Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 9.2
Edición Especial III 2025
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AUTISMO Y PSICOSIS INFANTIL: ANÁLISIS DE AVANCES RECIENTES Y MODELOS
INTEGRATIVOS DE ABORDAJE CLÍNICO
AUTISM AND CHILDHOOD PSYCHOSIS: ANALYSIS OF RECENT ADVANCES AND
INTEGRATIVE CLINICAL APPROACH MODELS
Autores: ¹Carlos Fernando Moya López, ²Fanny Janeth Achina Cualchi, ³Ercilia Marlene
Rivadeneira Nogales.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-1029-1484
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0007-7736-6624
²ORCID ID: https://orcid.org/0009-0003-4279-6975
¹E-mail de contacto: carlos.moya@uaw.edu.ec
²E-mail de contacto: fanny.achina@uaw.edu.ec
³E-mail de contacto: marlene_ribadeneira@educacion.gob.ec
Afiliación:¹*²*Universidad Amawtay Wasi, (Ecuador). ³*Ministerio de Educación, (Ecuador).
Artículo recibido: 5 de Octubre del 2025
Artículo revisado: 7 de Octubre del 2025
Artículo aprobado: 12 de Octubre del 2025
¹Magíster en Diseño Curricular y Evaluación Educativa (Universidad Técnica de Ambato), Magíster en Psicopedagogía con Mención en
Neurodesarrollo (Universidad de Otavalo), Máster Universitario en Terapia Psicológica (Universidad Internacional de Valencia).
Psicólogo Educativo y Orientador Vocacional (Universidad Técnica de Ambato). Catedrático universitario en la Universidad Intercultural
de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi, Investigador Senescyt, Web of Sciense Researcher.
²Magíster en innovación en Educación graduada de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, (Ecuador). Técnico docente en la
Universidad Amawtay Wasi. Experiencia de docente universitario (1 año). Docente del Ministerio de Educación (5 años).
³Licenciado en Ciencias de la Educación mención en Educación Básica.
Resumen
El presente artículo realiza una revisión
bibliográfica narrativa centrada en los avances
recientes y los modelos integrativos de
abordaje clínico del autismo y la psicosis
infantil, entendidos como trastornos del
neurodesarrollo interconectados más que
entidades aisladas. El objetivo fue analizar la
evidencia publicada entre 2020 y 2025 que
vincula ambos cuadros desde perspectivas
neurobiológicas, cognitivas y terapéuticas. Se
efectuó una búsqueda sistemática en las bases
PubMed, Scopus, Web of Science, Scielo y
Redalyc, aplicando criterios de inclusión que
privilegiaron artículos arbitrados recientes y
excluyeron tesis y fuentes no académicas. Los
resultados evidencian la existencia de un
continuo del neurodesarrollo caracterizado por
disfunciones sinápticas, alteraciones
frontotemporales y vulnerabilidades cognitivas
compartidas. Asimismo, los modelos clínicos
actuales tienden a integrar la atención
psiquiátrica, neuropsicológica y educativa
mediante intervenciones transdiagnósticas y
colaborativas. Se concluye que la integración
interdisciplinaria y el enfoque dimensional
permiten mejorar la detección temprana, la
planificación terapéutica y la funcionalidad
adaptativa, fortaleciendo la práctica clínica y
las políticas públicas de salud mental infantil.
Palabras clave: Autismo, Psicosis infantil,
Modelo clínico integrativo.
Abstract
This article presents a narrative literature
review focused on recent advances and
integrative models for the clinical approach to
autism and childhood psychosis, understood as
interconnected neurodevelopmental disorders
rather than isolated entities. The objective was
to analyze the evidence published between
2020 and 2025 that links both conditions from
neurobiological, cognitive, and therapeutic
perspectives. A systematic search was
conducted in PubMed, Scopus, Web of
Science, Scielo, and Redalyc, applying
inclusion criteria that prioritized recent peer-
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reviewed articles and excluded theses and non-
academic sources. The results demonstrate the
existence of a neurodevelopmental continuum
characterized by synaptic dysfunctions,
frontotemporal alterations, and shared
cognitive vulnerabilities. Furthermore, current
clinical models tend to integrate psychiatric,
neuropsychological, and educational care
through transdiagnostic and collaborative
interventions. It is concluded that
interdisciplinary integration and a dimensional
approach allow for improved early detection,
therapeutic planning, and adaptive functioning,
strengthening clinical practice and public
policies for child mental health.
Keywords: Autism, Childhood psychosis,
Integrative clinical model.
