamentoso y un plano
posterior fascial que explican la resistencia
basal del canal y sus zonas de transición clínica.
Pared anterior: Aponeurosis del oblicuo
externo a lo largo de todo el canal; en el
tercio lateral se refuerza con fibras del
oblicuo interno.
Pared posterior: Predominio de la fascia
transversal; medialmente se añade la hoz
inguinal y el ligamento reflejo de la
aponeurosis del oblicuo externo. Zona de
menor resistencia en su sector lateral (área
interfoveolar).
Techo (bóveda): Arcos de los bordes
inferiores del oblicuo interno y del
transverso del abdomen que “puentean”
sobre el contenido; medialmente, se
continúa con el borde inferior de la hoz
inguinal.
Piso: formado por el ligamento inguinal;
lateralmente se refuerza por el tracto
iliopúbico y medialmente por el ligamento
lacunar.
Anillo inguinal profundo (orificio inguinal
interno). Hendidura oval de la fascia
transversal, limitada medialmente por el
ligamento interfoveolar y situada lateral y
superior a los vasos epigástricos inferiores.
(Latarjet y Ruiz, 2019).
Anillo inguinal superficial (anillo
subcutáneo). Abertura triangular de la
aponeurosis del oblicuo externo delimitada
por pilar medial, pilar lateral y fibras
intercrurales. (Latarjet y Ruiz, 2019;
Moore, 2023).
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Contenido del canal inguinal y disposición
espacial
En el varón, el contenido del canal inguinal
corresponde al cordón espermático, cuyas
cubiertas están formadas por la fascia
espermática externa, la fascia o músculo
cremastéricos y la fascia espermática interna.
En su interior se encuentran la arteria testicular,
la arteria y vena del conducto deferente, la
arteria y vena cremastéricas y el plexo
pampiniforme. Además, contiene el ramo
genital del nervio genitofemoral, que se localiza
en el plano cremastérico, y el nervio
ilioinguinal, que se dispone superficial a las
cubiertas del cordón. También se incluyen el
conducto deferente y el vestigio del proceso
vaginal cuando este persiste (Hernia Group,
2020). En la mujer, el contenido del canal está
constituido por el ligamento redondo del útero
y el nervio ilioinguinal, que se dirigen hacia el
labio mayor. En algunos casos puede
acompañarlos un canal de Nuck permeable
durante la edad pediátrica, el cual se dispone
anterior y medial al ligamento redondo a lo
largo del canal (Saguintaah et al., 2022). El
paquete deferente-vascular ocupa el plano
profundo arropado por la fascia espermática
interna; el ramo genital del genitofemoral
discurre posteromedial al cordón, y el nervio
ilioinguinal acompaña al contenido hacia el
anillo superficial por fuera de las envolturas.
(Moore, 2023; Hernia Group, 2020).
Eponimias y nomenclatura oficial
(terminología anatómica)
A continuación, se resumen eponimias
históricas de uso todavía extendido y su
correspondencia en terminología oficial. La
selección privilegia estructuras que el
estudiante y el residente encuentran en la
exploración, en la imagen y durante la cirugía
del canal inguinal:
Tabla 1. Eponimias frecuentes y su
denominación oficial
Eponimia
Terminología oficial (FIPAT) /
uso recomendado
Ligamento de Poupart,
Ligamento de Falopio,
Ligamento de Vesalio
Ligamento inguinal
Ligamento de Cooper
Ligamento pectíneo (pubiano)
Ligamento de Gimbernat
Ligamento lacunar
Cintilla iliopubiana de
Thompson
Tracto iliopúbico
Triángulo de Hesselbach
Triángulo interfoveolar
(Hesselbach)
Ligamento de Henle
Falda inguinal / fibras
posteroinferiores de la vaina del
recto (área del tendón conjunto)
Fuente: elaboración propia
Preferir la terminología oficial ofrece varias
ventajas fundamentales para la enseñanza, la
comunicación clínica y la práctica quirúrgica.
