Ciencia y Educación
(L-ISSN: 2790-8402 E-ISSN: 2707-3378)
Vol. 6 No. 6.1
Edición Especial II 2025
Página 375
PRUEBAS BIOMÉDICAS PARA EL DESARROLLO DE LA FUERZA EN DEPORTISTAS
DE 15-16 AÑOS DESDE UN ENFOQUE TRANSDISCIPLINAR
BIOMEDICAL TESTS FOR STRENGTH DEVELOPMENT IN 15-16 YEAR-OLD
ATHLETES FROM A TRANSDISCIPLINARY PERSPECTIVE
Autores: ¹Antonio Ricardo Rodríguez Vargas, ²José Gregorio Picoita Quezada y ³Nelson
Fernando Ramón Calvache y
4
Angela Clara Simaleza Pino.
¹ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-4263-6686
4
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-5750-8858
¹E-mail de contacto: antonio.rodriguezv@ug.edu.ec
²E-mail de contacto: jose.picoita@unl.edu.ec
³E-mail de contacto: nelson.f.ramon@unl.edu.ec
4
E-mail de contacto: angela.simaleza@educacion.goc.ec
Afiliación: ¹*Universidad de Guayaquil ²*³*Universidad Nacional de Loja,
4
*Escuela Básica El Vergel, (Ecuador).
Articulo recibido: 10 de Julio del 2025
Articulo revisado: 10 de Julio del 2025
Articulo aprobado: 17 de Julio del 2025
¹Licenciado en Cultura Física graduado del Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo (Cuba) con 13 años de experiencia en la
docencia. Posee un PhD en Ciencias de la Cultura Física de la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel
Fajardo (Cuba)
²Licenciado en Ciencias de la Educación, especialidad Educación Física, graduado de la Universidad Nacional de Loja, (Ecuador).
Magister en Docencia Universitaria e Investigación Educativa, otorgado por la Universidad Nacional de Loja, (Ecuador).
³Licenciado en Cultura Física mención en Docencia en Cultura Física, graduado de la Universidad Central del Ecuador, (Ecuador).
Magister en Educación con mención en Inclusión Educativa y Atención a la Diversidad graduado de la Universidad Nacional de Loja,
(Ecuador).
4
Licenciada en Actividad Física y Salud, graduada de la Universidad Deportiva del Sur (Venezuela). Posee una maestría en Pedagogía de
la Cultura Física Mención en Educación Física Inclusiva graduada de la Universidad Bolivariana del Ecuador (Ecuador).
Resumen
El desarrollo de la fuerza durante la
adolescencia constituye un componente
esencial en la formación física y deportiva de
los jóvenes, especialmente en edades críticas
como los 15 y 16 años, cuando ocurren
importantes transformaciones biológicas y
funcionales. En este contexto, las pruebas
biomédicas han cobrado especial relevancia
como herramientas de evaluación que permiten
monitorear con objetividad y precisión los
cambios fisiológicos asociados al
entrenamiento de la fuerza. Este artículo tiene
como objetivo analizar, desde un enfoque de
revisión bibliográfica, la utilidad y los aportes
de dichas pruebas en deportistas adolescentes,
considerando además una perspectiva
transdisciplinar que vincula la fisiología con
aspectos pedagógicos, psicológicos y sociales.
La revisión de la literatura científica evidencia
que las pruebas biomédicas contribuyen
significativamente a la individualización del
entrenamiento, la prevención de lesiones, la
evaluación objetiva del progreso y la mejora
del rendimiento deportivo. Asimismo, se
destaca su potencial como recurso pedagógico
para fomentar la motivación, la autonomía y la
toma de conciencia corporal en los
adolescentes. Se concluye que, si bien estas
herramientas ofrecen múltiples beneficios, su
correcta aplicación requiere de profesionales
capacitados y de una articulación entre
disciplinas que asegure su uso ético y
formativo. El artículo subraya la necesidad de
avanzar hacia modelos educativos que integren
la tecnología biomédica con una visión
humanista del desarrollo deportivo juvenil.
Palabras clave: Pruebas biomédicas, Fuerza
muscular, Adolescencia deportiva.
Abstract
Strength development during adolescence is an
essential component of young people's physical
and athletic development, especially at critical
ages such as 15 and 16, when significant
biological and functional transformations
occur. In this context, biomedical testing has
gained special relevance as assessment tools
that allow for objective and accurate
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monitoring of physiological changes associated
with strength training. This article aims to
analyze, through a literature review, the
usefulness and contributions of such tests in
adolescent athletes, also considering a
transdisciplinary perspective that links
physiology with pedagogical, psychological,
and social aspects. The review of the scientific
literature shows that biomedical testing
significantly contributes to individualized
training, injury prevention, objective
assessment of progress, and improved athletic
performance. It also highlights its potential as a
pedagogical resource to foster motivation,
autonomy, and body awareness in adolescents.
It is concluded that, while these tools offer
multiple benefits, their proper application
requires trained professionals and a
coordinated approach between disciplines to
ensure their ethical and educational use. The
article emphasizes the need to move toward
educational models that integrate biomedical
technology with a humanistic vision of youth
sports development.
Keywords: Biomedical tests, Muscle
strength, Sports in adolescence.
Sumário
O desenvolvimento da força durante a
adolescência é um componente essencial do
desenvolvimento físico e atlético dos jovens,
especialmente em idades críticas como 15 e 16
anos, quando ocorrem transformações
biológicas e funcionais significativas. Nesse
contexto, os testes biomédicos ganharam
especial relevância como ferramentas de
avaliação que permitem o monitoramento
objetivo e preciso das alterações fisiológicas
associadas ao treinamento de força. Este artigo
tem como objetivo analisar, por meio de uma
revisão bibliográfica, a utilidade e as
contribuições desses testes em atletas
adolescentes, considerando também uma
perspectiva transdisciplinar que une a
fisiologia aos aspectos pedagógicos,
psicológicos e sociais. A revisão da literatura
científica demonstra que os testes biomédicos
contribuem significativamente para o
treinamento individualizado, a prevenção de
lesões, a avaliação objetiva do progresso e a
melhoria do desempenho atlético. Também
destaca seu potencial como recurso pedagógico
para fomentar a motivação, a autonomia e a
consciência corporal em adolescentes.