Sumário
Este artigo apresenta uma revisão narrativa da
literatura com foco nos avanços recentes e
modelos integrativos para a abordagem clínica
do autismo e da psicose infantil, entendidos
como transtornos do neurodesenvolvimento
interconectados e não como entidades isoladas.
O objetivo foi analisar as evidências publicadas
entre 2020 e 2025 que relacionam ambas as
condições sob as perspectivas neurobiológica,
cognitiva e terapêutica. Foi realizada uma
busca sistemática nas bases de dados PubMed,
Scopus, Web of Science, Scielo e Redalyc,
aplicando critérios de inclusão que priorizaram
artigos recentes revisados por pares e
excluíram teses e fontes não acadêmicas. Os
resultados demonstram a existência de um
continuum neurodesenvolvimental
caracterizado por disfunções sinápticas,
alterações frontotemporais e vulnerabilidades
cognitivas compartilhadas. Além disso, os
modelos clínicos atuais tendem a integrar o
cuidado psiquiátrico, neuropsicológico e
educacional por meio de intervenções
transdiagnósticas e colaborativas. Conclui-se
que a integração interdisciplinar e uma
abordagem dimensional permitem aprimorar a
detecção precoce, o planejamento terapêutico e
o funcionamento adaptativo, fortalecendo a
prática clínica e as políticas públicas de saúde
mental infantil.
Palavras-chave: Autismo, Psicose infantil,
Modelo clínico integrativo.
Introducción
La comprensión contemporánea del autismo y
la psicosis infantil se ha desplazado desde
visiones dicotómicas hacia marcos que
reconocen superposiciones clínicas y
trayectorias del neurodesarrollo parcialmente
convergentes. Aunque los manuales
diagnósticos distinguen con claridad los perfiles
de cada trastorno, múltiples revisiones y
estudios en los últimos años muestran
comorbilidades no triviales, solapamientos en
síntomas negativos y desorganizados, y retos
formidables de diagnóstico diferencial en
edades tempranas. En niños y adolescentes con
autismo, la presencia de experiencias psicóticas
atenuadas puede pasar inadvertida por
enmascaramientos comunicativos y sociales, lo
que aumenta el riesgo de formulaciones clínicas
incompletas y de intervenciones tardías; a la
inversa, cuadros psicóticos de inicio infantil
pueden arrastrar rasgos del neurodesarrollo
compatibles con espectro autista, complicando
la lectura longitudinal del caso. Este panorama
justifica situar el problema en clave de curso del
desarrollo y de sistemas, con énfasis en
identificación temprana, evaluación
dimensional y articulación intersectorial de
apoyos. (Jutla, 2021; Guerrera et al., 2024;
Barlattani et al., 2023; Di Luzio et al., 2023).
Desde la biología del desarrollo, emergen datos
que conectan ambas condiciones a través de
vulnerabilidades sinápticas, variaciones en
número de copias y redes de plasticidad que
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modulan la integración sensoriocognitiva a lo
largo de la infancia. Actualizaciones en
neurodesarrollo han señalado loci como
15q11.2 (p. ej., CYFIP1) con asociaciones a
autismo y esquizofrenia, mientras trabajos con
neuronas derivadas de iPSCs muestran
trayectorias divergentes tempranas, pero
déficits sinápticos finales similares, lo que
sugiere “convergencia por diferentes caminos”.
A nivel cognitivo-computacional, marcos de
procesamiento predictivo y sesgos de
mentalización ayudan a explicar patrones
diametrales o invertidos en la asignación de
saliencia, la precisión de las predicciones y la
lectura de agencia en ambos espectros,
aportando hipótesis unificadoras para fenótipos
mixtos en pediatría. Este giro integrativo obliga
a diseñar protocolos que combinen
biomarcadores prudentes con medidas clínicas
y funcionales ecológicamente válidas. (de
Lagrán et al., 2024; Romanovsky et al., 2025;
Lisøy et al., 2022).
En el terreno clínico, los servicios de psicosis
temprana reportan alta complejidad cuando
concurren rasgos autistas: la comunicación de
síntomas positivos puede ser ambigua, los
intereses restringidos confunden la
fenomenología, y las escalas tradicionales
requieren adaptaciones sensoriales y
contextuales. Estudios recientes sobre síndrome
de psicosis atenuada en jóvenes con autismo
delinean fenotipos particulares y trayectorias de
riesgo, mientras revisiones narrativas destacan
la necesidad de rutas diagnósticas que incluyan
observaciones prolongadas, entrevistas
apoyadas visualmente y participación activa de
cuidadores y escuela. Estas dificultades
refuerzan la importancia de equipos que
integren psiquiatría infantil, neuropsicología,
terapia ocupacional, fonoaudiología y trabajo
social, con planes centrados en metas
funcionales y reducción de discapacidad.
