Página 26 https://doi.org/10.48169/Ecuatesis/0103202015
aplicación de un plan estratégico en las
escuelas de la zona y de la forma en que se
resuelven determinadas situaciones para
hacer eficientes los procesos educativos de la
supervisión y de la escuela. Una acción
reflexiva implica tomar a la práctica como
objetivo de estudio, para reconocer sus
alcances y mejorarla de manera sistemática.
La reflexión no es un proceso de evaluación
formal, pero sí un modo de observar
críticamente el quehacer cotidiano.
• Dialogo informado. Como mecanismo que
posibilita la comunicación y el intercambio
crítico y propositivo entre pares
(coordinadores, supervisores docentes,
directores, asesores o integrantes del equipo
de supervisión), para favorecer la expresión
de ideas y opiniones para establecer
acuerdos, definir objetivos, estrategias y
metas para mejorar la comunicación e
interacción entre los distintos actores
educativos. Refiere a “saber de qué se habla
y no sólo de supones”, la comunicación
inteligente se alimenta de información.
Dialogar con los otros permite la exploración
de sus ideas, así como el conocimiento de
uno mismo. Este proceso, sin duda,
contribuye a dejar atrás la imposición de
opiniones para obtener acuerdos producto de
la reflexión, el diálogo y la información,
mejorando la respuesta del equipo de trabajo.
• Relaciones horizontales. Es importante que
la interacción entre los miembros del grupo
de supervisión y asesores técnicos sea entre
pares. Hoy conviene establecer relaciones
horizontales de trabajo para el desarrollo de
actividades que enriquezcan la dinámica
grupal. Una relación horizontal favorece el
clima para dialogar, aprender, expresar
comentarios y propuestas, y para generar
ambientes de confianza que permitan
potenciar las capacidades individuales y
colectivas. Es necesario superar la cultura de
la jerarquía y de la veracidad; su
transformación establece estrecha relación
con conceptos de colaboración, solidaria y
participación.
• Trabajo colegiado y colaborativo. Una
actitud de motivación y apertura que integra
el potencial del equipo en el trabajo
colectivo, a través de la cual, los supervisores
y asesores realizan análisis, evaluaciones,
acuerdos, debates, negociaciones,
discusiones intelectuales o académicas entre
pares; asimismo, lo promueven en el interior
de las escuelas como un recurso para
establecer acuerdos y tomar decisiones con
los directores y maestros. El trabajo
colegiado implica un alto nivel de
compromiso y responsabilidad de cada uno
de los integrantes del equipo de supervisión
y de los integrantes de la comunidad escolar
en los diferentes momentos de participación.
• Liderazgo compartido. La función directiva
de los supervisores requiere una
coordinación académica profesional y
flexible con su equipo para guiar las
actividades; es decir, la autoridad se ejerce
como una forma de gobierno desde la
perspectiva de un liderazgo compartido. Para
lograrlo, es sustancial reconocer el potencial
intelectual y práctico de cada integrante del
equipo de trabajo, de la importancia de
valorar sus aportaciones como relevantes en
la toma de decisiones y para conducir la
organización, al partir de principios y valores
que destaquen la horizontalidad y
corresponsabilidad en las relaciones que
caracterizan a la nueva gestión institucional.
• Fomenta la participación social. En los
procesos de desarrollo social, entre ellos la
educación resultado esencial la participación