Conclui-se que, embora essas ferramentas
ofereçam múltiplos benefícios, sua aplicação
adequada requer profissionais capacitados e
uma abordagem coordenada entre as
disciplinas para garantir seu uso ético e
educacional. O artigo enfatiza a necessidade de
avançar em direção a modelos educacionais
que integrem a tecnologia biomédica a uma
visão humanística do desenvolvimento
esportivo juvenil.
Palavras-chave: Testes biomédicos, Força
muscular, Esporte na adolescência.
Introducción
El entrenamiento de la fuerza en adolescentes
ha emergido como un campo de estudio
prioritario en las ciencias aplicadas al deporte,
especialmente en edades que coinciden con
importantes procesos de maduración biológica
como los 15 y 16 años. En este periodo, los
deportistas se enfrentan a transformaciones
fisiológicas y hormonales que inciden
directamente en su capacidad para desarrollar
fuerza muscular, lo cual exige una planificación
cuidadosa y fundamentada. En ese sentido, las
pruebas biomédicas ofrecen un conjunto de
herramientas técnicas y objetivas que permiten
evaluar el estado funcional, estructural y
metabólico del sistema musculoesquelético en
jóvenes atletas. Estas pruebas no solo informan
sobre el rendimiento físico actual, sino que
permiten detectar riesgos, orientar
intervenciones y controlar la progresión del
entrenamiento. Por tanto, su aplicación se
vuelve esencial para garantizar el desarrollo
seguro y eficaz de la fuerza en esta etapa crítica
del crecimiento.
Las pruebas biomédicas abarcan una variedad
de procedimientos que permiten evaluar
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múltiples dimensiones del cuerpo humano, tales
como la fuerza isométrica, la composición
corporal, los perfiles hormonales, la actividad
electromiográfica y la biomecánica del
movimiento. Estas herramientas son utilizadas
con creciente frecuencia en contextos de alto
rendimiento, pero su utilidad en poblaciones
juveniles está siendo cada vez más reconocida
por la literatura científica. Autores como Beato
et al. (2020) afirman que una correcta
implementación de estas pruebas permite una
intervención más precisa, ya que facilita la
identificación de factores limitantes
individuales y favorece el diseño de planes de
entrenamiento personalizados. Además, estas
evaluaciones permiten un seguimiento
longitudinal de los procesos de adaptación, lo
cual es esencial en una etapa de cambios
fisiológicos acelerados como la adolescencia.
En consecuencia, el empleo de pruebas
biomédicas en jóvenes deportistas se erige
como una necesidad para quienes buscan una
preparación física basada en la evidencia.
Durante los 15 y 16 años, los adolescentes se
encuentran en plena etapa de desarrollo
somático, lo que conlleva variaciones
importantes en la fuerza relativa, la
coordinación motora y la eficiencia
neuromuscular. La tasa de crecimiento
acelerado que experimentan en esta etapa
conocida como “peak height velocity” repercute
en la forma en que el cuerpo responde a los
estímulos de entrenamiento. Según Lloyd et al.
(2016), estas variaciones hacen necesario que el
diseño del entrenamiento de fuerza se base en
criterios de edad biológica más que en la edad
cronológica, para evitar cargas inadecuadas y
maximizar el potencial de adaptación. Las
pruebas biomédicas contribuyen precisamente a
detectar ese estado biológico real del
adolescente, brindando un marco objetivo para
adaptar ejercicios, volúmenes e intensidades.
Así, se logra una práctica más segura, eficiente
y adaptada a las capacidades reales del joven
atleta.
Además de la dimensión fisiológica, el enfoque
transdisciplinar permite integrar otras áreas del
conocimiento que enriquecen la comprensión
del desarrollo de la fuerza en adolescentes. La
inclusión de perspectivas provenientes de la
medicina deportiva, la psicología del deporte, la
pedagogía y la nutrición, permite comprender
que el rendimiento físico no depende
exclusivamente del músculo o del sistema
nervioso, sino también del entorno psicosocial,
la motivación, el descanso y la alimentación.
Mountjoy et al. (2015) proponen que el
abordaje integral del deportista joven es una
condición necesaria para el desarrollo del
talento deportivo a largo plazo. Esto implica
que las pruebas biomédicas deben ser
entendidas como parte de un sistema más
amplio de evaluación, donde los datos se
integran en decisiones pedagógicas, clínicas y
técnicas. En ese sentido, el trabajo en equipo
entre entrenadores, médicos, fisioterapeutas y
psicólogos se vuelve indispensable para
garantizar la coherencia de las acciones.
El enfoque transdisciplinar también se sustenta
en la necesidad de ofrecer respuestas prácticas a
problemas complejos que no pueden ser
abordados desde una sola disciplina. Por
ejemplo, la aparición de lesiones por sobreuso
en jóvenes deportistas suele tener causas
multifactoriales, que van desde errores en la
planificación hasta desequilibrios musculares,
déficits nutricionales o inadecuado manejo
emocional del estrés competitivo. Las pruebas
biomédicas permiten identificar algunas de
estas causas desde una mirada objetiva, pero su
interpretación y abordaje requieren una lectura
contextual que solo puede darse en diálogo con
otras áreas del conocimiento. Según Suchomel
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et al. (2018), el análisis integral de datos
biomecánicos, neuromusculares y hormonales
permite anticipar riesgos y diseñar medidas
preventivas eficaces. En este sentido, el
paradigma transdisciplinar no es solo deseable,
sino necesario para responder a la complejidad
del entrenamiento en edades formativas.