En primer lugar, promueve un lenguaje
compartido y comprensible, ya que cuando
radiólogos, cirujanos y docentes utilizan el
mismo mapa verbal, disminuyen los
malentendidos. Emplear expresiones como
“anillo inguinal profundo” y relacionarlo con
los vasos epigástricos inferiores resulta más
claro que alternar denominaciones históricas.
En ecografía, donde la precisión depende del
operador, identificar el anillo profundo, seguir
el tracto iliopúbico y ubicar la confluencia con
el ligamento lacunar requiere términos que
describan función, forma y relación espacial
(Moore y Dalley, 2023). Asimismo, la
coherencia con los planos de disección
constituye otro motivo esencial. Los atlas
anatómicos actuales clasifican las estructuras de
la región inguinal por capas: piel y tejido
subcutáneo, aponeurosis del oblicuo externo,
fibras arqueadas del oblicuo interno y
transverso, fascia transversal y peritoneo.
Cuando la nomenclatura sigue ese orden lógico
y no un conjunto disperso de epónimos, la curva
de aprendizaje se acorta. El residente identifica
con mayor facilidad qué estructura corresponde
al techo, al suelo, al cordón o a la pared
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posterior, y puede trasladar ese conocimiento a
cualquier cnica quirúrgica de reparación
(Latarjet et al., 2019). Finalmente, la
terminología oficial favorece la alineación con
una docencia basada en evidencia, ya que la
enseñanza por capas y relaciones anatómicas ha
demostrado mejorar la retención del
conocimiento y su transferencia a la práctica
clínica. Los materiales que utilizan términos
oficiales y relegan los epónimos a simples notas
históricas reducen la carga de traducción mental
del estudiante. De este modo, su atención se
orienta hacia los vectores de presión, las
direcciones de los arcos musculares y los puntos
reales de debilidad, en lugar de centrarse en
equivalencias terminológicas que entorpecen el
aprendizaje. La discusión sobre la fascia
transversal ejemplifica cómo el vocabulario
influye en la técnica. La describimos como una
lámina fibrocelular profunda, distinta del
tendón conjunto y de la aponeurosis del oblicuo
externo, que participa en la pared posterior y
origina la fascia espermática interna cuando se
invierte sobre el contenido que penetra por el
anillo profundo. En disección se reconoce su
continuidad con el tracto iliopúbico y con la
vaina femoral en la región crural. Nombrarla
con exactitud separa planos verdaderos de
planos quirúrgicos artificiales y evita
confusiones al planificar retenciones o
disecciones preperitoneales. Con una
terminología precisa, la pared posterior deja de
ser una “zona gris” y se convierte en una
superposición ordenada de estructuras: fascia
transversal, refuerzos mediales de la hoz
inguinal, aportes del ligamento reflejo y límites
óseos. Esa claridad reduce errores
interpretativos y favorece decisiones
intraoperatorias consistentes.
Guía docente para una transición ordenada
La transición hacia el uso exclusivo de la
terminología anatómica oficial requiere una
estrategia docente planificada y gradual. Una
primera medida consiste en aplicar una doble
rotulación deliberada, presentando durante las
unidades iniciales el término oficial seguido del
epónimo entre paréntesis, por ejemplo:
ligamento pectíneo (Cooper), ligamento lacunar
(Gimbernat) o triángulo inguinal medial
(Hesselbach). En los materiales de evaluación y
en las sesiones de integración, se conserva
únicamente la denominación oficial para
afianzar el hábito y promover un lenguaje
homogéneo. Otra herramienta eficaz es la
elaboración de mapas de equivalencias por
planos, en los que se representen la pared
anterior, posterior, el techo y el suelo del canal
inguinal. Cada capa debe identificarse con su
nombre oficial, y al pie de la lámina se incluirá
el epónimo correspondiente. Estas
representaciones funcionan como plantillas de
razonamiento que ayudan al estudiante a
localizar el anillo profundo respecto a los vasos
epigástricos inferiores, trazar el trayecto del
tracto iliopúbico y reconocer el punto donde el
ligamento lacunar delimita el anillo femoral.