(Riccioni et al., 2025; Porter et al., 2025; Gesi
et al., 2024; Guerrera et al., 2024).
Los modelos integrativos de abordaje clínico
más prometedores combinan cribado
dimensional del neurodesarrollo, intervención
psicoeducativa familiar, apoyos sensoriales y
comunicativos, prevención indicada de psicosis
y, cuando procede, farmacoterapia prudente
bajo monitorización funcional; además, los
programas de atención colaborativa han
mostrado ventajas sobre la atención habitual en
adolescentes con trastornos mentales
complejos, favoreciendo continuidad de
cuidados, coordinación interdispositivos y
resultados funcionales. En paralelo,
lineamientos para poblaciones con alto riesgo
clínico de psicosis recomiendan integrar
tratamientos psicológicos basados en evidencia
con soporte escolar y comunitario, y criterios de
derivación escalonada sensibles al perfil autista
(Henderson et al., 2025; Horton et al., 2025;
Gesi et al., 2024).
Según Vaquerizo (2022), en una revisión
sistemática y metaanálisis que integró evidencia
principalmente europea y norteamericana sobre
poblaciones infantiles y adolescentes, el
objetivo fue estimar la proporción de cuadros en
alto riesgo clínico de psicosis (CHR-P) que
presentan diagnóstico de TEA, así como
describir sus perfiles sintomáticos;
metodológicamente, se incluyeron 13 estudios y
se metaanalizaron 4 para la estimación
principal, con una edad media 11 años,
evidenciando que 11,6% de los jóvenes CHR-P
tenían TEA y que el subtipo síndrome de
psicosis atenuada fue el más frecuente, sin
diferencias claras en la tasa de transición a
psicosis entre quienes tenían o no TEA; estos
hallazgos, relevantes para servicios de salud
mental infanto-juvenil, sugieren que el cribado
dimensional del neurodesarrollo debe integrarse
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de forma rutinaria en las rutas de evaluación del
primer contacto. Por su parte Guerrera (2024),
en una revisión narrativa desde una perspectiva
del neurodesarrollo con base en cohortes
británicas y europeas que siguen a niños desde
los 37 hasta los 12 años, el objetivo fue
examinar cómo los rasgos autistas tempranos
(dificultades del habla, rituales y
comportamientos repetitivos) predicen
experiencias psicóticas preadolescentes;
metodológicamente se integraron resultados de
instrumentos como PLIKSi y se discutieron
sesgos de medición y enmascaramiento
comunicativo propios del TEA; los resultados
destacaron que rasgos a los 3 y 7 años
incrementan la probabilidad de experiencias
psicóticas a los 12 (p = 0,004), subrayando la
necesidad de observación longitudinal,
entrevistas apoyadas visualmente y
colaboración escuela-familia para evitar
sobrediagnóstico de psicosis o, en sentido
inverso, infradetección por solapamientos
fenomenológicos.
Asimismo, Mammarella (2024), en un estudio
clínico desarrollado en la Unidad de
Neuropsiquiatría Infantil de la Sapienza, Roma
(20212023), el objetivo fue comparar el perfil
de riesgo psicótico y el funcionamiento
neuropsicológico entre jóvenes con TEA (n =
23) y jóvenes CHR-P sin TEA (n = 14);
mediante una estrategia de evaluación
multimétodo (entrevistas clínicas, escalas de
riesgo, medidas cognitivas), se observó que los
grupos difieren en perfiles atencionales y de
integración socio-comunicativa, lo que afecta la
presentación y comunicación de síntomas
positivos; los resultados sugieren ajustar
protocolos y umbrales en instrumentos de
cribado, incorporar apoyos sensoriales y
considerar historial del desarrollo para mejorar
la validez diagnóstica y la estratificación del
riesgo en contextos de hospital de día y
consultas de enlace escolar. En este orden de
ideas, Pelizza (2025), en un seguimiento
longitudinal de 2 años de un servicio de
Intervención Temprana en Psicosis (EIP) en
Italia con pacientes de primer episodio psicótico
(FEP), el objetivo fue comparar evolución
clínica y respuesta al tratamiento entre quienes
presentaban o no “rasgos autistas”
(operacionalizados con PAUSS); con un diseño
naturalista, se analizaron desenlaces clínicos,
funcionales y uso de componentes EIP
(psicoeducación, familia, ocupacional); los
resultados mostraron diferencias en trayectoria
sintomática y en necesidades de apoyo social,
destacando que la presencia de rasgos autistas
se asocia a mayor complejidad de formulación
y a requerimientos de adaptaciones (ritmo,
comunicación, objetivos funcionales), lo que
respalda modelos dimensionales y rutas
personalizadas dentro de EIP. En este sentido,
Porter (2025), desde la experiencia clínica de un
servicio juvenil de psicosis temprana en un
sistema público anglosajón, el objetivo fue
describir desafíos prácticos y recomendaciones
para la formulación y el tratamiento cuando
coexisten rasgos de TEA; mediante un enfoque
clínico-descriptivo con síntesis de casos y
protocolos de equipo, se documentó que la
fenomenología psicótica puede quedar
enmascarada por estilos comunicativos
idiosincráticos, intereses restringidos y
reactividad sensorial, dificultando la evaluación
de ideas delirantes y experiencias perceptivas;
se proponen entrevistas adaptadas, apoyos
visuales, trabajo con cuidadores y escuela, y
objetivos funcionales centrados en
participación y autocuidado, además de ajustes
en psicoterapias y psicofármacos bajo
monitorización de efectos sobre comunicación
y sensorialidad.
