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rígidas e inflexibles y, por lo tanto, no tienen
cabida en el mundo complejo y dinámico de una
institución educativa (Lumby, 2017). El
problema aquí es la confusión entre el uso de
jerarquías de gestión de manera normativa, que
es la forma en que deben organizarse las
escuelas, en lugar de una forma analítica, es una
forma de entender las relaciones
organizacionales. Aun así, existe un fuerte
argumento de que una estructura con
responsabilidades específicas y designadas
puede proporcionar una estructura de
contención segura para acciones totalmente
autorizadas (Manríquez Gutiérrez, 2020) y
puede ayudar a prevenir el abuso de poder en las
instituciones educativas.
A menudo se considera que la gestión educativa
se ocupa de organizar el statu quo en las
instituciones educativas, una perspectiva de la
gestión que tiene una larga historia. Esta
perspectiva tiene connotaciones negativas. El
liderazgo educativo, por su parte, se trata de
organizar el cambio para la mejora (Cuban L,
1988) lo cual es visto positivamente. Sin
embargo, tal afirmación es muy problemática en
las instituciones educativas, especialmente en
relación con el statu quo. Son organizaciones en
constante cambio caracterizadas por altos
niveles de interacción y, por lo tanto, en un
estado continuo de flujo y cambio. Además, un
individuo puede tener la responsabilidad del
funcionamiento de un programa que cambie
radicalmente la práctica en una escuela. El
programa de cambio es un sistema en el que
otros participan y el individuo cargaría con la
responsabilidad de su correcto funcionamiento.
Teorías y modelos de liderazgo educativo
Las teorías y modelos de liderazgo en las
organizaciones en general son numerosas y
diversas. Ladkin (2019) identifica una amplia
gama y luego declara que existen incontables
teorías. Además de los muchos modelos/teorías
de liderazgo, también existen estilos de
liderazgo (Quishpe Mosquera, 2022), que
Leithwood (2019) los han categorizado como
contingentes, participativos, gerenciales,
morales, transformacionales e instructivos en
los escenarios educativos abogando por una
categorización basada en las características: de
arriba hacia abajo versus de abajo hacia arriba;
objetivo de cambio de primer y segundo orden;
y gerencial/transaccional versus
transformacional.
Jackson y Parry (2018) ofrecen sucintamente
una variedad de perspectivas, distinguiendo
entre puntos de vista centrados en el líder y
centrados en el seguidor. Grint (2005) propone
un modelo de teorías, pero también argumenta
que la búsqueda de consenso sobre modelos,
perspectivas y teorías de liderazgo es tanto
abandonada como innecesaria. En general, los
estudios de liderazgo afirman su importancia,
aunque algunos escritores, por ejemplo, Raelin
(2016), cuestionan la noción misma de
liderazgo, pero esa sigue siendo una opinión
minoritaria y no la que defendemos aquí. Los
estudios sobre el concepto de liderazgo se han
producido con una regularidad cada vez mayor
en la literatura del sector público en general.
Estos estudios y otros utilizan una variedad de
metodologías de las ciencias sociales, pero la
mayoría de los estudios son generalmente
normativos y emplean trabajos derivados de las
humanidades. La contribución más significativa
del campo de la educación a esta literatura más
amplia ha sido quizás a través del liderazgo
distribuido (Manríquez Gutiérrez, 2022)
Las teorías, modelos y estilos de liderazgo que
se han aplicado en contextos educativos son
extensos, amplios y variados y categorizarlos es
un esfuerzo desafiante. El liderazgo educativo
como la práctica de influir en otros para lograr
objetivos en un contexto educativo puede verse
como un sistema que tiene un