También se recomienda incorporar casos de
aplicación con lenguaje controlado,
presentando escenarios clínicos breves, como,
por ejemplo: “bulto que aumenta con la
maniobra de Valsalva en una región lateral al
vaso epigástrico inferior”. El estudiante debe
describir el trayecto de la protrusión empleando
únicamente términos oficiales y, solo al final,
mencionar el epónimo equivalente si
corresponde. Este ejercicio favorece una
narrativa anatómica coherente y facilita la
transferencia del lenguaje técnico al informe
radiológico y a la nota operatoria. Es importante
además añadir notas históricas breves y
oportunas, que expliquen en una o dos líneas el
origen de cada epónimo sin desviar la atención
del término oficial. Estas cápsulas informativas
actúan como recordatorios culturales y ayudan
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a que la adopción de la nomenclatura moderna
no se perciba como una ruptura con la tradición.
El proceso de aprendizaje debe reforzarse
mediante una evaluación progresiva, que
comience con ejercicios sencillos de
correspondencia rminoimagen y avance
hacia descripciones libres basadas en disección
o interpretación ecográfica. Los criterios de
corrección deben priorizar la precisión
topográfica, la claridad en la relación entre
estructuras y la economía del lenguaje
anatómico. En un nivel más avanzado, las
prácticas pueden incluir la simulación de
informes e interoperabilidad, donde dos
equipos, uno quirúrgico y otro radiológico,
describan la misma situación clínica empleando
terminología oficial. Los informes se
intercambian para verificar si el lector puede
reconstruir el trayecto anatómico, los planos y
los puntos de decisión sin necesidad de
aclaraciones adicionales, lo que permite
identificar rápidamente los puntos de
ambigüedad terminológica. Finalmente, es
fundamental mantener un glosario activo y
vivo, que reúna términos con definiciones
concisas, ilustraciones lineales y relaciones
anatómicas esenciales. Cada término oficial
incluirá su epónimo entre paréntesis solo a
modo de referencia. Este glosario debe
actualizarse continuamente con las preguntas
surgidas en clase y los hallazgos observados
durante las prácticas de laboratorio anatómico,
consolidando así un lenguaje común, riguroso y
aplicable tanto en la docencia como en la
práctica clínica. Este enfoque no borra la
historia ni desatiende la práctica real. La
anatomía de la ingle deja de ser un catálogo de
nombres y se transforma en un sistema de
relaciones con puntos firmes, direcciones
definidas y capas que colaboran para proteger
un pasaje funcional. Nombrar bien es ver mejor.
Y ver mejor es enseñar y tratar con mayor
seguridad (Moore y Dalley, 2023; Latarjet et al.,
2019).
Dificultades pedagógicas y estrategias
didácticas
Muchos estudiantes describen el canal inguinal
como un territorio “opaco”. La combinación de
tamaño reducido, superposición de capas y
trayectos oblicuos dificulta construir una
imagen mental estable, especialmente cuando la
enseñanza se apoya en listados y cortes
bidimensionales. La literatura docente reciente
reconoce que las estructuras tridimensionales
del canal inguinal resultan arduas de visualizar
solo con clases magistrales, lo que merma el
compromiso y la memoria del contenido (Chun
et al., 2025). En imagen y exploración se suma
otra barrera: la región es dependiente del
operador y anatómicamente compleja, de modo
que incluso la interpretación ecográfica de
hallazgos normales exige dominar hitos y
planos; esta complejidad alimenta la sensación
de tema “resbaladizo” en etapas preclínicas
(Yoong et al., 2013). La identificación de
referencias como los vasos epigástricos
inferiores o el anillo profundo necesita un
encuadre sistemático que no siempre está
presente en la enseñanza tradicional, lo que
incrementa la carga cognitiva innecesaria
(Yoong et al., 2013).