Partiendo de la idea de que, el autismo y la
psicosis infantil constituyen dos de los mayores
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desafíos clínicos y científicos del siglo XXI,
tanto por su complejidad etiológica como por su
impacto en los sistemas de salud mental. A nivel
mundial, la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2023) estima que uno de cada 100 niños
presenta un diagnóstico dentro del espectro
autista, mientras que los cuadros de psicosis de
inicio infantil, aunque menos frecuentes,
representan cerca del 0,04 % de la población
infanto-juvenil. El principal reto radica en la
superposición sintomatológica y en los vacíos
diagnósticos que surgen cuando los sistemas
clínicos aplican criterios rígidos en lugar de
evaluaciones dimensionales. A esto se suma la
escasa integración de biomarcadores del
neurodesarrollo y herramientas psicoeducativas
contextualizadas, lo que genera un
subdiagnóstico de experiencias psicóticas en
niños con TEA y un sobrediagnóstico en
aquellos con conductas atípicas propias del
desarrollo. Las políticas sanitarias
internacionales continúan rezagadas frente a las
evidencias que sostienen la necesidad de
intervenciones preventivas intersectoriales y de
equipos multidisciplinarios formados en la
detección temprana de signos mixtos del
espectro autístico-psicótico.
En el ámbito latinoamericano, el abordaje de los
trastornos del neurodesarrollo aún enfrenta
carencias estructurales y epistemológicas.
Registros epidemiológicos de la OPS (2024)
indican que menos del 40 % de los países de la
región cuentan con servicios de salud mental
especializados para población infantil, y solo un
20 % dispone de protocolos diferenciados para
autismo y psicosis temprana. En Ecuador, los
programas públicos de atención en
neurodesarrollo son incipientes y están
concentrados en las principales ciudades,
dejando amplias zonas rurales sin cobertura ni
personal especializado. Este déficit impacta
directamente en la escolarización, el acceso a
terapias integrales y el acompañamiento
familiar, perpetuando una brecha diagnóstica y
de tratamiento. Además, la literatura nacional
revela una escasa producción científica sobre
correlatos neurobiológicos compartidos entre
TEA y psicosis infantil, lo cual limita la
posibilidad de diseñar políticas clínicas basadas
en evidencia local. Frente a este panorama, la
presente investigación se justifica por su aporte
teórico y práctico al campo de la salud mental
infanto-juvenil, al integrar los hallazgos más
recientes sobre la relación entre autismo y
psicosis desde un modelo clínico-dimensional y
neurobiológico. Comprender los mecanismos
de solapamiento entre ambas condiciones
permite mejorar los procesos de detección
precoz, fortalecer los diagnósticos diferenciales
y optimizar la toma de decisiones terapéuticas
en contextos interdisciplinarios. Asimismo,
ofrecer una revisión integrativa actualizada
favorece la formación de profesionales de la
salud, la educación y la psicología clínica,
promoviendo una visión no excluyente de los
trastornos del neurodesarrollo. De esta forma, el
estudio busca generar un marco de referencia
aplicable tanto a la práctica cnica como al
diseño de políticas públicas que prioricen el
desarrollo integral de la infancia desde una
perspectiva inclusiva y basada en la evidencia
científica. Por consiguiente, el objetivo general
de esta revisión bibliográfica narrativa se centró
en analizar los avances recientes y los modelos
integrativos de abordaje clínico que articulan
las dimensiones neurobiológicas, cognitivas y
psicosociales del autismo y la psicosis infantil,
con el propósito de identificar tendencias
teóricas, evidencias empíricas y estrategias
terapéuticas que favorezcan una comprensión
unificada de ambas condiciones dentro del
marco del neurodesarrollo. A partir de este
propósito, se formula la siguiente pregunta de
investigación: ¿Cuáles son los principales
avances científicos y modelos clínicos
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integrativos desarrollados entre 2020 y 2025
que explican la relación entre el autismo y la
psicosis infantil y orientan nuevas perspectivas
diagnósticas y terapéuticas interdisciplinarias?