En los últimos años, la tecnología aplicada al
deporte ha facilitado el acceso a herramientas
portátiles y de bajo costo que permiten realizar
evaluaciones biomédicas incluso en entornos no
clínicos. Dispositivos como dinamómetros
digitales, plataformas de fuerza, sensores
inerciales y monitores de frecuencia cardíaca
han democratizado el acceso a datos
fisiológicos que antes solo estaban disponibles
en centros de alto rendimiento. Esta
accesibilidad ha generado una mayor demanda
por parte de entrenadores y profesionales
interesados en implementar evaluaciones más
precisas en el campo. No obstante, como
advierten Mujika et al. (2018), la disponibilidad
de tecnología no garantiza por sola una
mejora en el rendimiento deportivo si no va
acompañada de una formación adecuada para
interpretar los resultados y tomar decisiones
informadas. Por ello, el desafío actual radica en
capacitar a los profesionales del deporte para
integrar los datos biomédicos en su praxis
cotidiana.
En el contexto del entrenamiento de fuerza, los
datos biomédicos pueden utilizarse para evaluar
no solo la condición física, sino también el
estado de recuperación, el equilibrio hormonal,
la adaptación al entrenamiento y la salud
general del deportista. Marcadores como la
creatina quinasa (CK), la testosterona, el
cortisol y la frecuencia cardíaca de reposo
ofrecen información valiosa sobre la relación
entre carga y recuperación, ayudando a prevenir
estados de sobreentrenamiento. Meeusen et al.
(2013) destacan que estos marcadores deben ser
interpretados con precaución en adolescentes,
debido a las fluctuaciones propias del desarrollo
puberal. Sin embargo, cuando se utilizan de
manera contextualizada, pueden ser aliados
poderosos para regular la carga de
entrenamiento y proteger la integridad del
deportista. Esta mirada preventiva es coherente
con una ética del cuidado que debe primar en
toda práctica formativa con adolescentes.
Otra dimensión relevante en este análisis es la
pedagógica, ya que el entrenamiento de fuerza
en adolescentes también constituye un proceso
de aprendizaje motor que debe ser guiado por
principios didácticos. El uso de pruebas
biomédicas no solo debe responder a fines
diagnósticos, sino que también puede emplearse
como herramienta formativa, ayudando al joven
a comprender su cuerpo, reconocer sus avances
y tomar conciencia de su proceso de desarrollo.
Riera y Cruz (2020) sostienen que el
entrenamiento debe ser comprendido como una
experiencia educativa integral, en la que el
conocimiento corporal y la autonomía
progresiva son valores centrales. Por tanto, los
datos generados por las pruebas pueden
convertirse en insumos para fomentar la
reflexión, la autorregulación y la motivación
intrínseca. En este sentido, la evaluación
también educa, y debe formar parte de una
pedagogía del entrenamiento.
Con base en lo anterior, el presente artículo
tiene como propósito realizar un análisis
bibliográfico sistemático que permita
identificar, clasificar y analizar las principales
pruebas biomédicas utilizadas para evaluar y
potenciar el desarrollo de la fuerza en
adolescentes de 15 y 16 años, desde una mirada
transdisciplinar. Se busca reunir la evidencia
más relevante proveniente de estudios recientes,
integrando aportes de la fisiología, la
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biomecánica, la medicina deportiva y la
pedagogía del entrenamiento. Este ejercicio
académico pretende ofrecer orientaciones
teóricas y prácticas para entrenadores,
investigadores y docentes que trabajan con
poblaciones juveniles en contextos deportivos
formativos. Asimismo, se espera contribuir a la
construcción de una cultura de evaluación
científica en el ámbito del deporte escolar y
juvenil. La integración entre evaluación
biomédica, formación física y acompañamiento
pedagógico es la clave para una preparación
deportiva que respete el desarrollo integral del
joven atleta.
Desarrollo
El entrenamiento de la fuerza durante la
adolescencia ha sido ampliamente debatido en
la literatura científica, pasando de un enfoque
conservador a uno basado en la evidencia que
respalda sus beneficios cuando se aplica de
forma adecuada. Diversos estudios han
demostrado que el desarrollo de la fuerza en
jóvenes no solo es seguro, sino necesario para
favorecer el crecimiento osteomuscular, la
prevención de lesiones y la mejora del
rendimiento deportivo (Lloyd et al., 2016). La
fuerza muscular en adolescentes es influenciada
por factores como la maduración biológica, la
activación neuromuscular, la composición
corporal y el entorno de entrenamiento. Esta
etapa se caracteriza por un aumento natural en
los niveles de fuerza debido a los cambios
hormonales, en especial por el incremento de
testosterona, hormona del crecimiento e
insulina. Por ello, es fundamental comprender
el contexto fisiológico del joven deportista para
implementar programas de entrenamiento
adecuados a su estado de desarrollo.
Las pruebas biomédicas representan una
herramienta esencial en el proceso de
evaluación del desarrollo físico en adolescentes.
Estas pruebas incluyen métodos como la
antropometría, la dinamometría, los tests de
salto vertical, las pruebas isocinéticas y la
medición de variables bioquímicas. Su
aplicación permite obtener información precisa
sobre las capacidades físicas y el estado
fisiológico del deportista, lo cual facilita el
diseño de programas de fuerza ajustados a sus
necesidades (Mujika et al., 2018). Además,
estas pruebas hacen posible un monitoreo
longitudinal del desarrollo del atleta,
identificando tendencias, puntos de mejora y
riesgos potenciales. Esta evaluación continua
no solo favorece el rendimiento, sino que
también promueve prácticas de entrenamiento
más seguras y éticamente responsables. De este
modo, la evaluación biomédica se convierte en
un componente clave dentro de una estrategia
transdisciplinar de formación deportiva.
El enfoque transdisciplinar integra diversas
áreas del conocimiento para comprender al
deportista como un ser integral, donde lo físico,
lo emocional, lo social y lo cognitivo se
interrelacionan. En el contexto del
entrenamiento de fuerza, esto implica que la
evaluación biomédica debe complementarse
con la intervención pedagógica, psicológica y
nutricional. Según Mountjoy et al. (2015), este
enfoque no solo mejora la eficacia del
entrenamiento, sino que garantiza un desarrollo
armónico que respete los ritmos individuales de
crecimiento. Por ejemplo, un entrenador que
conoce los resultados de una prueba de fuerza
isométrica podrá ajustar el volumen de trabajo,
pero si además comprende el estado emocional
y motivacional del joven, podrá adaptar las
sesiones de manera más efectiva. De esta forma,
la transdisciplinariedad no es solo una opción
metodológica, sino una exigencia ética para el
trabajo con adolescentes deportistas.
