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especialmente, una comprensión de cómo su
posición social y política y, a su vez, un estado
psicológico perceptivo de lo que sucede a su
alrededor. Sería alentar, en algún nivel, la auto
aceptación de las características culturales y
estéticas heredadas por la ascendencia
inherente de que es inherente para que pueda,
adecuadamente equipado con información y
nuevas percepciones críticas, duplicarse y
sobre el mundo que lo rodea, y, aun así, de sus
habilidades y características propias, criar o
descubrir en sí mismo herramientas o poderes
de actuación en el medio en que vive y en pro
de la colectividad.
El empoderamiento es una construcción que
liga fuerzas y competencias individuales,
sistemas naturales de suporte y
comportamiento proactivo en el ámbito de la
política y cambios sociales (Rappaport,
1981,1984). La pesquisa e intervención de la
teoría del empoderamiento une el bien estar
individual al medio político y social más
amplios. Teóricamente, la contrición une la
salud mental a la ayuda mutua y lucha para
crear una respuesta comunitaria. Esto nos
obliga a pensar en términos de bien estar
versus enfermedad, competencias versus sus
déficits y fuerzas versus flaqueza. De la misma
forma, la pesquisa acerca del empoderamiento
centrase en la identificación de capacidades, en
vez de enfatizar factores de riesgo y explorar
influencias problemáticas del medio social al
en vez de culpabilizar las víctimas.
Empoderamiento femenino y orientación
educativa. Ideas básicas para la práctica
psicopedagógica en contextos educativos
La educación se ha postulado históricamente
como una esfera autónoma, un espacio social
sin diferencias que se asocia al ideal liberal de
una esfera política, donde la ciudadanía
encuentra las condiciones para una discusión
entre iguales, obviando las grandes diferencias
de condición y riqueza. Obstinadamente, la
realidad nos recuerda que la educación carece
de esa autonomía ideal. Reproduce de forma
clara las desigualdades sociales o al menos no
las corrige, y además las legitima, convirtiendo
las diferencias de clase en “fracasos” o
“éxitos” individuales. Son muchos los estudios
que muestran que el gran avance de las
sociedades en la educación de las masas no ha
corregido las desigualdades laborales,
económicas, ni siquiera las educativas. Ha
elevado el nivel general, pero mantenido las
diferencias internas. El factor más importante
para el éxito escolar sigue siendo la clase
social de origen y el nivel educativo de los
padres, madres o figuras relevantes con las que
se conviva.
La educación como motor de cambio. Si se
plantea que la orientación tiene un papel que
jugar en relación con el género es porque se
confía en que la educación puede transformar
actitudes o compensar diferencias. Esta
confianza está en la base de la escuela
democrática, aunque ha sido socavada por las
críticas, y más ferozmente, por la realidad de
unos resultados que muestran la perpetuación
de las diferencias de partida. No es objeto de
este estudio resumir el debate, de enorme
interés por otra parte, en torno al carácter
reproductor o transformador de la educación.
En relación con el género, el sistema educativo
realiza la misma operación descrita para la
clase social: mantiene y perpetúa, a través de
sus disciplinas y contenidos, la diferencia de
poder entre los sexos. No lo hace
deliberadamente, o no más que otras
instituciones, pero transmite los patrones de
género sin cuestionarlos, por lo que al final de
largos años de convivencia en aulas mixtas, las
diferencias y desigualdades se mantienen y
refuerzan, “convertidas” en rasgos de la