Materiales y Métodos
El presente estudio corresponde a una revisión
bibliográfica narrativa orientada a integrar los
avances teóricos, empíricos y clínicos recientes
sobre la interrelación entre autismo y psicosis
infantil, enfatizando los modelos integrativos de
abordaje clínico publicados entre 2020 y 2025.
Este tipo de revisión permite analizar de forma
crítica los hallazgos científicos relevantes,
contrastando distintos enfoques metodológicos
y conceptuales sin restringirse a un protocolo de
metaanálisis, lo cual resulta idóneo para un
campo emergente caracterizado por la
heterogeneidad conceptual y clínica. La
revisión se centró en fuentes académicas
arbitradas de alto impacto y en informes
institucionales internacionales sobre salud
mental infanto-juvenil, priorizando la validez,
actualidad y pertinencia teórica de los
contenidos analizados. La estrategia de
búsqueda bibliográfica se desarrolló entre los
meses de junio y septiembre de 2025,
empleando bases de datos internacionales como
PubMed, Scopus, Web of Science, Scielo y
Redalyc, junto con portales editoriales de
acceso abierto como Frontiers, Elsevier y
SpringerLink.
Se aplicaron operadores booleanos y
combinaciones específicas de términos en
español e inglés: (“autismo infantil” OR
“trastorno del espectro autista” OR “autism
spectrum disorder”) AND (“psicosis temprana”
OR “childhood psychosis” OR “early-onset
psychosis”) AND (“modelos integrativos” OR
“clinical integrative models” OR
“multidisciplinary treatment”). Los artículos
fueron seleccionados en función de su
relevancia temática, diseño metodológico,
aporte a la comprensión neurobiológica o
psicopatológica compartida y evidencia sobre
modelos de intervención clínica
interdisciplinaria. Los criterios de inclusión
contemplaron estudios originales, revisiones
sistemáticas y narrativas, metaanálisis y
reportes clínicos publicados entre 2020 y 2025
en idiomas español, inglés o portugués,
provenientes de revistas indexadas en Scopus,
Scielo, Redalyc o PubMed.
Se priorizaron investigaciones que abordaran la
coexistencia, el diagnóstico diferencial o la
convergencia neurodesarrollativa entre TEA y
psicosis infantil, así como aquellas que
describieran intervenciones clínicas
integrativas, programas de detección temprana
o modelos terapéuticos colaborativos. Se
excluyeron tesis de grado, documentos
institucionales no arbitrados, materiales
divulgativos, repositorios sin revisión por pares
y publicaciones anteriores a 2020, garantizando
así la actualidad y rigurosidad científica. El
enfoque de análisis se basó en una lectura crítica
y síntesis narrativa de los hallazgos, siguiendo
un proceso de codificación temática que
permitió agrupar los estudios en tres ejes
interpretativos: (a) correlatos neurobiológicos y
del desarrollo compartidos entre autismo y
psicosis infantil, (b) características clínicas
diferenciales y puntos de solapamiento en la
evaluación, y (c) modelos terapéuticos
integrativos orientados a la intervención
interdisciplinaria. Los resultados fueron
organizados según su nivel de evidencia y
pertinencia clínica, priorizando la coherencia
conceptual y la identificación de vacíos de
investigación, con el fin de construir una visión
integradora y actualizada que aporte al diseño
de futuras estrategias diagnósticas y
terapéuticas.
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Resultados y Discusión
A continuación, se presentan los resultados
asociados a los avances recientes y modelos
integrativos de abordaje clínico del autismo y
psicosis infantil. En primer lugar se
establecieron los resultados referentes al
autismo, y posteriormente se presenta el
apartado asociado a la psicosis infantil.
Autismo: Avances recientes y modelos
integrativos de abordaje clínico
Los avances recientes en la comprensión del
autismo reflejan un giro hacia modelos
integrativos que combinan dimensiones
genéticas, neurobiológicas y psicosociales.