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La dimensión psicológica en el desarrollo de la
fuerza también ha sido objeto de múltiples
investigaciones, ya que factores como la
autoeficacia, la percepción del esfuerzo, el
control emocional y la motivación inciden
directamente en la disposición del adolescente
hacia el entrenamiento. Según Weinberg y
Gould (2019), la motivación intrínseca en
adolescentes se potencia cuando existe
retroalimentación positiva, desafíos alcanzables
y un entorno social que favorece la
participación activa. Esta variable es
fundamental, ya que los datos biomédicos por
solos no garantizan la mejora si no van
acompañados de una actitud positiva y
sostenida hacia el proceso de entrenamiento.
Las evaluaciones también deben ser entendidas
como oportunidades para educar al joven sobre
su propio cuerpo y progreso, fomentando la
autorregulación y la conciencia corporal. Por
tanto, los resultados de las pruebas deben ser
comunicados de manera pedagógica y
constructiva.
Otro componente crucial del desarrollo de la
fuerza en esta etapa es la biomecánica del
movimiento. Las pruebas biomédicas permiten
analizar la ejecución de los patrones motores,
identificando desbalances musculares, errores
técnicos o deficiencias en la activación
neuromuscular. Estas variables son
fundamentales para prevenir lesiones,
especialmente en adolescentes que aún están
consolidando la estabilidad articular y el control
motor fino. Beato et al. (2020) afirman que las
evaluaciones biomecánicas permiten detectar
asimetrías que, de no corregirse, pueden
desencadenar patologías por sobreuso o
inestabilidad. Por ello, la integración de pruebas
como el análisis de saltos, la velocidad angular
y la simetría de fuerza entre extremidades se
vuelve indispensable en programas de
entrenamiento orientados al alto rendimiento.
Así, el trabajo del entrenador se complementa
con datos científicos que permiten tomar
decisiones con mayor precisión.
La carga de entrenamiento es otra variable que
debe ser regulada cuidadosamente mediante
pruebas biomédicas, especialmente en una
etapa tan sensible como la adolescencia. El
desequilibrio entre carga y recuperación puede
llevar al sobreentrenamiento, al estancamiento
del rendimiento e incluso a consecuencias
psicológicas negativas como la desmotivación o
la ansiedad. Para evitarlo, se utilizan
marcadores fisiológicos como la variabilidad de
la frecuencia cardíaca, la creatina quinasa, la
percepción subjetiva del esfuerzo (RPE) y las
escalas de bienestar. Meeusen et al. (2013)
recomiendan que estas variables se monitoreen
periódicamente y se interpreten en conjunto
para establecer perfiles fisiológicos del
deportista. Este control permite ajustar las
sesiones de fuerza de manera flexible,
adaptando el volumen, la intensidad o la
duración según el estado real del atleta. Así, se
logra un entrenamiento más humano,
responsable y eficaz.
En relación con la maduración biológica, los
estudios muestran que el rendimiento en
pruebas de fuerza está condicionado no solo por
la edad cronológica, sino por el estadio de
desarrollo puberal. La maduración ósea, la
estatura, la masa libre de grasa y los niveles
hormonales son determinantes en la capacidad
de producir fuerza máxima, potencia y
resistencia muscular. De acuerdo con Malina et
al. (2015), los adolescentes que alcanzan una
maduración temprana tienden a mostrar
mayores niveles de fuerza que sus pares tardíos,
aunque esta ventaja tiende a reducirse en la
adultez. Por ello, es imprescindible utilizar
pruebas biomédicas que consideren estos
factores, como la edad ósea o el porcentaje de
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grasa corporal, para contextualizar los
resultados obtenidos. Ignorar esta diversidad
puede llevar a errores de interpretación que
afecten negativamente la planificación del
entrenamiento.
La inclusión de análisis hormonales como parte
del protocolo de evaluación es también
relevante, ya que las hormonas sexuales, el
cortisol y la hormona del crecimiento juegan un
rol central en la adaptación muscular. Estos
perfiles hormonales permiten estimar el grado
de recuperación, el riesgo de fatiga acumulada
y la respuesta anabólica al entrenamiento.
Estudios como los de Cardinale y Stone (2006)
han demostrado que un perfil hormonal
equilibrado está asociado a mayores ganancias
en fuerza y masa muscular. Además, estos
marcadores pueden alertar sobre estados de
estrés crónico, mala calidad del sueño o
alimentación deficiente, factores que limitan el
progreso del entrenamiento. De este modo, la
dimensión endocrina ofrece datos valiosos para
ajustar la carga de trabajo y garantizar un
desarrollo saludable del atleta.
Las pruebas de campo como los test de salto
vertical, el sprint de 10-20 metros y la prueba de
salto con contramovimiento (CMJ) también son
comúnmente utilizadas para evaluar la fuerza
explosiva en adolescentes. Estas pruebas,
aunque de menor precisión que las pruebas de
laboratorio, ofrecen la ventaja de ser accesibles,
económicas y fáciles de aplicar en contextos
escolares y clubes deportivos. De acuerdo con
Suchomel et al. (2018), estos test poseen una
alta validez y confiabilidad cuando se realizan
con protocolos estandarizados y equipamiento
básico como plataformas de contacto o
aplicaciones móviles. Además, permiten
realizar evaluaciones periódicas para
monitorear la evolución del rendimiento y
ajustar los planes de entrenamiento. Su
implementación en programas de formación
deportiva resulta una estrategia eficaz para
fomentar la cultura de la evaluación objetiva
desde edades tempranas.
El componente nutricional no debe ser
subestimado dentro del enfoque transdisciplinar
del desarrollo de la fuerza, especialmente en
adolescentes, donde las necesidades calóricas y
de macronutrientes se ven incrementadas. Una
ingesta insuficiente o desequilibrada puede
comprometer no solo el rendimiento físico, sino
también el crecimiento, la salud ósea y la
inmunidad. Rodríguez et al. (2015) afirman que
la nutrición adecuada potencia los efectos del
entrenamiento de fuerza y facilita la
recuperación tisular. Por ello, se recomienda
complementar las pruebas biomédicas con
evaluaciones nutricionales, como análisis de
composición corporal, recordatorios de 24
horas o cuestionarios de frecuencia alimentaria.
