contenido de materia orgánica del suelo. Sin
embargo, no se observaron mejoras
significativas en la germinación de semillas, lo
que indica que persisten otros factores
limitantes que requieren mayor investigación.
Este estudio constituye una base importante
para el desarrollo de tecnologías de remediación
sostenible aplicables a suelos salinos. Los
suelos salinos aparecen principalmente en
regiones de clima árido o semiárido. En
regiones húmedas, las sales solubles presentes
en el suelo o formadas por meteorización suelen
ser arrastradas por el agua de lluvia hacia aguas
subterráneas y finalmente hasta el mar, por lo
que la salinización es muy rara. La salinidad del
suelo causa una mala estructura del suelo,
reduciendo su permeabilidad, disminuye
disponibilidad de agua para las plantas por
efecto osmótico, el equilibrio químico es
alterado por lo tanto se reduce la disponibilidad
de nutrientes esenciales y provocando toxicidad
por exceso de sodio u otros iones (United States
Department of Agriculture, 1954).
El agua de mar, caracterizada por una elevada
conductividad eléctrica que ronda los 52 dS/m y
una considerable relación de adsorción de sodio
(RAS superior a 50), representa una fuente
significativa de sales que pueden incorporarse a
los suelos costeros y adyacentes, intensificando
así su salinidad. Según señalan Pérez et al.
(2024), a ellos se suman la influencia marina
sobre la salinización de los suelos se manifiesta
a través de diversos mecanismos naturales, entre
los que destacan la incursión periódica de
mareas altas que inundan terrenos bajos, el
ingreso de aguas salobres en los cursos fluviales
y estuarios, así como la filtración o afluencia
hacia los acuíferos costeros que puede derivar
en procesos de intrusión salina. A ello se suma
la deposición atmosférica de sales transportadas
por aerosoles marinos, fenómeno que cobra
particular relevancia en zonas áridas y
semiáridas con limitada precipitación, donde el
lavado natural de sales es insuficiente para
contrarrestar la acumulación progresiva en el
perfil edáfico. Este conjunto de procesos
convierte a la cercanía al litoral en un factor
determinante que agrava la salinización de los
suelos, comprometiendo sus propiedades
fisicoquímicas, su fertilidad y, por ende, la
productividad agrícola de los sistemas
cultivados en regiones costeras (Muñoz, 2016).
La salinidad del suelo se cuantifica
habitualmente a través de la medición de su
conductividad eléctrica (CE), parámetro que
refleja la aptitud del suelo para transmitir
corriente eléctrica como consecuencia de la
presencia y concentración de sales solubles en
la solución del suelo. En términos generales, los
suelos clasificados como salinos presentan
valores elevados de conductividad eléctrica, en
contraste con suelos sódicos o aquellos
considerados saludables, cuyos niveles de sales
solubles son sensiblemente inferiores. Esta
distinción permite establecer comparativas
técnicas entre suelos salinos, sódicos y no
salinos, fundamentales para la caracterización,
manejo y recuperación de suelos afectados por
procesos de salinización (Corwin y Yemoto,
2020). Por otro lado, el pH del suelo condiciona
la solubilidad y asimilación de nutrientes, los
fosfatos se inmovilizan en suelos muy ácidos o
muy básicos, mientras que elementos como Fe,
Mn y Zn son más solubles a pH bajo. Un pH
ácido también reduce la actividad microbiana,
limitando procesos clave como la nitrificación,
mientras que valores cercanos a la neutralidad
favorecen la mineralización de materia
orgánica. Sin embargo, un pH excesivamente
alto puede bloquear nutrientes y provocar