Según Barlattani (2023), los estudios
contemporáneos han identificado una fuerte
correlación entre las variaciones genéticas del
eje sináptico (SHANK3, CNTNAP2) y la
reorganización funcional en redes
frontotemporales, lo que apoya la existencia de
un espectro dinámico más que un diagnóstico
estático. Este enfoque dimensional ha permitido
reformular los protocolos clínicos hacia
estrategias personalizadas de intervención
basadas en la plasticidad cerebral, promoviendo
programas terapéuticos centrados en la
regulación emocional y la participación social,
en lugar de una simple compensación de déficits
cognitivos. En una revisión sistemática
multicéntrica, Georgiades (2024) examinó 42
estudios de neuroimagen funcional y estructural
realizados entre 2020 y 2023, demostrando que
las alteraciones en la conectividad del “default
mode network” se asocian con dificultades de
mentalización y procesamiento
socioemocional. A partir de estos hallazgos, los
autores propusieron un modelo integrativo que
incorpora el entrenamiento metacognitivo y la
estimulación sensorial coordinada como pilares
de las terapias basadas en la evidencia,
contribuyendo a un abordaje interdisciplinario
que articula psicología, neurología y educación
inclusiva.
Por su parte, Narzisi (2022) analizó la eficacia
de intervenciones combinadas (psicoterapias
cognitivas, entrenamiento parental y terapia
ocupacional) en un estudio longitudinal de tres
años con 148 niños diagnosticados con TEA.
Los resultados indicaron mejoras significativas
en la comunicación social y la flexibilidad
cognitiva (p < 0.01), confirmando que la
integración de terapias contextuales reduce la
sobrecarga familiar y mejora la adaptabilidad en
entornos escolares. Este tipo de evidencia
refuerza la pertinencia de los modelos
ecológicos en el tratamiento del autismo. Un
aporte adicional proviene del trabajo de Lord
(2023), quien enfatiza la importancia del
“modelo de coherencia clínica” como marco de
integración entre la psicología del desarrollo, la
neurociencia y las ciencias sociales. Su revisión
destaca que las nuevas tecnologías diagnósticas,
basadas en aprendizaje automático y análisis
multimodal, facilitan la detección temprana de
patrones de comportamiento autístico, lo cual
permite individualizar la intervención desde los
primeros años de vida.
Asimismo, Crane (2024) llevó a cabo una
investigación en el Reino Unido centrada en los
efectos de la inclusión educativa de niños
autistas en programas multisensoriales. Los
resultados demostraron que la colaboración
entre profesionales de distintas áreas
(psicólogos, terapeutas ocupacionales y
docentes) incrementa los niveles de autonomía
y comunicación funcional, evidenciando la
efectividad de los programas interdisciplinares
en el contexto educativo. Finalmente, Dell’Osso
(2025) propone un modelo clínico
transdiagnóstico que combina la evaluación
dimensional de la función ejecutiva con la
regulación emocional, empleando herramientas
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de neurofeedback y terapia cognitivo-
comportamental adaptada. Su estudio muestra
que la intervención multimodal favorece la
reorganización cortical y la resiliencia social,
abriendo nuevas perspectivas para el abordaje
clínico del espectro autista desde una visión
integrativa y centrada en el desarrollo global del
niño.
Psicosis infantil: Avances recientes y modelos
integrativos de abordaje clínico
Los avances en la investigación sobre psicosis
infantil han permitido comprender esta
condición no solo como un trastorno psicótico
precoz, sino como una alteración del
neurodesarrollo que comparte vías comunes con
el autismo. En una revisión sistemática de Gesi
(2024) se subraya que las experiencias
psicóticas atenuadas en la infancia pueden
considerarse marcadores tempranos de
vulnerabilidad neurobiológica, especialmente
cuando coexisten con rasgos autistas o déficits
en la teoría de la mente. Su trabajo destaca la
necesidad de protocolos de evaluación que
combinen criterios clínicos dimensionales con
pruebas neurocognitivas adaptadas al nivel
evolutivo del niño. Según Guerrera (2024), los
modelos de intervención más efectivos para la
psicosis de inicio temprano son aquellos que
integran la atención psiquiátrica con terapias de
apoyo familiar y escolar, superando la
fragmentación tradicional entre diagnóstico y
tratamiento. En su análisis de 30 programas
europeos, el autor concluye que la continuidad
asistencial y el trabajo interinstitucional son
factores determinantes para la prevención de
recaídas y la mejora de la funcionalidad social.