Este componente ofrece una visión holística del
entorno del deportista, y permite generar
intervenciones más efectivas que integren
entrenamiento, recuperación y alimentación.
Otro aspecto clave en este proceso es la
educación del deportista adolescente en el uso y
comprensión de las pruebas biomédicas. No
basta con aplicar evaluaciones de alta precisión
si sus resultados no son comprendidos por los
jóvenes ni utilizados para fomentar su
aprendizaje corporal. Según Riera y Cruz
(2020), el entrenamiento debe constituirse
como una experiencia educativa en la que el
adolescente comprenda, interiorice y regule su
propio proceso de mejora. Las pruebas
biomédicas pueden ser utilizadas como
herramientas de retroalimentación formativa,
que empoderen al joven para asumir una
participación más activa en su preparación
física. De esta manera, se fomenta la autonomía,
la autorreflexión y la responsabilidad,
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elementos fundamentales para un desarrollo
deportivo sostenible y saludable. Así, la
evaluación deja de ser un acto técnico aislado y
se transforma en una práctica pedagógica.
El enfoque transdisciplinar implica reconocer
que el cuerpo del adolescente no puede ser
tratado como una máquina, sino como una
totalidad dinámica en constante transformación.
La integración de disciplinas como la fisiología,
la psicología, la medicina, la pedagogía y la
nutrición permite interpretar los datos
biomédicos con mayor profundidad y
pertinencia. Mountjoy et al. (2015) insisten en
que esta visión sistémica del desarrollo
deportivo no solo mejora el rendimiento, sino
que protege la salud y el bienestar del joven
atleta. Por tanto, las pruebas biomédicas deben
formar parte de una cultura del cuidado, donde
la ciencia y la ética se encuentren al servicio del
crecimiento integral. Esta perspectiva
constituye la base teórica sobre la cual se
sustenta este análisis bibliográfico, que busca
aportar conocimiento aplicable y
contextualizado al entrenamiento de fuerza en
adolescentes de 15 y 16 años.
Metodología
El presente artículo científico se sustenta en una
metodología de carácter cualitativo con enfoque
bibliográfico, orientada al análisis sistemático
de fuentes académicas que abordan la
aplicación de pruebas biomédicas en el
entrenamiento de fuerza para adolescentes entre
15 y 16 años. El enfoque cualitativo se justifica
por el interés en comprender e interpretar las
distintas posturas científicas y teóricas que
explican el fenómeno desde diversas
disciplinas: fisiología, biomecánica, medicina
del deporte, pedagogía y psicología del
entrenamiento. Esta elección metodológica
permite profundizar en el tratamiento
conceptual del objeto de estudio, identificar
hallazgos relevantes y establecer puntos de
conexión entre las distintas perspectivas. La
naturaleza bibliográfica de la investigación, por
su parte, garantiza la revisión exhaustiva de
documentos especializados sin la necesidad de
aplicar instrumentos de campo. En este sentido,
se privilegia la riqueza interpretativa y el
análisis crítico por sobre la medición estadística
o la recolección empírica directa.
Para llevar a cabo la revisión bibliográfica, se
establecieron criterios rigurosos de selección de
fuentes, priorizando artículos científicos
publicados entre los años 2013 y 2024, con
énfasis en los últimos cinco años, a fin de
asegurar la actualidad del contenido analizado.
Las bases de datos consultadas fueron Google
Scholar, PubMed, Scopus, Dialnet y Scielo,
dada su relevancia en la divulgación de
investigaciones en ciencias del deporte,
medicina y educación. Se incluyeron
documentos con revisión por pares, acceso a
texto completo y pertinencia temática directa
con las variables de estudio: pruebas
biomédicas, entrenamiento de fuerza en
adolescentes y enfoque transdisciplinar. En
total, se seleccionaron 25 fuentes, entre
artículos científicos, revisiones sistemáticas,
libros académicos y documentos técnicos
emitidos por organizaciones internacionales
especializadas en salud y deporte juvenil. Esta
muestra documental permitió garantizar un
equilibrio entre calidad científica, diversidad de
enfoques y aplicabilidad práctica.
La estrategia de análisis de la información se
fundamentó en la técnica de lectura crítica y
categorización temática. Primero, se procedió a
la lectura analítica de cada fuente, identificando
conceptos clave, objetivos, enfoques
metodológicos, resultados y conclusiones.
Posteriormente, se organizaron los hallazgos en
ejes temáticos como: tipos de pruebas
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biomédicas utilizadas en adolescentes, efectos
del entrenamiento de fuerza, implicaciones
psicopedagógicas del proceso, maduración
biológica y aplicación del enfoque
transdisciplinar. Esta sistematización facilitó la
comparación entre estudios, el reconocimiento
de consensos científicos y la identificación de
vacíos teóricos o metodológicos. De este modo,
se construyó una interpretación global y
articulada de los aportes académicos
disponibles, orientada a ofrecer una visión
integral sobre el tema investigado. Además, esta
categorización permitió organizar el marco
teórico y la discusión del presente artículo de
forma lógica y coherente.
Es importante destacar que, aunque no se
realizó trabajo de campo, los hallazgos
extraídos de la literatura científica cumplen con
los criterios de rigurosidad y validez propios de
las investigaciones teóricas. La triangulación
bibliográfica entre fuentes de distintas
disciplinas y regiones permitió enriquecer el
análisis con múltiples perspectivas. Asimismo,
el carácter sistemático del proceso de búsqueda,
selección y análisis garantiza la trazabilidad del
conocimiento utilizado. En consecuencia, los
resultados presentados a lo largo del artículo no
solo reflejan una revisión crítica del estado del
arte, sino que también permiten establecer bases
sólidas para futuras investigaciones empíricas.
Esta metodología bibliográfica aporta, por
tanto, valor tanto académico como práctico a
quienes se desempeñan en el ámbito del
entrenamiento deportivo juvenil desde una
mirada integral y científica.
