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socializada en la edad juvenil, a través de la
inclinación hacia determinadas profesiones.
En nuestro país se han destacado las posiciones
desarrolladas por A. Mitjáns (1995), V.
González (1997), M. Silvestre (1997), N. Neto
(1997), A. Martínez (1997), G. Moreno (1987),
C. Furió (1999), F. González (1997), D.
González (2000), M. Díaz (1987), N. Carrido
(1998), A. Labarrere (1987), entre otras,
dirigidas a orientar la motivación hacia el
objetivo de la actividad y mantener su
constancia, de forma que esta incida de manera
positiva en el comportamiento intelectual del
alumno y en su estado de ánimo.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha
avanzado en esta dirección, numerosas
investigaciones realizadas en nuestro país,
relativas al desempeño profesional,
especialmente los estudios realizados por el
departamento de Formación del profesional del
Ministerio de Educación Superior, por el
Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, por
el Grupo cubano de técnicas de estimulación,
del departamento intelectual (Silvestre. M
(1999), Fariñas. G (1999), Zilberstein. J (1994),
González. D (2000), Vilches. A (1999), entre
otros), demuestran que aún existen limitaciones
en la preparación del profesor para estimular la
motivación.
Según R. González (1982), la integración del
motivo en la esfera consciente de la
personalidad y su expresión en el
enriquecimiento de su contenido y en el
planteamiento de los objetivos conscientes,
constituyen una manifestación del nivel del
desarrollo de la motivación, el que no es un
producto automático del desarrollo de la
personalidad, alcanzable solo por una adecuada
educación o ante condiciones muy específicas
que la propician, sino que debe manifestarse
subjetivamente en deseos y tendencias de una
necesidad, por lo que estos regulan la actividad
desde la existencia de un objetivo que,
respondiendo al estímulo para actuar, satisface
el logro del objetivo.
Se considera la necesidad como la fuerza
interna que se realiza solo en la actividad, pues
constituye una propiedad psíquica de la
personalidad y su manifestación se expresa en
un estado, proceso y reflejo psicológico, que se
expresa en la interacción del sujeto con su
medio, en el cual la necesidad es excitada,
incentivada, frustrada, transformada o
satisfecha.
Las necesidades humanas son el resultado del
desarrollo histórico de la sociedad y se
modifican e incrementan constantemente. En
nuestra investigación se trabaja con las
necesidades específicamente humanas, pues
ellas son las generatrices de la dinámica
instituyente del aparato psíquico, a ellas se
asocian las experiencias de satisfacción e
insatisfacción, experiencias basales e
instituyentes de los dinamismos psicológicos
fundamentales, y consecuentemente, de los
procesos dinámicos de mantenimiento,
desplazamiento, reelaboración.
La satisfacción de las nuevas necesidades del
hombre en el proceso de educación es lo que
hace que estas adquieran un contenido
psicológico diferenciador del estado en que
surgen, convirtiéndose estas en motivo
(Rubinstein, 1997; Petrovsky, 1991; Leontiev,
1987; González Rey, 1992; González Maura,
1995; Rodríguez y Bermúdez, 1999).
La idea anterior concuerda con las ideas de
Vigotsky (1987) en que las necesidades y
motivos en la actividad del hombre no surgen
de forma aislada, sino que se desarrollan en el
contexto de las ya existentes y mediatizadas por
la personalidad del individuo, por lo que van