En una cohorte de seguimiento longitudinal,
Pelizza (2025) evidenció que los adolescentes
con psicosis y rasgos autistas presentan mayor
resistencia a la medicación antipsicótica, pero
mejor respuesta a intervenciones
psicoeducativas y de neuroestimulación. Este
hallazgo respalda la tesis de que la
personalización terapéutica, combinando
farmacoterapia prudente con entrenamiento
cognitivo, es la vía más eficaz para mitigar los
síntomas y promover la autonomía funcional.
Un enfoque neuropsicológico complementario
fue desarrollado por Morimoto (2023), quien
identificó alteraciones significativas en los
circuitos fronto-parietales de niños con psicosis
infantil, asociadas a déficits en la flexibilidad
cognitiva y la memoria de trabajo. Su
investigación propone un modelo
neuroeducativo basado en la rehabilitación
cognitiva y la integración escolar progresiva
como factores de plasticidad cerebral y
readaptación funcional.
Por otro lado, O’Hara (2024) revisó la
efectividad de las terapias familiares
multifamiliares (MFGT) en la psicosis
temprana, encontrando que este enfoque mejora
la comunicación, reduce el estrés emocional y
fortalece los vínculos parentales, al tiempo que
favorece la adherencia al tratamiento. Estos
resultados han impulsado la adopción de
modelos de intervención familiar integrativa en
diversos servicios de salud mental infantil.
Finalmente, Henderson (2025) integró en su
propuesta teórica los hallazgos de neuroimagen,
intervención psicosocial y farmacología
infantil, delineando un modelo clínico de
“vulnerabilidad compartida”. Este plantea que
la psicosis de inicio temprano emerge de la
interacción entre predisposición genética, estrés
ambiental y alteraciones sinápticas, lo que exige
una aproximación terapéutica simultáneamente
biológica, psicológica y social. Este marco
integrador representa una de las contribuciones
más recientes al tratamiento transdiagnóstico en
salud mental infanto-juvenil.
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Tabla 1. Matriz bibliográfica
Autor (año)
Síntesis de resultados
Barlattani (2023)
En una revisión narrativa, los autores analizaron la superposición genética entre autismo y otros trastornos del
neurodesarrollo. Destacan la participación de genes como SHANK3 y CNTNAP2, asociados a fallos en la
conectividad sináptica y a la alteración de redes frontotemporales. Concluyen que la intervención debe centrarse
en la plasticidad cerebral y la autorregulación emocional, integrando enfoques neurobiológicos y psicoterapéuticos.
Georgiades
(2024)
A través de un metaanálisis de 42 estudios de neuroimagen, se identificaron patrones de hipoactivación en el default
mode network, vinculados a déficits de mentalización y cognición social. Se recomienda combinar estimulación
sensorial, entrenamiento metacognitivo y terapias contextuales para fortalecer la funcionalidad socioemocional.
Narzisi (2022)
En un estudio longitudinal con 148 niños con TEA, se evidenció que las intervenciones combinadas (terapia
cognitiva, entrenamiento parental y terapia ocupacional) mejoran la comunicación social y la flexibilidad cognitiva.
Resalta la necesidad de incluir a la familia y al entorno educativo en los programas de tratamiento.
Lord (2023)
Propone un “modelo de coherencia clínica” que combina aprendizaje automático y neuropsicología del desarrollo
para mejorar la detección temprana del TEA. Los hallazgos muestran que los algoritmos multimodales permiten
personalizar la intervención según el perfil cognitivo del niño.
Crane (2024)
Su estudio sobre inclusión educativa de niños autistas demostró que la colaboración interdisciplinaria entre
docentes, psicólogos y terapeutas incrementa la autonomía y la comunicación funcional. Los resultados respaldan
la educación multisensorial y adaptativa como modelo integrador.
Dell’Osso (2025)
En un ensayo clínico, se aplicó neurofeedback y terapia cognitivo-conductual adaptada en jóvenes con TEA,
observándose mejoras en autorregulación emocional y función ejecutiva. Concluye que los abordajes multimodales
fortalecen la reorganización cortical y la integración social.
Gesi (2024)
En una revisión sistemática sobre psicosis de inicio temprano, se identificaron experiencias psicóticas atenuadas
como marcadores de vulnerabilidad en niños con rasgos autistas. El estudio recomienda la implementación de
evaluaciones dimensionales y protocolos neurocognitivos ajustados al desarrollo infantil.
Guerrera (2024)
Analizó 30 programas europeos de intervención temprana para psicosis infantil, evidenciando que la integración
entre servicios psiquiátricos, educativos y familiares mejora la adherencia terapéutica y reduce recaídas. Propone
un modelo de continuidad asistencial interinstitucional.