Análisis de los resultados
Los estudios revisados revelan una tendencia
consolidada en cuanto al uso de pruebas
biomédicas como mecanismos eficaces para
diagnosticar y monitorear el desarrollo de la
fuerza en adolescentes deportistas. Se observa
que este grupo etario, específicamente entre los
15 y 16 años, transita por una etapa de
maduración biológica en la cual se producen
cambios significativos en la masa muscular, el
metabolismo energético y la producción
hormonal, lo que implica una oportunidad clave
para intervenir mediante programas
estructurados de entrenamiento de fuerza.
Lloyd et al. (2016) demuestran que el
aprovechamiento óptimo de esta ventana de
desarrollo requiere de una evaluación científica
sistemática que permita conocer el punto de
partida de cada individuo y ajustar las cargas en
función de sus capacidades reales. Las pruebas
biomédicas permiten identificar aspectos como
la fuerza isométrica, el reclutamiento
neuromuscular y la eficiencia metabólica, entre
otros indicadores claves para la planificación
del entrenamiento. De este modo, la evaluación
se convierte en una herramienta indispensable
para el diseño de intervenciones personalizadas
que promuevan un desarrollo integral y seguro
del joven atleta.
Una de las principales coincidencias entre las
fuentes consultadas es la utilidad de ciertas
pruebas de campo y de laboratorio para estimar
la fuerza y su evolución en adolescentes. En
particular, los tests de salto vertical con
contramovimiento (CMJ), los tests de sprint y
las pruebas de dinamometría manual son las
más empleadas, gracias a su accesibilidad,
validez y bajo riesgo de lesión. Beato et al.
(2020) destacan que, cuando estas pruebas son
administradas con protocolos estandarizados y
equipos confiables, pueden ofrecer resultados
comparables entre distintas poblaciones
juveniles y permitir un seguimiento longitudinal
confiable. Esta estandarización es clave para
evitar errores de interpretación y facilitar la
toma de decisiones a entrenadores y
profesionales del deporte. Además, muchas de
estas evaluaciones pueden ser integradas al
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entrenamiento cotidiano, sin requerir
infraestructuras complejas, lo que amplía su
aplicabilidad a contextos escolares o
comunitarios. Así, se democratiza el acceso a
una evaluación de calidad, que antes estaba
reservada solo a centros de alto rendimiento.
Otro hallazgo relevante es la capacidad de estas
pruebas para contribuir a la individualización
del entrenamiento, un principio central en la
planificación del rendimiento deportivo.
Mujika et al. (2018) enfatizan que conocer el
perfil fisiológico y neuromuscular de cada
adolescente permite diseñar tareas ajustadas a
sus necesidades, ritmos de adaptación y
objetivos específicos. Esta práctica evita la
sobrecarga o la subestimación del potencial de
cada deportista, lo cual es especialmente
importante en esta etapa de crecimiento
acelerado. Las pruebas biomédicas permiten
también detectar déficits que podrían pasar
desapercibidos a simple vista, como asimetrías
musculares, desequilibrios posturales o niveles
insuficientes de fuerza relativa, factores que
pueden derivar en lesiones si no son corregidos
a tiempo. En este sentido, su uso no se limita a
un fin cuantitativo, sino que adquiere un
carácter formativo y preventivo de primer
orden, mejorando la eficiencia y seguridad del
proceso de entrenamiento.
La interpretación de los resultados obtenidos en
adolescentes debe realizarse considerando las
particularidades de la maduración biológica,
que no siempre coincide con la edad
cronológica. Malina et al. (2015) advierten que
existen diferencias significativas en la fuerza y
el rendimiento físico entre adolescentes de la
misma edad, dependiendo de si han iniciado,
están en curso o han completado la pubertad.
Por esta razón, se recomienda complementar los
datos de rendimiento con otros indicadores
como la edad ósea, la estatura relativa o el
porcentaje de masa libre de grasa. Esta
contextualización permite interpretar los
resultados con mayor precisión y justicia,
evitando errores como comparar a un
adolescente madurador tardío con uno precoz,
lo cual puede afectar la autoestima, la
motivación o el rol que ocupa dentro del equipo.
En consecuencia, el valor de las pruebas
biomédicas no reside solo en su capacidad para
medir, sino también en su contribución a un
abordaje ético, equitativo y pedagógico de la
evaluación deportiva.
Desde la perspectiva transdisciplinar, los
resultados apuntan a la necesidad de integrar la
dimensión fisiológica con otras áreas del
conocimiento, como la psicología, la nutrición,
la medicina y la pedagogía del deporte.
Mountjoy et al. (2015) sostienen que el
rendimiento y el bienestar del joven atleta
dependen de un conjunto de factores
interrelacionados, entre los que destacan el
entorno familiar, el apoyo emocional, la
alimentación y la calidad del sueño. Las pruebas
biomédicas, por solas, no explican la totalidad
del rendimiento ni pueden sustituir el
acompañamiento integral que requiere un
adolescente en formación. Por ello, los
resultados deben ser discutidos en equipo y
utilizados como insumos para tomar decisiones
conjuntas, basadas en una comprensión
holística del desarrollo humano. Esta
articulación entre disciplinas no solo mejora la
precisión de las intervenciones, sino que
contribuye a una educación corporal más
reflexiva, ética y centrada en el sujeto.
La literatura revisada también sugiere que el uso
de estas evaluaciones puede convertirse en una
herramienta pedagógica de alto valor, si se
emplea con fines formativos. Riera y Cruz
(2020) argumentan que compartir con los
adolescentes los resultados de sus pruebas
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biomédicas, explicando su significado,
evolución y relación con el entrenamiento,
fortalece la motivación intrínseca y la capacidad
de autorregulación. Cuando el joven comprende
cómo su esfuerzo impacta en parámetros
fisiológicos concretos, como el salto, la
potencia o el índice de masa muscular, se
apropia de su proceso de mejora y se convierte
en agente activo de su desarrollo. Esta estrategia
fomenta una cultura del entrenamiento basada
en la comprensión, no en la obediencia ciega, y
sienta las bases para una práctica deportiva
consciente, saludable y sostenible. La
evaluación, entonces, no se limita a un rol
técnico, sino que se inscribe en una pedagogía
del conocimiento corporal.