La proliferación de eponimias y nomenclaturas
no estandarizadas añade ruido semántico, en
especial cuando se cruzan fuentes quirúrgicas,
de imagen y anatómicas. Mapas anatómico-
quirúrgicos han señalado al inglés como una
topografía difícil y a menudo mal comprendida,
con potencial de errores si no se secuencia la
disección por capas y referencias sólidas
(Konschake et al., 2020). A esto se suma la
ausencia de modelos 3D claros en entornos con
limitaciones de tiempo o recursos. Estudios
docentes reportan bajo compromiso y pobre
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recuerdo cuando la instrucción se reduce a
exposición pasiva, y proponen remedios
basados en aprendizaje colaborativo y
problematizado (Chun et al., 2025). La
enseñanza tradicional centrada en
memorización y disección sin correlato clínico
tiende a reforzar estos obstáculos. Comentarios
de estudiantes piden explícitamente más
análisis visual, imágenes ampliadas y apoyo con
herramientas 3D durante las clases,
evidenciando la brecha entre listados
anatómicos y comprensión espacial aplicada
(Chun et al., 2025). Desde la perspectiva de
carga cognitiva, el canal inguinal obliga a
integrar en poco espacio músculos, fascias,
nervios, vasos y el cordón espermático o el
ligamento redondo, con variaciones por sexo y
edad. En población pediátrica, incluso
posiciones de los anillos y longitud del canal
muestran heterogeneidad entre estudios, lo que
ilustra la dificultad de fijar reglas sencillas sin
contexto (Taghavi et al., 2016). Además,
debates vigentes sobre la pared posterior, si es
predominantemente fascia transversalis o tejido
aponeurótico y miotendinoso, introducen
matices que confunden al principiante si no se
enseñan con un marco funcional (Xiao et al.,
2024).
El uso de modelos tridimensionales y
simuladores quirúrgicos constituye una
estrategia pedagógica eficaz para facilitar la
comprensión espacial del canal inguinal y
mejorar la retención del conocimiento. La
visualización en tres dimensiones permite
externalizar la carga de memoria al posibilitar
la manipulación directa de los planos
anatómicos. Diversas experiencias
multimodales demuestran que la realidad virtual
y los recursos de modelado incrementan la
comprensión conceptual y la satisfacción de los
estudiantes. Los modelos de baja fidelidad, en
particular, contribuyen a reducir la carga
cognitiva inicial y aumentan la motivación
cuando se diseñan para representar con claridad
las capas y las relaciones anatómicas
fundamentales del canal inguinal. No obstante,
los estudios comparativos señalan que la
modelización incrementa la confianza y el
compromiso, pero no siempre supera a la clase
magistral en la ganancia inmediata de
conocimientos, por lo que su integración debe
ser complementaria y guiada (Chun et al.,
2025).
El aprendizaje basado en problemas (ABP) se
presenta como otro recurso formativo valioso,
al utilizar la hernia inguinal como eje integrador
entre anatomía, fisiología y técnica quirúrgica.
En programas que emplean casos clínicos
colaborativos, análogos al modelo PBL, se
observa un aumento en el apoyo social, la
responsabilidad compartida y la participación
activa de los estudiantes, aspectos que
fortalecen la consolidación de conceptos
espaciales y la toma de decisiones diagnósticas.
Un ejemplo ilustrativo consiste en partir de un
paciente con un bulto inguinal intermitente y
solicitar a los grupos que identifiquen los hitos
ecográficos, como los vasos epigástricos y el
anillo profundo, para distinguir entre hernia
directa e indirecta, y propongan planos de
disección seguros alineados con los mapas del
orificio miopectíneo (Yoong et al., 2013;
Miller, 2018). El empleo de mapas conceptuales
también favorece el aprendizaje significativo,
ya que permite organizar la jerarquía anatómica
del canal inguinal por paredes, capas y
marcadores de imagen. Esta estructuración
facilita el anclaje del conocimiento declarativo
en relaciones funcionales. Una plantilla útil
ordena las estructuras en pared anterior
(aponeurosis del oblicuo externo), suelo
(ligamento inguinal y tracto iliopúbico), techo
(oblicuo interno y transverso del abdomen) y
pared posterior (planos fasciales y
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aponeuróticos), vinculando cada componente
con las decisiones diagnósticas y quirúrgicas
pertinentes (Miller, 2018; Konschake et al.,
2020).