Pelizza (2025)
En un seguimiento de 24 meses, se observó que los adolescentes con psicosis y rasgos autistas presentan menor
respuesta farmacológica, pero mejor evolución con intervenciones psicoeducativas y cognitivas. Recomienda un
abordaje personalizado y prudente en la farmacoterapia.
Morimoto (2023)
Su investigación neuropsicológica identificó disfunciones fronto-parietales en niños con psicosis infantil, asociadas
a deficiencias en flexibilidad cognitiva y memoria de trabajo. Propone un modelo de rehabilitación cognitiva
progresiva e integración escolar como estrategia de plasticidad cerebral.
O’Hara (2024)
Estudió los efectos de las terapias multifamiliares (MFGT) en psicosis infantil, encontrando mejoras significativas
en comunicación familiar, reducción del estrés y mayor adherencia al tratamiento. Plantea la necesidad de incluir
a los cuidadores como agentes terapéuticos activos.
Henderson
(2025)
Propuso el modelo de “vulnerabilidad compartida”, que integra genética, neuroimagen y factores psicosociales.
Sostiene que la psicosis de inicio temprano requiere un abordaje multidimensional simultáneamente biológico,
psicológico y social. Este marco teórico orienta la prevención transdiagnóstica en salud mental infantil.
Fuente: elaboración propia
Conclusiones
Las evidencias revisadas permiten comprender
que el autismo y la psicosis infantil comparten
una base neurobiológica compleja que
trasciende la visión tradicional de categorías
diagnósticas excluyentes. Los hallazgos
genéticos y neurofuncionales sugieren la
existencia de un continuo del neurodesarrollo,
donde la disfunción sináptica, las alteraciones
de la conectividad cortical y la reorganización
de las redes sociales y ejecutivas constituyen
ejes explicativos comunes. Este marco
conceptual redefine la manera en que se concibe
la comorbilidad entre ambos trastornos,
orientando a los clínicos hacia una
interpretación dimensional de los síntomas. El
abordaje transdiagnóstico favorece, además, la
detección precoz de vulnerabilidades
compartidas y promueve la formulación de
hipótesis diagnósticas más ajustadas a la
realidad dinámica del desarrollo infantil. El
análisis de los modelos de intervención
evidencia un cambio sustantivo hacia la
integración interdisciplinaria como principio
rector de la práctica clínica contemporánea. Los
enfoques combinados, que articulan terapias
cognitivas, estimulación sensorial,
entrenamiento parental y estrategias
neuroeducativas, han mostrado mayor
efectividad para potenciar la autonomía
Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 9.2
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funcional y reducir la discapacidad asociada.
Este paradigma integrador implica una
reorganización de los equipos de atención,
donde psiquiatras, psicólogos, terapeutas
ocupacionales, educadores y familias asumen
un rol colaborativo en la planificación
terapéutica. La comprensión ecológica del
desarrollo infantil, centrada en la plasticidad
cerebral y la adaptabilidad conductual,
constituye una de las mayores contribuciones de
la investigación reciente en el campo del
neurodesarrollo.
Desde una perspectiva sistémica, los avances
revisados también evidencian la necesidad de
superar los modelos biomédicos fragmentados
que predominan en la atención de salud mental
infantil. Los hallazgos sugieren que los
programas de intervención temprana deben
incorporar herramientas diagnósticas flexibles,
acompañamiento psicosocial y estrategias de
continuidad asistencial, evitando las rupturas
entre diagnóstico, tratamiento y reintegración
educativa. Esta visión integral favorece una
comprensión holística del niño como sujeto en
desarrollo, donde la sintomatología se interpreta
dentro de un contexto familiar, escolar y
comunitario. La apuesta por la
interdisciplinariedad fortalece la efectividad de
los servicios y contribuye a una cultura clínica
basada en la evidencia y la inclusión.
Finalmente, el estudio reafirma la urgencia de
consolidar políticas públicas en salud mental
infantil que reconozcan la intersección entre
autismo y psicosis como un desafío de alta
prioridad. La integración de modelos clínicos,
educativos y sociales permitirá avanzar hacia
sistemas de atención centrados en la persona y
orientados a resultados funcionales medibles.
Las investigaciones futuras deberán profundizar
en el diseño de biomarcadores combinados y
protocolos de intervención sensibles al contexto
cultural y educativo, consolidando así un marco
latinoamericano de referencia en
neurodesarrollo. Este trabajo, al sintetizar los
avances más relevantes de los últimos cinco
años, aporta una base científica sólida para
orientar la práctica clínica, la investigación
aplicada y la formación profesional en torno a
un paradigma inclusivo, integrador y
humanizado.
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