El monitoreo fisiológico mediante pruebas
biomédicas se ha consolidado también como
una estrategia preventiva eficaz frente a
lesiones por sobreuso, fatiga crónica o
deficiencias musculares. Meeusen et al. (2013)
evidencian que indicadores como la creatina
quinasa, los niveles de cortisol o la frecuencia
cardíaca en reposo pueden advertir sobre
estados de sobreentrenamiento incluso antes de
que se manifiesten síntomas físicos o
psicológicos. Esta capacidad predictiva es
especialmente útil en poblaciones juveniles,
donde las señales de alerta suelen confundirse
con cambios propios de la edad o exigencias
escolares. Además, la identificación temprana
de desequilibrios o riesgos permite redirigir las
cargas, incorporar fases de recuperación o
remitir al deportista a especialistas cuando sea
necesario. Así, las pruebas biomédicas actúan
como aliadas de la salud, asegurando que el
entrenamiento no comprometa el bienestar
general del joven.
Los datos extraídos también confirman que una
evaluación sistemática mejora la periodización
del entrenamiento y optimiza el rendimiento a
mediano y largo plazo. Cardinale y Stone
(2006) aseguran que la identificación de picos
de rendimiento, momentos de fatiga o
estancamientos permite reconfigurar los ciclos
de entrenamiento, incorporando variaciones
que mantengan la progresión. Esta práctica se
traduce en una mayor eficiencia en el uso del
tiempo, recursos y esfuerzos tanto del deportista
como del entrenador. En contextos educativos,
estos datos también pueden ser integrados a
proyectos pedagógicos interdisciplinarios que
vinculen ciencias del deporte, biología,
estadística y TIC. Esto fortalece el vínculo entre
teoría y práctica, fomenta el pensamiento
científico y dota de mayor sentido al proceso
formativo.
Un aspecto reiterado en la literatura es la
necesidad de formar adecuadamente a los
profesionales responsables de aplicar,
interpretar y utilizar los datos biomédicos en la
planificación del entrenamiento. Weinberg y
Gould (2019) advierten que la tecnología, por sí
sola, no garantiza una práctica más científica ni
ética, si no va acompañada de competencias
para su correcta utilización. Se han registrado
casos en los que una interpretación
reduccionista del dato ha llevado a la exclusión
de jóvenes por bajo rendimiento, o a la
imposición de cargas excesivas por una lectura
errónea de la supuesta “capacidad física”. En
este sentido, se propone incorporar contenidos
de evaluación biomédica en los programas de
formación docente, universitaria y técnica,
fomentando una práctica basada en la evidencia,
pero también en la empatía, el respeto y la
comprensión del desarrollo humano. Esto
aseguraría una mejor aplicación de la ciencia en
contextos formativos.
Los resultados permiten concluir que, si bien el
uso de pruebas biomédicas es altamente
beneficioso, aún existen vacíos en la literatura
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científica que deben ser abordados mediante
investigaciones longitudinales, participativas y
contextualizadas. La mayoría de los estudios se
enfocan en poblaciones de alto rendimiento o en
muestras pequeñas, sin considerar variables
culturales, socioeconómicas o educativas que
también influyen en la experiencia deportiva. Se
recomienda avanzar hacia modelos de
investigación que integren el seguimiento de
jóvenes durante varios años, evaluando no solo
su rendimiento físico, sino su bienestar
psicológico, trayectoria académica y
permanencia en la actividad física. Estos
estudios permitirían fortalecer el enfoque
transdisciplinar y generar políticas públicas
basadas en datos integrales. Solo así se podrá
garantizar que el desarrollo de la fuerza en
adolescentes no sea un fin aislado, sino parte de
una formación humana plena y sostenible.
Discusión de los resultados
Los resultados analizados permiten sostener que
el uso de pruebas biomédicas en adolescentes de
15 a 16 años constituye una práctica de alta
relevancia tanto para la mejora del rendimiento
deportivo como para la protección del bienestar
integral. Las evidencias científicas destacan que
estas evaluaciones no solo permiten cuantificar
el progreso en fuerza y potencia muscular, sino
también identificar posibles desequilibrios
fisiológicos, estructurales o hormonales antes
de que estos deriven en lesiones o sobrecargas
(Lloyd et al., 2016). Esta capacidad predictiva
es particularmente importante en una etapa de
cambios acelerados como la adolescencia,
donde el margen de error es más sensible debido
a las vulnerabilidades propias del desarrollo
puberal. En este sentido, la incorporación
sistemática de herramientas biomédicas
representa una estrategia clave en la transición
hacia modelos de entrenamiento más
científicos, individualizados y responsables
(Malina et al., 2015). No obstante, su
implementación debe estar mediada por una
comprensión pedagógica y ética, que priorice el
proceso formativo por encima de los resultados
inmediatos (Riera & Cruz, 2020).
Por otra parte, la discusión muestra cómo las
pruebas biomédicas adquieren un nuevo
significado cuando se integran a un enfoque
transdisciplinar, ya que trascienden su uso
técnico para convertirse en catalizadores de un
proceso educativo integral. La literatura
revisada confirma que el rendimiento deportivo
no puede explicarse únicamente por factores
físicos o genéticos, sino que está determinado
por una compleja red de interacciones entre lo
biológico, lo emocional, lo social y lo cognitivo
(Mountjoy et al., 2015). Por ello, interpretar los
datos fisiológicos en diálogo con aspectos
psicológicos, nutricionales y pedagógicos
permite construir un perfil más completo y
realista del deportista (Weinberg & Gould,
2019). Esta perspectiva obliga a entrenadores,
docentes y profesionales de la salud a trabajar
de manera articulada, reconociendo que cada
disciplina aporta una mirada necesaria para
comprender al joven en su totalidad. Así, la
evaluación se convierte en un medio para
fomentar el pensamiento crítico, la autonomía y
la responsabilidad en los adolescentes
(Rodríguez et al., 2015).