Por último, las comparaciones entre sexos, entre
el cordón espermático y el ligamento redondo
del útero, ayudan a evidenciar homologías
embrionarias y diferencias funcionales que
refuerzan la comprensión de las variantes
anatómicas. Estudios cadavéricos recientes han
demostrado que la composición de la pared
posterior y su continuidad mioaponeurótica
puede diferir entre especímenes masculinos y
femeninos, hallazgo de gran valor didáctico
para explicar la variabilidad anatómica y su
repercusión quirúrgica (Xiao et al., 2024). En el
ámbito pediátrico, el análisis de la dinámica de
los anillos y de la evolución de la longitud del
canal aporta un contexto evolutivo que fortalece
la transferencia del conocimiento hacia el
examen físico y la práctica quirúrgica (Taghavi
et al., 2016). Un enfoque eficaz combina
visualización tridimensional, correlación
clínica y reflexión conceptual. La secuencia
práctica podría ser: 1) clase estructurada para
establecer hitos y capas con terminología
oficial; 2) modelo 3D guiado para manipular la
arquitectura del canal y reducir carga cognitiva;
3) caso clínico ABP centrado en la hernia
inguinal para aplicar decisiones diagnósticas
(ángulos de corte, Valsalva, diferenciación
directa/indirecta) y opciones terapéuticas; 4)
mapa conceptual que cierre brechas entre
imagen, anatomía y técnica. Este itinerario,
apoyado en evidencias de compromiso y en la
utilidad de mapear la disección paso a paso,
mejora la retención y acerca el aprendizaje a la
práctica clínica real (Chun et al., 2025;
Konschake et al., 2020).
El canal inguinal no se comprende desde la
suma de definiciones aisladas. Se vuelve
transparente cuando se entrelazan cuatro hilos:
la embriología explica por qué existen un
trayecto y dos orificios desalineados; la
anatomía dibuja sus paredes y relaciones con
una precisión topográfica que permite
orientarse en cualquier plano; la terminología
ordena el lenguaje para que lo que se enseña en
el aula signifique lo mismo en la ecografía y en
el quirófano; la pedagogía traduce todo ello en
experiencia, con modelos, casos y mapas que el
estudiante puede manipular. Cuando estos ejes
se articulan, el canal deja de ser un
rompecabezas y se convierte en una escena
coherente: un corredor músculo-aponeurótico
oblicuo que protege el paso de estructuras
específicas mediante un diseño de “puerta
oblicua” con dos bocas no enfrentadas (Moore
y Dalley, 2023; Latarjet et al., 2019).
La historia comienza con la migración testicular
y el descenso del proceso vaginal del peritoneo.
Ese avance abre un camino que luego se colapsa
y queda como un canal potencial. La cronología
y la profundidad del descenso no son idénticas
en todos los individuos, y ese dato sencillo
explica una parte considerable de la variabilidad
topográfica de los anillos. En edades
pediátricas, pequeñas diferencias
metodológicas, desde el punto exacto de
referencia ósea hasta la definición de la nea
media, producen mediciones distintas para la
posición del anillo profundo o la longitud del
canal. Atribuir esas discrepancias a error del
estudiante es injusto y poco útil. Es más fértil
presentarlas como expresión de un fenómeno
biológico con rango normal, afectado por la
maduración somática, la morfología pélvica y el
dimorfismo sexual. Cuando el alumno entiende
que el sistema es variable pero ordenado,
disminuye la carga de memorización y se instala
una forma de pensar más robusta: identificar
referencias constantes, aceptar que hay
márgenes, y razonar con ellos (Hutson, Balic et
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al., 2015). Sobre ese sustrato, la organización
anatómica aporta la cartografía. Funciona
construir un “itinerario” con escalas previsibles:
piel y tejido subcutáneo; aponeurosis del
músculo oblicuo externo que conforma la pared
anterior y el anillo superficial; arcos musculares
del oblicuo interno y del transverso que forman
el techo; fascia transversalis que constituye la
pared posterior y origina la fascia espermática
interna; ligamento inguinal que traza el suelo;
trato ilio¬púbico como banda profunda que
divide el espacio subinguinal y marca el límite
superior del orificio miopectíneo. Al recorrer
este mapa por planos, la región deja de ser un
inventario de nombres y pasa a ser una
geometría funcional.