Asimismo, se hace evidente que el uso de
pruebas biomédicas puede reforzar la
dimensión pedagógica del entrenamiento,
siempre que se presenten los resultados de
forma comprensible y se utilicen como
herramienta de retroalimentación. Estudios
recientes sugieren que los adolescentes
responden de manera más positiva a los
procesos de evaluación cuando comprenden el
propósito de las mediciones y se sienten
partícipes de sus propios avances (Riera &
Cruz, 2020). Esta actitud promueve la
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motivación intrínseca y favorece la autogestión
del aprendizaje motor, aspectos fundamentales
en la formación de deportistas reflexivos y
autónomos (Cardinale & Stone, 2006). La
aplicación pedagógica de las pruebas
biomédicas requiere, sin embargo, que los
entrenadores y docentes desarrollen habilidades
comunicativas y formativas que les permitan
traducir los datos en mensajes claros, útiles y
motivadores. En este marco, la evaluación se
convierte en una oportunidad para educar en
valores como el esfuerzo, la constancia y la
conciencia corporal, potenciando el rol
formativo del deporte (Beato et al., 2020).
La discusión también permite advertir ciertas
limitaciones estructurales y formativas que
podrían dificultar la correcta implementación de
las pruebas biomédicas en contextos educativos
o comunitarios. Entre los principales desafíos se
encuentran la escasa formación técnica de
algunos entrenadores, la limitada disponibilidad
de equipamiento adecuado y la falta de
protocolos adaptados a las realidades escolares
(Mujika et al., 2018). Además, el riesgo de una
interpretación reduccionista o tecnocrática de
los resultados puede llevar a prácticas
contraproducentes, como la hiperselección o la
exclusión temprana de jóvenes con bajo
rendimiento inicial (Suchomel et al., 2018). Por
tanto, es imprescindible promover políticas de
capacitación permanente, inversión en
tecnología accesible y construcción de una
cultura de evaluación formativa (Weinberg &
Gould, 2019). Solo bajo estos principios será
posible consolidar el uso ético, riguroso y
humanista de las pruebas biomédicas en el
desarrollo de la fuerza en adolescentes,
cumpliendo con el ideal de un deporte
inclusivo, saludable y científicamente
fundamentado.
Conclusiones
La presente revisión bibliográfica permite
concluir que las pruebas biomédicas
constituyen herramientas indispensables para
evaluar y optimizar el desarrollo de la fuerza en
adolescentes de 15 a 16 años, en tanto
proporcionan información objetiva, confiable y
precisa sobre las capacidades físicas del
deportista. Su aplicación sistemática favorece
una planificación del entrenamiento más
rigurosa, al permitir la individualización de
cargas, la detección de deficiencias o riesgos, y
el seguimiento del progreso en función de
variables fisiológicas reales. Además, estas
pruebas ofrecen una base empírica sólida que
permite tomar decisiones técnicas y
pedagógicas informadas, reduciendo la
improvisación y aumentando la seguridad en el
proceso formativo. En consecuencia, su
incorporación en programas deportivos
juveniles debe ser promovida desde políticas
institucionales y educativas que reconozcan su
valor científico y preventivo. La ciencia del
deporte encuentra en estas herramientas una vía
para la profesionalización de los procesos de
entrenamiento en edades formativas.
Asimismo, el enfoque transdisciplinar
demostrado en los estudios revisados resalta la
necesidad de integrar los datos biomédicos con
variables pedagógicas, psicológicas, sociales y
nutricionales, reconociendo al adolescente
como un sujeto complejo y multidimensional.
Esta perspectiva obliga a una colaboración entre
diferentes áreas del conocimiento, superando la
fragmentación tradicional de los procesos
evaluativos y promoviendo una comprensión
holística del desarrollo humano. Las pruebas
biomédicas, en este sentido, no deben ser
entendidas como instrumentos exclusivos del
ámbito médico o deportivo, sino como recursos
que, bien empleados, enriquecen la labor de
docentes, entrenadores, psicólogos, médicos y
nutricionistas. Esta articulación de saberes
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favorece la toma de decisiones
contextualizadas, éticas y centradas en el
bienestar integral del deportista. Así, se
configura un modelo formativo más equitativo,
inclusivo y adaptado a las necesidades reales de
la población juvenil.
Otro aspecto relevante que emerge de esta
revisión es la dimensión pedagógica de las
pruebas biomédicas, en tanto su uso puede
fomentar la autonomía, el pensamiento crítico y
la motivación del joven deportista, cuando los
resultados son presentados de forma accesible y
comprensible. La evaluación, por tanto, deja de
ser una instancia de control o selección para
convertirse en una herramienta formativa que
permite reflexionar sobre el propio proceso de
mejora física y personal. Esta función educativa
de la evaluación requiere que los entrenadores y
docentes desarrollen habilidades
comunicacionales y didácticas que les permitan
transformar los datos técnicos en aprendizajes
significativos. En este marco, el desarrollo de la
fuerza se concibe no solo como un objetivo
físico, sino también como un proceso de
crecimiento personal que potencia valores como
el esfuerzo, la constancia y la disciplina. De este
modo, las pruebas biomédicas cumplen un
doble propósito: optimizar el rendimiento y
educar en el sentido más amplio del término.
Se destaca que, a pesar del creciente interés por
estas herramientas, aún existen limitaciones en
cuanto a su aplicación generalizada,
especialmente en contextos educativos o
comunitarios donde los recursos tecnológicos y
formativos son limitados. La literatura sugiere
que la formación de los profesionales
encargados de aplicar estas pruebas es un factor
crítico para garantizar su uso adecuado, así
como la adaptación de los protocolos a las
condiciones reales de los espacios deportivos
escolares. Por ello, es imprescindible fomentar
líneas de capacitación continua, desarrollo de
tecnologías accesibles y generación de
estrategias pedagógicas que promuevan el uso
ético y contextualizado de la evaluación
biomédica. Asimismo, se recomienda ampliar la
investigación longitudinal sobre el impacto de
estas pruebas en la salud, el rendimiento y el
desarrollo integral de los adolescentes. En
suma, el uso transdisciplinar de pruebas
biomédicas representa una oportunidad para
avanzar hacia una educación deportiva más
científica, humana y centrada en el sujeto.
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