Las referencias vasculares ordenan el
diagnóstico y la técnica. Los vasos epigástricos
inferiores separan territorio indirecto (lateral)
de directo (medial) y guían la interpretación de
protrusiones en maniobras de Valsalva. El
anillo profundo se ubica como hendidura de la
fascia transversalis lateral y ligeramente craneal
a esos vasos. El tracto iliopúbico, paralelo y
profundo al ligamento inguinal, divide la laguna
músculo-nerviosa de la laguna vasculonerviosa
y se reconoce en imagen como un cordón fascial
nítido. Convertidos en “nodos de decisión”,
estos hitos hacen que la diferenciación de
hernias y la seguridad en la disección no
dependan de memoria sino de orientación
espacial compartida (Moore y Dalley, 2023). La
terminología anatómica no es una convención
arbitraria. Cuando el equipo usa anillo inguinal
profundo, ligamento inguinal, ligamento
lacunar, ligamento pectíneo y tracto iliopúbico
como denominaciones de trabajo, el informe
ecográfico se vuelve interoperable con el parte
quirúrgico y con la clase de anatomía. El
epónimo, útil como referencia histórica, puede
aparecer entre paréntesis sin dirigir la
conversación. La ventaja es tangible: menos
ambigüedad en la localización del defecto,
menos errores al describir el recorrido de una
hernia, más rapidez para acordar el plano de
disección. El lenguaje común alinea la
descripción topográfica con la función y con la
toma de decisiones, y disminuye la necesidad de
“traductores” terminológicos en tiempo real
(Moore y Dalley, 2023).
Conclusiones
El canal inguinal deja de ser un territorio oscuro
cuando se entiende como un corredor músculo-
aponeurótico con paredes definidas (pared
anterior, pared posterior, techo y suelo),
orificios desalineados, anillo inguinal profundo
y anillo inguinal superficial, contenido
reconocible y referencias vasculares constantes.
Su claridad emerge al integrar cuatro ejes que se
potencian: la embriología explica la
variabilidad esperable de los anillos y del
trayecto; la anatomía ordena límites, planos y
relaciones; la terminología oficial depura el
lenguaje entre aula, imagen y quirófano; la
pedagogía activa y tridimensional convierte la
lista en un mapa operativo que el estudiante
puede manipular y recordar. Este manuscrito
aporta una gramática funcional del canal:
describe paredes, suelo y techo con la misma
precisión que la pared posterior y la fascia
transversalis; sitúa el anillo inguinal profundo
respecto de los vasos epigástricos inferiores;
incorpora el tracto iliopúbico como eje para leer
el espacio subinguinal; y propone equivalencias
históricas solo como puente (p. ej., ligamento
pectíneo [Cooper]) para asegurar
interoperabilidad terminológica sin añadir
ruido. El resultado es formativo y clínicamente
útil: reduce carga cognitiva, mejora la
comunicación interprofesional y favorece
decisiones seguras en la exploración, la
ecografía y la técnica. La matriz es replicable a
regiones vecinas; orificio miopectíneo, región
inguinofemoral, triángulo femoral, y mantiene
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su promesa: nombrar bien es ver mejor; ver
mejor es enseñar y tratar con más seguridad.
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Esta obra está bajo una licencia de
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4.0 Internacional. Copyright © Erika Eduvige
Paladine Bravo, Irene Alejandra Apolo Fajardo,
Carlos Antonio Villacis de la Cruz, Elsie Janeth
Mero López y Carol Nicole Serrano Villamar.